IRAQ, IRÁN Y EL GOLPE DE ESTADO Recientemente, han aparecido noticias procedentes de una red informativa iraquí (1) según las cuales EEUU estaría instigando, junto a antiguos altos oficiales, un golpe de estado contra el Gobierno del primer ministro Nuri-Al-Maliki. Sin haber indagado acerca de la veracidad de la fuente, esta probabilidad cobra alto protagonismo, […]
Recientemente, han aparecido noticias procedentes de una red informativa iraquí (1) según las cuales EEUU estaría instigando, junto a antiguos altos oficiales, un golpe de estado contra el Gobierno del primer ministro Nuri-Al-Maliki. Sin haber indagado acerca de la veracidad de la fuente, esta probabilidad cobra alto protagonismo, en especial al prestar atención a los últimos acontecimientos en Iraq.
Para empezar, la hipótesis de una guerra civil parece ir despejándose (2). No está tan claro, por el contrario, de si se trata de un auténtico conflicto de carácter sectario -entre chiíes y sunníes, con la población kurda como telón de fondo-, o si bien no es más que un reflejo violento y anárquico resultante de la ocupación.
Lo que sí parece clarificador es que, tanto el Ejecutivo de Maliki, como el presidente kurdo, Jalal Talabani, han perdido el control de la situación. Aún peor, podría decirse, citando al periodista de The Independent, Robert Fisk, que las autoridades apenas controlan «unos cuantos kilómetros cuadrados del centro de Bagdad [en referencia a la Zona Verde] y un puñado de ruinas de ex palacios de los baazistas».
Junto a esta coyuntura, aparecen otros fenómenos de dudosa relación. De este modo, la repetición de carnicerías sin sentido en pleno centro neurálgico de las ciudades, el creciente rechazo de los usamericanos a la presencia de su ejército en Oriente Medio, o la olvidada pero muy importante reorganización de la resistencia iraquí (3) ayudan a restar credibilidad a una administración que a duras penas puede ordenar a un batallón sin el visto bueno de los altos mandos de EEUU.
No es de extrañar, por todo lo anterior, la visita que hace escasos días ha efectuado el presidente Talabani a su vecino Irán reclamando ayuda en materia de seguridad. Claro que, desde que Mahmoud Ahmadinejad subió al poder, «ayuda» no es precisamente la palabra que desearía Bush recibir de alguien a quien acusa -léase también «amenaza»- por poseer armamento nuclear.
La guerra de Iraq parece acercar, de manera pragmática, a Teherán y a Washington (4). Algo similar podría suceder con Siria, ininterrumpidamente denunciada por ingerir en su lindante Líbano. Sin embargo, este movimiento de fichas que se presentaría con ánimo de pacificar la región parece frustrarse si se fraguara la conspirativa teoría del golpe de estado.
Lo más banal es que la torpeza de EEUU incurriría en la creencia de que las cosas irían mejor con la imposición de un gobierno «fuerte» o de «salvación nacional». La idea de evitar aquí un paralelismo con la fracasada experiencia de Vietnam del Sur no desaparecería ni aunque nos lo propusiésemos.
Tal bastonazo de fuerza podría tener éxito uno o dos meses, si acaso. Pero la desestabilización de un gobierno ya desestabilizado, y además llegado de las elecciones organizadas por el ejército ocupante, desembocaría en una espiral mortífera mucho mayor que la actual.
No obstante, es necesario señalar que el cuerpo de esta argumentación se basa en meras suposiciones. Bush, Condoleeza Rice y compañía podrían flexibilizar su comportamiento y optar por la vía sirio-iraní.
El británico Tony Blair, por poner un ejemplo, se habría decantado ya por esta vía (5). Pese a que, postizamente, presionó a ambos países bajo la bravata del «aislamiento», después moderaba su lenguaje y hablaba de «nueva asociación». Pero a estas alturas, ni la cooperación anglo-iraní-sirio-estadounidense brindaría mayor facilidad al asunto.
La opinión de que Irán, mayoritariamente chií, influye ideológicamente en sus homólogos iraquíes no se sostiene por ningún lado. Nadie en su sano juicio contemplaría lo que sucede en Iraq con algo que no fuese menos que inquietud. No hay que olvidar que, entre los detractores opuestos al terrorismo sectario y a la invasión, hay un fermento de nacionalismo que los une a todos.
Nuevamente, hay que insistir en la puesta en marcha del plan de retirada. Y qué curioso. Supondría, casi con toda certeza, también el fin del gobierno de Nuri-al-Maliki y la llegada de un nuevo orden en Iraq.
Hay más sorpresas. Porque sin EEUU y sus colaboradores en el poder, quizá veríamos reducirse el terrorismo. Pero la verdad es se lo han puesto muy difícil a los iraquíes.
Para que luego digan que no habrá nuevos Vietnam.
* Pablo García, estudia periodismo en la Universidad de Lieja (Bélgica)
Notas:
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http://www.counterpunch.org/patrick11282006.html, un artículo de Patrick Cockburn, que puede leerse en castellano en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=42339.