¿Se acuerdan de la propuesta de Irán y Venezuela en la OPEP el mes de octubre de 2007 sobre la necesidad de abrir un debate en la organización sobre si tenía que seguir siendo el dólar la moneda de pago del barril de petróleo? Eso que tanta gracia hizo a unos cuantos, con calificativos de […]
¿Se acuerdan de la propuesta de Irán y Venezuela en la OPEP el mes de octubre de 2007 sobre la necesidad de abrir un debate en la organización sobre si tenía que seguir siendo el dólar la moneda de pago del barril de petróleo? Eso que tanta gracia hizo a unos cuantos, con calificativos de histrionismo hacia las figuras de Ahmadineyad y Chávez, resulta que va a ser ahora discutida formalmente, según ha indicado el presidente de la organización, Chakib Khelil. Y lo va a hacer la OPEP cuando uno de sus más importantes integrantes, Irán, ya ha cortado todo comercio en dólares al poner en marcha su propia bolsa petrolera. Y cuando Qatar ha anunciado una reducción de su bolsa de reserva en dólares y su paso a otras monedas, como el euro. Y cuando se espera que los Emiratos Árabes hagan lo mismo el mes de mayo.
Con una tasa de cambio de 1’51 dólares por euro y una depreciación constante respecto al yen, el dólar está a punto de derrumbarse. Esta es una teoría que se viene repitiendo desde hace un tiempo (1), aunque ello no quiere decir que estemos en el umbral del fin del sistema económico actual ni en la antesala de una crisis en el centro neurálgico del imperialismo. Pero sí estamos asistiendo a una progresiva debilidad de EEUU y eso provoca movimientos, a veces muy pequeños pero significativos, en lo realmente importante: la progresiva reducción de las reservas monetarias de los diferentes países en dólares (en estos momentos el 64’8% de las reservas mundiales están en esta moneda) y su refugio en otras monedas fuertes como el euro o el yen. Eso significa menos dólares en circulación y menor financiación de la deuda externa, cercana a los 9 billones de dólares, de EEUU. De hecho el dólar como principal divisa en el comercio internacional, y como tal principal moneda de reserva de los bancos centrales de los diferentes países, ha perdido casi 7 puntos desde 1999, pasando del 71% en ese año al 64’8% actual, lo que indica que cada vez son más los países que reducen su dependencia de la moneda estadounidense.
La llave del fin del sistema, tal y como hoy lo conocemos, la tiene China. Es bastante improbable que los chinos decidan deshacerse de sus excedentes de dólares (tiene en estos momentos 1’4 billones de dólares en su reserva) y precipitar una depresión económica mundial. Pero ello no quiere decir que no estén comenzando a comerciar en otras monedas y en productos que son vitales para el funcionamiento del sistema económico actual como el petróleo. Ching Siwei, vicepresidente del Comité Permanente del Congreso Nacional del Pueblo, dijo el pasado mes de noviembre que China va a «reajustar y diversificar su política monetaria en las transacciones financieras y económicas de ámbito mundial porque estamos a favor de las monedas fuertes», en referencia a la debilidad del dólar (2). Y, como de muestra vale un botón, China ya está comprando en euros su petróleo a Irán, un país que surte en un 13% a los chinos de sus necesidades energéticas.
Por lo tanto, para intentar parar esta sangría constante a EEUU sólo le queda una tabla de salvación: Irak. Lograr el incremento de la producción petrolera de este país a toda costa, conseguir el definitivo reingreso en la OPEP en igualdad de condiciones que los demás miembros -paralizada por la ONU durante el gobierno de Sadam Husein como consecuencia del embargo a que fue sometido este país- y, sobre todo, reforzar con la presencia iraquí a los saudíes, cada vez más presionados por el resto de países integrantes del cártel petrolero para que no sea sólo el dólar la moneda de transacción petrolera.
Cuando Ahmanideyad y Chávez hicieron su propuesta, los saudíes fueron los más reacios no sólo a aceptarla, sino a discutirla siquiera y lograron que apenas se hiciese una mención tangencial a este tema en el documento final de aquella cumbre de la OPEP. Pero la realidad es mucho más tozuda. El mantenimiento de la alianza con EEUU es cada vez más costosa en términos políticos y económicos. En Arabia Saudí las tasas actuales de inflación son las más altas desde 1980, situándose en estos momentos en el 7%. En los Emiratos Árabes Unidos la inflación es aún más alta, el 9’3% (3). La causa no es otra que la debilidad del dólar, en unas economías absolutamente dolarizadas como las de estos países. Eso es lo que ha llevado a los saudíes a dar, finalmente, su brazo a torcer y aceptar ahora la discusión sobre el dólar, tal y como propusieron Irán y Venezuela.
La «normalización» de Irak
Y eso es lo que está intentando parar, como sea, EEUU. Primero, potenciando la presencia del colaboracionista ministro del Petróleo de Irak, Hussein al-Sharistani, en todas y cada una de las reuniones preparatorias de la nueva cumbre de la OPEP. Segundo, presionando para la aprobación definitiva de la ley de petróleo iraquí que dejaría en manos de multinacionales estadounidenses este sector estratégico. Tercero, realizando Bush una gira por la zona que no era de paz, como transmitieron los medios de formación de masas -si así hubiese sido Israel no tendría luz blanca para realizar un holocausto contra los palestinos, como han amenazado los israelíes-, sino para amenazar directamente a los países del Golfo si cambiaban de moneda de reserva. Cuarto, presionando a estos países para que no establezcan lazos comerciales con Irán en unos momentos en los que el país persa acaba de poner en marcha su bolsa de petróleo que ya no comercia en dólares, sino en euros.
No he colocado por casualidad como primero al colaboracionista al-Sharistani. Él es el principal caramelo que Bush pone encima de la mesa al resto del mundo. A unos, porque al-Sharistani tiene en sus manos el otorgar los contratos que van a gestionar las ingentes reservas petrolíferas con que cuenta Irak. Este país árabe tiene unas reservas de petróleo similares a las de Arabia Saudí, aunque hay expertos que piensan que son superiores, y eso sin contar con las reservas de gas. Tiene cinco campos principales: Kirkuk (en el Kurdistán), Majoon (en la frontera con Irán), Rumiala (en el sur), Quna (en el sur, en la zona de Basora, también fronteriza con Irán), y Zubair (en su sureste) en los que se calcula hay unos mil millones de barriles de petróleo. Datos que no por conocidos hacen innecesario que se vuelva a mencionar puesto que, como dijo en sus memorias Alan Greenspan, el antiguo responsable de la Reserva Federal de EEUU, «la guerra de Irak es en gran parte por el petróleo».
La presencia del ministro de Petróleo iraquí en las reuniones preparatorias de la cumbre de la OPEP va en paralelo con el intento de la Administración Bush de vender al mundo que se está produciendo la «normalización» de Irak en los ámbitos militar y político. Irreal, como siempre, pero con el apoyo entusiasta de unos medios de formación de masas convertidos en fuerza de choque. A pesar de que EEUU ha comprado, literalmente, a una parte de la insurgencia iraquí con la creación de la milicia «Despertar» -que se enfrenta a los insurgentes y sirve de parapeto al soldado ocupante-, no ha logrado aplacar al sector que controla Muqtada al Sader pese a que se mantiene el alto el fuego del Ejército del Mahdi y a otros sectores de la guerrilla suní que mantienen su lucha contra los colaboracionistas y ocupantes. En el casi año que lleva en marcha la estrategia «normalizadota» se han mantenido las acciones armadas en prácticamente todo el país no sólo contra los soldados ocupantes, sino contra los mercenarios -«empresas de seguridad privada»- y colaboracionistas.
No obstante, sí hay que colocar un haber en la estrategia estadounidense: los atentados contra los oleoductos sí han sufrido una notable reducción en los últimos meses y eso ha hecho que la producción iraquí esté en estos momentos en los 2’4 millones de barriles de petróleo diarios, el nivel más alto desde la invasión del país árabe hace ya cinco años.
EEUU ha estado muy cerca de cumplir su estrategia energética: había previsto terminar 2007 con una producción de 2’8 millones de barriles diarios en Irak (4) y se ha quedado en 2’4 millones. Ahora es un poco más modesto y plantea para el 2008 llegar a los 2’6 millones, aunque la meta es lograr nada más ni nada menos que ¡6 millones de barriles diarios! dentro de los próximos cuatro años, según ha dicho el ministro de Petróleo iraquí en una entrevista al diario británico The Times (5). Eso le permitiría a EEUU romper la OPEP desde dentro, incrementando considerablemente el número de barriles en el mercado y abaratando, así, el precio del barril hasta situarlo en la cifra que a EEUU le parece «justa»: 30 dólares. Una cifra que no tiene en cuenta un hecho importante, y es que no cuesta lo mismo la extracción de un barril en Arabia Saudí o Irak, por poner el caso más barato, o en Venezuela o Irán, por poner los más caros. En este último país el coste del barril se sitúa en los 15 dólares, con lo que la ganancia de 1 a 6 que se daría en el caso saudí (desde que se extrae hasta que se comercializa al ser un petróleo que es fácil de encontrar, muy barato de producir y de gran calidad) se reduce a 1 a 2 en el caso iraní puesto que su petróleo no cuenta con el bueno-bonito-barato de saudíes e iraquíes.
El pasado 24 de enero, al-Sharistani se reunió Ammán, la capital jordana, con las principales multinacionales petrolíferas para discutir «contratos de asistencia técnica», es decir, repartirse los campos petrolíferos una vez sea aprobada por el Parlamento la ley del petróleo. ¿Adivinan con cuál fue la primera con la que se reunió? La Exxon-Mobil, la misma que ha presentado la demanda contra Venezuela por la nacionalización, en 2007, de los pozos de la Faja del Orinoco. Si hay que hacer caso al periódico que informó de ello, el contrato estará firmado a lo largo de este mes de marzo. Y para que estos contratos sean rentables, y ejecutables, EEUU tiene que mantener un grueso contingente de tropas en Irak de forma permanente.
La oposición iraquí
Al-Sharistani está jugando el juego que quiere EEUU, pero no el que quiere la inmensa mayoría de sus compatriotas. Según las encuestas de los propios medios colaboracionistas, el 70% de los iraquíes están en contra de lo que consideran «entrega de la soberanía nacional». Tal vez sea en lo único en que hay una cierta sintonía en Irak en la actualidad entre los diferentes sectores.
En estos momentos hay una evolución en las alianzas entre diferentes fuerzas políticas, especialmente entre las kurdas y los zuñes, así como entre las shiíes. El acuerdo entre la Unión Patriótica de Kurdistán, el Partido Democrático del Kurdistán y el Partido Islámico Iraquí (suní) refuerza la estrategia divisionista propugnada por los estadounidenses de federalizar el país, algo en lo que también está de acuerdo el Consejo Supremo de la Revolución Islámica (shií), que ha pedido formalmente la creación de una «región autónoma en las provincias de de Nasseriya, Amarah y Najaf y otras áreas en Bagdad meridional como Diwaniyah, Samawa y Kut».
Sólo una parte de la guerrilla anti-ocupación y las fuerzas de Muqtada al-Sáder se oponen a la federalización de Irak, pero el país está más dividido que nunca y eso deja las manos libres a la estrategia imperialista.
(1) «Veinte céntimos» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44199
(2) Diario del Pueblo, 8 de noviembre de 2007.
(3) Al Jazeera, 25 de febrero de 2008.
(4) «No es Iraq, es Venezuela» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39775
(5) The Times, 8 de febrero de 2008.