«La magnitud de la crisis es alarmante», concluye la ACNUR en un reciente informe sobre los refugiados y desplazados internos en Irak a consecuencia de la guerra y la ocupación. Más de cuatro millones de personas han dejado sus casas; la mitad ha buscado refugio en otras partes de Irak y la otra en países […]
«La magnitud de la crisis es alarmante», concluye la ACNUR en un reciente informe sobre los refugiados y desplazados internos en Irak a consecuencia de la guerra y la ocupación. Más de cuatro millones de personas han dejado sus casas; la mitad ha buscado refugio en otras partes de Irak y la otra en países cercanos. Además, gran parte necesita una atención especial ya que «entre ellos hay muchas víctimas de tortura» y un alto porcentaje presenta problemas médicos.
A diario, en Irak, miles de personas se ven obligadas a dejar sus hogares y la mayor parte de sus pertenencias para partir hacia un destino incierto. Los desplazamientos internos y los refugiados son otra de las múltiples consecuencias de la guerra y la ocupación. En estos momentos, según datos de la ACNUR, hay más de dos millones de desplazados internos y otros 2,2 millones de iraquíes han buscado refugio en estados vecinos.
El 85% de los desplazados internos -la mayoría procedentes de Bagdad y los distritos colindantes a la capital- ha huido hacia la región central y el sur del país. Desde febrero del pasado año hasta la fecha, ha contabilizado 822.819 desplazados internos, hecho que está generando graves problemas. La ACNUR subraya que las autoridades regionales se niegan a registrar a los recién llegados y ofrecerles servicios gubernamentales. Añade que, al menos, diez de las 18 provincias de Irak han cerrado fronteras y están restringiendo el acceso a nuevos desplazados. Además, muchos de ellos han sido expulsados de los edificios públicos que ocupaban, por lo que han aumentado las chabolas en las ciudades. A todo ello se suma que el 47% no tiene acceso a los canales oficiales de distribución de alimentos.
De igual manera, sigue siendo elevado el número de iraquíes que huyen hacia países cercanos como Siria (1,4 millones), Egipto, Jordania (unos 750.000) y el Golfo Pérsico (200.000). Tan sólo Siria, recibe, como mínimo, 30.000 iraquíes al mes.
«Desde principios de este año, nuestras oficinas han registrado a más de 130.000 refugiados iraquíes. A finales de mayo, habíamos entrevistado a unos 7.000 de los refugiados más vulnerables, enviando sus informes a posibles países de reasentamiento», resalta.
A esos países, les emplaza a que «faciliten la salida de los más necesitados». No obstante, reconoce que «el reasentamiento sigue siendo una opción tan sólo para los iraquíes más vulnerables». Ante este panorama, la agencia de la ONU para los refugiados advierte que «la magnitud de la crisis es alarmante».
A modo de ejemplo, detalla que tan sólo en Siria, alrededor de 47.000 de los 88.447 refugiados registrados desde enero requiere una asistencia especial, ya que «entre ellos hay muchas víctimas de tortura y, casi el 19%, presenta graves problemas médicos», incide.
El día de ayer tampoco estuvo exento de violencia. Siete personas murieron y otras 25 resultaron heridas a consecuencia de la explosión casi simultánea de dos bombas cerca del santuario chií más venerado en Bagdad.
La primera estalló en un coche aparcado en la plaza Al Zahraa, en el barrio de Kazimiya. La segunda, colocada en otro vehículo no ocupado, ocurrió en el cruce de Adén, en la entrada occidental del barrio. En el noroeste de la capital, dos soldados estadounidenses en ataques diferentes. Por su parte, la Policía iraquí encontró 30 cadáveres en distintos puntos de Bagdad con signos de tortura.
Después de que varias agencias informaran de que miles de soldados turcos habían entrado en el norte de Irak para perseguir a la guerrilla kurda, el Gobierno turco negó que su Ejército haya lanzado una operación contra las bases del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). «En estos momentos, no se está produciendo la entrada en otros países», declaró el ministro turco de Asuntos Exteriores, Abdulá Gül. Fuentes del Ministerio de Defensa turco dijeron a Efe, bajo anonimato, que la actividad registrada ayer en la frontera entre Turquía e Irak forma parte de la «rutina» del Ejército.
A finales de mayo, el jefe del Estado Mayor del Ejército turco, el general Yasar Buyukanit, señaló que es necesaria una orden escrita del Gobierno para un despliegue en el Kurdistán Sur. Levent Bilma, portavoz de Exteriores, manifestó que no se estaban preparando operaciones al otro lado de la frontera. No obstante, advirtió que «la República turca está preparada para cualquier cosa en cualquier momento». El Ejército ha intensificado las actividades militares en el sudeste del país y a lo largo de la frontera con Irak, lo que hace pensar en una incursión al estado vecino.
Según la prensa local, cerca de 100.000 soldados turcos están concentrados en maniobras en casi todas las provincias del sudeste y varias unidades de tanques se han apostado en la frontera. Preguntado por los movimientos de tropas, Buyukanit se limitó a contestar que son «maniobras normales».
El PKK ha ampliado sus actividades armadas en las que ayer resultaron heridos seis soldados turcos.