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Iraquíes en Siria, entre volver y no volver

Fuentes: IPS

En lo peor de la guerra sectaria de Iraq en 2006, Samer huyó de Bagdad y se unió al flujo de refugiados que iban a Siria, pero decidió regresar por la violencia que estalló hace cinco meses en ese país y ahora su situación es incierta. […] El Grupo Internacional de Crisis estima que 2.500.000 […]

En lo peor de la guerra sectaria de Iraq en 2006, Samer huyó de Bagdad y se unió al flujo de refugiados que iban a Siria, pero decidió regresar por la violencia que estalló hace cinco meses en ese país y ahora su situación es incierta. […]

El Grupo Internacional de Crisis estima que 2.500.000 iraquíes abandonaron su país durante la guerra y que hubo una cantidad similar de desplazados. La mayoría tomaron la larga ruta por la peligrosa provincia iraquí de al-Anbar rumbo a Siria, Jordania y, en menor medida, a Líbano.

«Siria era muy segura entonces, con electricidad, agua y sin problemas. Valía la pena, pese a que la renta y el coste de vida eran más altos», relató.

Pero cuando a principios de este año estallaron las protestas contra el régimen sirio de Bashar al-Assad, la vida cotidiana de Samer empeoró. Aparecieron puestos de control y las fuerzas de seguridad pedían identificación, lo que aumentó el peligro de que fuera detenido.

En el marco de la brutal represión de las protestas populares por las autoridades sirias, que dejó cientos de civiles muertos y miles detenidos, los refugiados iraquíes se vieron en la disyuntiva de quedarse y verse envueltos en disputas sectarias y perder sus ahorros y, el recelo que les generaba volver a su país.

Cuando sus empleadores sirios lo echaron hace tres semanas, Samer optó por volver y vivir en un nuevo barrio de Bagdad. «Estamos más seguros», indicó. «Buscaré un lugar seguro, ya sea en Siria o en Iraq. Ahora Iraq es seguro», explicó.

Con el gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki, Iraq se recupera de una devastadora guerra que dejó más de 100.000 civiles muertos y la infraestructura desecha. Miles de muros de concreto destruidos y puestos de control, vigilados por una compleja variedad de grupos armados, asfixian las dañadas calles de la capital.

El creciente sector petrolero representa la mayor parte del producto interno bruto, pero el extremadamente militarizado país sufre ataques terroristas coordinados, disputas políticas sectarias, corrupción generalizada y una red eléctrica que apenas funciona, además del alto índice de desempleo.

Los sirios que escaparon de la violencia en su país se dirigieron a Líbano y a los hacinados campamentos de refugiados en la frontera con Turquía, pero el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) señaló que no notaron cambios en el movimiento de iraquíes o sirios que circulan por la porosa frontera entre ambos países.

De hecho, más de 30.000 iraquíes abandonaron Bagdad rumbo a Siria pasando por el cruce de Al-Waleed, bastante más que los sirios que el mes pasado hicieron el camino inverso, según Acnur. La mayoría de la gente que circula por el desierto son refugiados, comerciantes y peregrinos rumbo a Arabia Saudita, donde está La Meca.

«Tenemos un plan de contingencia por si hay un regreso masivo de refugiados», señaló la representante de Acnur, Claire Bourgeois. «Por ahora no hay ninguna señal de que vaya a ocurrir, pero puede suceder de repente», apuntó.

El gobierno de Al Assad cerró el cruce menos transitado de Al-Qa’im, cerca de la conflictiva provincia de Deir Azzor, en el noreste de Siria. Las mismas familias tribales están a ambos lados del cerco de alambre concertina, en el fértil valle del río Eufrates.

Las autoridades sirias temen que combatientes y contrabandistas de armas, que transitaron la ruta hacia la provincia iraquí de Anbar durante la peor parte de la guerra sectaria en este país, ahora lo hagan en movimiento contrario.

Los episodios violentos registrados en el poblado sirio de Abu Kamel, entre otros, no hicieron más que aumentar el temor de las autoridades de Siria.

«La gente de Anbar solía dedicarse al contrabando, pero la actividad se redujo», señaló el comandante de las operaciones del ejército iraquí en esa provincia, general Abdul Aziz Mohammad Jassim.

«Células dormidas podrían tratar de ayudar. El precio de las armas podría subir en Siria y alguna gente verse tentada a vender. Pero son sólo negocios», apuntó.

No hay coordinación entre las fuerzas armadas iraquíes y sirias. Cualquier decisión respecto de la seguridad en la frontera debe proceder de una iniciativa política de Bagdad, remarcó Jassim.

«No tenemos instrucciones claras sobre lo que puede ocurrir en la frontera. Lo que quiere decir que el gobierno cree que no pasará nada o no empeorará», añadió.

«El gobierno iraquí no tiene un plan para reaccionar a la violencia en Siria y, aun si lo tuviera, no lo implementarán. Iraq tiene otros motivos de preocupación y no se prevé que la situación en el vecino país tenga más que un impacto político aquí», señaló el analista Zaid al-Ali, del Grupo Internacional de Crisis.

«Si se cierra la frontera habrá inflación en Iraq porque los productos sirios baratos y subsidiados no llegarán a los mercados iraquíes. La población sentirán el impacto en sus bolsillos», indicó.

Las tiendas del polvoriento centro de la ciudad de Ramadi, todavía en ruinas por los brutales combates durante la guerra, permanecen abiertas durante la tranquila tarde, preparándose para la cena del sagrado mes de Ramadán.

El electricista Salam Mohammad señaló que los comercios de electrodomésticos acopian aparatos en almacenes en previsión de la inflación derivada de la crisis siria.

Su vecino, Ala Hammoud, vendedor de frutas y verduras traídas de Siria, Turquía y Líbano, señala que es más barato comprar del otro lado de la frontera pese a los últimos gravámenes, a pesar de que Ramadi está en el fértil margen del río Eufrates, en el corazón de Anbar.

«Siempre uso el cruce de Al-Waleed», señaló Hammoud. «Cuando está cerrado suelo recurrir a la frontera con Turquía, pero sólo para emergencias porque es más caro. Tendría que cerrar mi comercio si se clausura el paso a Siria», añadió.

En Bagdad, el cineasta Ali Mazen, que huyó a Siria en 2005 tras el asesinato de su hermano por milicianos, relató que tenía permiso para inmigrar a Estados Unidos. Pero la situación de Siria hizo que la delegación estadounidense que habilitaba su partida se retirara. Acnur le dijo que esperara.

«Me siento humillado», señaló. «Nos terminamos los ahorros y tuve que vender todo. Regresé para ver si encontraba una alternativa, pero nada», añadió.

«No, imposible», señaló con firmeza al ser consultado si quedarse en Iraq era una opción. «Donde tú ves luz, yo veo oscuridad», añadió.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98951