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Iraquíes, ¡viva la democracia!

Fuentes: Rebelión

 Sadam Hussein era un canalla. Pero el país que presidía, Irak, era el más civilizado de Oriente Próximo y Medio. Laico según su Constitución, poseía las mejores universidades, las mejores infraestructuras, los mejores hospitales… A Irak acudían estudiantes de todo el mundo árabe para adquirir una formación superior a la que podían adquirir en otros […]

 Sadam Hussein era un canalla. Pero el país que presidía, Irak, era el más civilizado de Oriente Próximo y Medio. Laico según su Constitución, poseía las mejores universidades, las mejores infraestructuras, los mejores hospitales… A Irak acudían estudiantes de todo el mundo árabe para adquirir una formación superior a la que podían adquirir en otros sitios. Pero, como además atesoraba abundante petróleo en su subsuelo, un Occidente generoso y altruista, con USA a la cabeza,, decidió regalarle la democracia. Y el consiguiente capitalismo, claro. Ello al amparo de la doctrina basada en la máxima de que, si no querían ser felices demócratas por las buenas, lo serían por las malas.

Todos recordamos aquel glorioso día en el que los adelantos de la técnica nos ofrecieron -«permitid que nos introduzcamos en la intimidad de vuestros hogares», como suelen anunciarse los capullos– el comienzo de un bombardeo, de una guerra, de una ocupación, de una masacre, de una ruina. ¡Y qué ilusión nos hizo a todos contemplar casi en paralelo la efigie de aquellos tres prohombres -Bush, Blair y Aznar-de descanso en las Azores, haciendo tiempo para ir a Bagdad a celebrar su victoria contra las fuerzas del mal, levantar dos deditos en forma de uve y decirle al mundo cuántas vidas habían salvado, cuánto dolor habían hecho desaparecer de la faz de la Tierra.

Hoy, siete años después, el redimido Irak es una escombrera, varios millones de sus habitantes, sobre todo ciudadanos civiles, han desaparecido del superpoblado planeta. Ya no posee aquellas magníficas universidades, ni los ejemplares hospitales… Ah, y aquéllos que eran dos de los mejores museos arqueológicos del mundo, que se levantaban en su suelo, ya no existen. Sus piezas, robadas por los soldados heraldos de la civilización occidental, están siendo subastadas en los Estados Unidos, que también, como autopago a sus esfuerzos, se está llevando el petróleo que antes se quedaban -¿con qué derecho?– sus dueños.

El Imperio y sus satélites, los medios de comunicación y el sistema capitalista son la misma cosa. Y a ninguno de ellos le interesa, sea cual sea la catadura moral de cualquier Sadam Hussein que dirija un país, que demuestre que dicho país funciona sin seguir los dictados del Occidente demócrata, redentor y humanitario.

Venezuela, Bolivia, Irán, China, son países molestos. Funcionan bien al margen del sistema neoliberal. Se comprende que aquellas tres fuerzas quieran desacreditarlos, para que a ningún otro se le ocurra imitarlos. Y es lo que hace la prensa europea y norteamericana, no sólo a través de sus medios conservadores, sino también a través de los considerados progresistas, como en España lo es El País, tan sensible ante la muerte de un preso que se ha sometido a una huelga de hambre porque ha querido, como impasible ante los, por ejemplo, siete mil (7.000) presos palestinos que «practican» el mismo tipo de huelga en las cárceles de Israel. O los habitantes de los muchos guantánamos que se abren -es decir, se cierran-por todo el mundo. Por no hablar de los millones de niños africanos que mueren de hambre en sus tierras esquilmadas por el colonialismo. Por no hablar tampoco de los millones de palestinos que vienen siendo masacrados, expoliados, deportados desde hace sesenta y dos años por el estado sionista de Israel, con la ayuda, la complicidad o el silencio culpable de las potencias occidentales.

El estado sionista ha desatendido ochenta resoluciones -es decir, todas las que ha dictado contra él-de la ONU. La mayoría, condenándolo por sus violaciones de los derechos humanos. Muchas, condenándolo por crímenes de guerra y por crímenes contra la humanidad. ¿Sabría decir algún pro-sionista o pro USA, qué habría pasado si otro país, por ejemplo Irán, hubiese desatendido una sola resolución…? ¿Qué habría pasado si cualquier país árabe o latinoamericano con gobierno de izquierdas hubiese invadido otro país, como los Estados Unidos de Bush invadió Irak y Granada y Afganistán y no sé cuántos países más?

Hablar ya de doble rasero, de ley del embudo y otras metáforas por el estilo, hastía. Se siente uno tonto haciéndolo, ingenuo, inútil. Es posible que cuanto escribimos y hablamos los que William Saroyan llamaba «hermosa gente», los buenos, sirva para mantener un clima de vigencia de lo que debe ser por si algún día pudiera florecer una solución, aunque se vislumbre como poco o nada probable. Personalmente, siento que, cada vez más, escribo para convencer a unas cuantas personas, buenas personas, que, incomprensiblemente, todavía no aceptan el carácter intrínsicamente perverso del sionismo y conceden a Israel unos derechos que jamás ha tenido.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.