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Jaime Gil de Biedma, Manuel Sacristán y el PSUC (IV)

Fuentes: Rebelión

Recordemos lo manifestado por Luis Goytisolo [LG] en Cosas que pasan [1]: «[…] Sin embargo, contrariamente a la versión que corrió por Barcelona en aquel entonces y que hasta el mismo Gil de Biedma daba por buena, quien vetó su solicitud de ingreso en el PCE no fue Sacristán sino Miguel Núñez. Fue a mi […]

Recordemos lo manifestado por Luis Goytisolo [LG] en Cosas que pasan [1]: «[…] Sin embargo, contrariamente a la versión que corrió por Barcelona en aquel entonces y que hasta el mismo Gil de Biedma daba por buena, quien vetó su solicitud de ingreso en el PCE no fue Sacristán sino Miguel Núñez. Fue a mi a quien Jaime hizo la petición de ingreso, que yo transmití a la Dirección [la mayúscula es de LG], convencido de que no había problema. Y fue Miguel Núñez quien días después me sacó de mi error, al hacerme saber que la petición no podía ser aceptada. «Los maricones, cuando son detenidos, cantan. Hay precedentes: el caso Landínez», me dijo. Es posible que Núñez comentase también la decisión a Sacristán, y que éste, muy poco reservado, lo divulgase a los cuatro vientos, satisfecho, en el fondo, por su carácter ejemplar . El hecho es que, cuando unas noches más tarde mis amigos y yo nos encontramos con Jaime y los suyos en el Saint Germain des Près –las pestañas más rizadas que nunca -, ni él ni yo nos referimos siquiera al asunto, como si lo hablado días atrás jamás hubiera sido dicho» [las cursivas son mías]

 

En la contraportada del libro de LG, que es poco probable que haya sido escrita por el propio autor, se señala: «[…] ¿Novela? ¿Biografía? ¿Metaficción? ¿Autoficción? ¿Fábula cuántica? [2] La crítica clasificará esta obra conforme al criterio preferido por el crítico, sin que ello altere lo que es en sí el relato ni la emoción de su lectura». Si el paso seleccionado no es «autoficción», «metaficción» y, sobre todo, si no es «fábula cuántica», si el fragmento tiene algo de biográfico, más allá o más acá de las posibles clasificaciones del libro del académico candidato a Premio Nobel, arroja mucha luz sobre lo sucedido.

 

Antes de anotar los nudos básicos del fragmento de LG una breve noticia sobre el poeta, novelista y comunista referenciado. Tomo la información de varios artículos de la red, no conozco el caso directamente. Luis Landínez (1911-1962) con Los hijos de Máximo Judas quedó finalista del premio Nadal de 1949. Su temprana muerte, en circunstancias misteriosas según dicen los que conocen el caso, la desaparición de otros escritos y la escasa fortuna editorial de su novela «dejaron al autor salmantino y a su única novela publicada a merced de un injusto olvido». Los hijos … ha tenido señaladas reivindicaciones por estudiosos como Francisco Ynduráin, J. Corrales Egea y Santos Sanz Villanueva. La novela de fue reeditada en los años noventa por una editorial salmantina con «un breve y atinado prólogo» de Ricardo Senabre. Sin poderlo asegurar con detalle, Luis Landínez, militante comunista, fue detenido en los años cincuenta. Su homosexualidad fue usada por la policía fascista para aumentar su salvaje presión en las torturas a las que fue sometido. Es probable que, finalmente, fuera obligado a dar nombres de militantes del Partido.

 

Vuelvo al texto de LG. Lo primero que llama la atención es la referencia, la acotación temporal. Sin embargo, dice nuestro académico, «contrariamente a la versión que corrió por Barcelona en aquel entonces y que hasta el mismo Gil de Biedma daba por buena…» [4]. La versión de la que habla LG corrió en aquellos años y ha corrido mucha veces más en épocas posteriores. Es una constante en las descalificaciones políticas a las que se ha sido sometido Manuel Sacristán. Durante décadas. No puede haber ninguna duda que un académico informado como LG conozca este vértice desplegado a pesar de que hasta ahora, por lo que parece, no haya creído oportuno decir que ese bocado, suculento para muchos, era en parte suyo. Tampoco lo hizo en su prólogo a las memorias de Miguel Núñez de 2002. Tuvo ocasión entonces aunque muy probablemente, con razón atendible, no le pareciera el momento oportuno. Pudo haberlo hecho, desde luego, antes o después, en infinidad de ocasiones.

 

LG señala a continuación que no fue Sacristán quien impidió la entrada de Gil de Biedma sino Miguel Núñez, el principal dirigente del PSUC en Catalunya en aquellos momentos. No parece probable que su animadversión contra Sacristán, netamente manifestada en reiteradas ocasiones, en este mismo por ejemplo, le confunda en ese recuerdo o le haga cambiar el guión de una historia que hasta ahora ha apuntando con insistencia contra el autor de Sobre Marx y marxismo . Las contradicciones humanas, los equívocos de nuestras memorias, no suelen transitar por esos senderos.

 

El autor de Estatua con palomas cita entrecomilladas unas palabras que pone en boca de Miguel Núñez. Es casi imposible que la memoria haya acuñado la memoria del académico con esa exactitud y no hay documentación al respecto, pero sin duda, Miguel Núñez [5], como tantos otros, como casi todos, como LG o el propio Sacristán, más allá de cómo reconstruya ahora su recuerdo, somos hijos de nuestra época, vivimos en determinadas circunstancias culturales que marcan límites de un campo del juego que no es fácil transgredir y somos abonados diariamente por determinadas tradiciones. En la «La formación del marxismo en Gramsci» [6], el traductor del revolucionario sardo, dijo lo esencial sobe este nudo refiriéndose, en este caso, a procedimientos entonces usuales en la lucha partidista: «[…] Con esa intervención de Lenin empieza una difícil actuación de Gramsci que pasa por la formación del PCI y culmina con una operación característica de ese dramático período de la III Internacional: la eliminación autoritaria del grupo extremista de Bordiga -inicialmente mayoritario en el PCI- por la acción del instructor Gramsci desde Viena (1923). Las personas viven en su época: por eso resultan cursis las presentaciones de Gramsci con halo de novela rosa política, como un iluminado que, en cuestiones de organización política, hubiera anticipado en 30 años y superado incluso el XX Congreso del PCUS «[la cursiva es mía]. Lo mismo podría afirmarse, por razonamiento análogo, en temas político-culturales. Quien este libre de pecado, basta recordar las declaraciones de Enrique Tierno Galván muchos años después, en un país en el que la homosexualidad no sólo no estaba bien vista sino que estaba perseguida y penalizada por las leyes franquistas, que tire la primera piedra. No se han formado aluviones, no se ha oído sonido alguno.

 

Sea como fuere, Miguel Núñez no está entre nosotros para poder defender su posición. Podía haberlo hecho hace pocos años. Si fue así, sus palabras, su idea, su razonamiento político, pueden sonar homofóbicos, y tienen notas y compases que corroboran esa valoración, pero parece innegable que, además de ello, sin olvidarse de ello, la policía política del franquismo, la terrible e hipermachista BPS, tenía un plus añadido en el caso de Gil de Biedma -y, por supuesto, en casos afines-, dada su destacada posición social. No puede haber dudas sobre ello sin que de ello se infiera ninguna decisión como inevitable. El chantaje al que hubiera sido sometido el poeta en caso de detención es obvio, de manual. No se infiere de ello, claro está, que el poeta estuviera condenado a la delación en caso de torturas. Nadie afirmó nunca una cosa así, nadie ha pretendido señala ese blanco. La situación se movió siempre por territorios de prevención, de precaución, de normas de seguridad ante el terrible adversario.

 

Fue a él, dice LG, a quien Gil de Biedma pidió el ingreso en el Partido. No es inconsistente con lo que sabemos, con lo que el mismo poeta explica en su Diario , a pesar de que puede ocurrir que LG cometa algún error marginal en este nudo y fuera Sacristán quien le transmitiera la petición de Gil de Biedma para que él, para que el autor de Las afueras, la trasladara a la dirección del Partido que, seguramente, se quedaría sorprendida, muy sorprendida, casi sin respiración, de que un ejecutivo de Tabacos de Filipinas sin pasado político resistente conocido quisiera ser militante de un PSUC-PCE clandestino, poco habitado entonces, duramente perseguido por la policía fascista.

 

Puede deducirse de lo que LG señala que también fue él quien le transmitió a Gil de Biedma la decisión tomada. Lo haría con habilidad. Según él mismo cuenta, se encontraron en París pocos días después -«[Gil de Biedma] con las pestañas más rizadas que nunca», LG dixit [7]-, con el poeta «y los suyos» (sic) y no parece que la relación entre ambos fuera de alta tensión. Por lo demás, en momentos posteriores, como ya se indicó, Jaime Gil de Biedma colaboró con el Partido redactando octavillas. Durante la huelga de los tranvías de 1957 por ejemplo.

 

LG no logra o no quiere controlar sus lanzas. Sin poder asegurar nada, no lo sabe, no lo recuerda, no llegó a saberlo, señala que es posible que Núñez comentara su decisión con Sacristán y que éste, «muy poco reservado», lo divulgase urbi et orbe «satisfecho por su carácter ejemplar». La primera parte del enunciado es razonable; la segunda es una infamia, una nueva infamia.

 

La infamia: es absolutamente imposible que Sacristán en 1956 divulgase lo sucedido a los cuatro vientos. Es muy probable que apenas lo comentara con nadie, incluso con sus íntimos. Desde luego, Sacristán no pudo vivir la decisión que tomó el Partido como actuación modélica, como ejemplo de nada. No era estúpido ni idiota. En 1956, a sus treinta años, Sacristán, que también era un hombre de su tiempo, que vivía como no podía ser de otro modo en sus circunstancias, pero que iba más allá de ellas en muchos nudos y no tenía un pelín de tonto ni de inhumanidad, era un amigo cercano de Gil de Biedma, como éste mismo explicó en su Diario . No hubo nada hasta entonces que les alejara, más bien todo lo contrario. Es probable que el poeta admirase aún más a Sacristán, aparte de por su arriesgada militancia política activa, infrecuente en ámbitos de lletraferits y similares, por su dignísimo comportamiento en comisaría por el caso Ferrater [8].

 

¿Es posible, incluso probable, que Miguel Núñez comentara con Sacristán la petición de Gil de Biedma? Es muy probable que Núñez consultara su decisión, nada fácil, con otros dirigentes y militantes, incluso, a pesar de la ausencia de documentación, con la dirección del Partido en el exterior. Sacristán pudo ser, debió ser, uno de las personas a las que consultó, a pesar de que su papel político entonces sólo empezaba a ser relevante, llevaba apenas medio año de militancia, en absoluto era comparable con el protagonismo y relevancia político-cultural que adquiriría años después.

 

Sobre la conversación que probablemente mantuvieron Sacristán y Núñez sólo podemos conjeturar. ¿Es posible que Sacristán se manifestara en contra de la militancia de Gil de Biedma? No es imposible. Amigo suyo, conocedor de su situación profesional, sabedor de su orientación sexual y de su estilo de vida, consciente de la bisoñez política clandestina del autor de Moralidades , es razonable, y en absoluto homofóbico, que Sacristán concluyera que la militancia de su amigo de Laye incluía riesgos añadidos a los numerosos peligros generales. No resultaba fácil para un joven de 27 años de los orígenes sociales del poeta y con una vida libremente desatada reorientar sus costumbres, acotándoles a las duras normas de seguridad, en la España de mediados de los cincuenta. Vivir clandestinamente era otra vida, una vida muy otra, muy distinta, que acaso el poeta no pudiera ni siquiera imaginarse en aquellos momentos.

 

O acaso sí, desde luego, no puede negarse esa posibilidad a pesar de las enormes dificultades que presentaba la situación. Es posible pensar que la decisión tomada fue un error, aunque estuviera alejada o no estuviera motivada por prejuicios homofóbicos, y que el poeta hubiera sido capaz de reorganizar su vida y de seguir las estrictas normas de clandestinidad de aquellos años. Sea como fuere, el Partido no rompió relaciones con Jaime Gil de Biedma. La figura del compañero de viaje fuera probablemente el tipo de proximidad política deseada por la dirección del Partido para el caso.

 

¿Cómo reconstruir entonces, sin conjeturas arriesgadas, la situación? Del modo siguiente: un joven poeta, sin militancia ni experiencia políticas previas, con plena y muy frecuente vida nocturna, ejecutivo de una multinacional de la época, solicita la militancia en el PSUC, directamente a través de Luis Goytisolo, a quien conocía del Bar Club y del grupo de Laye como a Sacristán, e indirectamente a través de sus conversaciones con este último, con quien mantenía una relación de amistad, llena por su parte de admiración político-cultural que no estética. La dirección del partido, Miguel Núñez en plano destacado, que tiene experiencias recientes de caídas, que sabe del chantaje explícito al que es sometido en comisarías franquistas un poeta y novelista comunista homosexual, que conoce, porque son públicamente conocidos, vértices de la vida del autor de Moralidades , previa consulta con otros cuadros del Partido, con Sacristán seguramente pero seguramente también con otros dirigentes como Francesc Vicens por ejemplo, cree que la militancia del poeta presenta aristas muy, pero que muy arriesgadas. No sólo para la organización sino también para él, y le deniega la militancia sin romper relaciones con él. El poeta colabora con el Partido en otras ocasiones y durante años, con sus más y sus menos, acaso de forma no siempre destacada, Jaime Gil de Biedma es un compañero de viaje del PSUC. Su poesía, por ejemplo, presenta un fuerte componente sociopolítico en muchos de sus poemas, algunos de ellos de finales de los sesenta.

 

En el imaginario político-cultural catalán, y español incluso, ¿qué queda, qué ha quedado de todo ello? Que Sacristán vetó por homofobia a Jaime Gil de Biedma. Punto y aparte. Incluso la presidente Aguirre y Gil de Biedma, sin saber nada del asunto, ha hablado de que «los comunistas marginaron a su tío por homosexual». Nadie o casi nadie ha hablado durante más de cinco décadas de otras caras del poliedro. Casi nadie. Casi todo el mundo que ha escrito o ha hablado ha dado por buena la versión establecida. Gregorio Morán es un ejemplo entre otros muchos; Josep M Castellet, en su reciente ensayo, toma pie en la versión del fabulador compulsivo Fabián Estapé que, como es sabido, de esto, de las tradiciones y valoraciones comunistas en este ámbito, sabe lo que un ciudadano medio puede saber de las propiedades emergentes de los espacios vectoriales de 15 dimensiones: nada, nada de nada.

 

Y todo ello, sin documentación alguna, sin ningún papel. De oídas, por rumores, por lo que estaba, se dice, en el ambiente del Partido o por lo que, en algunos casos, no muchos, pudo decirles el propio Gil de Biedma, que tampoco tuvo una información de primera mano de la cocina interna de la decisión. ¿De dónde entonces esta acusación? Del tipo de militante que fue Sacristán, que desde luego no fue un intelectual al uso. Otros que llegaron a ser senadores por decisión de la realeza borbónica o se instalaron rápidamente en poderes y organizaciones institucionales se movían por coordenadas alejadas, muy alejadas. El corresponsal de Lukács, René Zabaleta, Ludovico Geymonat, Víctor Sánchez de Zavala, Félix Novales o Rudi Dutschke iba en serio. Les resultaba insoportable: un espejo en el que no podían mirarse.

 

 

Notas:

[1] Luis Goytisolo, Cosas que pasan . Madrid, Siruela, 2009, p. 68.

[2] Fábula cuántica» no es ninguna expresión que se me pueda atribuir.

[3] La novela de Luis Landínez desarrolla «una tensa red de pasiones elementales que se despliega con el rigor, la parquedad y la implacable concatenación de una tragedia griega» (Ricardo Senabre).

[4] Carme Riera confirmó este punto en su entrevista para los documentales «Integral Sacristán» de Xavier Juncosa (El Viejo Topo, Barcelona, 2006)

[5] Miguel Núñez, si no ando errado, tampoco se manifestó nunca sobre este punto.

[6] Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo . Barcelona, Icaria, 1983, p. 70, n. 7.

[7[ El lector/a interpretará el carácter masculino, homobófico o no, de este comentario.

[8] Es con este último, como se indicó, con quien se enfadó Jaime Gil de Biedma por su comentario sobre él en comisaría. La distancia que se generó entre ambos fue disuelta con el tiempo, al cabo de pocos años.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.