Al menos 1.652 civiles han muerto de manera violenta en julio en Irak, lo que supone un incremento del 33% respecto a junio y la cifra más alta desde el despliegue de refuerzos estadounidenses destinados, en teoría, a protegerlos, según las cifras que ayer dieron a conocer los ministerios iraquíes de Defensa y Sanidad. Ayer […]
Al menos 1.652 civiles han muerto de manera violenta en julio en Irak, lo que supone un incremento del 33% respecto a junio y la cifra más alta desde el despliegue de refuerzos estadounidenses destinados, en teoría, a protegerlos, según las cifras que ayer dieron a conocer los ministerios iraquíes de Defensa y Sanidad.
Ayer mismo, al menos 74 personas fallecieron en varios atentados en distintos puntos de la capital iraquí. El más grave causó la muerte de 50 personas al estallar un camión cisterna que que repartía gasolina en el barrio de Zaura a una multitud que hacía cola.
Al menos 1.241 civiles murieron de forma violenta en junio, un mes en el que se experimentó un fuerte descenso (36%) de las víctimas respecto al mes anterior.
Por contra, el número de policías muertos (114) descendió en julio, después de que en el mes anterior se experimentase un fuerte incremento (191), según la misma fuente. El Ejército iraquí, por su parte, ha perdido 79 soldados frente a los 31 que murieron en junio. El número de detenciones descendió un 3,2%, de los 2.265 de junio a los 2.191 de julio.
El balance de pérdidas humanas es ligeramente superior al de febrero, cuando EEUU reforzó su presencia en Bagdad en el marco de un nuevo plan de seguridad. Milles de soldados estadounidenses fueron desplegados y se llevaron a cabo ataques contra supuestos bastiones de Al Qaeda en la capital iraquí y alrededores.
Según los indicios, parece que un numeroso grupo de insurgentes abandonó las zonas en las que se desarrollaban estas operaciones de seguridad y continúan lanzando ataques espectaculares en otras regiones más aisladas del país.
Así, el 7 de julio, al menos 150 personas murieron y 250 resultaron heridas en la explosión de un camión bomba conducido por un kamikaze en el pequño pueblo de Emerli, en el norte de Irak.
El Gobierno iraquí se niega a publicar estadísticas oficiales de víctimas, pero estas cifras parecen corroborar el resentimiento de los habitantes de Bagdad, que consideran que las calles de la capital son ahora mucho más peligrosas.
Paralelamente, según un informe que hizo público la Oficina Gubernamental Independiente de EEUU (GAO), Washing- ton es incapaz de precisar dónde se encuentra la mayor parte de las 190.000 armas que distribuyó a las fuerzas iraquíes en 2004 y 2005.
EEUU acusa regularmente a estados extranjeros, como Irán, de ser los responsables de facilitar armas a las milicias clandestinas iraquíes.
Desde la invasión de Irak en 2003, EEUU ha financiado con con 14.000 millones de euros el nuevo Ejército del país árabe. 2.043 millones de euros se han destinado a equipamiento.
Por lo que se refiere a las bajas estadounidenses, el martes fallecieron tres soldados en un ataque, por lo que el número de militares muertos desde 2003 es de 3.652, de los que 85 fallecieron el pasado mes de julio.
EEUU, a lo suyo
Pese a estas cifras, EEUU continúa empecinado en mantener la ocupación de Irak. Así, el secretario de Estado adjunto, John Negroponte, señaló que «una retirada precipitada tendría consecuencias muy nefastas». «Pienso que nuestra presencia militar es de gran ayuda y juega un papel estabilizador en Irak», declaró Negroponte a la cadena de televisión filipina GMA7.
«Estoy convencido que una retirada precipitada de nuestros efectivos en Irak tendría consecuencias muy, muy nefastas», añadió durante un receso de la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), en Manila.
Otras 74 personas murieron ayer, primer día de agosto, en varios atentados registrados en Bagdad, ciudad en la que EEUU puso en marcha en febrero un plan especial de seguridad que se muestra inoperante.
El Gobierno iraquí sufrió ayer un duro revés por la retirada del principal bloque suní, el Frente de Consenso Iraquí (FCI).
El FCI decidió retirar a sus seis miembros del Ejecutivo, después de una reunión de emergencia celebrada tras expirar el ultimátum de una semana que habían dado al primer ministro, Nuri al-Maliki (chií), para que respondiese a las exigencias que planteó.
Entre esas demandas estaban el desarme de las milicias, la concesión de mayores prerrogativas políticas a la comunidad suní y la liberación de miles de presos.
«Hemos decidido apartarnos después de que el Gobierno ignorase nuestras peticiones y de que no las atendiese con seriedad», dijo a Efe Omar Abdel Sattar, un miembro de ese bloque. Además, Abdel Sattar señaló a al-Maliki, que deberá afrontar con menos apoyos que nunca la tarea de manejar el país, como «el responsable de cualquier repercusión que se derive este decisión».
El FCI se creó para contrarrestar la hegemonía chií en el Gobierno y está formado por una coalición de tres partidos suníes, entre ellos el Partido Islámico Iraquí, encabezado por el vicepresidente del país, Tarek al-Hachemi.
Los otros dos partidos son el Congreso Popular Iraquí y el Consejo de Diálogo Nacional.
«Ahora estamos fuera del Gobierno, pero mantendremos los 44 escaños que tenemos en el Parlamento», señaló Alaa Mekki, otro portavoz del bloque suní, que tambien confirmó que al-Hachemi seguirá como vicepresidente del país.