Establecer que todo conocimiento que sea consecuencia de un esfuerzo colectivo debe ser libre para todos es un compromiso fundamental para saldar la deuda social continental, pero es también una posibilidad práctica y perfectamente sostenible. Eso es lo que se argumenta en este texto. El acceso libre puede ser entendido como una amplia fuente de […]
Establecer que todo conocimiento que sea consecuencia de un esfuerzo colectivo debe ser libre para todos es un compromiso fundamental para saldar la deuda social continental, pero es también una posibilidad práctica y perfectamente sostenible. Eso es lo que se argumenta en este texto.
El acceso libre puede ser entendido como una amplia fuente de conocimiento humano y patrimonio cultural, arbitrada y aprobada por la comunidad intelectual, y puesta a disposición de la gran sociedad de una manera expedita, amplia y, especialmente, que no peche al ignorante (1).
En la mayoría de las sociedades occidentales impera un sistema económico que impide el acceso libre al conocimiento en esos términos. Un sistema que ha sido construido a la medida de la legislación internacional para la llamada «propiedad intelectual».
Ese sistema económico demanda cantidades ingentes de divisas de parte de sus contribuyentes forzosos: los estados nacionales. Pero lo más grave es que su mera existencia desvirtúa los principios solidarios de la educación pública, establecidos en las constituciones nacionales de esos mismos estados, y fomenta la incultura de la no cooperación entre las comunidades académicas de esas naciones.
Por ejemplo, antes que permitir el acceso libre a sus contribuciones intelectuales, los investigadores de instituciones públicas transfieren sus derechos de autor y con ello el control de la difusión de esas contribuciones, a casas editoriales transnacionales que luego pechan a los propios autores y sus colegas y vecinos para acceder a esos conocimientos, muchas veces corregidos y mejorados por las mismas comunidades.
Los investigadores están prácticamente obligados a participar en este extraordinario negocio pues los mecanismos tradicionales de evaluación de la productividad académica y de la investigación están, casi completamente, anclados a los sistemas de publicaciones asociados a casas editoriales que cierran el acceso a ese conocimiento por razones económicas.
Para corregir esta situación y eliminar sus efectos perniciosos bastaría una declaración política al más alto nivel que establezca que todo el conocimiento consecuencia de un esfuerzo colectivo debe estar libremente disponible para todos sin más limitaciones que la que impongan razones especiales de soberanía y seguridad nacional.
Con esto cada comunidad académica pública en cada nación podría ejecutar las acciones necesarias para garantizar el acceso libre al conocimiento. Acciones que no implicarían cambios económicos mayores pues, como se dijo, buena parte del sistema actual ya es sostenido por el esfuerzo y con los recursos de la comunidad académica pública.
Deseas suscribir esta declaración?. Por favor, envíanos tu nombre con un comentario en:
http://memoria-libre.blogspot
(1) Declaración de Berlín
http://www.geotropico.org/1_2_Documentos_Berlin.html
http://www.zim.mpg.de/openaccess-berlin/berlin_declaration.pdf
— Jacinto Dávila —
http://webdelprofesor.ula.ve