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Informe Chilcot

Kadhim al Jabbouri: «No lo queríamos, pero era mejor que esta gente»

Fuentes: Rebelión

«Hacía mucho calor», dice Bowen. «El incendio no cesaba. Gotas de agua caliente caían del techo. Unos jóvenes cavaban frenéticamente en el sótano de uno de los centros comerciales que habían quedado destruidos. Buscaban cuerpos. Pero lo único que encontraron fueron zapatos y un montón de cenizas negras». Kadhim al Jabbouri es un hombre que […]

«Hacía mucho calor», dice Bowen. «El incendio no cesaba. Gotas de agua caliente caían del techo. Unos jóvenes cavaban frenéticamente en el sótano de uno de los centros comerciales que habían quedado destruidos. Buscaban cuerpos. Pero lo único que encontraron fueron zapatos y un montón de cenizas negras».

Kadhim al Jabbouri es un hombre que se convirtió en el símbolo del odio a Saddam Hussein.

El 9 de abril del 2003, cuando las tropas norteamericanas empezaban la ocupación de Bagdad, tomó un martillo y fue a demoler la base de la enorme estatua de bronce de Hussein. Los soldados norteamericanos entonces lo ayudaron. Es la foto que luego sirvió de imagen de la caída del régimen: la estatua derrumbándose…

Le pregunté a Kadhim qué haría si pudiera reunirse con Tony Blair.

  • Le diría que es un criminal y le escupiría en la cara.

Y ¿qué le diría a George Bush?, le pregunto.

  • Le diría que también es un criminal. Mataste a los niños de Irak. Mataste a las mujeres y mataste a los inocentes . Le diría lo mismo a Blair. Y a la coalición que invadió Irak, les diría que son unos criminales y que deberían enfrentar la justicia.

Quien pregunta es Jeremy Bowen, editor de Medio Oriente de la BBC. Solo tres días antes, el 3 de julio, se había producido un atentado suicida, con un camión bomba, que dejó más de 250 muertos en una zona comercial del centro de Bagdad. Hacía calor, buscaban cuerpos. Pero solo había zapatos y un montón de ceniza negra. Y mucha rabia. Y mucha tristeza.

«Esto no era así cuando Saddam estaba. Había un sistema. Había formas. No lo queríamos, pero era mejor que esta gente», dice Kadhim.

La foto de las Azores

La «foto de las Azores», dio la vuelta al mundo. Al día de hoy sigue siendo recordada por muchos como «la imagen de la vergüenza». Estaban muertos de risa: Bush, Blair, Aznar y Barroso. A Barroso, entonces primer ministro de Portugal, le dieron como recompensa la presidencia de la Comisión Europea, que ejerció entre 2004 a 2014.

A Blair lo mandaron, en el verano del 2007, como «enviado para la paz» al Oriente Medio. Después trabajó como asesor de empresas energéticas en Oriente Medio. En Wilkpedia se puede leer: «a sueldo de la familia real de Kuwait desde 2007».

A Aznar le regalaron una fundación, para promover ideas y gobiernos conservadores, principalmente en América Latina.

Barroso saltó de nuevo a las primeras páginas esta semana, cuando se conoció su fichaje por la banca Goldman Sachs, como consejero presidente no ejecutivo. Para hacer lobby en Europa por una banca responsable de los más diversos desmadres, donde algún día trabajó también Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. Goldman Sachs «no es un banco cualquiera», escribió Bárbara Reis en el diario portugués Público. Es el gigante de la banca de inversiones, principal responsable de la revalorización de activos que desató la crisis financiera actual; acusado también de maquillar las cuentas públicas, entre ellas las de Grecia.

La contratación es una «mala idea, porque revela una enorme insensibilidad política», afirma Reis.

O, como dice el duro editorial del diario francés Libération, titulado «Cínico»: «traidor una vez, traidor siempre». Y agrega: «Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso ya había traicionado el espíritu de Europa que debía encarnar, apoyando la política de Bush en Irak a pesar de que varios Estados miembros la rechazaban, o imprimiendo a la Unión un impulso liberal dogmático que tanto ha contribuido a alejarla de la gente».

Pero en 2004 fue elegido con el apoyo de su amigo Blair, contra la candidatura del primer ministro belga Guy Verhofstadt, que se había opuesto a la guerra de Irak. Barroso le devolvería la mano, oponiéndose a toda regulación del sistema financiero que pudiera afectar los intereses de la City londinense.

La gran mentira

Mientras en Bagdad el incendio todavía no cesaba, en Londres el diplomático John Chilcot daba a conocer el resultado de siete años de investigación sobre la participación británica en la Guerra de Irak. En doce volúmenes y 2,6 millones de palabras, el informe detalla el papel del primer ministro británico en la invasión de Irak de marzo del 2003, como parte de una coalición encabezada por Estados Unidos. La integraban también España, Polonia y Australia, que fue lo que pudieron reunir para que Estados Unidos no quedara solo.

El informe asegura que el Reino Unido «no agotó todas las opciones pacíficas» antes de sumarse a la invasión de Irak, que los juicios sobre la amenaza de armas de destrucción masiva del gobierno iraquí «se presentaron con una certeza que no estaba justificada» y concluye que Estados Unidos y Reino Unido «socavaron la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU», al atacar un país soberano sin la autorización de ese organismo, el único al que se le otorga esta potestad.

El informe «confirma la gran mentira de la guerra de Irak», titulo el Hunffington Post. «Blair autorizó la invasión de manera «prematura» e «injustificada» y las consecuencias todavía hoy se siguen pagando», afirma la periodista Laura Riestra.

La publicación del informe, aseguró, «ha consternado a medio mundo, que ha visto cómo la guerra que marcó un antes y un después en el curso de la historia fue resultado de una serie de decisiones mal tomadas y sin una base consistente».

El informe revela que Blair prometió a Bush apoyo «incondicional» para invadir Irak, meses antes de la invasión, en una serie de 29 cartas y notas intercambiadas entre 2001 y 2007 por ambos líderes, difundidas el miércoles pasado junto al informe.

Blair pidió perdón por no haber preparado debidamente la invasión, por errores de panificación y por no haber previsto con más precisión sus consecuencias. Pero «no puedo decir que tomé la decisión equivocada», afirmó, citado por el periódico británico The Guardian. «El mundo es, en mi opinión, un lugar mejor sin Saddam Hussein». «Si él hubiese quedado en el poder en 2003, podría haber amenazado la paz mundial de nuevo».

Blair nunca pidió perdón por la invasión misma, que el informe Chilcot afirma haber dejado por los menos 150 mil muertos, más de un millón de desplazados y haber servido de caldo de cultivo para la creación del Estado Islámico y de otros grupos que hoy aterrorizan los países de Oriente Medio y alimentan la huida de millones de exiliados de los lugares en conflicto.

Blair perdió el poder en 2007 y «perdió su reputación en los siguientes nueve años», según George Eaton, director del New Statesman, debido a «sus negocios y alianzas con autócratas que lo han convertido en un paria entre el público y en su partido».

Pero Blair asegura que tomó la decisión «de buena fe» y con base en lo que, creía, eran los «mejores intereses» de Reino Unido.

El cinismo: engañar a todo el mundo

En Inglaterra, el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, acusó a Blair (sin mencionarlo por el nombre) de haber despreciado el parlamento cuando tomó la decisión de ir a la guerra y que debería afrontar las consecuencias de su decisión. «La invasión y ocupación de Irak ha sido, para muchos, una catástrofe», afirmó Corbyn.

Para Alexéi Pushkov, jefe del Comité de Relaciones Internacionales de la Duma del Estado rusa, Blair «es un mentiroso patológico. Antes de la invasión decía: ‘los datos de inteligencia son veraces’. Después de la invasión, de repente ‘no fueron veraces’. Es un ejemplo de liderazgo vicioso y lleno de mentiras», escribió en su cuenta de Twitter.

Él y Aznar, cuando ya la invasión de Irak estaba decidida (en realidad, la decisión se gestó luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, aunque Irak no tuvo ninguna responsabilidad en esos ataques), conspiraron para hacer creer al mundo que estaban haciendo todo lo posible para evitar ir a la guerra.

Entre los numerosos encuentros que aparecen en el informe Chilcot está una reunión entre Blair y Aznar celebrada en Madrid el 27 y 28 de febrero de 2003, solo tres semanas antes del inicio de la invasión. Estaban preocupados -más Blair que Aznar- por la repercusión que esto podría tener en sus países, donde había una oposición mayoritaria a la guerra. Deciden entonces poner en marcha una estrategia de comunicación que demostrara que «estaban haciendo todo lo posible para evitar la guerra». Ambos sabían que la decisión estaba ya tomada en Washington y la apoyaban, dice Iñigo Sáenz de Ugarte, en El Diario, de España.

La apuesta de Aznar era completa, dice el periodista. «Por difícil que fuera la situación política de Blair, los altos cargos del gobierno de Londres sabían que la del entonces presidente del gobierno español era mucho peor: «Aznar estaba presionando en favor de la importancia de la alianza transatlántica (la relación con Estados Unidos), pero tenía problemas políticos mucho mayores que los nuestros».

«El ánimo belicista de Aznar estaba a prueba de cualquier coste político», enfatiza. Si recapitulamos toda la evidencia sobre las armas de destrucción masiva, añadimos sus intentos de asegurarse capacidad nuclear, y como parece posible, añadimos un vínculo con Al Qaeda (que nunca se encontró), esto será muy persuasivo aquí. Además de, claro, la naturaleza aberrante del régimen, escribe Blair a Aznar. Julio Llamazares, en un artículo titulado «La mentira», publicado en El País, de Madrid, recuerda que Aznar «es el único que hasta el momento no ha pedido perdón a su país por llevarlo a una guerra injusta e injustificada».

«Siempre recordaré el aplauso de los diputados de las bancadas del Partido Popular en el Congreso tras la aprobación de la decisión del gobierno de Aznar de ir a la guerra de Irak, que apoyaron sin una sola excepción, contra la opinión de millones de españoles, que nos habíamos manifestado en contra. Nunca había visto a nadie tan contento de ir a una guerra; mejor dicho: tan contento de que fueran otros, pues ni los diputados ni los ministros ni el presidente del Gobierno iban a ir», dice Llamazares.

De la tiranía a la anarquía

Hans Blix, diplomático sueco, excanciller de su país y jefe de la misión de verificación de Naciones Unidas que comenzó a buscar las armas de destrucción masiva en Irak en 2002 (sin encontrarlas nunca), también escribió sobre el caso.

«Blair me dijo que los informes de inteligencia eran claros. Eso fue un tremendo error de evaluación», afirmó Blix, en artículo publicado en The Guardian. «Yo dije en ese momento, después de centenares de inspecciones -incluyendo decenas de sitios recomendados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y de Inglaterra- que no habían portado evidencia de la existencia de un programa de armas de destrucción masiva».

«Todavía no estoy seguro de que la existencia de armas de destrucción masiva haya sido el motivo primario de la acción militar», escribió. «Blair y otros líderes desfiguraron la realidad, urgiendo ir a la guerra con la falsa imagen que habían creado». Y concluyó: -Saddan fue removido del poder, pero Irak evolucionó de la tiranía a la anarquía…»

En vano

Familiares de soldados que murieron en Irak anunciaron su decisión de consultar con abogados si Blair y otros funcionarios podrían ser sometidos a juicio en cortes civiles. La hermana de un soldado muerto en Irak, que ha comparecido en rueda de prensa con otros familiares de fallecidos, ha calificado a Blair de «terrorista». «Hay un terrorista que el mundo necesita conocer, y esa persona es Tony Blair», afirmó.

«Solo puedo concluir que mi hijo murió en vano», afirmó el padre de otro soldado muerto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.