En los meses antes de que ordenara la invasión de Irak, George Bush y sus altos funcionarios hablaron de preservar el «patrimonio» de Irak para el pueblo iraquí. En tiempos en los que hablar del petróleo iraquí era tabú, lo que Bush quería decir al hablar de patrimonio era exactamente eso – el petróleo iraquí. […]
En los meses antes de que ordenara la invasión de Irak, George Bush y sus altos funcionarios hablaron de preservar el «patrimonio» de Irak para el pueblo iraquí. En tiempos en los que hablar del petróleo iraquí era tabú, lo que Bush quería decir al hablar de patrimonio era exactamente eso – el petróleo iraquí. En su «declaración conjunta sobre el futuro de Irak» del 8 de abril de 2003, George Bush y Tony Blair declararon: «Reafirmamos nuestro compromiso de proteger los recursos naturales de Irak, como patrimonio del pueblo de Irak, que debería ser utilizado sólo para su beneficio». (1) En esto cumplieron con su palabra. Entre los pocos sitios que los soldados estadounidenses realmente protegieron durante y después de su invasión estuvieron los campos petrolíferos y el Ministerio de Petróleo en Bagdad. Pero el verdadero patrimonio iraquí, esa herencia milenaria de la humanidad, fue algo diferente. Al mismo tiempo que los eruditos estadounidenses advertían de un futuro «choque de civilizaciones» nuestras fuerzas de ocupación permitían que lo que es tal vez el mayor de los patrimonios humanos fuera saqueado y destrozado.
Ha habido muchas imágenes deprimentes en la televisión desde que George Bush lanzara su malhadada guerra contra Irak – las fotos de Abu Ghraib, Faluya arrasada, soldados estadounidenses destruyendo a puntapiés las puertas de casas privadas y apuntando con rifles de asalto a mujeres y niños. Pero pocas han reverberado históricamente como el saqueo del museo de Bagdad – o han sido olvidadas más rápido en este país.
Enseñando a los iraquíes el desaliño de la historia.
En círculos arqueológicos, Irak es conocido como «la cuna de la civilización» con un historial cultural que se originó hace más de 7.000 años. William R. Polk, fundador del Centro de Estudios Medio-Orientales en la Universidad de Chicago, dice: «Fue allí, en lo que los griegos llamaban Mesopotamia donde comenzó la vida tal como la conocemos actualmente: allí la gente comenzó por primera vez a especular sobre filosofía y religión, desarrolló conceptos de comercio internacional, convirtió ideas de belleza en formas tangibles y, sobre todo, desarrolló la maestría de la escritura». (2) No se asocia ningún otro sitio en la Biblia, con la excepción de Israel, con más historia y profecía que Babilonia, Shinar (Sumeria), y Mesopotamia – diferentes nombres para el territorio que los británicos comenzaron a llamar «Irak» cerca de la época de la Primera Guerra Mundial, utilizando el antiguo término árabe para las tierras del antiguo enclave turco de Mesopotamia (en griego: entre los ríos [Tigris y Éufrates]). (3) La mayor parte de los primeros libros del Génesis están localizados en Irak (vea, por ejemplo: Génesis 10:10, 11:31; también Daniel 1-4; II Reyes 24).
Las civilizaciones mejor conocidas que componen el patrimonio cultural de Irak son los sumerios, akkadios, babilonios, asirios, caldeos, persas, griegos, romanos, partianos, sasanidas y musulmanes. El 10 de abril de 2003, en un discurso por televisión, el presidente Bush reconoció que el pueblo iraquí es «heredero de una gran civilización que contribuye a toda la humanidad». (4) Sólo dos días después, bajo los ojos complacientes del Ejército de EE.UU., los iraquíes comenzaron a perder ese patrimonio en un torbellino de saqueos e incendios.
En septiembre de 2004, en uno de los pocos informes autocríticos que salieron del Departamento de Defensa de Donald Rumsfeld, el Grupo de Trabajo del Consejo Científico de la Defensa sobre Comunicación Estratégica escribió: «los objetivos más amplios de la estrategia de EE.UU. dependen de la separación de la vasta mayoría de los musulmanes no-violentos de los yihadistas-islamistas radicales-militantes. Pero los esfuerzos estadounidenses no sólo han fracasado en este sentido: también han logrado lo contrario de lo que se proponían». (5) En ninguna parte este fracaso fue más evidente que en la indiferencia – incluso el regocijo – mostrado por Rumsfeld y sus generales ante el saqueo del 11 y del 12 de abril de 2003, del Museo Nacional de Bagdad y el incendio el 14 de abril de 2003 de la Biblioteca y de los Archivos Nacionales así como de la Biblioteca de Coranes en el Ministerio de Fundaciones Religiosas. Estos eventos, fueron, según Paul Zimansky, arqueólogo de la Universidad de Boston, «el mayor desastre cultural de los últimos 500 años». Eleanor Robson de All Souls College, Oxford, dijo: «Hay que retroceder siglos, a la invasión mongol de Bagdad en 1258, para hallar saqueos de esta dimensión». (6) Pero el secretario Rumsfeld comparó el saqueo con las secuelas de un partido de fútbol y lo descartó con el comentario de que «La libertad es desaliñada… La gente libre posee la libertad para hacer errores y cometer crímenes». (7)
El museo arqueológico de Bagdad ha sido considerado durante mucho tiempo como lo que es probablemente la más rica institución de su tipo en Medio Oriente. Es difícil decir con precisión todo lo que se perdió allí durante esos días catastróficos de abril en 2003 porque los catálogos puestos al día de sus pertenencias, muchas de ellas jamás descritas en revistas arqueológicas, también fueron destruidos por los saqueadores o estaban incompletos por las condiciones en Bagdad después de la Guerra del Golfo de 1991. Uno de los mejores archivos, aunque parcial, de sus pertenencias es el catálogo de artículos que el museo prestó en 1988 a una exposición realizada en la antigua capital de Japón, Nara, intitulada Civilizaciones de la Ruta de la Seda. Pero, como dijera un funcionario del museo a John Burns de New York Times después del saqueo: «Todo desapareció, todo desapareció. Todo desapareció en dos días». (8)
Un singular libro indispensable, hermosamente ilustrado, publicado por Milbry Park y Angela M.H. Schuster, The Looting of the Iraq Museum, Baghdad: The Lost Legacy of Ancient Mesopotamia (New York: Harry N. Abrams, 2005), representa el desconsolador intento de más de una docena de especialistas en arqueología del antiguo Irak de especificar lo que había en el museo antes de la catástrofe, dónde habían sido excavados los objetos, y la condición de los pocos miles de artículos que han sido recuperados. Los editores y autores han dedicado una parte de los beneficios del libro al Consejo Estatal de Antigüedades y Patrimonio de Irak.
En una conferencia sobre críminalidad con obras de arte realizada en Londres un año después del desastre, John Curtis, del Museo Británico, informó que por lo menos la mitad de los objetos robados no habían sido recuperados y que de unos 15.000 objetos saqueados de las vitrinas y almacenes del museo, mas de 8.000 aún no han sido ubicados. Toda su colección de 5.800 sellos de cilindro y tablillas con escritura cuneiforme y otras inscripciones, algunas provenientes de los primeros descubrimientos de la propia escritura, fue robada. (9) Desde entonces, como resultado de una amnistía para los saqueadores, unos 4.000 artefactos han sido recuperados en Irak, y más de mil han sido confiscados en Estados Unidos. (10). Curtis señaló que controles al azar de soldados occidentales que partían de Irak han llevado a la identificación de varios que poseían ilegalmente objetos antiguos. Agentes de aduana en EE.UU. descubrieron otros. Funcionarios en Jordania incautaron unas 2.000 piezas contrabandeadas de Irak; en Francia, 500 piezas; en Italia, 300; en Siria, 300; y en Suiza, 250. Cantidades inferiores fueron confiscadas en Kuwait, Arabia Saudí, Irán, y Turquía. Ninguno de estos objetos ha sido devuelto hasta ahora a Bagdad.
Las 616 piezas que forman la famosa colección de «oro de Nimrud», excavada por los iraquíes a fines de los años ochenta de las tumbas de las reinas asirias en Nimrud, a unos pocos kilómetros al sudeste de Mosul, fueron salvadas, pero sólo porque el museo las había llevado en secreto a las bóvedas subterráneas del Banco Central de Irak durante la primera Guerra del Golfo. Cuando los estadounidenses finalmente protegieron el banco en 2003, su edificio era una armazón calcinada llena de vigas retorcidas de metal por el colapso del techo y de todos los nueve pisos que se encontraban debajo. Sin embargo, los compartimientos subterráneos y sus contenidos sobrevivieron sin daño. El 3 de julio de 2003, una pequeña parte de la colección Nimrud fue expuesta durante unas pocas horas, permitiendo que un puñado de funcionarios iraquíes la viera por primera vez desde 1990. (11)
La quema de libros y manuscritos en la Biblioteca de Coranes y en la Biblioteca Nacional fue en sí un desastre histórico de primera magnitud. La mayoría de los documentos imperiales otomanos y los antiguos archivos reales sobre la creación de Irak fueron reducidos a cenizas. Según Humberto Márquez, escritor venezolano y autor de «Historia Universal de La Destrucción de Los Libros» (2004), cerca de un millón de libros y diez millones de documentos fueron destruidos por los incendios del 14 de abril de 2003. (12). Robert Fisk, el veterano corresponsal en Medio Oriente del Independent de Londres, estuvo en Bagdad el día de los incendios. Corrió a las oficinas de la Oficina de Asuntos Civiles de los Marines de EE.UU. y dio al oficial a cargo la ubicación exacta en el mapa de los dos archivos y sus nombres en árabe y en inglés, y señaló que se podía ver el humo a 5 kilómetros de distancia. El oficial gritó a uno de sus colegas: «Este tipo dice que hay alguna biblioteca bíblica que se quema», pero los estadounidenses no hicieron nada por extinguir las llamas. (13)
El Burger King de Ur
En vista del valor en el mercado negro de objetos de arte antiguo, los dirigentes militares de EE.UU. habían recibido la advertencia de que el saqueo de todos los trece museos nacionales en todo el país sería un peligro particularmente grave en los días después de la captura de Bagdad y de su toma de control de Irak. En el caos que siguió a la Guerra del Golfo de 1991, vándalos habían robado unos 4.000 objetos de nueve museos regionales diferentes. En términos monetarios, el comercio ilegal en antigüedades es la tercera forma más lucrativa de comercio internacional, excedida en el ámbito global sólo por el contrabando de drogas y las ventas de armas. (14) Considerando la riqueza del pasado de Irak, también existen más de 10.000 sitios arqueológicos importantes esparcidos por el país, de los cuales sólo 1.500 han sido estudiados. Después de la Guerra del Golfo, varios fueron excavados ilegalmente y sus artefactos vendidos a coleccionistas internacionales inescrupulosos en los países occidentales y Japón. Todo esto era conocido por los comandantes estadounidenses.
En enero de 2003, antes de la invasión de Irak, una delegación estadounidense de eruditos, directores de museos, coleccionistas de arte, y comerciantes en antigüedades se reunieron con funcionarios en el Pentágono para discutir la próxima invasión. Advirtieron específicamente que el Museo Nacional de Bagdad era el sitio más importante del país. McGuire Gibson del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago dijo: «Pensé que me habían garantizado que los sitios y museos serían protegidos» (15). Gibson volvió dos veces al Pentágono para discutir los peligros, y él y sus colegas enviaron varios correos electrónicos recordatorios a oficiales militares en las semanas antes de que comenzara la guerra. Sin embargo, el Guardian de Londres del 14 de abril de 2003 informó sobre un preludio más siniestro de lo que quedaba por venir: ricos coleccionistas estadounidenses con conexiones con la Casa Blanca se ocuparon de «persuadir al Pentágono para que relajara la legislación que protege el patrimonio de Irak, que impide su venta en el extranjero». El 24 de enero de 2003, unos sesenta coleccionistas y comerciantes basados en Nueva York se organizaron en un nuevo grupo llamado el Consejo Estadounidense por la Política Cultural y se reunieron con funcionarios de la administración Bush y del Pentágono para argumentar que un Irak post-Sadam debería tener leyes relajadas sobre las antigüedades. (16). Sugirieron que la apertura del comercio privado en artefactos iraquíes, ofrecería a esos artículos una mejor seguridad que la que recibirían en Irak.
La principal salvaguardia legal internacional para instituciones y sitios importantes desde el punto de vista histórico y humanista es la Convención de La Haya por la Protección de la Propiedad Cultural en Caso de Conflictos Armados, firmada el 14 de mayo de 1954. EE.UU. no participa en esa convención, sobre todo porque durante la Guerra Fría, temía que el tratado podría restringir su libertad de lanzarse a una guerra nuclear; pero durante la Guerra del Golfo de 1991 el administración de Bush padre aceptó las reglas de la convención y cumplió con una «lista de objetivos de no-fuego» de sitios en los que sabía que existían ítems de valor cultural. (17) La UNESCO y otros guardianes de artefactos culturales esperaban que la administración de Bush hijo seguiría los mismos procedimientos en la guerra de 2003.
Además, el 26 de marzo de 2003, la Oficina de Reconstrucción y Ayuda Humanitaria (ORHA, por sus siglas en inglés) del Pentágono, dirigida por el teniente general en retiro Jay Garner – la autoridad civil que EE.UU. había establecido para el momento en que cesaran las hostilidades – envió a todos los altos comandantes de EE.UU. una lista de dieciséis instituciones que «merecen protección lo más pronto posible para impedir más daño, destrucción, y / o robo de catálogos y bienes». El memorando de cinco páginas, enviado dos semanas antes de la caída de Bagdad, decía también: «Las fuerzas de la coalición deben asegurar esas instalaciones a fin de impedir saqueos y la resultante pérdida irreparable de tesoros culturales» y que «los saqueadores deben ser arrestados / detenidos». El primero en la lista de sitios a proteger del general Garner era el Banco Central de Irak, que ahora es una ruina; el segundo era el Museo de Antigüedades. En el sitio dieciséis figuraba el Ministerio de Petróleo, el único sitio que las fuerzas de EE.UU. que ocuparon Bagdad defendieron realmente. Martin Sullivan, presidente del Comité de Consejo del presidente sobre Propiedad Cultural durante los ocho años anteriores, y Gary Vikan, director del Museo de Arte Walters en Baltimore y miembro del comité, renunciaron ambos para protestar contra el hecho que CENTCOM no obedeciera las órdenes. Sullivan dijo que era «imperdonable» que el museo no haya tenido la misma prioridad que el Ministerio de Petróleo. (18)
Como ahora sabemos, las fuerzas estadounidenses no hicieron ningún esfuerzo por impedir el saqueo de las grandes instituciones culturales de Irak: sus soldados simplemente contemplaban a los vándalos que entraban e incendiaban los edificios. Said Arjomand, editor de la revista Studies on Persianate Societies y profesor de sociología en la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, escribió: «Nuestras tropas, que han estado protegiendo orgullosamente el Ministerio de Petróleo, donde no hay un solo cristal roto, condonaron deliberadamente estos horrendos eventos». (19) Los comandantes estadounidenses afirman que, al contrario, estaban demasiado ocupados combatiendo y carecían de suficientes soldados para proteger el museo y las bibliotecas. Sin embargo, parece ser una explicación improbable. Durante la batalla por Bagdad, los militares de EE.UU. estuvieron perfectamente dispuestos a despachar unos 2.000 soldados para proteger los campos petrolíferos del norte de Irak, y sus antecedentes respecto a las antigüedades no mejoraron después de que los combates disminuyeron. En la ciudad sumeria de Ur, de 6.000 años de antigüedad, con su masivo, zigurat, o torre escalonada del templo (construida en el período entre 2112 y 2095 aC y restaurada por Nabucodonosor II en el siglo VI aC), los marines pintaron graffítis con su consigna: «Semper Fi» (semper fidelis, siempre fieles) sobre los muros (20). Los militares convirtieron entonces el monumento en zona prohibida para todos a fin de ocultar la profanación que había tenido lugar, incluyendo el saqueo por soldados de EE.UU. de ladrillos de arcilla utilizados en la construcción de los antiguos edificios.
Hasta abril de 2003, el área alrededor de Ur, cerca de Nasiriyah, estaba aislada y era sacrosanta. Sin embargo, los militares eligieron el terreno inmediatamente adyacente al zigurat para construir su inmensa Base Aérea Tallil, con dos pistas de aterrizaje de 4.000 y 3.200 metros de largo respectivamente y cuatro campos satélites. Al hacerlo, los ingenieros militares movieron más de 9.500 cargas de camiones de tierra a fin de construir 32.500 metros cuadrados de hangares y otras instalaciones para aviones y aviones teledirigidos Predator. Arruinaron completamente el área, el corazón literal de la civilización humana, para cualquier investigación arqueológica o turismo futuros. El 24 de octubre de 2003, según la Organización Global de Seguridad, el Ejército y la Fuerza Aérea construyeron su propio zigurat moderno: «Abrieron su segundo Burger King en Tallil. La nueva instalación co-ubicada con (un) … Pizza Hut, asegura que haya otro restaurante Burger King para que más soldados de ambos sexos que sirven en Irak puedan, aunque sea por un momento, olvidar sus tareas en el desierto y obtener un hálito de ese perfume familiar que los devuelve a casa». (21)
El gran arqueólogo británico, Sir Max Mallowan (esposo de Agatha Christie), que fue pionero de las excavaciones en Ur, Nineveh y Nimrud, cita algunos consejos clásicos que podrían haber llevado a los estadounidenses a algo más de prudencia: «Era peligroso perturbar los monumentos antiguos… Era sabio e históricamente importante mostrar reverencia hacia los legados de tiempos antiguos. Ur era una ciudad infestada por los fantasmas del pasado y era prudente apaciguarlos». (22)
El comportamiento estadounidense en otros sitios de Irak no fue mejor. En Babilonia, las fuerzas estadounidenses y polacas construyeron un depósito militar, a pesar de las objeciones de los arqueólogos. John Curtis, la autoridad sobre los numerosos sitios arqueológicos de Irak del Museo Británico, informó sobre una visita en diciembre de 2004 en la que vio «grietas y brechas donde alguien había tratado de escoplear los ladrillos decorados que formaban los famosos dragones de la Puerta Ishtar» y un «pavimento de 2.600 años de antigüedad apisonado por vehículos militares». (23) Otros observadores dicen que el polvo levantado por los helicópteros de EE.UU. había erosionado la frágil fachada de ladrillos del palacio de Nabudonosor II, rey de Babilonia de 605 a 562 aC (24) El arqueólogo Zainab Bahrani informa: «Entre mayo y agosto de 2004, el muro del Templo de Nabu y el techo del Templo de Ninmah, ambos del siglo VI aC, se derrumbaron como resultado del movimiento de helicópteros. Cerca de allí, máquinas y vehículos pesados están aparcados sobre los restos de un teatro griego de la era de Alejandro de Macedonia (Alejandro Magno)». (25)
Y ninguno de estos eventos comienza siquiera a tratar del masivo, continuo, saqueo de los sitios históricos en todo Irak por ladrones por cuenta propia de tumbas y antigüedades, preparándose para decorar las salas de estar de los coleccionistas occidentales. El incesante caos y la falta de seguridad llevados a Irak por nuestra invasión han significado que un futuro Irak pacífico tendrá dificultades para exhibir un patrimonio. No deja de ser un logro de la administración Bush que la cuna del pasado humano haya sido arrojada al mismo tipo de caos y falta de seguridad como el presente iraquí. Si la amnesia es una bendición, la suerte de las antigüedades de Irak representa una especie de paraíso moderno.
Los partidarios del presidente Bush han hablado interminablemente de su guerra global contra el terrorismo como de un «choque de civilizaciones». Pero la civilización que estamos destruyendo en Irak forma parte de nuestro propio patrimonio. También forma parte de la herencia del mundo. Antes de nuestra invasión de Afganistán, condenamos a los talibán por dinamitar las monumentales estatuas budistas del siglo III DC en Bamiyan en marzo de 200º1. Eran dos estatuas gigantescas de destacado valor histórico y la barbarie involucrada en su destrucción fue proclamada en grandes titulares y comentarios horrorizados en nuestro país. Hoy en día, nuestro propio gobierno es culpable de crímenes mucho más graves cuando se trata de la destrucción de todo un universo de antigüedad, y pocos aquí, cuando consideran las actitudes iraquíes hacia la ocupación estadounidense, se dan la molestia de considerarlos. Pero lo que no queremos recordar, puede ser que quede demasiado bien registrado en la memoria de otros.
NOTAS
[1] American Embassy, London, » Visit of President Bush to Northern Ireland, April 7-8, 2003.»
[2] William R. Polk, «Introduction,» Milbry Polk and Angela M. H. Schuster, eds., The Looting of the Iraq Museum: The Lost Legacy of Ancient Mesopotamia (New York: Harry N. Abrams, 2005), p. 5. Also see Suzanne Muchnic, «Spotlight on Iraq’s Plundered Past,» Los Angeles Times, June 20, 2005.
[3] David Fromkin, A Peace to End All Peace: The Fall of the Ottoman Empire and the Creation of the Modern Middle East (New York: Owl Books, 1989, 2001), p. 450.
[4] Discurso de George Bush al pueblo iraquí, difundido en «Towards Freedom TV,» 10c de abril de 2003.
[5] Office of the Under Secretary of Defense for Acquisition, Technology, and Logistics, Report of the Defense Science Board Task Force on Strategic Communication (Washington, D.C.: September 2004), pp. 39-40.
[6] Vea Frank Rich, «And Now: ‘Operation Iraqi Looting,'» New York Times, April 27, 2003.
[7] Robert Scheer, «It’s U.S. Policy that’s ‘Untidy,'» Los Angeles Times, April 15, 2003; reproducido en Books in Flames, Tomdispatch, April 15, 2003.
[8] John F. Burns, «Pillagers Strip Iraqi Museum of Its Treasures,» New York Times, April 13, 2003; Piotr Michalowski (University of Michigan), The Ransacking of the Baghdad Museum is a Disgrace, History News Network, April 14, 2003.
[9] Polk and Schuster, op. cit, pp. 209-210.
[10] Mark Wilkinson, Looting of Ancient Sites Threatens Iraqi Heritage, Reuters, June 29, 2005.
[11] Polk and Schuster, op. cit., pp. 23, 212-13; Louise Jury, «At Least 8,000 Treasures Looted from Iraq Museum Still Untraced,» Independent, May 24, 2005; Stephen Fidler, «‘The Looters Knew What They Wanted. It Looks Like Vandalism, but Organized Crime May be Behind It,'» Financial Times, May 23, 2003; Rod Liddle, The Day of the Jackals, Spectator, April 19, 2003.
[12] Humberto Márquez, Iraq Invasion the ‘Biggest Cultural Disaster Since 1258,’ Antiwar.com, February 16, 2005.
[13] Robert Fisk, «Library Books, Letters, and Priceless Documents are Set Ablaze in Final Chapter of the Sacking of Baghdad,» Independent, April 15, 2003.
[14] Polk and Schuster, op. cit., p. 10.
[15] Guy Gugliotta, «Pentagon Was Told of Risk to Museums; U.S. Urged to Save Iraq’s Historic Artifacts,» Washington Post, April 14, 2003; McGuire Gibson, «Cultural Tragedy In Iraq: A Report On the Looting of Museums, Archives, and Sites,» International Foundation for Art Research.
[16] Rod Little, op. cit..; Oliver Burkeman, Ancient Archive Lost in Baghdad Blaze, Guardian, April 15, 2003.
[17] Vea: James A. R. Nafziger, Art Loss in Iraq: Protection of Cultural Heritage in Time of War and Its Aftermath, International Foundation for Art Research.
[18] Paul Martin, Ed Vulliamy, and Gaby Hinsliff, U.S. Army was Told to Protect Looted Museum, Observer, April 20, 2003; Frank Rich, op. cit.; Paul Martin, «Troops Were Told to Guard Treasures,» Washington Times, April 20, 2003.
[19] Said Arjomand, Under the Eyes of U.S. Forces and This Happened?, History News Network, April 14, 2003.
[20] Ed Vulliamy, Troops ‘Vandalize’ Ancient City of Ur, Observer, May 18, 2003; Paul Johnson, Art: A New History (New York: HarperCollins, 2003), pp. 18, 35; Polk and Schuster, op. cit., p. 99, fig. 25.
[21] Tallil Air Base, GlobalSecurity.org.
[22] Max Mallowan, Mallowan’s Memoirs (London: Collins, 1977), p. 61.
[23] Rory McCarthy and Maev Kennedy, Babylon Wrecked by War, Guardian, January 15, 2005.
[24] Owen Bowcott, Archaeologists Fight to Save Iraqi Sites, Guardian, June 20, 2005.
[25] Zainab Bahrani, «The Fall of Babylon,» in Polk and Schuster, op. cit., p. 214.
Copyright 2005 Chalmers Johnson
Este ensayo es un pasaje de «Nemesis: The Crisis of the American Republic», de Chalmers Johnson que será publicado por Metropolitan Books a fines de 2006, el último volumen de «Blowback Trilogy». Los primeros dos volúmenes son «Blowback: The Costs and Consequences of American Empire» (2000) y «The Sorrows of Empire: Militarism, Secrecy, and the End of the Republic» (2004).
Título original: The Smash of Civilizations
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=15&ItemID=8248
Traducido por Germán Leyens