El método de George Bush cuando decidió su nueva estrategia en Iraq parece haber salido de una interpretación particular del informe del Grupo de Estudios sobre Iraq (ISG): allá donde decía una cucharadita debía leerse una paletada.
Así donde el ISG recomendó que los EEUU empezaran a retirar sus tropas a principios de 2008, Bush decidió enviar 21.500 soldados y marines más. Donde el ISG propuso hablar con Irán y Siria, Bush acusó a estos países de apoyar la resistencia iraquí y amenazó que EEUU podrían «buscar y destruir las redes que proveen de armamento avanzado y entrenan a nuestros enemigos en Iraq».
Para la revista Time, «el envío de tropas es el último aldabonazo de la guerra que dura 30 años entre las dos facciones de política exterior existentes en el partido Republicano, los internacionalistas y los neoconservadores».
El jefe de los internacionalistas es James Baker copresidente del ISG y último secretario de estado. Representa el ala de las clases dirigentes de EEUU que quiere reconocer y controlar su fracaso en Iraq.
Pero fueron los neoconservadores, los arquitectos de la guerra, los que ganaron el debate en la administración Bush. Incluyen, entre otros participantes decisivos, a Frederick Kagan, un académico del derechista Instituto de la Empresa Americana (American Enterprise Institute), y al exgeneral Jack Keane.
En su informe «Elegir la Victoria» hacían un llamamiento para un nuevo envío de siete brigadas del ejército y regimientos (1) de marines. Bush optó por enviar cinco. Lo hizo incluso con la oposición de su jefe militar -de ahí la sustitución del jefe del Comando Central de los EEUU, que cubría el Oriente Medio, y del mismo comandante de los EEUU en Iraq.
Más sorprendentemente aún, el gobierno de Iraq cliente de Bush dejó claro que no habían pedido más tropas de EEUU. El New York Times citó fuentes oficiales próximas al primer ministro iraquí Nuri al-Maliki que aseguraban que cuando Maliki y Bush se reunieron en Jordania el pasado mes de noviembre, «pidió que las tropas de EEUU se retirasen a la periferia de Bagdad y que la guerra en la capital, al menos, fuera dejada en manos de las tropas iraquíes.»
De manera que, de acuerdo con el New York Times, la eventual decisión de Bush fue «un híbrido, un plan que tiene el objetivo de unir la necesidad acuciante del gobierno de Maliki de más poder para actuar, con la determinación de Bush de dar el paso que los políticos estadounidenses ven como la última oportunidad para lograr el éxito, según las condiciones americanas, en Iraq.»
Guerra sectaria
La definitiva prueba militar y política llegará si los EEUU cumple su amenaza de atacar a la más poderosa milicia chiíta, la de Moqtada al-Sadr.
Sadr es el jefe de los chiítas pobres que viven en la villa miseria de Sadr City en el este de Bagdad. Ha defendido consistentemente la unidad de todos los iraquíes contra la ocupación, y los EEUU han buscado sin éxito aislarlo y destruirlo.
Pero el mismo Sadr tiene sus problemas. Sus 30 parlamentarios pertenecen a la mayoría que llevó a Maliki al poder. Ha fallado en la búsqueda de aliados políticos entre los musulmanes sunitas. A pesar de su compromiso sincero con la unidad iraquí, ha sido incapaz de contener a muchos de sus luchadores que se han enzarzado en la guerra sectaria que ahora domina Bagdad.
Así y todo, enfrentarse a Sadr y a sus seguidores no es pequeña cosa. Algunas fuentes de inteligencia estadounidenses estiman que el ejército de Mahdi tiene 60.000 miembros. El nuevo envío dejará en 153.000 soldados a las fuerzas de EEUU, bastante menos que su máximo de 165.000 en diciembre de 2005.
La última vez que la ocupación se enfrentó a las resistencias chiítas y sunitas fue durante la primera crisis de la ciudad de Falluja en abril de 2004. Como escribió el Washington Post: «las tropas [que luchan en Sadr City]… están enredadas en una serie de enfrentamientos que se asemejan a la película Black Hawk Down«. EEUU rápidamente se retiró a una estrategia de «divide y vence» aliándose con la política chiíta del establishment para aislar a la resistencia sunita en áreas como la de la provincia de Anbar.
Pero esta vez parece que Bush se juega el todo por el todo. Este es un paso excepcionalmente peligroso cuando dispone de tan pocas tropas. Los duros combates en el centro de Bagdad la semana pasada muestran que la resistencia sunita está aún muy viva.
Contrariamente a lo que aseguran las llamadas neoconservadoras, la nueva estrategia de Bush no puede alcanzar la victoria en Iraq. Como mucho puede aplazar un poco el desastre. Pero por el camino tanto iraquíes como estadounidenses pagarán un precio sangriento.
(1) Nota del traductor : En el ejército de EEUU, una brigada puede estar compuesta por entre 1.500 y 3.500 personas y un regimiento puede disponer desde pocos centenares hasta 3.000 personas.
Alex Callinicos es miembro del Socialist Worker Party (SWP) británico, editor del semanario Socialist Worker (www.socialistworker.co.uk) y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de York.
Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Raventós