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Tras la muerte del soldado Jeremiah Schmunk

La baja número mil

Fuentes: Rebelión

Había nacido en Kennewick, Estado de Washington. Revistaba como especialista en la Guardia Nacional del ejército norteamericano. Fue asignado al primer batallón del 161 regimiento de infantería. El 9 de julio murió en un enfrentamiento en Bagdad. Tenía 20 años y se llamaba Jeremiah Schmunk. No sé si su nombre será recordado en algún monumento o en alguna calle. Hoy, el soldado Jeremiah Schmunk es la baja número mil de la coalición, un número impensable hace poco más de un año, cuando el presidente George W. Bush dio por finalizada guerra

Jeremiah nació en medio de la revolución conservadora de Ronald Reagan. Seguramente hizo la primaria durante el gobierno de George Bush I e ingresó en secundaria durante el gobierno de Clinton. En el secundario compitió en torneos regionales y debe haber sido un muchacho más dentro de la cultura americana promedio. No sé como ni porqué se enlistó en el ejército. ¿Vocación? ¿Querría obtener la deseada beca de estudios? ¿Se indignó el 11 de setiembre y decidió defender a su país? ¿O habrá creído en los discursos de Bush sobre las armas de destrucción masiva?

Me pregunto si Jeremiah era uno de los tantos soldados en Irak con la moral baja, o si fue uno de los desilusionados cuando se enteró que las causas que lo llevaron a miles de kilómetros de casa eran falsas. No lo sé, quizá nunca lo sepa. Pero si estoy convencido que Jeremiah Schmunk se transformará como tantos muchachos de veinte años, en un número de las estadísticas de esta guerra insensata.

Jeremiah forma parte del 10.3 % de jóvenes de 20 años que ha perdido la coalición. La franja entre los 18 y los 30 años suma un 71.5% del total de las bajas. De los mil muertos, el 74.7% cayó bajo fuego «hostil» y el 25.3 por otras razones. Cuando discriminamos los aportes de la coalición, nos enteramos que 880 americanos han muerto, seguidos por 60 británicos. La cifra se completa con 19 italianos, 11 españoles, 7 ucranianos, 6 búlgaros, 6 polacos, 3 eslovacos y 2 tailandeses. Dinamarca, Estonia, El Salvador, Holanda y Hungría tuvieron sólo una baja. Si estas cifras son exactas, la «coalición» recae fundamentalmente sobre la presencia de los Estados Unidos, los demás son «buenos amigos» que acompañan.

En total la media de bajas diarias de la coalición es de 2.09 y en lo que va del mes de julio es de 2.4. Los promedios mensuales más altos -con la excepción de la campaña militar de marzo-abril de 2003- fueron noviembre pasado -la ofensiva del ramadán- con 3.67 bajas por día, y abril de 2004 -durante el alzamiento chii liderado por Moqdata al Sadr y los combates en Faluya- con 4.67 muertos cada 24 horas. A partir de esta fecha el promedio cotidiano es de los más altos: 2.71 en mayo y 1.67 en junio.

Si nos atenemos a las poco confiables cifras oficiales, los heridos suman 5.394. El promedio mensual dio un salto importante desde marzo, cuando se llegó a 8 heridos diarios, pasando hoy a 11.2. Sin embargo, el discrimen ofrece datos cualitativamente más interesantes. Durante los meses de mayo y agosto del año pasado, los heridos oscilaron entre un mínimo de 54 y un máximo de 226. Durante la ofensiva de noviembre llegaron a 337. Desde el alzamiento chiíta los números despegaron: 308 en marzo, 1.157 en abril, 742 en mayo y en los diez primeros días de julio ya hay 444 heridos; el 60% del mes anterior en apenas una semana y media. Las estadísticas nos dicen de manera bastante obvia que la resistencia se incrementó y que, por tanto, la intensidad de sus combates y la coordinación de sus esfuerzos para expulsar al invasor son altamente probables. Debemos agregar, además, otros datos contradictorios. En noviembre de 2003 Marni McEntee, del periódico militar Stars and Stripes informó que una delegación de representantes del Congreso norteamericanos había constatado en el hospital militar de Landstuhl, 7.000 heridos graves con mutilaciones varias. Roger Roy del Orlando Sentinel informaba en el mismo mes que los heridos eran 10.000. Sin embargo la cantidad de heridos que finalmente mueren bajó drásticamente en comparación con las guerras anteriores. Mientras que en la Segunda Guerra Mundial moría el 30.3% de los heridos en combate, en Corea la cifra fue de 24.1, bajó en Viet Nam al 23.6 y en la Guerra del Golfo fue 23.9. En el conflicto de Irak, gracias a los avances tecnológicos en la protección de los soldados, los heridos que finalmente mueren son el 13.8, pero queda por saber la calidad de vida de los sobrevivientes. El promedio de edad en los hospitales es de 23 años y el número de mutilados graves oscila entre el 40 y el 60 por ciento según las fuentes. Debemos agregar un problema más. En noviembre se informó que entre los evacuados había 504 soldados con problemas psiquiátricos y a esa altura se suponía que las crisis post traumáticas iban a ser graves. El 5 de julio último se hizo público un informe del ejército donde se detalla que uno de cada seis soldados que retornan sufre depresión y stress post traumático, pero sólo el 40% busca ayuda profesional por miedo a ser discriminado. Según el New England Journal of Medicine entre un 15.6 y un 17.1 por ciento de los soldados que retornan tienen graves problemas psiquiátricos, y con seguridad el número aumentará en el futuro. No debe llamarnos la atención teniendo en cuenta que el 52 por ciento de los soldados informó a finales de 2003 que su nivel de moral personal era «baja o muy baja» en tanto que el 72 por ciento decía que la moral de su unidad estaba igual de mal. El New York Times promedió dos suicidios por mes pero el pico fue en julio de 2003 con cinco muertes por mano propia. Según el Departamento de Defensa la tasa de suicidios pasó de 11 cada 100 mil soldados a 13.5.

La situación podría tornarse más crítica, teniendo en cuenta que el Congreso informó la semana pasada que la Casa Blanca ha tensado al límite el despliegue de fuerzas. La Guardia Nacional tiene movilizados al 88% de sus efectivos, la Fuerza Aérea al 93% y los de la Fuerza de Reserva Aérea a un 91%, lo que muestra a las claras que las cosas en Irak no van nada bien.

Los iraquíes: muertes anónimas, crisis cotidiana

Podemos tener una idea aproximada de las bajas americanas, pero estamos muy lejos de saber con certeza las víctimas entre la población iraquí. Irak Body Count realiza un constante análisis de la información sobre las víctimas civiles probadas en Irak y concluye que hay un mínimo de 11.164 muertos en la población civil y un máximo de 13.118. Esto equivale a 23 o 27 muertos por día y que por cada soldado americano muerto mueren entre 11 o 13 iraquíes. La tragedia es inmensa, a pesar de las dificultades para encontrar datos concretos.

En la primera semana del actual gobierno «soberano» la situación fue terrible. Más de 388 civiles murieron y 1680 resultaron con heridas de diversa entidad. El día del «traspaso del poder» murieron 120. Las cifras de heridos totales son imposibles de calcular, pero teniendo en cuenta que todos los hospitales están colapsados y el llamado a la ayuda internacional en servicios médicos y medicinas realizado por el actual gobierno el 9 de julio, no hay que ser muy cuidadoso para concluir que las masacres cotidianas deben ser una carnicería. Mientras tanto, la población sigue sin electricidad y sin agua potable, la seguridad -obviamente- se ha vuelto un problema mayor, los secuestros y los robos son noticias cotidianas, además de los abusos sexuales. La anomia social es la norma.

La población civil quedó entrampada en todas las formas de violencia y de opresión. Así, los soldados norteamericanos han hecho del saqueo -habitual en todas las guerras- uno de sus hobbies. El New York Times informó el 31 de mayo que se estaban investigando una docena de casos de soldados acusados de robar y maltratar a ciudadanos iraquíes, que en realidad deben ser muchos más. ¿Quién se atrevería a denunciar a un poder omnipotente?

En otro orden, los cambios afectan especialmente a las mujeres. El ex virrey Paul Bremer reinstaló la ley islámica, en acuerdo con el clero chiíta, como forma de ganar apoyo. La medida fue denunciada por diversas asociaciones de mujeres iraquíes, que ven como una regresión la obligación de vestir las prendas tradicionales musulmanas y de ser relegadas a un segundo plano. Con la instauración de la sharia se eliminaría los derechos de la mujer en el matrimonio, el divorcio, la herencia y la representación legal, y se legalizaría la lapidación por adulterio. Esto es un inmenso paso atrás. La mujer iraquí tenía acceso a los trabajos -el estado era el mayor empleador- es el 38% de los médicos y la igualdad de derechos era uno de los perfiles que diferenciaban a Irak del resto de los países árabes, estados cuasi feudales. Sara Flounders -coordinadora del International Action Center (IAC)- detalla que entre los regalos que trajo la libertad americana a las iraquíes se cuentan: el 95 por ciento de las mujeres embarazadas están anémicas y sus bebés nacen con bajo peso, prematuros y enfermos. Se eliminaron los seis meses de sueldo garantizado tras el parto, al igual que el empleo fijo. El subsidio destinado a centros infantiles, alimentos y vivienda se ha acabado. Los bombardeos destruyeron las escuelas, hospitales y las clínicas. Las agencias sociales y los ministerios fueron totalmente saqueados. La falta de seguridad o de dinero para la compra de libros mantiene a gran parte de los niños -especialmente a las niñas- fuera de la escuela. Agreguemos, además, que la desocupación masiva ronda entre el 55 y el 60% de la población activa y comprenderemos por qué la resistencia convoca a más de 20 mil guerrilleros y cuenta con el apoyo de la población.

Y volvamos al principio. ¿Sabría Jeremiah Schmunk lo que estaba pasando? ¿Habrá ido a luchar por todo esto? No lo sé, pero creo que veinte años es muy poca vida para ser desperdiciada en algo como lo que está haciendo Estados Unidos en Irak.

Fernando López D’Alesandro es docente de Historia en Regional Norte (UDELAR) y en el CERP del Litoral. Salto. Uruguay.

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