Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Royal Dutch Shell está manteniendo conversaciones con dos de las mayores compañías petrolíferas estatales chinas con vistas a establecer una empresa conjunta en Iraq. Aunque Shell no confirme los detalles de las conversaciones, se ha informado de que un posible acuerdo con la Corporación Nacional China del Petróleo (CNPC, en sus siglas en inglés) y con la Corporación Petroquímica China (Sinopec, por sus siglas en inglés) se centra en una oferta para desarrollar el campo de Kirkuk al norte del país. «Las conversaciones con los posibles socios están en un fase muy inicial», afirmó ayer [14 de abril] el portavoz de Shell.
El supuesto negocio sólo es el último movimiento ya que ambas compañías petrolíferas internacionales y sus homólogas estatales se disputan un lugar en el vasto e infradesarrollado mercado del petróleo iraquí.
El precio es descomunal. El país tiene unas reservas demostradas de 115.000 millones de barriles, las terceras del mundo tras Arabia Saudí e Irán. «Iraq es una joya para las compañías petrolíferas internacionales y siempre lo ha sido», afirmó Manouchehr Takin, un veterano analista del petróleo perteneciente al Centro para Estudios Globales sobre la Energía. «No sólo tiene unas inmensas reservas demostradas sino que también se calcula que tiene recursos sin descubrir. Se está de acuerdo o no en los detalles, pero hay muchos que piensan que puede que las no descubiertas sean incluso mayores».
Pero el sector petrolífero del país es poco eficiente y carece de recursos tras años de guerra, gran agitación y sanciones contra el régimen Baathista de Sadam Husein. Sólo se explotan 15 de los 80 campos petrolíferos conocidos, que producen 2.4 millones de barriles al día.
La motivación de China en la zona no es puramente financiera. Los últimos meses han visto a los gigantes estatales de las materias primas embarcados en una carrera de compras en medio de la recesión de los rivales occidentales, incluyendo Rio Tinto, Oz Minerals y Fortescue. Los negocios más importantes han sido los petrolíferos ya que tratan de asegurar el acceso a las muy necesarias materias primas. El Banco de Desarrollo de China ha prestado 35.000 millones de dólares a poco firmes empresas petrolíferas estatales a cambio de 400.000 barriles de petróleo al día en las décadas venideras. Un punto de apoyo en Iraq les daría más seguridad.
Para el propio Iraq la exportación de petróleo supone el 95% de los ingresos del gobierno y es la única manera de financiar la reconstrucción del destrozado país. Con la bajada del precio del crudo a 50 dólares el barril desde el precio sin precedentes de 149 el pasado mes de julio, el obtener el mayor beneficio posible de los vastos recursos del país es una prioridad aún más urgente.
Desde que Sadam fue derrocado en 2003 compañías petrolíferas grandes y pequeñas han estado haciendo cola para obtener parte del negocio y ha habido algunos tratos aislados, que a menudo no implican extracción de petróleo. Por ejemplo, desde 2004 BP estuvo trabajando en el campo de Rumeila al sur analizando datos geográficos y asesorando acerca de cómo mejorar los índices de recuperación. Pero la nada clara posición legal del gobierno y la peligrosa situación de seguridad desaconsejaron inversiones más importantes.
El primer intento de traer asesoramiento extranjero en forma de contratos de dos años de servicio fracasó el año pasado y fue sustituido por el plan actual de series de contratos de 20 años de servicios e inversiones. Treinta y dos compañías extranjeras están pujando por la primera ronda de contratos que cubrirán seis campos petrolíferos y dos de gas. Según el calendario, los primeros contratos se podrían firmar para finales de año, aunque las personas implicadas en estos contratos son escépticas. Una segunda vuelta lanzada en diciembre busca promotores para otros 11 campos y ha suscitado otras nueve pujas además de las 32 originales.
Pero los contratos no son del tipo de reparto de producción comunes en todas partes en el mundo. La oferta ganadora no asumirá enteramente las operaciones, sino que establecerá una empresa conjunta con cualquiera de las compañías estatales iraquíes responsables del campo y trabajará con ella para ampliarlo y explotarlo. Puede que la propuesta no sea el sueño de las empresas extranjeras de tener las manos absolutamente libre, pero sigue siendo un negocio impresionante. Se calcula que se necesita una inversión de 50.000 millones de dólares para lograr el objetivo de Bagdad de aumentar la producción hasta seis millones de barriles al día para 2014 y el bajo precio del petróleo ya ha cambiado la dinámica entre el gobierno y sus posibles socios.
Según los acuerdos propuestos, una proporción de la inversión provendrá de las empresas petrolíferas y otra de la compañía estatal iraquí. Suponiendo el éxito y una mejora de la producción a la par que se logran en un principio los objetivos, la compañía internacional recuperará sus costes y recibirá además una cantidad. En febrero la participación del contratista se aumentó del 49% al 75%, y también se redujeron los objetivos de producción demandados por Iraq.
Pero incluso con términos más flexibles, el atractivo de los acuerdos es más introducirse en el país que los propios contratos. «Son unos contratos bastante sofisticados, pero son muy, muy diferentes de los contratos que puede haber en cualquier otra parte del mundo donde las reservas se pueden registrar en tus cuentas», afirmó anoche una fuente de una de importante compañía petrolífera.
Hay que resolver dos problemas antes de una mayor participación. Uno es que los contratos con empresas extranjeras es un asunto espinoso. La nacionalización de la industria del petroleo por parte de Sadam en 1972 es uno de los pocos aspectos de su mandato que no es criticado en Iraq, con lo que se considerará una inmensa traición cualquiera de las maneras en que se vendan a occidente los recursos del país.
El otro es la política interna de Iraq. Desde 2003 unas 30 compañías petrolíferas más pequeñas han firmado acuerdos tradicionales de reparto de producción con el gobierno de la región semi-autónoma del Kurdistán del norte, que posee menos del 10% de las reservas petrolíferas totales del país. Pero grandes compañías como BP y Shell se retiraron después de que Bagdad considerara ilegales estos acuerdos y amenazara con prohibir hacer ofertas en otras partes del país a cualquier compañía que siguiera adelante con ellos.
La disputa, centrada en si el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG, en sus siglas en inglés), tiene pocos visos de solucionarse. Lo mismo que el mantenimiento de inversiones en la propia región, con lo que este pulso está echando por tierra los progresos de la planificada ley de hidrocarburos del gobierno post-Sadam, que proporcionaría al país en su conjunto un marco para derechos e ingresos, por no mencionar la implicación de las compañías petrolíferas extranjeras.
A pesar de años de discutirla y de muchos borradores diferentes, la ley todavía no está aprobada y los intentos de revisarla pueden exigir que se revise la constitución iraquí que regula las relaciones entre Bagdad y el Gobierno Regional del Kurdistán.
«En Iraq hay un fuerte debate interno acerca de si el gobierno debería llegar a este tipo de acuerdos», afirmó Manouchehr Takin.
A pesar de todo esto, el ministerio del Petróleo está tratando de seguir aumentando la producción y los ingresos con las competencias que tiene. Junto con los contratos de servicios a largo plazo, también ha firmado varios tratos aislados, concedidos sin un proceso de licitación. El pasado otoño Shell entró en una empresa conjunta de 4.000 millones de dólares para extraer y comercializar los 700 millones de pies cúbicos de gas procedentes de los 19.000 kilómetros cuadrados de campo petrolífero de la región de Basora.
En agosto CNPC (ahora en conversaciones con Shell acerca de Kirkuk) firmó un contrato de 3.000 millones de dólares para explotar el campo petrolífero de Ahdab en el centro de Iraq, con lo que llegaba al primer acuerdo petrolífero tras la caída de Sadam. Pero como Bagdad y el Gobierno Regional del Kurdistán ni siquiera están de acuerdo acerca de si Kirkuk es Kurdistán o no, vale la pena dar hasta los pasos más pequeños.
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