« Hoy están tocando sus campanas. Mañana se retorcerán las manos» (Walpole) La maquinaria propagandística estaba bien engrasada y preparada para entrar en acción. Los discursos fueron escritos semanas antes por personas inteligentes en Washington. Las elecciones iraquíes fueron un éxito excepcional, una victoria de la democracia. Millones de iraquíes normales hacían cola para depositar […]
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Hoy están tocando sus campanas. Mañana se retorcerán las manos» (Walpole)
La maquinaria propagandística estaba bien engrasada y preparada para entrar en acción. Los discursos fueron escritos semanas antes por personas inteligentes en Washington. Las elecciones iraquíes fueron un éxito excepcional, una victoria de la democracia. Millones de iraquíes normales hacían cola para depositar su voto por la libertad. Ha desaparecido el dominio de la pistola y ha ganado la democracia. El futuro de Iraq era brillante y otras cosas similares por el estilo.
Las pantallas de televisión mostraban a un gran número de personas desplegando signos de júbilo al poder depositar su voto por uno de los cien partidos de la lista electoral (que dicen tenía forma de mantel alargado). ¡Qué diferente a los malos y viejos tiempos de Sadam Hussein! Los ancianos lloraban frente a las cámaras de televisión. ¡Por primera vez en cincuenta años tenían derecho a decidir libremente quién les gobernará a ellos y el destino del país! «Antes sólo hemos tenido golpes militares y revoluciones. Votábamos ‘sí’ o ‘sí’. Ahora votamos por nosotros mismos».
Eso en cuanto a la leyenda oficial porque la realidad, sin embargo, era considerablemente diferente. Los comentaristas de prensa alardeaban de que había una gran participación y que ésta «podría alcanzar el 75 por ciento». Esta es la primera mentira. Nadie sabe la participación y los resultados no se conocerán hasta dentro de unos días. Lo que sí se sabía definitivamente es que había zonas enteras del país principalmente sunnitas donde apenas nadie acudiría a votar. La enorme inseguridad hizo casi imposible la campaña electoral fuera de las zonas kurdas y unas cuantas ciudades chiítas del sur. La atmósfera era tensa en todas partes, las calles estaban desiertas, reinaba un silencio espectral sólo roto por los golpes sordos ocasionales de una explosión.
Durante el día electoral murieron asesinadas casi 50 personas en todo el país. Si esto supuestamente representaba algún tipo de «retorno a la normalidad», se trata de una clase muy extraña de normalidad. Tan mala era la situación de seguridad que hubo repetidos llamamientos de grupos sunnitas para que se retrasaran las elecciones. Pero los estadounidenses y el gobierno interino iraquí se negaron. Temían que si esperaban mucho más tiempo aparecerían divisiones en el campo chiíta, el motivo es que la cuestión de la colaboración con EEUU en estas elecciones era un tema que provocaba mucha controversia. En un artículo titulado La calma antes de la tormenta, publicado por The Economist el 25 de enero, se decía lo siguiente:
«Los militantes en Iraq han declarado una ‘guerra encarnizada’ contra la democracia y se teme que utilicen sus recursos para ataques masivos durante el fin de semana de las elecciones. La insurgencia, que no muestra signos de abatimiento, es sólo una de las varias preocupaciones sobre el futuro de Iraq».
Estas calamitosas predicciones posteriormente se confirmaron. El artículo concluía: «A pesar de la relativa calma, hay pocos motivos para ser optimistas en cuanto al abatimiento de la insurgencia, ni cuando el nuevo gobierno iraquí ocupe su lugar».
Aunque oficialmente los resultados no se conocerán hasta dentro de unos días, todo el mundo sabe quien ganará. De la misma forma que los discursos triunfantes fueron escritos hace semanas en Washington, el ganador también fue «elegido» hace meses, también en Washington. EEUU necesita las elecciones en Iraq, no para dar el poder a la población iraquí, sino para instalar un títere obediente en Bagdad y proporcionar una cobertura legal a su ocupación ilegal de un estado supuestamente soberano.
«El favorito de Washington»
Está claro que no puede haber en absoluto entusiasmo con un escenario dirigido, aunque ciertamente se celebraran elecciones. Después de décadas de sufrimiento bajo la dictadura de Sadam Hussein, y sobre todo después de casi dos años de guerra constante, caos, muerte y destrucción, los iraquíes normales anhelan la paz y la estabilidad. Algunas veces, el deseo de las masas de tener una vida normal es tan fuerte que confunden la ilusión con la realidad y, al menos por un tiempo, la ilusión es más fuerte que la realidad. Las esperanzas de la población iraquí fueron cruelmente manipuladas por Allawi y la maquinaria propagandística organizada por EEUU. Jonathan Steele, desde Basora, escribía lo siguiente para The Guardian (31/1/2005):
«En un país con desempleo elevado, este populismo clásico [según parece Allawi ha prometido algunas concesiones] podría haberse visto como algo significativo para su imagen de ‘líder fuerte para un país seguro’, como dice la consigna de su campaña. El primer ministro también cuenta con la ayuda de un nombre muy reconocido en un terreno donde la mayoría de los candidatos tenían pocas oportunidades o tiempo para darse a conocer, especialmente en condiciones de enorme inseguridad que han hecho imposible la campaña fuera de las zonas kurdas y en unas cuantas ciudades chiítas del sur».
Como la mayoría de los 111 partidos que se presentan a las elecciones han tenido que mantener en secreto los nombres de todos sus candidatos, excepto los más veteranos, hasta el día electoral, aquellos iraquíes que ayer fueron a los colegios electorales tenían muy poca idea de a quién estaban eligiendo para los 275 escaños de la asamblea nacional y las 18 asambleas provinciales. Pero había un candidato cuyo nombre era bien conocido y fue ampliamente publicitado. El líder beneficiado, Allawi, ha recibido mucha ayuda económica de EEUU y tenía un monopolio virtual de los medios de comunicación:
«La cobertura televisiva se convirtió en un arma crucial. Allawi estuvo constantemente en las noticias y también dominaba los anuncios pagados en los canales de satélite. Qué financiación tenía de fuentes estadounidenses, oficial o extraoficialmente, no está claro pero ciertamente sí era el favorito de Washington».
En un país bajo ocupación extrajera, un país dependiente totalmente del dinero de EEUU, ¡»el favorito de Washington» tiene una excelente oportunidad de ganar! Sin embargo, dada la extremadamente compleja ecuación étnica y religiosa, es posible que no sea el hombre que esté en la parte delantera y sí gobernará detrás de las bambalinas. Pero esa no es la cuestión principal. La cuestión principal es que las elecciones en Iraq han sido un fraude gigantesco y cruel. Aquellos iraquíes que votaron lo hacían por la paz, el empleo y la vivienda. Votaron por la autodeterminación y para echar a los odiados ocupantes extranjeros. Pero no conseguirán ninguna de estas cosas. Y sea quien sea nombre formalmente presidente y primer ministro de Iraq, Washington tendrá el control..
¿Es esto democracia?
«Debemos dar una oportunidad a la paz, incluso si ésta no es perfecta». Este argumento no resiste el más mínimo examen. Democracia significa que las personas pueden decidir libremente quién les gobierna y determinar su propio destino. ¿Cómo se puede conseguir esto cuando un país está ocupado por soldados extranjeros? El estado en esencia está formado por cuerpos de hombres armados, y los únicos cuerpos de hombres armados en Iraq son las tropas estadounidenses y sus aliados. ¿Qué poder puede tener un gobierno iraquí cuando está sentado sobre las bayonetas norteamericanas?
El ejército y la policía son dos apoyos fundamentales para cualquier gobierno. ¿Cómo puede un gobierno decir que es libre si no tiene una fuerza para defenderle o poner en práctica sus decisiones? Los estadounidenses se asegurarán que mantienen firmemente en sus manos el control de la «seguridad». Esto significa que Washington será quien mantenga el poder estatal, no el gobierno de Bagdad, no importa cuantos votos supuestamente reciba.
Los imperialistas estadounidenses desde el principio han jugado la carta de las diferencias religiosas y nacionales que siempre han existido en Iraq. Han intentado basarse en los kurdos y chiítas contra los sunnitas, que fueron la principal base de apoyo de Sadam Hussein. Es verdad que los kurdos y los chiítas fueron brutalmente reprimidos por Sadam Hussein, pero eso no significa que los imperialistas estadounidenses sean sus amigos, y la historia lo demuestra.
Los gobiernos de Washington y Londres en el pasado fueron totalmente indiferentes a los sufrimientos de los kurdos y chiítas de Iraq. Ahora los utilizan porque sólo forman parte de una cínica intriga para dividir el movimiento de liberación nacional y de este modo garantizar que controlarán el destino de todos los iraquíes kurdos, chiítas y sunnitas. Está claro que muchos chiítas han votado en estas elecciones influenciados por sus líderes con la intención de hacer oír su voz silenciada durante décadas. Pero sus esperanzas serán defraudadas.
Los estadounidenses querían estas elecciones para elegir a un gobierno títere cuya primera acción sea invitarles a quedarse. Pero la aplastante mayoría de los que fueron a votar el domingo tenían una idea muy diferente. Robert Fisk comentaba lo siguiente: «Ninguna de las personas con las que me encontré el domingo cree que acabará la insurgencia muchos pensaban que será mucho más feroz y los chiítas en los colegios electorales decían con una sola voz que estaban también votando para echar a los estadounidenses de Iraq, no para legitimar su presencia».
Este es el beso de la muerte para los norteamericanos y sus títeres iraquíes. El problema es que ellos han dado al pueblo iraquí la ilusión del poder y la población no quedará satisfecha con una simple ilusión. Esto es particularmente cierto entre los chiítas, a quienes los estadounidenses han intentado utilizar contra los sunnitas para debilitar la insurgencia. Sin duda entre una gran parte de los chiítas había ilusiones considerables en las elecciones y su resultado, ilusiones alentadas sistemáticamente por algunos de sus dirigentes.
Robert Fisk citaba las palabras de algunos de estos votantes chiítas: «He venido aquí», decía un joven en el colegio electoral de Jadriya, «porque nuestro gran marja nos dijo que votar hoy era más importante que rezar o ayunar». Un anciano decía con deleite: «Mi nombre es Abdul-Rudha Abu Mohamed y hoy soy feliz… Ellos deben elegir un presidente nuestro y debe ser uno para todos los iraquíes, y debemos tener justicia». Pero justicia es lo que no van a conseguir en estas elecciones.
Jonathan Steele escribe lo siguiente: «Incluso si los partidos religiosos chiítas consiguen más escaños que Allawi en la asamblea, probablemente ayudarán a mantenerle en el poder como un gesto hacia los estadounidenses. Allawi es un chiíta y, desde ese punto de vista, es aceptable para los clérigos chiítas. Ninguno de los grandes partidos religiosos tiene intención de enfrentarse a los norteamericanos. El radical chiíta más conocido, Moqtadaal-Sadr, no se presenta».
El poder detrás del trono
El nuevo gobierno se supone elaborará una nueva constitución. Los 275 miembros elegidos ayer para la asamblea nacional en teoría se harán cargo de esta tarea. Pero en realidad el texto será escrito por los estadounidenses y, en cualquier caso, si el gobierno no controla las fuerzas armadas, la policía ni el dinero, la constitución será un papel sin valor, otra mentira cínica, como todo lo demás que rodea a Iraq que es una niebla opaca y venenosa.
Aunque Allawi estará en el poder detrás del trono, parece probable que este grupo será superado por la Alianza Iraquí Unida (AIU), una coalición chiíta que cuenta con el apoyo de Sistani (aunque no lo haya hecho públicamente). Para dispersar los temores de que la coalición está buscando instalar en Iraq una teocracia al estilo iraní, uno de sus líderes, Adnan Alí, insistía en lunes en The New York Times que planeaban una administración secular donde los clérigos no tendrán cargos ministeriales: no habrá «turbantes en el gobierno» decía.
Esto inmediatamente provocaría una división en una de las figuras clave de la coalición, Abdelaziz al-Hakim, un clérigo que hasta ahora parecía un candidato destinado a convertirse en primer ministro después de las elecciones del domingo. Si gana la AIU, el trabajo de primer ministro iría a un chiíta secular, como Adil Abdul Mahdi, actual ministro de economía iraquí, o Ahmed Chalabi, antiguo títere estadounidense que han caído en desgracia ante sus antiguos amigos de Washington. Por lo tanto, está preparado el escenario para una crisis de gobierno tras otra. Las crecientes fracturas de la sociedad iraquí encontrarán su reflejo en un parlamento fraccionado y un gobierno de crisis. Por este camino no hay estabilidad posible.
El resultado de la actual situación no puede ser una genuina democracia. Allawi se está preparando para el papel de dictador bonapartista, cuyo gobierno despótico estará camuflado por la existencia de un parlamento impotente y un gobierno obediente sostenido por las armas y el dinero estadounidenses. Resulta significativo que Allawi decidiera presentar su propia candidatura en lugar de intentar aliarse con los kurdos y chiítas, con los que forma coalición en el gobierno actual. Su objetivo es regresar cono un hombre bonapartista fuerte, maniobrando e intrigando entre las diferentes fracciones nacionales, religiosas y partidos, basándose siempre en las tropas extranjeras y el desembolso económico de su rico tío de ultramar para sobornar y corromper a sus seguidores «demócratas». ¡Los dólares y las armas son argumentos poderosos! Sobre esta base se puede reunir algún tipo de administración. ¿Pero cuánto durará?
Han podido mantener la situación uniendo todo con el débil pegamento de las promesas y los acuerdos secretos. Pero después de las elecciones esta situación no puede durar mucho tiempo. Todas las contradicciones saldrán a la superficie. La asamblea tendrá la tarea de nombrar una presidencia de tres personas, que elegirá al primer ministro. Casi con toda seguridad éste será Allawi, y si no es así, algún otro títere estadounidense. Pero en la carrera de caballos que comienza hoy, con toda la complejidad de una corte bizantina, aparecerán nuevas contradicciones que provocarán una inestabilidad aún más peligrosa.
Nadie estará satisfecho
Con este juego violento de intrigas, los estadounidenses han hecho promesas a muchos grupos y no las podrán mantener. En su indecente carrera hacia las vergonzosas elecciones, han despertado esperanzas irreales. Los chiítas forman aproximadamente el 60 por ciento de la población y exigirán la mayoría en el gobierno. Pero esto sólo conseguirá enfurecer y alejar a los envenenados sunnitas y alarmar a los kurdos. Al final nadie estará satisfecho.
Al jugar con la cuestión nacional, los estadounidenses están jugando con fuego. Si la constitución no da suficientes derechos a los kurdos del norte de Iraq, eso podría provocar su separación. Esto abriría un nuevo capítulo sangriento y podría incluso llegar a la ruptura de Iraq con unos resultados horribles. The Economist admitía esto:
«A menos que se hagan grandes esfuerzos para hacerles sentir [a los sunnitas] que se tienen en cuenta sus opiniones, la constitución se convertirá en otra chispa que ayudará a iniciar una guerra civil. O varias. Un caos prolongado en el resto del país podría agitar a los kurdos de Iraq, en sus relativas provincias pacíficas del norte, para exigir su independencia, posiblemente podría desencadenarse una guerra por la amargamente disputada ciudad petrolera de Kirkuk. Cubrir todo esto, mientras resisten la tentación de volver a la era de represión de Sadam, será un desafío colosal para el nuevo gobierno que los iraquíes o al menos aquellos que se han atrevido lo suficiente como para votar elegirán este fin de semana».
Con o sin elecciones y constituciones, la cuestión crucial para Iraq durante los próximos meses es el desarrollo de la insurgencia y la cuestión de las tropas extranjeras en suelo iraquí. Comparado con estas cuestiones todo lo demás es realmente insignificante. La realidad es que la insurgencia, lejos de decrecer, aumenta con los días.
La rabia de las masas en el próximo período será mayor debido a las ilusiones extendidas durante el período electoral. La desilusión será particularmente mayor entre los chiítas, que tenían grandes esperanzas. Allawi (con dinero norteamericano) intentó sobornar al electorado aumentando las pensiones y los salarios de los profesores y otros trabajadores del gobierno, así como los salarios de la policía. «¡Elegidme y habrá más!» Ese fue su mensaje. Para una parte de esta nación devastada por la guerra, sangrante y hambrienta, el mensaje debe haber sido atractivo. Desgraciadamente, no hay más sustancia que el espejismo en el desierto que promete agua al hombre agonizante de sed.
Iraq sufre un enorme desempleo, especialmente entre los jóvenes, y la promesa de empleos de Allawi habrá tenido cierto eco. Pero no hay forma de cumplir esta promesa a menos que haya cierta apariencia de vida económica y social normal, y esto no se puede conseguir hasta que no termine la ocupación. La consigna electoral de Allawi era: «un líder fuerte para un país seguro». Pero esa es otra frase hueca. Allawi es un títere estadounidense y no puede traer ni la paz ni la seguridad. El nuevo gobierno se enfrentará inmediatamente a nuevas insurrecciones, caos e inestabilidad.
¿Está al Qaeda detrás de la insurrección?
Los medios de comunicación occidentales están insistiendo en el papel de al Qaeda en Iraq. Antes de que los estadounidenses invadieran Iraq, allí no había presencia alguna de al Qaeda. Todas las informaciones que decían lo contrario formaban parte de la campaña de desinformación destinada a avivar el apoyo de la opinión pública a la guerra. Ahora, como resultado de la ocupación criminal de Iraq y la brutalidad de las fuerzas ocupantes, al Qaeda tiene base en Iraq, ¡gracias a George Bush! Pero son una pequeña minoría en el movimiento de liberación nacional, probablemente no supere el diez por ciento.
Los periódicos exageran el papel de hombre como el famoso Abu Musab al-Zarqawi, un jordano brutal, reaccionario y fanático aliado de al Qaeda, que declaró «una guerra encarnizada contra el principio de la democracia y aquellos que buscan promulgarla», y que pidió a los seguidores sunnitas que atacaran a los «votantes infieles». Pero en realidad la mayoría de los insurgentes iraquíes no se oponen a la democracia. Ellos están luchando por la autodeterminación, para liberar a su país de un ejército extranjero de ocupación odiado y decidir su futuro libremente.
Los medios de comunicación occidentales también exageran el grado de división entre los diferentes grupos nacionales y religiosos que hay en Iraq. A corto plazo, es verdad que un grupo los sunnitas han sufrido más que los demás. Las elecciones de ayer era un sistema simple de representación proporcional que trataba al conjunto de Iraq como una única circunscripción. Esto no refleja el complejo mosaico de la población iraquí. Los mayores perdedores fueron los sunnitas. Está claro que los sunnitas estarán sub-representados en la asamblea. Esto dará un mayor impulso a la insurgencia en las zonas sunnitas, ya amargadas y alienadas por la brutalidad de las despiadadas fuerzas ocupantes.
Robert Fisk preguntaba a un guardia de seguridad musulmán sunnita cual pensaba sería el futuro de su país. Él no había votado en la mayoría de las ciudades sunnitas sólo se han abierto un tercio de los colegios electorales pero había pensado mucho en esta cuestión:
«No sólo no pueden darnos una ‘democracia’ como ésta. Este es uno de vuestros sueños extranjeros y occidentales… Antes, teníamos a Sadam y era un hombre cruel, nos trató con crueldad. Pero lo que ocurrirá después de estas elecciones es que nos daréis muchos pequeños Sadam».
Los comentarios de este hombre son muy perspicaces y describen con justicia la situación surgirá después de las elecciones. El próximo gobierno iraquí probablemente sea similar a la actual coalición de grupos religiosos y seculares, dominado por antiguos exiliados. Con la constitución temporal el primer ministro elige al gabinete, después será aprobado por la asamblea. Todas las diferentes fracciones lucharán como gatos en un saco para conseguir que sus intereses estén representados en la nueva constitución. El gran ayatolá Alí al-Sistani, el clérigo chiíta más influyente de Iraq, estaba firmemente a favor de participar en las elecciones. Incluso publicó una fatwa obligando a votar a sus fieles.
Personas como Sistani, es verdad, están maniobrando para aumentar su poder a expensas de otros grupos religiosos y nacionales. Pero la cuestión del dominio chiíta con frecuencia se exagera. Forman el mayor grupo de población de Iraq pero eso no significa que quieran imponer el dominio chiíta sobre las otras comunidades. La mayoría de los chiítas lo que quieren es el derecho a ser aceptados como ciudadanos iguales en un Iraq verdaderamente libre y democrático. Es sólo una aspiración que comparten con todos los verdaderos demócratas iraquíes.
En la actualidad, parece que la mayoría de los insurgentes procedente sobre todo de la minoría árabe sunnita. Pero eso cambiará. A los chiítas naturalmente les gustaría tener un primer ministro chiíta después de décadas de gobierno de dirigentes procedentes de la minoría sunnita, ya fuese el rey impuesto por los británicos o, más tarde, Sadam Hussein. Pero no hablan con una sola voz, de la misma forma que no lo hacen los otros grupos religiosos o nacionales de Iraq. Hay chiítas ricos y pobres, hay chiítas más inclinados a colaborar con los imperialistas, pero son una minoría. La mayoría de la población chiíta odia a los invasores extranjeros tan intensamente como sus hermanos y hermanas sunnitas.
Esto significa que pronto aparecerán divisiones en el campo chiíta. La verdad es que ya están profundamente divididos. El ala radical, representado por la mayoría de pobres y oprimidos chiítas, en pocos meses se unirán a los insurgentes. Unirán sus manos con los insurgentes de las zonas sunnitas. Robert Fisk tenía absolutamente razón cuando escribía lo siguiente: «si estas elecciones crean una coalición parlamentaria que divide a los chiítas y les convierte en el partido más grande de la oposición, entonces la insurgencia sunnita se convertirá en una insurrección nacional».
Los imperialistas intentan sembrar la desunión entre los diferentes grupos nacionales y religiosos de Iraq. Pero los verdaderos demócratas y revolucionarios lucharán por la unidad en la lucha y un frente antiimperialista común. Esta unidad militante de la lucha de liberación nacional es la mejor esperanza para la futura unidad de un Iraq democrático e independiente.
Aumento de la insurgencia
El presidente Bush recientemente avisó a los norteamericanos que la insurgencia probablemente sería más fuerte. La paradoja está clara para todo el mundo, excepto para el que no quiere ver. Las elecciones supuestamente darán mayor legitimidad al próximo gobierno iraquí, porque habrá sido elegido por los iraquíes y no nombrado por los estadounidenses. Pero en realidad no tiene ninguna legitimidad y no puede tenerla mientras haya un solo soldado extranjero en suelo iraquí.
Estas elecciones no resolverán nada. En realidad, los estadounidenses están en una posición imposible. La ocupación de Iraq les está costando una cantidad astronómica de dinero, al menos mil millones de dólares a la semana. Eso aparte del espantoso número de vidas perdidas en ambas partes. Crecerá la presión sobre George Bush para que establezca un calendario claro de retirada. Pero está entre la espada y la pared. Si lo hace pronto, el gobierno títere colapsará y cualquier gobierno que le sustituya no será amistoso con Washington. ¡Esto llevaría al traste toda la situación! EEUU sufriría una humillación a los ojos del mundo como el que sufrió en Vietnam. Por otro lado, si se queda, la colosal sangría de sangre y oro continuará, convirtiéndose en una ruina económica y política.
Después de crear el caos, a los imperialistas estadounidenses les gustaría encontrar una salida. Les gustaría que sus títeres iraquíes tomasen la carga de defenderse frente a los insurgentes. Están intentando acelerar el proceso de entrenamiento de las fuerzas iraquíes y comenzar el proceso de entregarles las responsabilidades de seguridad, así las tropas estadounidenses podrían retirarse a campamento fuertemente protegidos a las afueras de las ciudades donde esperan ser inmunes a los ataques. ¡Es más fácil decirlo que hacerlo!
Nadie duda de que la insurgencia continuará, incluso con una mayor intensidad, mucho después de las elecciones. El presidente Bush el próximo mes quería pedir al congreso otros 80.000 millones de dólares para las operaciones militares en Iraq y Afganistán. El congreso ya ha aprobado 120.000 millones de dólares para Iraq (y otros 60.000 millones para Afganistán). The Economist admitía lo siguiente:
«A las reformadas fuerzas de seguridad iraquíes todavía les queda recorrer un largo camino para ser capaces de apresar a los insurgentes sin la ayuda de las tropas de EEUU, Gran Bretaña u otros aliados. A principios de este mes el Pentágono envió a un general retirado, Gary Luck, para evaluar la situación de las operaciones militares en Iraq. Éste recomendó que el entrenamiento de las fuerzas iraquíes se acelerara y que el número de entrenadores militares norteamericanos trabajando con ellos se incrementara severamente. Pero lo más probable es que sigan siendo débiles, desorganizadas y llenas de deserciones e infiltrados».
La corrección de este análisis se ha demostrado una y otra vez. Los jóvenes iraquíes hambrientos y desesperados entran en la Guardia Nacional para obtener un pedazo de pan para sus familias (son mejor pagados en la medida que siguen vivos). Pero tan pronto tienen que luchar, desertan en masa o se pasan al lado de los insurgentes. Esto se pudo ver en noviembre de 2004 cuando los insurgentes tomaron la ciudad clave de Mosul en el norte kurdo y durante algunos días la controlaron mientras huía la Guardia Nacional. Los estadounidenses tuvieron que retomar la ciudad por sí solos.
El gobierno iraquí es débil, corrupto y está desmoralizado. Además, utiliza las mismas medidas represivas que Sadam Hussein, como señala The Economist:
«Según informa esta semana Human Rights Watch, un grupo estadounidense, lo más inquietante es que algunos hombres de seguridad iraquíes parecen estar recuperando el tipo de tortura y abusos de prisioneros que eran la práctica rutinaria con Sadam Hussein. Sus hallazgos horrorizarán a los observadores de fuera de Iraq. Sin embargo, puede que no causen demasiado daño a las perspectivas electorales del primer ministro interino, Iyad Allawi, y su coalición, la Lista Iraquí, que ha estado haciendo campaña basándose en la ley y el orden».
¡Estas palabras resultan bastante gráficas! Aquí vemos la verdadera cara del régimen iraquí, no la cara sonriente de la democracia que la descafeinada propaganda oficial desea presentar al mundo, sino un despotismo cruel y corrupto que cualitativamente no difiere de la vieja dictadura que supuestamente sustituyó. El régimen de Allawi combina algunas de las peores características del régimen de Sadam Hussein con los horrores de la ocupación extranjera y el declive general económico, cultural y moral. Es un callejón sin salida.
La brutal cara de la ocupación
En documental titulado Exit Strategy, emitido la noche pasada (domingo 30 de enero) en el programa Panorama de la BBC, el editor de asuntos internacionales de la BBC, John Simpson, desde Bagdad hacía una crítica devastadora a la política norteamericana en Iraq. Respondiendo a toda la propaganda sobre las elecciones, Simpson decía simplemente: «No he encontrado a un solo iraquí que estuviera de acuerdo con la afirmación de que a partir de ahora las cosas irían mejor para los iraquíes o que tienen un futuro brillante».
Mostraba una imagen devastadora de las tropas estadounidenses que en el momento que abandonaban sus protegidas bases se encontraban en un peligro mortal, o incluso una insurgencia en alza y una población descontenta y encolerizada.
La BBC se ha enterado de que la coalición y las tropas iraquíes podrían ser responsables del asesinato en Iraq de un 60 por ciento más de no combatientes que los insurgentes. La lista de muertes civiles durante los últimos seis meses es algo confidencial, pero el programa Panorama la ha conseguido y la ha hecho pública.
Más de 2.000 civiles fueron asesinados por las autoridades, mientras que los insurgentes sólo cuentan con 1.200 muertes. Los datos emitidos por este programa abarcan el período que va desde el 1 de julio de 2004 al 1 de enero de 2005, incluye a todos los muertos y heridos civiles relacionados con el conflicto registrados por los hospitales públicos. Las cifras excluyen, donde se sabe, las muertes de insurgentes. Las cifras revelan que 3.274 civiles iraquíes fueron asesinados y 12.657 resultaron heridos en la violencia relacionada con el conflicto durante ese período. De estas muertes, el 60 por ciento 2.041 civiles fueron asesinados por la coalición y las fuerzas de seguridad iraquíes. Otras 8.542 fueron heridas por ellos. Los ataques insurgentes costaron 1.233 vidas y 4.115 heridos, durante el mismo período.
Estas cifras son sólo aproximaciones, por supuesto, cuando John Simpson intentó conseguir que las autoridades norteamericanas verificaran los datos no lo consiguió. Panorama entrevistó al embajador estadounidense en Iraq, John Negroponte, poco antes de obtener las cifras. Y le dijo a John Simpson: «Mi impresión es que la gran cantidad de bajas civiles definitivamente es el resultado de estos coches bombas indiscriminados. Usted mismo es consciente de que estos ocurren en la zona de Bagdad y que en la mayoría de los casos el mayor número de víctimas de estos actos de terror son espectadores civiles inocentes».
Los cálculos extraoficiales de la lista de civiles varía de 10.000 a 100.000. La prestigiosa revista Lancet estimaba que el número de muertes civiles fácilmente podría llegar a los 100.000. Nadie lo sabe. No hay datos oficiales del número de bajas iraquíes desde el inicio del conflicto. ¡Es natural! La coalición sólo está interesada en dar el (máximo) número de cifras de combatientes enemigos asesinados y las cifras (mínimas) de soldados estadounidenses muertos. Las muertes civiles (conocidas como «daño colateral») tienen poco o ningún interés. En bien del circo mediático siempre insisten en que ellos ponen el máximo cuidado para evitar estas muertes pero, por supuesto, estas cosas irremediablemente ocurren.
Simpson dijo que la coalición no mantiene ninguna cifra de bajas civiles y hacía referencia al Ministerio de Sanidad iraquí. Sin embargo, las cifras de este ministerio están normalmente disponibles para los miembros del gabinete iraquí. El número de hombres, mujeres y niños inocentes asesinados durante esta guerra sucia y bárbara es un secreto celosamente guardado. La coalición todavía tiene que responder a las cifras.
Cuando uno ve las espantosas fotografías de destrucción y muerte en Faluya, queda en evidencia la hipocresía de las informaciones relacionadas con que la coalición siempre respeta la vida de los civiles. Cuando las fuerzas estadounidenses ocuparon la ciudad demostraron una absoluta indiferencia hacia las vidas humanas y las propiedades, arrasando todo lo que encontraron a su paso. Bombardearon y destruyeron casas, dispararon a los refugiados que intentaban escapar de la pesadilla. Paradójicamente, los luchadores rebeldes salieron antes de que se iniciara el ataque anunciado de antemano.
Nadie sabrá cuantos muertos hay bajo los escombros de Faluya. La gran mayoría de las bajas eran hombres, mujeres y niños normales. Un cuarto de millón de personas tuvieron que huir e incluso ahora el setenta por ciento de la ciudad arrasada está cerrada para sus anteriores habitantes. El efecto de este acto de barbarie era predecible. Los estadounidenses dicen que mataron a 12.000 insurgentes. Puede. Pero el martirio de Faluya ha creado diez, veinte o cien nuevos combatientes de la resistencia por cada uno de los asesinados. Las masas odian incluso la palabra estadounidense. Incluso aquellos que anteriormente apoyaban la invasión norteamericana ahora se han convertido en enemigos jurados. ¡Esto es lo que Bush y Blair han conseguido apenas dos años después de estar en Iraq!
EEUU se enfrenta a la derrota
No hay salido para el caos excepto obligar a una retirada total de todas las fuerzas ocupantes de Iraq. Casi 1.400 personas del personal militar norteamericano han muerto en Iraq. Muchos más han resultado heridos y más aún llevan de servicio mucho más tiempo del reglamentario. El número de tropas ha pasado de 138.000 a principios de este año hasta aproximadamente 150.000 para proporcionar seguridad en las elecciones. Las esperanzas de los mandos militares es volver a los 138.000 soldados a mediados de este año, pero ahora parece una previsión demasiado optimista.
Un tercio de las tropas estadounidenses en Iraq son reservistas y guardias nacionales. Este hecho por sí mismo demuestra una gran debilidad. El Jefe de Recursos de EEUU admitió recientemente que estas fuerzas estaban degenerando rápidamente hasta convertirse en una fuerza desmoralizada. Esto explica los incidentes de tortura y los abusos de prisioneros iraquíes, y el mal tratamiento que reciben habitualmente los civiles iraquíes. Cada incidente de mal tratamiento y tortura, cada casa civil destruida por una bomba, cada refugiado disparado cuando intentaba escapar, representan un clavo más en el ataúd del imperialismo estadounidense en Iraq.
EEUU es la fuerza más poderosa del planeta. Pero fue derrotada en Vietnam por una guerrilla con los pies descalzos y será derrotada en Iraq por un ejército de insurgentes desarrapados. Sin embargo, en ambos casos, la verdadera derrota será en casa. Este horrible escenario está cambiando el ambiente de la población norteamericana. Desde el principio les han engañado, mentido y desinformado. Pero como dijo Abraham Lincoln: puedes enloquecer a algunas personas todo el tiempo pero no puedes enloquecer a todos durante todo el tiempo.
El 70 por ciento de los norteamericanos piensa que la guerra en Iraq ha acarreado ya un coste de vidas inaceptable. Por primera vez una mayoría decisiva de la población estadounidense cincuenta y seis por ciento han llegado a la conclusión de que no merece la pena seguir en esta guerra, ocho puntos más respecto al último verano. Los halcones en la Casa Blanca están perdiendo apoyo y tarde o temprano este ambiente de descontento se manifestará en una nueva y masiva oleada de protestas que sacudirá todo EEUU.
La situación es bastante sencilla. Después de casi dos años de intentar «convencer» a la población de Iraq de las bendiciones de la civilización occidental y la democracia con los argumentos contundentes de los cohetes, las bombas y las balas, ahora no tienen argumentos. Tendrán algo a lo que agarrarse durante un tiempo, meses, quizás años, pero el resultado final está decidido.
Al final, el imperialismo estadounidense tendrá que abandonar Iraq con el rabo entre las piernas. Dejará tras de sí un reguero sangriento de ciudades arruinadas, cuerpos y vidas destrozadas, una amargura eterna contra el imperialismo que sembrará las semillas de nuevas insurrecciones y luchas hasta que, finalmente, no sólo Iraq sino todo Oriente Medio, encontrará la fuerza para arrancarse el pesado yugo del imperialismo y su monstruoso gemelo: el capitalismo. Sólo entonces la población comenzará a respirar libremente.