Traducido por Manuel Talens
«Miro a mi alrededor y lo único que veo es gente cortando el césped de sus jardines el mismo día en que empezamos a bombardear Iraq, y eso me enfurece».
Mike Palecek
Como he leído con sumo placer tres de las novelas de Mike Palecek, me sentí particularmente afortunado de que aceptase participar en una ciberentrevista conmigo. Su sátira irreverente de las muchas lacras que padece USA no tiene paralelo entre los escritores actuales de ficción sociopolítica. Es posible que Palecek exagere, pero su fértil imaginación ha permitido que los usamericanos tengan la valiosa oportunidad de pararse a examinar en qué nos estamos convirtiendo como nación. Y lo ha hecho de una manera que es tan absorbente como entretenida.
En cierto modo los libros de Palecek se parecen a It Can’t Happen Here, de Sinclair Lewis [No puede ocurrir aquí], si bien el Nobel de Minnesota pronosticaba en su novela lo que podría ocurrir, mientras que Palecek está documentando lo que ya ha ocurrido.
Sin más preámbulos, he aquí la entrevista con Mike Palecek:
Jason Miller: Los lectores se quedarán sorprendidos al saber que usted pasó del seminario a una prisión federal. ¿Cómo explica una contradicción tan evidente?
Mike Palecek: Bien, para empezar le diré que ser un seminarista no algo es tan importante y que ir a una prisión federal tampoco es algo tan malo.
Y el ir del uno a la otra es quizás una evolución natural, es decir, si uno lo piensa bien. De no ser así, la evolución sería llegar a ser párroco y obispo, supongo.
Pero esto que le digo es muy presuntuoso y vago, discúlpeme.
Bueno, en primer lugar, después de terminar la universidad hice un largo viaje en el Chevrolet del 59 de mi padre, con mi perro y un sombrero de cowboy que compré en Fort Collins; supongo que fue el gran viaje que hacía todo el mundo para encontrarse a sí mismo buscando la aventura. Terminé sentado en un monasterio de Oregón. Me imagino que sólo pasé por allí, me puse en pie y empecé a hacer preguntas. Me dijeron que no podía guardar a mi perro, así que me volví a casa, en Nebraska. Aparqué el automóvil y fui andando a la casa del párroco, entré en la iglesia y dije que quería ir al seminario. Me acuerdo que buscaba con arrebato qué hacer con mi vida, y fue así durante años, meses, ya no lo sé. Y tal vez llegué al punto en que esto es a lo que conduce todo aquello. Recuerdo que pensaba que el sacerdocio era «ir hasta el final». Mi madre era muy católica, de misa diaria. Creo que mi padre estaba de acuerdo. Estoy seguro de en parte yo sabía que iba a hacer felices a mis padres.
OK, luego fui al seminario en Saint Paul, de nuevo con el automóvil de mi padre. El perro se quedó en casa y el sombrero de cowboy también.
Y bien, el Padre Dan Berrigan vino para hablar en Macalaster, una universidad del mismo barrio de St. Thomas. Fui a verlo, lo conocí, vino a hablar en St. Thomas y las cosas que dijo sobre la iglesia, USA y el evangelio prendieron un fuego en mi interior. Estoy seguro de que también me quedé prendado de lo que percibía como el orgullo de ser un proscrito religioso.
Fui a Washington (D.C.) durante las vacaciones de Semana Santa, los Berrigan estaban allí con muchas personas relativamente famosas a quienes entonces yo no sabía famosas. Vi al Padre Carl Kabat anatemizando a la Casa Blanca de Jimmy Carter, empecé a leer, a hacer preguntas, dejé definitivamente el seminario, fui a prisión, me volví loco, regresé a casa.
De todos modos, seguramente no hubiera sido necesario dejar el seminario para hacer esas cosas. No lo creo, así que no fue una evolución, pero personalmente me lo tomo como algo que vino del aprendizaje, de estudiar, la tal vez de la gracia, quién sabe, el pasar del seminario a la prisión.
JM: Dada su obvia aversión por muchos aspectos de la nación fascista en que vivimos, ¿cómo concilia eso con el hecho de haberse presentado en el año 2000 como candidato al Congreso de USA por el Partido Demócrata?
MP: No veo dónde está la contradicción.
Está bien, estoy tratando de hacerme el listo otra vez. En serio. Déjeme que trate de explicárselo.
Yo era el candidato demócrata inconformista.
Recuerdo que cuando era niño un día les pregunté a mis padres en la cocina que qué éramos. Sabía que éramos usamericanos, católicos, pero ¿éramos demócratas o republicanos? Era en los tiempos de Nixon, de Kennedy, creo, pero en esos años yo estaba en la guardería. Bien, puede que los niños de entonces hablaran de esas cosas. De todos modos, supe que éramos demócratas.
Durante las manifestaciones de los años ochenta en Omaha yo despreciaba al Partido Demócrata. En realidad, también despreciaba a otros manifestantes, a los que no se «arriesgaban a todo», a ir a la cárcel, a los que mantenían intactas sus ideas liberales y sus vidas, mientras que yo estaba perdiendo las mías.
De todos modos, me volví loco en prisión. Nos fuimos de Omaha, nos vinimos a Iowa. Una razón era que Ruth y yo queríamos encontrar un lugar bueno y hermoso para criar a nuestros dos hijos. Fuimos primero a Minnesota y luego a Iowa. Y durante años lo más que hice fue protestar. Era un papá que se quedaba en casa tratando de escribir novelas, y repartía un periódico por la mañana temprano. Leía cosas del congresista local y un día pensé: yo puedo hacer eso.
¿Sabe?, éste es un distrito predominantemente republicano, así que no hay muchos demócratas que ni siquiera piensen en presentarse. Pensé que si yo me presentaba podría poner sobre la mesa las cosas que me parecían importantes.
Así que tenía que empezar a preparar las respuestas y eso es lo que hice. Me presenté como candidato y traté de hablar de las prisiones, de los militares, de la inmigración, que para mí eran las cosas más importantes. El Partido Demócrata no me aceptó, de ninguna manera. Creo que los avergoncé. Por lo menos así lo espero. Lo que hacían y siguen haciendo es pegar la oreja a la ventana para escuchar lo que piensan los demás, hablar de eso y reivindicarlo, en vez de buscar y reivindicar lo que hay en sus propios corazones.
Mi madre acababa de morir cuando me presenté, había heredado algo de dinero y utilicé una parte para pagarme el domingo de Pascua un anuncio a todo color en la última página del Sioux City Journal. Los demócratas de Iowa me acusan de haber dicho algo así como que «hay que cerrar la 185 [la unidad de la guardia nacional de Iowa en Sioux City], abolir la pena de muerte, acoger a los mexicanos, cerrar las prisiones».
Eso es lo que yo pensaba que los demócratas deben decir, así que lo dije por ellos.
Yo era miembro del Partido Demócrata, todavía lo soy, y mi campaña era un modelo de lo que debe ser una campaña demócrata, eso era lo que creía.
También estaba convencido de que mi campaña era un modelo para la democracia usamericana. Yo era un don nadie, alguien que se levantó del sofá y trató de postularse al congreso.
Escribí sobre esas cosas en mi novela Joe Coffee’s Revolution.
JM: ¿Qué les responde a quienes aseguran que sus opiniones son «antiusamericanas» simplemente porque está usted en contra del sistema de justicia penal federal?
MP: Buenas preguntas. Me encantan.
Sí. Lo son, mis opiniones son contrarias a las de este vecindario.
Yo no amo a este país. No entiendo ese concepto. Yo quería a mi perro. Quiero a algunas personas. Me encantaba un Chevrolet familiar de 1956, blanco y negro. Pero no entiendo por qué hay que amar a un país. A lo mejor podría amarlo si alguna vez fuera a vivir a otro, tal vez entonces lo entendería. Pero ahora no.
OK. Bien, dicen que muchas cosas son antiusamericanas y la verdad es que a mí me parecen estupideces. La incultura, el no leer, la falta de perspectiva, cualquier cosa, demasiada televisión.
Quien no odie el sistema de prisiones federales es que nunca ha estado en una prisión federal. Les parece benigno porque no lo comprenden. Lo mismo pasa con USA. Consideran que este país es benigno porque no lo comprenden.
Yo era así cuando estudiaba el último año de secundaria. Habría ido al Vietnam, habría hecho lo que me dijeran que hiciese. Estaba deseoso de complacer, de adaptarme, de que me quisieran. No hacía preguntas.
Para mí la mayoría de los usamericanos son turistas en USA. Andan de un lado para otro en grupos haciendo fotografías de esto y aquello, de los oropeles puestos ahí para que los fotografíen, pero no han estado realmente en USA. Yo sí he estado en USA.
Yo he caminado por las calles laterales.
Eso no es del todo verdad. Nunca he sido realmente pobre. Hay mucho que no conozco o que no he experimentado.
Pero incluso mi pequeña experiencia es mucho mayor que las de esos que andan de un lado para otro con lazos amarillos en sus antenas y dicen que son usamericanos.
JM: ¿Qué les responde a quienes le critican que usted escribe ficción porque la realidad no respalda sus creencias sobre nuestra «gran nación»?
MP: En realidad, me encantaría que hubiese críticos que dijesen eso. Ojalá mis libros se discutiesen hasta ese punto. Pero no los lee nadie, ésa es la verdad.
Esa crítica nunca me la harán, pero es buena. No creo estar calificado para responderla. Puede que sea demasiado profunda.
Puedo tratar de responder diciendo por qué escribo ficción. Hay muchas maneras de responder a eso y sobre ninguna de ellas tengo todavía un control legítimo, un porqué, pero le diré lo primero que me venga a la mente mientras tecleo.
Escribo ficción porque cuando empecé en 1994 buscaba una manera de contar mi historia, mi historia personal, y también contar la verdad sobre Usamérica, traer la justicia y la paz, y quería hacerlo a la manera en que lo hicieron los grandes autores.
Nunca había sido un verdadero lector y en aquel momento empecé a leer, me senté en el porche de atrás con Moby Dick y eché adelante.
Eso fue después de que nuestro pequeño periódico quebró [el mismo año en que obtuvo el premio al periódico del año en Minneapolis] y justo antes de que nos mudásemos a Iowa cuando me dieron un trabajo como editor en un diario de poca monta.
Quería hacer grandes cosas. Ser un gran sacerdote, un gran manifestante, un gran escritor, un gran novelista.
No creo que eso sea algo tan raro. Espero que no lo sea.
Y ahora, después de muchos fracasos, me parece que la ficción es algo divertido. Después de haber pasado por la mierda de buscar sobre qué escribir y uno está en medio de algo que parece funcionar, es divertido.
Cuando leí Harry Potter por primera vez mi reacción fue, sería estupendo haber escrito esto, qué divertido haber podido «vivir» escribiendo de esta escuela, de este bosque, de esta historia.
Y creo que una buena novela es lo que hace falta para echar a George W. Bush o a los fascistas o a los héroes locales de la guardia nacional usamericana. Creo que una buena novela sería mejor que un libro sin ficción. Además, hay tantos grandes libros que no son de ficción. No me necesitan, seguro.
¿De qué libro se acuerda usted, de The Grapes of Wrath [Las uvas de la ira, de John Steinbeck] o de un ensayo de una revista nacional de aquella época?
Por supuesto, lo difícil es escribir Las uvas de la ira, pero ése es el objetivo.
Veo que no estoy respondiendo a la pregunta.
Bueno, creo que mi ficción representa con gran exactitud a nuestra nación.
JM: Creo saber que usted, Andre Vltchek y Tony Christini fundaron Mainstay Press para que fuese una editorial «dedicada al cambio social». Por favor, háblenos un poco más de Mainstay, de sus socios y de su misión.
MP: La verdad es que ya no estoy en Mainstay. Mi último libro, The American Dream [El sueño usamericano], lo ha publicado CWG.
Pero Mainstay se fundó con la esperanza de publicar ficción antibelicista en USA. Los libros por Andre, Tony y míos están disponibles en el sitio web.
Tuvimos un desacuerdo y me echaron de la banda. Pero mi libro Terror Nation [Nación terrorista] está disponible con Mainstay hasta junio, y luego quedará libre, flotando en el espacio.
JM: Está usted a punto de embarcarse en una gira por todo el país para, según sus propias palabras, «leer mis libros y tratar de luchar contra el gobierno de Bush». ¿Qué espera lograr?
MP: En primer lugar, es una manera de hablarle a la gente sobre mis libros. Dejaré mi trabajo, me quedaré sin seguro de enfermedad, trataré de cuidar de un Honda de 1990 en 50 estados, me esforzaré por aprender a leer un mapa. Comercializaré al novelista desconocido 101.
Es posible que sea un obsesivo, pero no puedo abandonar esos libros, porque creo que tienen mérito, un valor. Y hoy en día es casi imposible que un autor de pocos vuelos que escribe ficción antiusamericana se haga millonario.
Y también, antes de partir, enviaré un formulario de impuestos tachado y una carta a la oficina de impuestos del país [Interior Revenue Service], como protesta contra Bush.
Y en mis charlas quiero hablar del «sueño usamericano», de esa idea de que no sabemos dónde estamos viviendo. Creemos que vivimos en un país que ha hecho esto y aquello y lo de más allá, simplemente porque nos han dicho que esas cosas son verdad.
¿Pero de verdad quiere usted basar su vida, su día a día, en lo que le dijeron en una clase de historia de la escuela secundaria usamericana? Piénselo.
Y quiero hablar, por ejemplo, del 11 de Septiembre, de cuando fuimos a la luna, de Waco, del Golfo de Tonkín, del ántrax, de las armas de destrucción masiva, de Irán, de las elecciones robadas, de Pearl Harbour, de cuando Irán y los Contras, de Wellstone… de todas esas ocasiones en que nos mintieron.
No hacemos preguntas. Quizá porque no queremos saber la respuesta, tal vez sea eso.
Seguramente es más fácil cambiar de canal en la tele, seguro.
La manera en que los usamericanos envían a sus disidentes a Siberia es acusarlo de ser un teórico de la conspiración.
JM: ¿Cuántos libros ha escrito y publicado?
MP: KGB, Joe Coffee’s Revolution, Twins, The Truth, The Last Liberal Outlaw, Looking For Bigfoot, Terror Nation, The American Dream.
Ésas son las novelas.
Prophets Without Honor no es ficción, lo escribí con Bill Strabala, aunque en realidad Bill escribió casi todo. Yo fui de paseo con él.
JM: Tras haber leído tres y haber reseñado dos de sus libros, sé que su trabajo es muy poco ortodoxo, hiperbólico, intrigante y crítico con el statu quo en USA. ¿Qué es lo que lo incita a escribir de esa manera?
MP: La cólera. El odio. El haber crecido aquí. El mirar por la ventana y ver Usamérica. El mirar las noticias en la televisión mientras uno hace ejercicio en Usamérica.
Supongo que la cólera alimenta gran parte de mi escritura. Miro a mi alrededor y lo único que veo es gente cortando el césped de sus jardines el mismo día en que empezamos a bombardear Iraq, y eso me enfurece.
En los años ochenta solía salir con pancartas, cruzar las líneas divisorias, practicaba la resistencia pasiva -formando parte de piquetes frente a la Iglesia Católica- y ahora escribo. Y escribir parece ser una reacción tan vaga y débil para algunas de las cosas que están pasando. A menudo pienso que una reacción más honrada podría ser un rifle o destruir a martillazos un silo de misiles. No quiero matar a nadie y matar es malo, lo sé, así que no me resulta difícil descartar esa alternativa para mí mismo. Aunque lo de liarme a martillazos con un silo de misiles… pero, en vez de eso, decido escribir… quizá sea sólo un vago. Puede que sea eso.
Sé que cuando «eligieron» a Bush la primera vez me sentí abatido. Pensé que si mataron a Kennedy pueden hacer lo que quieran.
Pensé en lanzar un bloque de hormigón por las ventanas de las oficinas militares de reclutamiento en Sioux City como una forma de resistencia contra todo esto. Incluso fui allí varias veces en coche, está aproximadamente a una hora de distancia, para ver cómo podría lanzarla y tratar de escapar. Pregunté a otros si querían unirse a mí, pero nadie quiso.
Así que, para decirlo de manera extremadamente poética, sopesé el peso de un bloque de hormigón contra una hoja de papel y elegí el papel.
JM: ¿Cuál de sus libros es su favorito y por qué?
MP: Me sería difícil escoger.
Me gusta KGB porque cuenta la historia de prisioneros y de teóricos de la conspiración y de gentes masacradas por Bush padre en Panamá y de mujeres y niños que visitan a presos en la cárcel y otras cosas. Me gusta Joe Coffee porque dice la verdad sobre el Partido Demócrata y sobre granjeros revolucionarios y sobre lo que pasa en las mesas de cocina de las granjas. Me gusta Twins porque habla de la quema de una prisión y sobre las Twin Cities (en Minnesota), que adoro, y sobre asaltar bancos de Twin Cities para dar el dinero a los pobres en Hennepin Avenue. Me gusta Outlaw porque habla de un periodista en un pueblo pequeño que hace lo que un periodista debe hacer en un pueblo pequeño, fijarse en las comas y oponerse a la construcción de la prisión cerca del pueblo. Me gusta The Truth porque la escribí cuando se estaba preparando la guerra actual y lo hice con ira contra la estupidez de la preguerra en Iowa. Me gusta Bigfoot porque creo que es verdad que hay un monstruo y creo que Bush hizo el 11 de Septiembre y creo que la CIA mató a Kennedy, y me gusta mucho el béisbol. Me gusta Terror Nation porque creo que estaría bien ser un periodista de deportes de pueblo pequeño al que lo encierran en un psiquiátrico local por escribir cartas al editor contra Bush. Y uno de mis sueños sería escribir sobre deportes en Iowa o ser entrenador de béisbol y que eso sea lo suficientemente bueno. Me gusta The American Dream porque es como darle un puñetazo a USA en la nariz, es como pegarle a George W. Bush en la nariz y a Karl Rove en la nariz. Y creo que a esos dos hijos de puta hay que darles un puñetazo en la nariz.
JM: ¿Cuál de sus libros cree usted que ha tenido el mayor impacto?
MP: Ninguno.
En este momento de mi «carrera» no creo haber tenido ningún impacto.
Me han hecho algunas reseñas muy amables y las he agradecido. Me han dado esperanza para continuar, pero en cuanto a impacto, no veo ninguno.
Hay muy poca gente que sepa de mi existencia en este momento.
Pero yo creo en mis libros, así que voy de gira.
«Sabu debe ir de gira o descansar para siempre». La cita es de John Prine.
JM: En su libro más reciente, The American Dream, describe usted una Usamérica casi totalmente sumergida en el fascismo, del corporativismo, del consumismo, del militarismo, del racismo y de casi todas las lacras que atormentan a nuestro país en un grado u otro. ¿Fue un relato admonitorio? ¿Su noción del futuro inevitable de Usamérica? ¿O fue otra cosa?
MP: Era yo sollozando ante lo que veo a través de mi ventana.
Era yo lanzando un bloque de hormigón a través de la ventana de mi vecino, de las ventanas de la iglesia local, del ayuntamiento, de la unidad de la guardia nacional.
Eso es lo que pretendía ser.
JM: Nombre a algunas de las personas a las que más admira y díganos por qué.
MP: Admiro a las personas que nos han dicho la verdad, sobre todo por Internet [¿con «I» mayúscula? Nunca estoy seguro], durante los años de Bush. A Lori Price en Citizens’ for Legitimate Government, Bartcop, Radio Bartcop, a Lisa Casey en All Hat No Cattle, a Marc Ash en Truthout y a toda la gente del 9/11 Truth Movement.
Creo que la historia más grande, el misterio más grande, lo más asombroso de nuestro tiempo es el 11 de Septiembre y el hecho de que fuese obra de nuestro gobierno.
Bueno, eso no es un hecho, supongo. Es un quizá, una suposición. Ayer vi a Karl Rove en C-Span y me pareció asombroso.
Es tan sereno, tan inteligente, tan controlado, tiene tanta labia, y pensar que tal vez, tal vez, estuvo implicado en el robo de las elecciones, en el asesinato de Wellstone, en la planificación del 11 de Septiembre, de todo eso.
Y si eso es verdad, a qué monstruo tan supremo estoy mirando y que cosa asombrosa al mismo tiempo. Pensar que alguien con eso sobre su conciencia pueda entrar en una cafetería y estrechar manos y sonreír como si no le importase el mundo entero.
Qué cosa. Para mí eso es tan interesante.
Así que observo cómo todo eso se despliega todos los días en la pantalla del ordenador y a veces escribo historias de ficción sobre la realidad. Estoy escribiendo una ahora.
Es posible que admire a Karl Rove, ja, es interesante que diga esto.
JM: Howard Zinn elogió su «profunda conciencia social». ¿Cuándo supo usted que tenía una conciencia social y empezó a actuar de acuerdo con ésta?
MP: Howard Zinn ha sido amable conmigo. Me ha dado dos buenos espaldarazos. Creo que mucha gente lo busca para que les dé espaldarazos. Si leyera The American Dream se lo agradecería, pero sospecho que estaba tratando de ser bueno conmigo.
Cuando estaba en el seminario, un día, antes de la misa, preguntaron que quién quería ir a Chicago a la manifestación contra las armas. Sólo yo alcé la mano. Descubrí que quería ir. Nunca había ido a algo así, ni siquiera sabía lo que era un «arma nuclear». Pero fui a Chicago, canté canciones hippies de paz y llevé una pancarta, algo que casi nunca hacíamos los viernes por la noche en Norfolk (Nebraska).
Y entonces, al regresar, alguien dijo que Dan Berrigan iba a venir a Minneapolis y yo debía conocerlo, y así lo hice.
JM: ¿Por qué cumplió condena en una prisión federal?
MP: Durante los años ochenta Ruth y yo vivimos en una «comunidad de resistencia» llamada Greenfields [Greenfields of France, canción irlandesa contra la guerra] fundada por un irlandés de Wisner (Nebraska) que se llamaba Kevin McGuire. «Cruzamos la línea divisoria en la base de las fuerzas aéreas de Offutt, al sur de Omaha, muchas, pero muchas veces. Estuve en la cárcel 10 días, 30 días, 50 días, seis meses, seis meses. En el Penal del Condado de Lancaster, en el del Condado de Douglas, en el del Condado de Pottawatamie, en el Centro Correccional metropolitano de Chicago], en Terre Haute, en Leavenworth [una noche], en El Reno, La Tuna [El Paso].
Todos fueron delitos federales menores -pisar una línea blanca-, entrar en propiedad ajena.
JM: ¿Por qué dejó el seminario?
MP: Bueno, mi radicalización a propósito de la guerra y de los pobres fue una razón. Cuando me fui pegué un manifiesto en el tablero de anuncios, junto a los ascensores, en el que decía que el seminario está en un campus católico rico y cómo yo necesitaba estar de inmediato con los pobres. Me fui al New York City Catholic Worker durante un corto tiempo después de partir.
Otra razón fue que en las vacaciones de verano me hacían una limpieza de dientes en Norfolk (Nebraska) y quería casarme con la higienista dental que me lo hacía tan bien. Supongo que me gustaban los dientes limpios.
Ella está ahora trabajando, y yo aquí, bebiendo café.
JM: Teniendo en cuenta el hecho de que Bush, Cheney y compañía son sólo síntomas patológicos de un sistema socioeconómico y político profundamente enfermo que permite sus crímenes atroces, ¿cree que existe una «cura» posible?
MP: No tengo ni idea.
¿La financiación pública para las elecciones? ¿Un tercer partido viable? ¿Ralph Nader?
Buena pregunta. No lo sé.
JM: ¿Cree usted que Israel y USA lanzarán un ataque militar contra Irán? Si es así, ¿bajo qué forma?
MP: Sospecho que sí.
Aunque ayer escuché que había algunas conversaciones programadas, pero eso me recuerda tanto la época que condujo al ataque contra Iraq, que aunque ya estaba planeado respetaron todas las etapas.
Ése es en parte el porqué me voy de gira. Le dije a Ruth que van a atacar Irán, tal vez con armas nucleares, tenemos que hacer algo por lo menos.
JM: Chalmers Johnson y otros muchos han asegurado que el abuso imperial y la quiebra harán fracasar el imperio usamericano. Suponiendo que este pronóstico es exacto, ¿qué cosas espera usted que ocurran?
MP: Creo que eso me sobrepasa. Tal vez debería pensar en eso, pero no lo hago.
JM: Si consideramos que tanto los crímenes de Nixon como los de Clinton palidecen en comparación con los de George Bush (y Dick Cheney) y que los demócratas controlan ahora el congreso, ¿cómo explica que el movimiento que busca destituir a Bush y Cheney esté estancado?
MP: Creo que los Demócratas están chupando del bote, ésa es la razón.
Están asustados. Mire Bartcop.com y mire a los demócratas con tutús de color rosa, ésa es la razón. Hillary y Obama no son ninguna cura. Son la misma mierda.
Por eso cuando fui candidato demócrata en 2000 apoyé a Nader contra Gore. Los demócratas rebajaron la ayuda social, preservaron las sanciones contra Iraq, atacaron Iraq, atacaron Yugoslavia, el TLC, todo eso, ¿y quiere usted que yo apruebe eso?
Creo que el Partido Demócrata, las personas individuales en el Partido Demócrata, no tienen agallas, ninguna iniciativa, sólo quieren proteger sus cómodos estilos de vida y hacer lo mínimo para no molestar a nadie y lograr que los voten.
Y eso es un crimen contra la humanidad.
JM: Como autor (y editor) que comparte su hondo deseo de justicia social, recibo correspondencia de lectores frustrados que reconocen lo corrupto y gravemente descompuesto que está nuestro sistema, pero me siento sin ningún poder para hacer algo. Así que le pregunto lo que a menudo me pregunto: ¿qué puede hacer una persona para ayudar a espolear un cambio hacia la paz, la humanidad y el respeto por la tierra?
MP: Quizá tampoco pienso en eso lo bastante.
Y no creo que a nadie se le deba decir qué hacer. Yo no le daría una respuesta a nadie si me lo preguntara. Le diría que algo como que no lo sé, y luego trataría de cambiar la conversación.
Porque si uno trata de dar una respuesta mesurada, esa persona no va a recordar nada de lo que uno le dijo.
Es probable que en aquel entonces yo le preguntara a Berrigan qué debo hacer.
No recuerdo lo que respondió o si me dio una respuesta. Sé que quemó archivos de reclutamientos, se escapó del FBI, fue a prisión, y escribió.
Pienso que uno sólo puede hacer lo que hace. Las personas tienen ojos, oídos, deben poder hacerse una idea por sí mismas, eso es lo que deben hacer.
Jesús dijo, sígueme. Y luego curó a los enfermos, repartió dinero, echó a los mercaderes del templo. Ésas son buenas cosas. No creo que yo pueda superar eso. Sólo diré lo que él dijo.
JM: Gracias, Mike, por terminar con esa cita. Sería muy difícil mejorar el ejemplo de Jesús. Yo escribí un artículo en el que estudiaba las enseñanzas de Cristo y su posible aplicación para curar a una nación enferma. Es bastante perverso que tengamos la audacia de llamarnos un «Nación cristiana» mientras violamos, saqueamos y desvalijamos el resto del mundo con armas militares y económicas.
Ha sido un honor para mí poner en contacto a los lectores con Mike Palecek, un escritor y activista único y ejemplar. Sus esfuerzos por la paz y la justicia social iluminan un mundo cada vez más oscuro.
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Fuente: http://civillibertarian.blogspot.com/2007/03/from-lawn-boys-to-b-2s-americas.html
Fuente en Tlaxcala (cortesía de Jason Miller): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=2223&lg=en
Mike Palecek es novelista y activista por la paz y la justicia social.
Jason Miller publica sus ensayos en el blog Thomas Paine’s Corner (http://civillibertarian.blogspot.com/). Se le puede escribir a: [email protected]
Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.