Si fuera verdad -como hace tiempo impuso Lisa desde un capítulo de Los Simpson- que para los chinos la palabra «crisis» también significa «oportunidad», el Thessaloniki Documentary Festival no ha dejado pasar la suya. Entre sus varias secciones, por lejos la más numerosa es la dedicada al documental griego, con casi 70 producciones entre […]
Si fuera verdad -como hace tiempo impuso Lisa desde un capítulo de Los Simpson- que para los chinos la palabra «crisis» también significa «oportunidad», el Thessaloniki Documentary Festival no ha dejado pasar la suya. Entre sus varias secciones, por lejos la más numerosa es la dedicada al documental griego, con casi 70 producciones entre cortos y largometrajes. Y no es una sorpresa que la mayoría de estos trabajos esté dedicado a abordar las consecuencias sociales de la crisis económica que viene golpeando duro a Grecia desde el colapso financiero del 2008 y sobre todo desde el año pasado, cuando el país entró en riesgo de default.
No sólo los griegos se dedican al tema. La directora holandesa Suchen Tan vino a presentar Backlight: Greek Tragedy, retrato de una pequeña comunidad rural griega que a comienzos del año pasado estuvo en el ojo de la tormenta cuando se descubrió que algunos de sus integrantes habían intentado vender unos valiosísimos kouroi, unas figuras masculinas del siglo VI antes de Cristo, que encontraron por casualidad en sus tierras de labranza. La moraleja del film es simple: si estas familias ya no alcanzan a vivir, como siempre lo hicieron, de sus plantaciones de frutas y hortalizas, que casi no tienen valor agregado, pueden llegar a sacrificar a los dioses del mercado su propia herencia cultural, su identidad histórica, con tal de llevar comida a la mesa.
Otro de los temas que hegemoniza esta nueva edición del TDF también está conectado con la crisis y es de los que suma nafta al fuego: la inmigración clandestina, que afecta a Grecia quizá más que a cualquier otro país de la Comunidad Europea. Al parecer, los albaneses ya no son el problema, porque o bien se han integrado o han regresado a su tierra. Ahora el foco de tensión está con los refugiados iraquíes, kurdos y sobre todo afganos, que ingresan a través de las lábiles fronteras con Turquía, con la idea de seguir viaje hacia Italia u otros destinos más prósperos pero que quedan atrapados en Grecia, sin poder avanzar ni regresar y, en muchos casos, sobreviviendo en condiciones de precariedad absoluta.
En Héroe de todos los mares, el realizador sirio de origen kurdo Talal Derki (formado cinematográficamente en Grecia) da cuenta de la odisea de un compatriota suyo, que después de un arduo entrenamiento llegó a cruzar a nado las aguas que separan Turquía de Grecia y ahora, a pesar de trabajar ocasionalmente como taxista en Atenas, quedó definitivamente apartado de su familia y sus raíces. Por su parte, en Welcome to Europe, el director Stelios Kouloglou expone una serie de asentamientos que en principio pueden ser confundidos con los que crecen en la frontera entre Pakistán y Afganistán, o una prisión que parece corresponder a la más brutal de Jordania, o una tumba anónima y colectiva, como las de Bosnia-Herzegovina, sobre la cual un imán reza por esas almas abandonadas. Pero lo que el film termina revelando es que esos círculos del infierno corresponden todos a distintos sitios de Grecia, donde terminan su viaje aquellos que imaginan un futuro mejor en Europa.
Es el caso también de Khaima, de Athanasios Karanikolas, que da cuenta de la historia del más grande asentamiento afgano en Grecia, formado durante 12 años en el puerto de Patras. Con una cámara siempre pudorosa, que jamás especula con el dolor ni la miseria, el director narra la vida cotidiana en el lugar, la dignidad de esa gente que no se resigna a ser repatriada ni encarcelada. «En Afganistán ya tenemos las cárceles de los talibán y también de los estadounidenses», afirman. Pero lo que registra el documental de Karanikolas -además de la nobleza de esos rostros a los que muchas veces filma mirando directamente a cámara, como si fueran retratos fotográficos, con sus ojos interpelando al espectador- es la acción del gobierno griego, que en julio del 2008 arrasó con camiones y topadoras con el asentamiento. La drástica solución -similar a la que siempre imagina el gobierno porteño de Mauricio Macri con respecto a las tomas de terrenos- por supuesto no resolvió nada. Tal como expone Khaima (que en afgano quiere decir «carpa»), al día de hoy hay unos 700 afganos de todas las edades durmiendo a la intemperie, en las calles y plazas de Patras.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-21102-2011-03-19.html