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La cultura iraquí, en la horca

Fuentes: La Nación

» Estimado amigo: le escribo desde mi oficina, que no puedo dejar porque se lucha afuera, en los alrededores de la Biblioteca Nacional. En los últimos días, otro joven bibliotecario fue asesinado. Y el edificio fue atacado varias veces antes de ser clausurado. Ante la inseguridad, que sigue siendo muy grave, he decidido no reabrir […]

» Estimado amigo: le escribo desde mi oficina, que no puedo dejar porque se lucha afuera, en los alrededores de la Biblioteca Nacional. En los últimos días, otro joven bibliotecario fue asesinado. Y el edificio fue atacado varias veces antes de ser clausurado. Ante la inseguridad, que sigue siendo muy grave, he decidido no reabrir la Biblioteca Nacional y el Archivo. »

El desesperado correo electrónico enviado el mes pasado por Saad Skander, director de origen kurdo de la Biblioteca Nacional de Irak, estremece en el escenario ensangrentado de un país culturalmente devastado. El destinatario del mensaje fue el escritor venezolano Fernando Báez, autor de La destrucción cultural de Irak , un libro indispensable para comprender la emergencia artística, arqueológica, bibliográfica, literaria y cultural del país, cuna de la civilización occidental.

De paso por Buenos Aires, en diálogo con LA NACION, Báez advirtió que tras el aniquilamiento de la cultura sigue ahora el asesinato masivo de intelectuales. La guerra, las luchas intestinas y la política de silencio de los organismos internacionales como la ONU y la Unesco están provocando, según Báez, la diáspora de miles de intelectuales que huyen como pueden. En el prólogo del libro del autor venezolano, que ha asesorado en distintos programas internacionales relacionados con la destrucción de libros, el crítico analista norteamericano Noam Chomsky dice: «Uno cree que la responsabilidad primordial del ejército ocupante es proteger a la población civil y la cultura. Las fuerzas de Estados Unidos, Gran Bretaña, España y otros pocos fueron cuidadosas en mantener dentro de esta responsabilidad al Ministerio de Petróleo, que fue totalmente protegido. Las consecuencias son reminiscencia de las invasiones mongoles, un gravísimo e inolvidable crimen».

* * *

En el contexto de la pérdida de control de los Estados Unidos sobre el escenario iraquí, más de 1500 intelectuales -entre los que se contaban escritores, académicos, profesores universitarios, educadores, historiadores, filólogos, médicos, sociólogos, artistas, geógrafos, doctores en estudios religiosos, rectores de universidades, ingenieros, filósofos, decanos de facultades- cayeron bajo fuego desde que la guerra de Irak comenzó, en 2003. En los últimos seis meses la diáspora de los intelectuales hacia Europa y Jordania creció del 20% al 50%. El examen de la nómina de los muertos, facilitada por Báez a esta columnista, provoca un fuerte impacto. Por sus profesiones y cargos, se reconoce en ellos a hombres de pensamiento de las universidades de Bagdad, Al Mustansiriya y Al Nahrein, entre otras. En la lista constan las circunstancias en que fueron asesinados. Muchos de ellos fueron muertos al salir de sus clases en la universidad. Otros, en compañía de sus familiares.

Báez dice, con rabia y preocupación, que «cada día cobra mayor fuerza esta metodología de asesinar intelectuales. Hace apenas unas semanas, el director del Museo Nacional de Bagdad, un arqueólogo muy reconocido, huyó con su familia al Reino Unido por las amenazas de asesinato. Irak está en emergencia cultural y los Estados Unidos han fracasado rotundamente en la pretendida reconstrucción del país, porque ningún intelectual extranjero quiere ir a Irak a sabiendas de que puede ser muerto. Y sus pares iraquíes huyen por falta de garantías».

El autor de Historia universal de la destrucción de los libros asegura que estos asesinatos y la emergencia artística y cultural van «en progreso y aceleración». Como si el saqueo arqueológico y el cierre de las bibliotecas y los museos no fueran suficientes para pintar la tragedia cultural del país, los libros donados por entidades internacionales también son robados junto con otros bienes culturales. Desde 2003, 150.000 tablillas sumerias, el más primitivo y rico testimonio de la escritura occidental, han desaparecido.

Quizá, como escribió Orwell en Cataluña 1937 , cuando en el futuro pretenda reconstruirse la memoria de Irak «los historiadores dispondrán únicamente de una masa de acusaciones y de la propaganda partidaria».