Di una vuelta por New Bond Street antes de la subasta de arte contemporáneo en Sotheby’s el pasado martes donde las piezas mas jugosas eran tres autorretratos escalofriantes de Francis Bacon, un extraño paisaje sicodélico de Peter Doig, un colage de grafitis «pop» de Jean Michel Basquiat, un cuadro de mariposas muertas (Its a wonderful […]
Di una vuelta por New Bond Street antes de la subasta de arte contemporáneo en Sotheby’s el pasado martes donde las piezas mas jugosas eran tres autorretratos escalofriantes de Francis Bacon, un extraño paisaje sicodélico de Peter Doig, un colage de grafitis «pop» de Jean Michel Basquiat, un cuadro de mariposas muertas (Its a wonderful world) de Damien Hirst, y un Lenin de Andy Warhol. El Lenin se venderia por mas de un millon de libras en la subasta que facturaría casi 90 millones de euros. Christie’s el dia siguiente lo superaria con mas cuadros de los mismos artistas. Todo para escribir este artículo en La Vanguardia
Y, en la opulenta New Bond Street del West End londinense había oportunidades para la nueva élite global de ultra ricos de hacer más compras de súper lujo en las tiendas de marca exclusiva que rodean la casa de subastas. Las joyas de la colección Ginza de Tateossian; las bolsas Birkin de Hermes, los tacones altos de Jimmy Choo cuyo modelo Kendall a 2.200 euros el par, incrustados de joyas de Swarowski, recordaron un poco a la famosa calavera de Hirst titulado Por el amor de dios..
Justo delante de Sotheby’s estaba la tienda de Miu Miu donde eché un vistazo a los bolsos, objetos de deseo ostentoso que habia relacionado con Victoria Beckham -cuyo bolso Birkin costó 15.000 dólares- y otras footballers wives. Pero el dependiente David, oriundo de Badajoz, me explicó algo importante: cuando se trata de status y marcas, las páginas de cotilleo y celebridades vienen a ser casi iguales que las de Art News o la sección de arte del New York Times: «No hay mucha diferencia entre nosotros y Sotheby’s», dijo mientras me enseñaba un diminuto bolso color naranja chillón diseñado por Miuccia Prada. «Sólo hay uno de estos en el mundo» , añadió, señalando los puntitos en la piel, prueba de que era de cocodrilo del Nilo. Precio: 11.500 libras (13.300 euros). Con excelentes posibilidades de revalorización en el mercado secundario, -dijo- el bolso sería una alternativa para algún consumidor de élite que se quedase con las ganas tras la subasta de arte. Para los trotamundos de la nueva plutocracia global, fanáticos de un mercado de arte contemporáneo en fase eufórica y burbujeada, cuesta diferenciar un Lucio Fontana de un Miuccia Prada
¿Existe una diferencia sustancial entre el cocodrilo de Miu Miu y la oveja momificada de Hirst subastada en Christies el día siguiente por 2,2 millones de euros? No demasiada, dice Don Thompson, economista de la Universidad de York (Toronto) y autor del libro «The 12 million dollar stuffed shark» (El tiburón de doce millones de dólares ( Ariel), una demoledora crítica al mercado de arte contemporáneo. «Hay muchas conexiones entre un bolso de Louis Vuitton y una obra de arte contemporáneo», señala. «Los ricos quieren lo que los economistas llamamos bienes posicionales ; cosas que demuestran al mundo que son ricos de verdad».
Para eso sirven las marcas de lujo en los alrededores de Sotheby’s y Christie’s, el único segmento del mercado de consumo que crece con fuerza en la raquítica economía de la post crisis. Pero el «branding» es aún más necesario en el mundo rebuscadamente conceptual del arte contemporáneo. Según aconseja Howard Rutowski, director de la pequeña casa de subastas Bonhams: «Jamás conviene subestimar lo inseguros que se sienten los compradores del arte contemporáneo».
Desde luego, los jóvenes representantes que enseñaban las obras durante el «viewing» en la víspera de la subasta de Christie’s el miercoles explicaban las obras a los multi millonarios al estilo de un concurso de trivial. El Basquiat de 1983 vale mucho -se explicaba- porque el chico aún estaba «despejado» de la heroina. La oveja de Hirst se presentaba como una referencia al cuento infantil «This little piggie» (este pequeño cerdito)… «El contemporáneo atrae a cada vez más gente; coleccionistas nuevos que a veces no saben tanto», dijo Beatriz Ordovia, experta madrileña en arte contemporaeno, que enseñaba un cuadro de Richter a un posible comparador.
Pero, más allá de los cuentos, los coleccionistas de la nueva élite de ricos «dependen cada vez más del branding (garantía de marca)», dice Thompson. Una industria auxiliar de grandes marcas garantizan que el cuadro de trofeo, al colgarse en la pared de la penthouse, se traducirá en estatus cultural.
La marca de matriz: las históricas casas de subasta, Sotheby’s Christie’s y en menor medida Phillip’s. Forman el «componente que más valor añade», dice Thompson. Luego, están las galerías e primer rango. Gagosian, con filiales en EE.UU, Europa y Asia. Acaba de romper con Damien Hirst (según Thompson porque el lince californiano Larry Gagosian cree ya que Hirst es un activo en fase de depreciación, tesis respaldada por el interés muy relativo por su obra en las subastas esta semana). Después, White Cube de Londres fundado por el amigo de Hirst Jay Jopling que sigue fiel al artista más cotizado del «Brit Art». Luego están los súper coleccionistas como Charles Saatchi, y , finalmente los mismos artistas: «Pintores como Damien Hirst , Jeff Koons o Andy Warhol son marcas globales ya de por sí», dice Thompson.
Muy cotizado en las subastas esta semana, Basquiat, ex grafitero de Brooklyn, muerto de sobredosis en 1988 a los 28 años, puede ser el próximo artista-marca global tras generar 150 millones de euros de ingresos en ventas desde inicios del 2012. No es por nada que Basquiat apuntase las palabras «Priceless art» en su obra «Museum security» (1983) que se vendió por casi 11 millones de euros en Christie’s el miércoles. «Las marcas son muy importantes porque reducen la incertidumbre y aumentan el valor de la misma manera que hace para productos de lujo», dijo Thompson.
Si comparar obras de arte con marcas de lujo resulta chocante, conviene recordar que el propietario de Christie’s pertenece al grupo de productos de lujo PPR (Gucci, Balenciaga), que Sotheby’s era filial de LVMH (Moet et Chandon, Givenche, Louis Vuitton) y que Phillip’s fue adquirido en el 2008 por el grupo ruso Mercury , que gestiona la Barvikha Luxury Village en las afueras de Moscú, con tiendas de Gucci , Prada, Giorgio Armani, Rolex, Ferrari, Maserati y Bentley.
Las seguridad que proporcionan estas marcas al inversor ha resultado tan importante en las subastas londinenses esta semana como fue para el gestor de fondos de Connecticut Steve Cohen cuando se compró el tiburón de Hirst por 12 millones de dólares en el 2005, considerado ya un momento histórcio para el mercado de arte contemporáneo. El boom del arte abarca todas las categorias. Desde el 2000, las ventas mundiales de arte, en general, se han multiplicado por cuatro. Once de los 20 precios record registrados desde el siglo XVII cuando Sotheby’s se fundó, han ocurrido desde el inicio de la crisis en el 2008. «El grito» de Edvard Munch se vendió en mayo del año pasado por 90 millones de euros, la obra mas cara de la historia de las subastas.
Pero el arte contemporáneo empieza a seducir a la elite como uno de esos incomprensibles productos financieros vendidos pro Goldman Sachs. Se ha convertido en la categoría principal de las subastas de Sotheby’s y Christie’s con ingresos `por 2.000 millones de euros en el 2012, un aumento del 32,5% frente al 2011, según la consultora Artactic. Las subastas de Christie’s y Sotheby’s de arte de psoguerra esta semana han generado ingresos superiores a 126 millones de euros gracias a las compras de inversores y coleccionistas provenientes de 23 países.
Esto, pese a que, el arte contemporáneo, no es ni mucho menos una inversión segura. Según los datos de Thompson, ocho de cada diez obras compradas directamente a un artista y la mitad de los cuadros vendidos en subastas jamás vuelven a rebasar el precio pagado. Si una obra te cuesta más de 25 millones de euros jamaás vas a venderlo por más, advierte el consultor neoyorquino, Skate.
El avance imparable del arte es otra faceta de la concentración de la riqueza en una elite mundial con cada vez más multi millonarios en Asia, Medio Oriente, Rusia y América Latina. Desde que Basquiat pintase su primer graffiti en alguna pared anónima de Brooklyn en los años setenta, el porcentaje de la renta estadounidense correspondiente al 1% más rico se ha triplicado. Y EE.UU. ya es el espejo del planeta. Como advierte Chrystia Freeland en su nuevo libro «Plutocrats»: «La plutocracia ascendente de superricos es de «high rollers»(los que más apuestan en el casino) de todo el planeta».
Son los apostadores también en el arriesgado pero divertido mercado de arte que siempre da caché al advenedizo. Billonarios taiwaneses como Pierre Chen y Frank Huan o chinos como Wang Wei y Liu Yiquian ahora pujan en las subastas (bien sea telefonicamente) con gestores de hedge funds neoyorquinos como Cohen o Israel Englander, oligarcas ex soviéticos como Victor Pinchuk y petro millonarios como Al Mayasi bint Haman, la reina de Qatar. «Gracias a la internacionalización y la brecha creciente entre ricos y pobres, el mercado de arte no para de expandir», dijo Michael Kohn, un galerista de Los Ángeles tras las subasta de Christie’s la semana pasada.
Y lo maravilloso de este mercado es que da lo mismo que el resto de la economía se estanca. «Aunque no hay crecimiento de la renta en general, la mayor desigualdad seguirá estimulando el mercado arte», dijo Ben Mandel, economista de la Reserva federal de Nueva York en una entrevista telefónica. Algún cuadro millonario de Basquiat, incluso de Hirst, que se incorpore a la cartera del coleccionista de la nueva élite, puede denunciar la hipocresía de todo esto. Pero con un lenguaje visual tan abstracto que jamás llegará a molestar al inversor.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/diario-itinerante/?p=1664