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La ejecución de Sadam y sus repercusiones locales y regionales

Fuentes:

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Caty R.

Más allá de los sentimientos legítimos de cólera e indignación originados por la ejecución del ex presidente iraquí, Sadam Husein, en una gran parte de la opinión pública árabe y musulmana, es conveniente plantear la cuestión del significado político de este acto cruel y sus implicaciones en el curso de los acontecimientos de un país masacrado por la guerra y la ocupación extranjera.

Cualesquiera que sean los reproches implícitos contra el ex presidente iraquí que dividen a la opinión tanto iraquí como árabe, hay una amarga verdad política que conviene no olvidar: la evicción, detención, encarcelamiento, juicio, condena y finalmente la ejecución de Sadam Husein constituyen otras tantas violaciones flagrantes del derecho internacional, que se inscriben en un proceso igualmente ilegal, puesto que se trata de una clara agresión contra un estado independiente y soberano, al amparo de argumentos que, como se ha comprobado después, eran pretextos falaces.

Justificar esos actos o quedarse indiferente ante ellos con la excusa de que Sadam Husein fue un dictador responsable de ataques contra los movimientos de oposición, sobre los que habría mucho que decir como demostraron los acontecimientos posteriores, es participar de un infantilismo político patético que sirve incluso para maquillar sentimientos inconfesables de odio tribal o religioso.

El trabajo de desinformación de algunos medios de comunicación occidentales y árabes nunca podrá hacernos olvidar este hecho: a Sadam Husein no lo han despachado ni su ejército ni su pueblo, en cuyo caso habría sido legítimo desde el punto de vista del derecho internacional juzgarlo, y eventualmente condenarlo, en cumplimiento de las normas jurídicas nacionales e internacionales.

Hay que buscar en otra parte el significado político de la ejecución de Sadam Husein. Como en todas las guerras, no podemos ignorar el aspecto psicológico. La búsqueda de la desmoralización de la resistencia actual y la prevención de cualquier resistencia futura vengándose de esta forma de un líder que, aunque no se diga, se atrevió finalmente a desafiar a Estados Unidos, es sin duda uno de los objetivos inconfesables de los estadounidenses.

No es por casualidad que la ejecución se programara el día del Aid el Adha [1]. Y si esta orquestación macabra debe mucho al odio religioso de los representantes más fanáticos del chiísmo pro iraní, queda claro que no podía más que satisfacer secretamente a los defensores del «choque de civilizaciones» en la Casa Blanca, donde la estrategia belicista no se puede explicar únicamente por factores geopolíticos o económicos.

Chalaneo político

La visión de la película de la ejecución de Sadam Husein sacudió a los observadores políticos porque mostró, detrás del vil encarnizamiento de algunos verdugos enmascarados que pronunciaban consignas a la gloria de su jefe, la sustitución de los cuerpos constituidos del estado por una milicia armada paralela situada bajo la bota de la potencia ocupante, en una operación pseudojudicial de primera importancia puesto que se trataba, nada menos, que de la ejecución de una sentencia contra un antiguo jefe de estado. Si esta confusión de los papeles dice mucho sobre el futuro estado «democrático» iraquí prometido por los estadounidenses, queda por explicar lo que esconde, lo que está en juego políticamente.

La ejecución de Sadam Husein el primer día del Aid el Adha aparece por lo tanto como un regalo del gobierno de Al-Maliki a la fracción chií radical dirigida por Moktada Sadr y a sus padrinos iraníes. Así, la ejecución adquiere una triple connotación: política, geopolítica y religiosa.

Políticamente, la ejecución de Sadam permite, al menos a corto plazo, salvar a la coalición chií, que podría ser pulverizada por el boicoteo de la fracción de Sadr, representada por una treintena de diputados en el parlamento y seis ministros del gobierno.

En el ámbito geopolítico, este gesto permite al mismo tiempo satisfacer a los protectores iraníes del ejército del Mahdi que se reclutan en los círculos más conservadores del chiísmo iraní. Teherán, que manipula el chiísmo iraquí a través de los dignatarios religiosos radicados en Qom, es el primer beneficiario de la ejecución de Sadam, no sólo porque satisface un viejo sueño patriotero sino también y sobre todo porque confía en que se agrave la división confesional y espera su recomposición geopolítica regional bajo la soberanía iraní desde Bahrein a Líbano pasando por Iraq y el este de Arabia Saudí.

La programación de la ejecución el primer día del Aid el Adha reviste un carácter religioso declarado puesto que se trata de ofrecer a los chiíes el sacrificio de un dirigente presentado, contra toda verosimilitud histórica, como un enemigo del chiísmo, cuando a lo largo de toda su vida fue un nacionalista árabe hostil a la dominación extranjera y a la hegemonía persa en la región. Los que asumieron la pesada carga histórica de programar la ejecución el día del Aid no podían ignorar que la opinión suní en Iraq y en el mundo árabe consideraría esa programación, con razón o sin ella, como un acto religioso dirigido contra los musulmanes suníes.

El hecho de que la ejecución de Sadam Husein, en presencia de milicianos pertenecientes a las principales fracciones chiíes, haya aparecido como un acto religioso a los ojos de numerosos musulmanes suníes, le vendría tanto mejor a Teherán si se confirmase la información relativa a los contactos entre los servicios de seguridad estadounidenses y algunos componentes de la resistencia iraquí.

En efecto, Teherán y sus agentes iraquíes temen sobre todo un posible cambio de la posición estadounidense que comprendería finalmente que cayó en la trampa de Iraq y que su intervención no hizo más que reforzar a un Irán imprevisible, lo que podría conducirlo a buscar una salida negociada como contrapartida de un nuevo equilibrio político a favor de los suníes, como reclaman los estados árabes vecinos.

Perspectivas iraquíes

Sin embargo, muchos indicios hacen pensar que las cosas no se van a desarrollar necesariamente como esperaban Teherán y sus agentes en Iraq.

Primer indicio: verdadera o falsa, la información, que circuló el mismo día de la ejecución de Sadam, según la que el gobierno iraquí no iba a devolver el cuerpo a la familia y que iba a enterrarlo en un lugar secreto para evitar que su tumba se convirtiera en un lugar de reunión de sus partidarios, pero que fueron los estadounidenses quienes finalmente habrían autorizado la inhumación en su región.

Segundo indicio: inmediatamente después de la ejecución de Sadam, una operación conjunta del ejército iraquí y el ejército de ocupación estadounidense se dirigió contra los milicianos del ejército del Mahdi en el suburbio chií de Bagdad «Ciudad Sadr», operación en la que detuvieron a algunos oficiales iraníes.

Tercer indicio, el ejército estadounidense al parecer recibió instrucciones para dejar que se organizasen los rituales funerarios simbólicos en homenaje a Sadam Husein en varias ciudades suníes iraquíes.

Aunque no del todo, algunos de estos indicios dan a entender que la resistencia iraquí al ocupante estadounidense deja entreabierta la puerta de la negociación para no reproducir los errores fatales del régimen de Sadam Husein y para no dejar la parte bonita al régimen iraní cuya retórica «antiimperialista» no podría ocultar los grandes servicios prestados secretamente a la misión estadounidense de despedazar Iraq durante los últimos años.

Si los datos geopolíticos internos y externos conducen a la resistencia iraquí a reorganizarse, como ya lo hace desde hace algún tiempo, con el fin de proteger a las poblaciones suníes de los ataques de las hordas del ejército del Mahdi y la división Badr a sueldo del régimen iraní, la situación iraquí corre el riesgo de conocer algunas convulsiones en los próximos meses. La decisión de la Casa Blanca de reforzar el contingente americano en Iraq da prueba del fracaso estadounidense y del vigor de la resistencia iraquí y no es una buena noticia para un Irán que podría acabar encontrándose en la posición de l’arroseur arrosé (el regador regado).

El régimen iraní está abocado a implicarse aún más en el sur y el este iraquíes no sólo mediante sus protegidos del ejército del Mahdi y la división Badr, sino también directamente enviando a sus consejeros y «guardianes de la revolución». Las escaramuzas con el ejército iraquí y el ejército de ocupación estadounidense corren el riesgo de multiplicarse. La resistencia iraquí haría mal en no aprovechar para sacar las conclusiones tácticas que se imponen. Los militantes patrióticos de la esfera de influencia chií, ¿no acabarán comprendiendo que ya es hora de desembarazarse de la incómoda «protección» iraní y que no hay otra solución que volver a negociar con sus compatriotas suníes los términos de un nuevo Iraq independiente, unificado y democrático?

Perspectivas regionales

Además, la ejecución de Sadam Husein en sus implicaciones políticas, geopolíticas y religiosas también constituye un acontecimiento de alcance regional. La reacción de los estados árabes, incluidos los más hostiles hacia el régimen de Sadam Husein, no pasó inadvertida para los observadores internacionales. En los países del Golfo, Palestina, Jordania, Yemen, Egipto, Sudán y el Magreb, la ejecución de Sadam Husein se ha percibido como un acto religioso dirigido contra los suníes y se ha interpretado como la venganza de un Irán revanchista y expansionista.

Nunca el odio ha sido tan estúpido. Basta con visitar los sitios árabes de Internet para ver que en un solo día, el régimen iraní ha dilapidado todo el capital de simpatía que su retórica pseudorevolucionaria le había hecho ganar en los últimos meses gracias a la crisis nuclear que lo puso frente a las potencias occidentales. Incluso la simpatía que la resistencia antiisraelí de Hezbolá le hizo ganar en verano, está a punto de evaporarse en lo que aparece como una maniobra religiosa y hegemónica teledirigida desde el exterior por las fracciones pro iraníes que pretenden embaucar a Líbano para utilizarlo como escudo en sus regateos con los estadounidenses e israelíes.

[Irán] se ha llenado la boca de retórica «antiimperialista» para engañar a las masas musulmanes mientras abastecía secretamente de petróleo a Israel, incitaba a Hezbolá a una política religiosa y hegemónica inaceptable en Líbano, utilizaba a la oposición chií para desestabilizar y dividir países árabes como Bahrein y Arabia Saudí y negociaba secretamente con los estadounidenses el papel de gendarme en la región con la esperanza de adquirir plaza en un hipotético eje estratégico Tel-Aviv – Teherán – Nueva Delhi -hostil al mundo árabe- hacia Pakistán y China; ésta es la ecuación de engaños que el régimen iraní pretende vender clandestinamente y que la cruel ejecución de Sadam Husein ha puesto en evidencia.

Desde agosto de 1990, los sucesivos dirigentes iraníes administraron la crisis Iraq-USA con una cierta inteligencia no exenta de perfidia. En la actualidad, hay que reconocer que están acumulando error sobre error. Es triste ver a los dirigentes de una gran nación como la iraní dejarse llevar por sentimientos de venganza, apetito desproporcionado y arrogancia hacia sus vecinos, contrarios a lo que debería de ser su verdadera razón de estado.

Los estados árabes vecinos, sobre todo los que se consideran amenazados directamente en su integridad por la injerencia iraní en sus asuntos internos, no tienen otra opción que afrontar el desafío iraní. Las «petromonarquías» del Golfo que contribuyeron en diferentes grados a la caída de la única muralla que podía protegerlos contra el expansionismo iraní, hoy pagan caro el precio de su imprevisión estratégica.

El movimiento social en los países árabes, especialmente en su expresión de renacimiento nacional e islámico, se ve obligado a constatar que los regímenes pusilánimes y corrompidos que lo obstruyen no son capaces de recibir a cambio de la sumisión total al amo estadounidense una protección de la integridad nacional.

El renacimiento de la civilización y el desarrollo humano en esta región no deberían acomodarse a estas plagas geopolíticas, el etnicismo y el confesionalismo, que son expresiones del mismo subdesarrollo político; y entonces la movilización contra los expansionismos israelí e iraní que los sustenta servirá de catalizador y unificador para el movimiento social cuyas vanguardias deben redoblar la vigilancia y la sabiduría para no confundir el orden del día.

[1] Aid el Adha, «Fiesta del Cordero» o «Fiesta del Sacrificio», es una de las celebraciones más importantes de los musulmanes que conmemora la ofrenda bíblica de Abraham de sacrificar a su hijo Ismael y Alá le eximió de la inmolación ordenándole que sacrificara un cordero en su lugar.

Texto original en francés: http://oumma.com/spip.php?article2307

Caty R. pertenece a los colectivos de

Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la traductora y la fuente.