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La estrategia estadounidense para aislar la resistencia en Iraq

Fuentes: Al-Fanar

Texto publicado en el periódico Al Quds al Arabi, 24-11-2006, traducido en Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org «

A ningún observador de la situación en Iraq le cuesta ver con claridad que los estadounidenses han caído en la trampa diseñada por la resistencia nacional. Tampoco tiene dificultad alguna para ver que los objetivos de los estadounidenses han sido puestos en evidencia, y que se conocen sus falsas pretensiones; en suma, que su derrota en Iraq ya es segura. La misma Administración estadounidense no ha conseguido ocultar esta verdad, tras ser incapaz de escapar de las manos de la resistencia pese al uso de todos los medios militares a su alcance, incluyendo armas de destrucción masiva. Al final, los estadounidenses se han visto obligados a reconocer que la resistencia aumenta y que acabar con ella puede llevarles diez años o quizás más.

Esta situación deplorable que conoce la mayor fuerza militar del mundo, ha cambiado la política estadounidense, que además de seguir con la opción militar se centra ahora en convencer a las fuerzas nacionales que se oponen a la ocupación de que participen en lo que se conoce como el “proceso político” con el fin de favorecer que los iraquíes dejen de apoyar a la resistencia y facilitar así su aislamiento de su entorno y su eliminación. Así, desde hace algún tiempo, responsables estadounidenses y miembros del antiguo y actual gobierno han empezado a referirse a una resistencia honesta frente a otra terrorista, y a la necesidad de hacer partícipes a los sunníes del proceso político y de la redacción de la Constitución. Con este fin, el ex-embajador de EEUU en Iraq, John Negroponte, visitó la sede de la Asociación de Ulemas Musulmanes (AUM), una visita que se saldó con un fracasó inmediato, del mismo modo que fracasó la de Rumsfeld al presidente iraquí Saddam Huseín en la cárcel, cuando fue a pedirle que parase la resistencia a cambio de conservar la vida. En el mismo marco tuvo lugar la última visita de Condolezza Rice a Iraq.

En contrapartida y a otro nivel, los servicios secretos estadounidenses vienen divulgando durante los últimos meses rumores sobre la existencia de negociaciones entre la resistencia y los estadounidenses con el fin de animar a estas fuerzas a subirse al carro antes de que sea demasiado tarde. El escritor de estas líneas tampoco se libró de tales rumores, ya que se difundió en algunas páginas web en internet que me había entrevistado en Oslo, en calidad de representante de la resistencia, con los estadounidenses y ante la presencia del ministro de Asuntos Exteriores noruego, y que próximamente iba a ser nombrado en un gobierno en el exilio.

Pese al fracaso en sus intentos, la Administración estadounidense sigue esforzándose para acercarse a las formaciones políticas nacionalistas e implicarlas iraquíes a fin de que inicien un diálogo con el gobierno, a cambio de una cuota en el poder y en el Parlamento. Si bien es cierto que hasta ahora el esfuerzo estadounidense no ha dado resultados, existen indicios —y esperamos estar equivocados— de que algunas fuerzas, como el Congreso Fundacional Nacional Iraquí (CFNI) y la AUM, están dispuestas a aceptar el diálogo con el gobierno si éste reclama a los estadounidenses un calendario de retirada. No debemos olvidar a este respecto el intento de Mohamed Chalabi de implicar a Muqtada al Sáder.

Estas consideraciones de algunas fuerzas nacionalistas, independientemente de sus causas y sus objetivos, debilitarán la resistencia contra la ocupación, empujando a los iraquíes a discusiones sin sentido sobre la posibilidad de que las fuerzas de la ocupación se retiren empleando métodos pacíficos. Lo decimos sin dudarlo ni un momento, estas señales son de lo más peligroso, pues indican la preparación de una alianza contra la resistencia y aislarla de su entorno a fin de conseguir eliminarla militarmente con facilidad.

A este respecto, cabe recordar algunas consideraciones sobre el alcance de la ocupación estadounidense de Iraq, de la misma manera que debemos recordar la importancia del papel de la resistencia como única vía para liberar Iraq y que cualquier lucha pacífica o política debe estar basada en el apoyo a la valiente resistencia y no a la inversa.

La primera verdad es que el objetivo de EEUU al ocupar de Iraq es quedarse y no irse. Si EEUU se convence por cualquier causa de que se tiene que retirar, el sionismo internacional y la entidad sionista en la Palestina ocupada, que dirige ahora más que en cualquier otro momento en las decisiones estadounidenses, se opondrá, pues la destrucción de Iraq y mantener el país bajo su dominio directo es uno de los más importantes objetivos del sionismo mundial.

La segunda, que la ocupación de Iraq forma parte de una estrategia estadounidense cuyo objeto es dominar a otras potencias mundiales y a sus pueblos. Estamos ante el principio de la dominación total de Iraq y de Oriente Medio, y no es una coincidencia que la Administración estadounidense haya propuesto el proyecto del Gran Oriente Medio inmediatamente después de la invasión de Iraq.

Por último, la tercera verdad es que la ocupación de Iraq significa controlar todo el petróleo del Golfo Árabe. Si a ello añadimos que EEUU controla ya el petróleo de Asia Central y del mar Caspio tras la invasión de Afganistán, dominar los demás países industrializados se convierte en tarea fácil. Por estas razones y por otras, la Administración estadounidense no dejará voluntariamente Iraq, sencillamente porque eso supondría el fracaso de toda su estrategia de dominación mundial.

Si nos alejamos ligeramente de todas estas conclusiones y nos acercamos a la realidad, nos daremos cuenta de que la Administración estadounidense afirma siempre que se le presenta la ocasión que su presencia en Iraq no se puede limitar a un período determinado. Al mismo tiempo toma todo tipo de medidas para reafirmar la ocupación en todos los ámbitos, por ejemplo, construyendo bases militares gigantescas, hasta el momento 14 en diferentes zonas de Iraq, además de los 145 puestos militares que han de unirlas entre sí. En lo que se refiere al proyecto de dividir Iraq y romper la unidad de su pueblo está funcionando a la perfección: está claro que la división de Iraq tiene por objeto permitir a cualquier fuerza de ocupación dominar eternamente este país.

Si esto es cierto, y lo es sin duda alguna, ¿por qué piensan estas y otras formaciones en entablar el diálogo con un gobierno cuyas decisiones dependen de los estadounidenses? Si suponemos que este gobierno acepta las reivindicaciones de estas formaciones, ¿los estadounidenses las aceptarían aun cuando sean contrarias a su maldita estrategia? ¿A caso los estadounidenses son tan imbéciles como para no obtener a cambio un beneficio más grande que el que ya han obtenido, al reconocerles como fuerza de ocupación y no una fuerza agresora, contra la que es legítimo luchar con todos los medios a nuestro alcance? ¿No es esta una forma de abrir a los estadounidenses el camino que les permita escapar de la derrota, cuando lo que hace falta es que estas fuerzas políticas se trasladen a las trincheras de la resistencia para amplificar las claras victorias que consigue a cada momento, para que llegue cuanto antes ese día tan esperado por los iraquíes que es, por supuesto, el de la liberación de Iraq?

Esperamos que estas fuerzas no olviden verdades que son ya de dominio público, que cuando los estadounidenses deciden mostrarse flexibles ante sus propuestas no lo hacen ni por ellas ni por la cara bonita de los iraquíes, sino que lo hacen para volver a ajustar sus cálculos y obtener un periodo de calma a fin de afianzar la ocupación y reafirmarla como un hecho consumado. Los estadounidenses han reconocido que la resistencia no podía ser eliminada por la fuerza si no se emplean al tiempo medios políticos además de militares. Si no existiera una resistencia armada los estadounidenses no habrían mostrado esta flexibilidad y habrían gobernado directamente Iraq a través de un gobernador militar o civil hasta el fin de sus días.

La experiencia de los pueblos nos ha enseñado que los ocupantes no abandonan su botín por medio de negociaciones, sobre todo cuando la otra parte no tiene la suficiente fuerza para obligarles a retirarse. La liberación de Iraq de forma pacífica, sin una resistencia armada y eficiente, es una fantasía. Algunas experiencias en las que los ocupantes fueron expulsados pacíficamente, como ocurrió en India con el líder Gandi, han sido excepcionales y, como bien sabemos, la excepción no confirma la regla. La lucha pacífica de Gandi y su pueblo no tiene ninguna relación con lo que está ocurriendo desde hace tiempo y con las circunstancia de dos mundos separados por más de medio siglo. Por lo demás, Gandi basó su lucha en principios inamovible de que no habría trato alguno con las fuerzas de la ocupación británicas, cualquiera que fuera su forma, antes de que anunciasen que estaban dispuestas a irse de la India.

Lo necesario es apretar el cerco en torno a las fuerzas de la ocupación y rechazar cualquier forma de resolución política, cualesquiera que sean las concesiones que aquéllas puedan hacer. El objetivo central de todas las fuerzas nacionales debe ser la liberación basándose en la unidad, la independencia y la democracia. Solo esto puede ayudar a alcanzar la totalidad de los objetivos que compartimos.

No hay duda de que la batalla será larga, que puede durar años. En contra de lo que creen algunos, los estadounidenses no van a anunciar su derrota ni hoy, ni mañana, ni a finales de este año: con ello infunden esperanzas a los iraquíes que no se cumplirán y, sin duda sin proponérselo, alientan entre ellos un desánimo que nos puede costar muy caro. Sí, sin duda ésta es una batalla a largo plazo y su coste será muy alto. Pero la victoria está asegurada. Los iraquíes conseguirán al final, más tarde o más temprano, su objetivo: la liberación y borrar su odioso rastro.

Sí, existen indicios de que se va a conseguir la liberación. Esta es nuestra esperanza y la de todos los iraquíes. Dejemos que la batalla transcurra entre dos ejércitos, sin un tercero: la resistencia nacional iraquí, con todos sus grupos militares y políticos, contra las fuerzas de la ocupación y sus colaboradores en el gobierno y el Parlamento. Todos los iraquíes y árabes honestos deben apoyar la resistencia nacional iraquí bajo todas sus formas. La liberación de Iraq no es solo la victoria de los iraquíes, es la victoria de la toda la nación árabe y todos los pueblos del mundo.

*Auni Qalamyi, dirigente de la Alianza Patriótica Iraquí es naserista. Exilado en Dinamarca, no ha sido autorizado a regresar a Iraq.