La irreal «mejora de la seguridad» en Iraq, publicitada durante los últimos meses por los ocupantes, se ha demostrado frágil, basada en factores coyunturales y expuesta a las diferencias políticas de los grupos implantados por la ocupación para conducir el país. En el mejor de los casos, se trata de una relativa mejora de la […]
La irreal «mejora de la seguridad» en Iraq, publicitada durante los últimos meses por los ocupantes, se ha demostrado frágil, basada en factores coyunturales y expuesta a las diferencias políticas de los grupos implantados por la ocupación para conducir el país. En el mejor de los casos, se trata de una relativa mejora de la situación, relativa si se compara con el momento en el que las milicias de los partidos del gobierno, principalmente las Brigadas Badr del Consejo Supremo Islámico de Iraq y el Ejército del Imán al-Mehdi, vinculadas a la corriente as-Sáder, campaban a sus anchas por amplias zonas de la ciudad para cumplir con sus objetivos de expulsar a los sunníes de las áreas mixtas y exterminar a todos los componentes civiles del campo anti-ocupación [1]. La seguridad es relativa porque se elige el infierno de esos años como parámetro de comparación, pero en los medios de comunicación occidentales no se compara, como hacen a diario los iraquíes, con la situación previa a la ocupación.
Lo que no se ha registrado, ni siquiera en los dos peores años de matanzas sectarias (2005-2007), ha sido un enfrentamiento entre la población. En la inmensa mayoría de los casos se trata de ataques llevados a cabo por grupos armados, que no abandonaban las zonas que controlaban, sino que era el ciudadano iraquí de a pie quien corría el peligro de ser secuestrado y de que su cadáver apareciese tirado al día siguiente en cualquier cuneta si tenía que circular por un barrio de otra confesión. El objetivo de dividir físicamente a sunníes y chiíes en la capital iraquí se ha logrado en numerosos barrios, aunque no se ha conseguido dividir a la sociedad iraquí, lo que queda patente porque en ninguna de las entrevistas que hemos realizadas en la semana pasada en Bagdad [finales de abril], los entrevistados han asumido el discurso sectario de los responsables políticos colaboracionistas.
La sensación al circular por Bagdad es la de estar en una ciudad en guerra. Los controles de policía, establecidos cada 500 metros, dejan pasar a los vehículos sin apenas mirar en su interior, y raramente abren siquiera el maletero. Los soldados se justifican por la utilización de un aparato, con forma de antena de radio, que utilizan cual zahoríes en busca de agua, y que pasan por el costado del coche para detectar productos químicos explosivos. No sólo son el hazmerreír de los bagdadíes -que aseguran que lo único que detectan son los perfumes de los pasajeros- sino que un oficial de la Guardia Nacional [ejército iraquí] reconoció ante nosotros que saben que no funcionan y que, de hecho, aunque han sido los estadounidenses quienes se los han suministrado, ellos no los usan.
El ejército y la policía se reparten los puestos de control. Desde hace poco más de un año, los bagdadíes pueden ir y venir a los distintos barrios sin temor a que esos mismos puestos de policía sean su tumba, como ocurría entre 2005 y 2007. Las milicias se han retirado de la vida pública. Unas, las Brigadas Badr, porque controlan la policía y actúan bajo esa cobertura cuando lo necesitan; otras, como el Ejército del Mehdi, porque ha sido congeladas por su líder, Muqtada as-Sáder, tras los duros enfrentamientos, en abril de 2008, de Basora y Ciudad Sáder con las fuerzas ocupantes y el ejército iraquí, en los que perdieron el control de todas sus zonas de hegemonía -incluido el mencionado barrio bagdadí- y buena parte de su influencia política.
Al Qaeda y la resistencia
El control de las zonas sunníes de Bagdad y de la provincia occidental de al-Anbar por los Consejos al-Sahua (Consejos del Despertar), creados con dinero y armamento aportado por Estados Unidos en septiembre de 2006, erradicó las células de Al Qaeda de los barrios que dominaban, pero también frenaron las acciones de la resistencia desde sus áreas en un pacto tácito de no agresión entre ambos. Los distintos interlocutores de la resistencia política (baazistas, islamistas moderados, nacionalistas, etc.) con los que ha hablado la CEOSI en los últimos meses coinciden en señalar que las fuerzas de la resistencia iraquí decidieron no caer en la trampa de la lucha sectaria, tendida tanto por los ocupantes como por Irán.
Por eso, cuando en Iraq se hablaba a diario del riesgo de guerra civil los grupos de la resistencia se mantuvieron fuera de las batallas que no fueran estrictamente contra el ocupante. Sus objetivos siguieron siendo sólo las tropas de ocupación. Sus enfrentamientos con el ejército iraquí, la policía o los Consejos al-Sahua sólo se circunscriben a la legítima defensa en las operaciones que estos cuerpos emprenden contra ellos. Aseguran que en ningún caso cometieron asesinatos sectarios ni de civiles. Las distintas facciones de la resistencia coinciden en el mismo análisis: luchar contra los propios iraquíes significaría la ruptura definitiva de la sociedad iraquí. Esta visión de Estado, esta clara estrategia a largo plazo, dignifica el proyecto resistente iraquí y contribuye a incrementar su base popular, que en parte perdió tras la masiva campaña mediática que intentaba vincular a la resistencia con las acciones terroristas y la lucha sectaria.
Los grupos vinculados a Al Qaeda no adoptaron esta misma postura, ya sea bien porque como dicen muchos iraquíes están infiltrados por Irán y Estados Unidos, bien por su propia miopía ideológica o porque en su estrategia particular el objetivo no es la liberación de Iraq sino una más difusa e incoherente lucha contra ‘el Mal’. Así, estos grupos se convirtieron en la perfecta contraparte que tanto necesitaban las milicias chiíes para continuar con su sangrienta limpieza interna, apoyando así el proyecto de división sectaria del país puesto en marcha desde el primer día de la ocupación.
Sin embargo, la campaña de purificación de Iraq llevada a cabo por Al Qaeda no se limitó a la anatematización de los chiíes, ya que después también consideraron hereje (kafir) a todo sunní que no se sumase a su Estado Islámico de Iraq. Esta estrategia de luchar exclusivamente contra las tropas ocupantes quizás llevó a la resistencia a tolerar en ciertas zonas una excesiva presencia de Al Qaeda y a no combatirla directamente ni siquiera en los momentos más difíciles, cuando incluso llegaron a asesinar a miembros de la resistencia. Pero entonces, al igual que ahora, la resistencia acusó a la ocupación de provocar un enfrentamiento inter-iraquí para desviar la presión que la resistencia ejercía contra su proyecto.
Esta permisividad con los extremistas favoreció la creación de los Consejos al-Sahua, formados en parte por miembros y dirigentes de las tribus y por ex resistentes del Ejército Islámico en Iraq o de las Brigadas de la Revolución de 1920 (lo que generó escisiones en su seno en varias provincias), que consideraron más urgente luchar contra Al Qaeda y asegurar las zonas donde vivían que luchar contra los ocupantes.
Una vez limpias las zonas de células de Al Qaeda, los miembros de los Consejos al-Sahua impidieron a las fuerzas de la resistencia actuar desde sus áreas, en lo que, de hecho, ha significado la pérdida de amplias zonas de Iraq que antes controlaba la resistencia. El proyecto de Consejos al-Sahua sólo ha fracasado en la provincia de Diyala y la región de Mosul, convirtiéndose en la actualidad en los feudos más seguros de la resistencia.
Un país de taifas
El nuevo proyecto de al-Maliki, que circula en torno a su particular idea de reconciliación nacional, es ahora apoyado con fuerza por EEUU, que hace poco más de un año jugaba con la posibilidad de sustituirle. El cambio del discurso sectario de al-Maliki por uno de integración nacional ha permitido que al menos las apariencias se mantengan en la policía, que sigue controlada por las milicias chiíes del Consejo Supremo Islámico de Iraq (CSII), socios en el gobierno de al-Maliki pero rivales políticos por el favor de Irán y Washington, así como por la lucha por el poder que deviene del proceso político tutelado por los ocupantes. La realidad es que el primer ministro iraquí no controla ni el país ni siquiera las estructuras del Estado colaboracionista, compartimentado en taifas de poder.
Hay sucesos que retratan de forma meridiana la falta de capacidad de acción del primer ministro iraquí:
– La supuesta depuración de las fuerzas de seguridad iraquíes de elementos corruptos y sectarios lejos de aplicarse simplemente se ha traducido en una menor actuación sectaria de dichos cuerpos. Sin embargo, en edificios militares de Bagdad todavía se pueden ver grandes banderolas con los líderes chiíes e incluso murales con sus referentes como Mohamed Baqr al Hakim o el gran ayatolá Ali Sistani. Según informó el pasado 7 de abril el diario Al Quds al Arabi [2], los 62.000 policías cuya separación del cuerpo había anunciado el ministro de Interior por corrupción siguen en sus puestos. (Iraq es el tercer país más corrupto del mundo.)
– Los crímenes de la policía y el ejército iraquíes contra sus propios conciudadanos son constantes: violaciones, torturas, detenciones ilegales o extorsiones están a la orden del día [3].
– El pasado día 29 de abril, las fuerzas de seguridad del ministerio de Comercio repelieron a tiros a un destacamento del ejército iraquí que se dirigía a detener a un alto responsable de dicho ministerio, según informó la agencia Asuat al Iraq el pasado 30 de abril [4]. En la actualidad, todos los altos cargos del ministerio se encuentran en el extranjero.
– Otro ejemplo del reino de taifas en que se ha convertido Iraq ha sido lo sucedido en la Universidad de al-Mustansiriya de Bagdad, que lleva el nombre de la que es considerada la universidad más antigua del mundo. En marzo de 2009 el gobierno iraquí ordenó el cese de Ahmed al-Kanduri, rector de dicha universidad, acusado de corrupción hasta tal extremo que el clamor popular obligó al ministro de Educación Superior a destituirlo. Pero esta universidad es parte de la cuota sectaria de la corriente de as-Sáder, que se ha negado a aceptar la destitución por lo que hasta día de hoy el rector sigue en su cargo.
– No es sólo la población iraquí la que no confía en las nuevas fuerzas de seguridad. Las delegaciones diplomáticas extranjeras no cuentan con protección oficial por lo que han desplazado a Iraq personal propio y han contratado mercenarios para su seguridad. Ni siquiera en sus escasos desplazamientos por la ciudad comunican sus movimientos a las fuerzas de seguridad iraquíes, llevando consigo sus propias escoltas.
Este es el precario marco en el que hay que situar la llamada mejora de la seguridad. Una mejora sostenida por unos cimientos de barro. No se puede hablar en ningún caso de una fuerza de seguridad basada en principios nacionales y profesionales, respetada y eficaz a ojos del pueblo iraquí. En su lugar, la actual mejora depende de los mismos actores responsables de la creación del infierno iraquí durante 2006, 2007 y parte de 2008, quienes siguen impunemente en sus cargos, y de los ejecutores de crímenes, quienes siguen apostados en los mismos lugares que durante esos años funcionaron como centros de secuestros y torturas.
La guerra de al-Maliki contra los Consejos al-Sahua
Una vez cumplidos los objetivos a corto plazo de los Consejos al-Sahua, el gobierno de al-Maliki los considera esencialmente adversarios políticos que pueden restarle poder, especialmente tras los éxitos de algunos de los líderes de las tribus que componen dichos Consejos en las elecciones regionales del pasado 31 de enero de 2009.
La mejora de la seguridad y, por lo tanto, su publicitada propuesta de «reconciliación nacional» fueron las principales bazas que granjearon al primer ministro al-Maliki unos resultados electorales aceptables. Para ambas estrategias necesitó la colaboración de los Consejos al-Sahua, que dependen del gobierno iraquí desde que fueran traspasados por los estadounidenses en octubre de 2009. Pero una vez transcurridas las elecciones, la política del gobierno hacia estos grupos ha cambiado, procurando recortando su presencia armada: sólo 20.000 de los 100.000 miembros de los Consejos al-Sahua mantendrán su actividad armada de control de la seguridad. A pesar de que se suponía que lo harían desde las filas de la policía, esta prometida incorporación no se ha producido.
Hay dos posibles explicaciones para este cambio: la oficial, que expresó el pasado 5 de abril en el canal de televisión Al Yazira, Kamal al-Saadi, miembro de la Alianza chií en el Parlamento:
«No hay un rechazo a esta incorporación, es un problema técnico, no una postura política o una decisión premeditada. Es un asunto que requiere mucho tiempo porque tenemos cien mil casos. También tiene que ver con una cuestión presupuestaria.»
Estas declaraciones son contradictorias con la carrera contrarreloj que está disputando el ministerio de Interior para reclutar a un mayor número de policías para hacer frente a la nueva fecha de retirada anunciada por Barack Obama. La intención política del gobierno de deshacerse de gran parte de los Consejos al-Sahua es clara ya que «no existe en los presupuestos del Estado una partida para los Sahua que cubra todos los gastos derivados de este plan. Se ha propuesto ante el Parlamento pero hasta el día de hoy sólo se han pagado cerca del 50% de los sueldos a los miembros del Sahua», aseguró Abu Azzam al-Tamimi, consejero general de los Consejos en la cadena Al Arabiya el pasado 4 de abril. Parte de los dirigentes de los Consejos al-Sahua respaldan esta versión. No obstante, Mustafa Kamal al Shabib, líder de los Consejos al-Sahua en el barrio de Dora de la capital nos aseguró en Bagdad que «estos problemas se están solucionando. La colaboración con el gobierno es buena». Hay quien va más lejos todavía y se aventura a plantear una alianza política entre al-Maliki y los Consejos al-Sahua con vistas a las próximas elecciones generales de diciembre de este año. Abu Risha, considerado el dirigente de los Consejos al-Sahua de Iraq, aseguró: «Estamos dispuesto a aliarnos con al-Maliki ante las próximas elecciones parlamentarias […] tenemos ideas y puntos de vista muy próximos a las propuestas del primer ministro» [5], a lo que otros cuatro líderes de al-Sahua contestaron con un comunicado desvinculándose de esta postura [6]. Precisamente ahí es donde parece estar la quiebra del proyecto de los Consejos al-Sahua, entre los que defienden su independencia y su papel estabilizador en las zonas que controlan y quienes quieren seguir escalando en la carrera política.
La detención de Adel Mashhadani, dirigente del Consejo de al-Sahua del barrio al-Fadel en Bagdad, el pasado 28 de marzo, tras una batalla callejera contra fuerzas de la seguridad iraquí respaldadas por helicópteros y efectivos estadounidenses, tiene que ver con su independización del gobierno iraquí, que dejó de pagar sus salarios hace meses, por lo que sus miembros habían pasado a exigir un pago a los comerciantes de la zona a cambio de la protección que les brindaban. Acusado oficialmente de extorsionar más de 160.000 dólares a los ciudadanos del barrio y de tener vínculos a un tiempo con Al Qaeda y con los baazistas, distintas personas en Bagdad nos mostraron en sus móviles el vídeo del discurso antiocupación y contrario a la injerencia iraní que pronunció Mashhadani pocos días antes de su detención en plena calle del barrio [7]. A pesar de que tanto los estadounidenses como el gobierno iraquí aseguran que se trata de un incidente aislado, la lista de delitos es mucho más larga y la sensación de persecución para aquellos que no son políticamente aprovechables es clara: Mohamed al-Kartani, máximo representante de los Consejos al-Sahua de Bagdad denunció que han sido traicionados por el gobierno y las fuerzas de ocupación [8]. «Estamos siendo perseguidos por el gobierno» declaró Ihab Zubai, portavoz de al-Sahua del barrio de Amiriya [9]. El 31 de marzo fue detenido Maher Sarhán, líder del Sahua de Hur, al sur de Bagdad; el 4 de abril fue detenido Hasam al Azawi, alias Abu Iraq, conocido como el dirigente de las fuerzas de los Consejos al-Sahua en la provincia de Diyala. Antes fue detenido Hasam Aluán, líder de al-Sahua en al-Mahdadiya. También pesa una orden de detención contra Saad Aribi, alias Abu al-Abd, líder de al-Sahua de Amriya.
El último episodio de arrestos de líderes de al-Sahua ha sido la detención llevada a cabo por la policía iraquí de Tikrit el pasado 2 de mayo de Mulá Nadem al Yaburi, máximo representante de al-Sahua en Duluguiya (ciudad situada a 70 kilómetros al norte de Bagdad), acusado de terrorismo. Esto ocurre después de que un suicida -sello de las acciones de Al Qaeda- intentase asesinarle en una mezquita de Duluguiya el pasado día 12 de abril. Según denuncia el detenido se trata de un ajuste de cuentas que se remonta a más de dos años atrás cuando un helicóptero estadounidense cayó en Duluguiya. Según declaró al-Yaburi dos días después de su detención, antes de dejar las filas de la resistencia para sumarse a los Consejos al-Sahua: «Firmamos un acuerdo de alto el fuego con las fuerzas estadounidenses. También firmamos un pacto por el cual se nos aseguraba que no íbamos a sufrir persecución judicial por haber combatido al ejército estadounidense» [10].
Coincidiendo con la entrega del dossier de los Consejos al-Sahua al gobierno iraquí distintos grupos de la resistencia, tanto política como armada, lanzaron llamamientos para que se «vuelva al sendero de la razón» [11]. Aunque según aseguró en abril de 2009 el sheij Harez al Dari, secretario general de la Asociación de Ulemas Musulmanes de Iraq en una entrevista con la CEOSI [12], estos llamamientos han tenido escaso calado, aunque sí han supuesto una mayor facilidad de movimientos para los grupos de la resistencia en las zonas controladas por estas fuerzas. Para analistas como Adel al Bayati [13], estos grupos «podrían empezar a transformarse en organizaciones armadas enfrentadas tanto al gobierno como a las fuerzas estadounidenses».
De momento, empiezan a llegar noticias sobre esta transformación así como sobre la detención, a finales de abril de 2009 al norte de Babilonia, de tres miembros de los Consejos al-Sahua mientras colocaban un artefacto de fabricación casera [14], o las declaraciones de Abu Omar, líder de al-Sahua en el norte de Bagdad al periódico Times el pasado 3 de mayo en las que asegura que más de 50 de sus 175 combatientes han abandonado su milicia. Según fuentes de la resistencia citadas por este mismo periódico, «hay Sahuas que han perdido hasta la mitad de sus combatientes porque han vuelto a la resistencia» [15]. Un miembro de las fuerzas de al- Sahua de Addamiya nos habló abiertamente de la situación: «Más de la mitad de nuestros compañeros no han recibido el salario, así que se tienen que buscarse la vida, buscarse otro trabajo. Por supuesto, no han entregado sus armas».
La situación actual de los miembros de los Consejos al-Sahua la resume, en el mismo artículo arriba citado de Times, Jalaf Ibrahim, que ha dimitido recientemente como líder del Consejo de al-Sahua en Huwaiya, cerca de Kirkuk: «Nuestros miembros se han convertido en objetivo de Al Qaeda y de las fuerzas de seguridad del gobierno al mismo tiempo». Según datos oficiales estadounidenses, 125 miembros de al-Sahua han muerto por ataques contra ellos en los últimos seis meses [16], además de los 200 muertos en los primeros 18 meses de actividad [17].
Al-Maliki y su reconciliación con los baasistas
En un encomiable ejercicio de malabarismo político, al-Maliki ha conseguido salir reforzado de la retórica de la vuelta de los baazistas a Iraq, un asunto inaceptable para los iraníes y, por lo tanto, para sus actores en la escena iraquí, entre los que tiene un papel destacado el propio al-Maliki. En sus momentos más bajos, hace poco más de un año, recibió fuertes presiones de EEUU para que incorporase a antiguos miembros del régimen baazista en las fuerzas de seguridad y en la vida política de cara a dar credibilidad al nuevo discurso sobre la reconciliación nacional que se intentaba vender desde Washington y cuyo principal artífice debía ser el propio al-Maliki.
El 13 de enero de 2008, el Parlamento iraquí aprobó la ley que anulaba parcialmente la llamada ley de desbaazificación impuesta por el procónsul Paul Bremer y en la cual se impedía al Estado contratar a ningún afiliado al Partido Baaz. En la práctica, esta medida significó dejar sin empleo a cinco millones de personas, pues en el Iraq destruido, de fronteras abiertas y sin aranceles para las importaciones, no hay posibilidades de trabajo más allá de la administración y, más concretamente, de las fuerzas de seguridad. Casi un año y medio después, la implantación real de la ley es, en el más optimista de los análisis, muy limitada. En realidad ha quedado circunscrita a la galería de los actos simbólicos que no tienen aplicación en la práctica.
En el día a día, la administración iraquí, dominada por los partidos proiraníes que incluyen en sus líneas rojas cualquier vuelta de los baazistas, se ha asegurado de que su aplicación fuese mínima. Se suponía que esta ley facilitaría la incorporación a la administración pública a parte del 80% de los miembros de los Consejos al-Sahua a los que, una vez desmovilizados, se les debía dar un puesto de funcionario. Tampoco ha sido el caso. A cambio de esta ley, los partidos proiraníes consiguieron aprobar una ley de amnistía que les ha permitido liberar a numerosos miembros de sus milicias encarcelados por diversos crímenes.
Los posteriores intentos de acercamiento de al-Maliki a sectores baazistas más o menos representativos han tenido una respuesta contundentemente negativa. Tanto la rama mayoritaria del Baaz, dirigida desde el interior por Izzat Ibrahim al Duri, como la escisión dirigida desde Damasco por Mohamed Yunes al Ahmed, han rechazado la propuesta de al-Maliki por considerarla una mera maniobra de distracción. Lo cierto es que la intención de EEU de encontrar otros compañeros de viaje para el partido de al-Maliki (principalmente elementos de los Consejos al-Sahua y antiguos baazistas) para no tener que depender del CSII, más cercano a Irán, para formar el próximo gobierno, se está encontrando con un vacío general si exceptuamos el caso de Abu Risha, entre los Consejos al-Sahua, y del antiguo miembro del Baaz sirio y opositor al régimen de Saddam Huseín, Mohamed Rashad al-Sheij Radi, quien la semana pasada voló unos días desde su exilio en Londres para reunirse en Iraq con el primer ministro Nuri al-Maliki, con el ministro para el Diálogo Nacional y con el vicepresidente de la República, Adel Abdelmehdi, encuentro en el que aseguró: «Hemos tomado la decisión oficial de retornar a la vida política» [18].
La idea de atraer a otros baazistas con más peso dentro del pueblo iraquí, para así restar apoyo al Baaz dirigido por al-Duri y a su brazo armado, ha fracasado rotundamente. El último intento se produjo el pasado 18 de abril en Amán con la reunión de oficiales británicos y estadounidenses pertenecientes a la Célula de las Fuerzas Estratégicas de Acción con el teniente general Raad Mayid al-Hamdani, responsable de la defensa final de Bagdad en 2003. Al-Hamdani rechazó la propuesta de volver a Iraq para incorporarse al actual proceso político y aseguró que el primer ministro no está interesado en la reconciliación [19]. La resistencia iraquí también ha denunciado el proyecto de reconciliación de al-Maliki en diversos comunicados y declaraciones [20].
Coches-bomba y enfrentamientos políticos
La reacción de Abdelaziz al-Hakim, líder del CSII, se ha plasmado en furibundas declaraciones contra la vuelta de cualquier organización que lleve el nombre del Baaz, asegurando que no lo tolerará. Esta ha sido la gota que ha colmado el vaso de la creciente tensión entre los dos partidos principales de la Alianza chií en el gobierno (una vez aniquilada la corriente de as-Sáder por la vía de las armas en abril de 2008) al-Dawa de Maliki y el CSII de al-Hakim como consecuencia del mayor peso que ha logrando el primer ministro iraquí, de quien decían que fue nombrado en su puesto en 2005 porque no tenía peso dentro de una corte de personajes políticos con muchas aspiraciones y, por lo tanto, que no representaba una amenaza para ninguno de ellos.
Pero al-Maliki ha sabido nadar entre dos aguas satisfaciendo tanto a iraníes -que controlan su partido- como a estadounidenses -que amenazaron con destituirlo-. Las recientes elecciones regionales depararon mejores resultados al partido de al-Maliki que al de al-Hakim, principalmente por dos factores, según algunos analistas: en primer lugar por el uso del aparato del Estado y de sus fondos a favor propio y, en segundo lugar, por su renovado discurso antisectario y contrario al federalismo que defiende al-Hakim.
Tal y como nos han comentado varias personas con las que nos hemos entrevistado en Iraq, las discrepancias en el Parlamento iraquí se trasladan a la calle en forma de muertos. Tanto los seis coches bomba que sacudieron Bagdad el pasado 6 de abril, como los atentados de los últimos 10 días plantean numerosos interrogantes. En el primer caso, y a la vista del número de controles que hay en la ciudad de Bagdad, se antoja muy complicado, sino imposible, perpetrar en el mismo día tantos atentados en una ciudad sin libertad de movimientos debido a los numerosos controles militares, movimiento que sólo les está permitido a los miembros de las milicias chiíes proiraníes y a los sospechosos Toyotas Landcruisers blancos con lunas tintadas que no se detienen en los controles y que nadie sabe quién viaja dentro. Concretamente, respecto al atentado de Kaddamiya del pasado viernes 25 de abril, estamos ante una situación similar, pues las dos suicidas se inmolaron en una plaza cuyos accesos están controlados por las fuerzas de seguridad que no sólo registran las bolsas sino que cachean a las personas, como estaban haciendo con nosotros en el momento del atentado [21]. Por lo tanto, es de suponer que nadie podría pasar al interior con bolsas repletas de explosivos.
Los análisis que se escuchaban en Bagdad sobre estos atentados tienen un denominador común: se trata de un toque de atención de los miembros del partido de al-Hakim al primer ministro al-Maliki para recordarle quién maneja la seguridad en el país, que a pesar de su euforia electoral sigue dependiendo de las milicias Badr para mantener la precaria mejora de la seguridad y que pueden reactivar los asesinatos sectarios en cualquier momento. También salen reforzados los estadounidenses, que pueden con ello justificar retrasar la retirada -en cualquier caso limitada-de sus tropas por la incapacidad de las fuerzas iraquíes de mantener el orden y, de esta manera, prolongar su presencia en Iraq más allá de las fechas propuestas su retirada.
Notas del autor y de IraqSolidaridad:
1. Véase en IraqSolidaridad: Carlos Varea – Muerte y éxodo: la ocupación y la violencia sectaria en Iraq .
2. Adel al-Bayati, «Los secretos del golpe de Estado de al-Maliki contra al-Sahua», Al Quds al Arabi, 7 de abril de 2009.
3. «Enfrentamientos entre el ejército y la seguridad del Ministerio de Comercio en un intento de detención de un alto responsable», Asuat al-Iraq, 30 de abril de 2009.
4. James Hider, «Rape, beatings and bribery: Iraqi police out of control», Times on line, 24 de abril de 2009. Disponible en inglés en: http://www.timesonline.co.uk/ .
5. Malaf Press , 9 de abril de 2009.
6. Los cuatro líderes son: Abdelkarim Yusuf al-Asal, hermano del general Tareq Yusuf al-Asal, jefe de la policía de al-Anbar; Hakmat Suleiman, miembro del Consejo provincial de al-Anbar; Awad Ali Husein y Abdu Mohamed Zauni.
7. Discurso disponible en vídeo disponible en inglés en YouTube en: http://www.youtube.com/ . 8. Yaqen News Agency , 4 de abril de 2005.
9. Sudarsan Raghavan y Anthony Shadid, » In Iraq, 2 Key U.S. Allies Face Off», The Washington Post , 30 de marzo de 2009.
10. AFP, «Un líder del Sahua detenido asegura haber firmado un documento que impedía detenerle», Elaf, 04 de mayo de 2009. Traducido del árabe en el Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org. Disponible en árabe: http://www.elaph.com/ 11. En palabras del comunicado del Frente de la Yihad y el cambio sobre este tema: «Llamamiento para retornar al sendero de la razón», disponible en árabe: http://www.jhadfront.com/. También véase la carta abierta de la Asociación de los Ulemas Musulmanes traducida al español en Los Consejos al-Sahua, otra herramienta de los ocupantes de Iraq 12. Véase entrevista con Harez al-Dari : «La seguridad en Iraq es temporal y falsa, impuesta por el fuego y el dólar» 13. Adel al Bayati, «Los secretos del golpe de Estado de al-Maliki contr Al Sahua», Al Quds al Arabi, 7 de abril de 2009. Traducido del árabe en Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org
14. Dahr Jamail, «And so it goes», Truthout, 4 de mayo de 2009.
15. Ali Rifat, Hala Jaber y Sarah Baxter , «Iraq bloodshed rises as US allies defect», Times on line, 3 de mayo de 2009. 16. «Según una encuesta oficial, 125 miembros de Al Sahua han sido asesinados en seis meses», Al Zamán, 04.05.09, Traducido del árabe en el Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org . 17. «Doscientos muertos de los Consejos de Al Sahua de Al Anbar en 18 meses», az-Zamán, 24 de marzo de 2008, traducido del árabe en Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org . 18. «Un responsable de Al Baaz en Iraq: «hemos tomado la decisión de forma oficial de participar en la vida política», Al Quds al Arabi, 30.04.09, Traducido del árabe en el Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org . 19. Sam Dagher, «Iraq Resists Pleas by US to Placate Baath Party», New York Times, 25 de abril de 2009.
20 . «La resistencia iraquí rechaza la reconciliación propuesta por el gobierno de al-Maliki» Al Arab, 09.03.09, Traducido del árabe en el Boletín de Prensa Árabe, www.boletin.org . Disponible en árabe: http://www.alarab.co.uk/. 21. No todos los atentados masivos de las últimas semanas en Bagdad se ha llevado a cabo por medido de suicidas. Ernesto Londoño y Aziz Alwan, «Two Car Bombings Kill at Least 12 in Baghdad», The Washington Post , 7 de mayo de 2009.
http://www.iraqsolidaridad.org/2009/docs/13_05_09_Pedro.html