Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Foto: Una manifestante sostiene una bandera iraquí durante las protestas de octubre de 2019 (Thaier al-Susani, REUTERS)
Sin una reforma profunda las elecciones parlamentarias de 2021 en Irak no traerán los importantes cambios que exige el pueblo iraquí.
En octubre de 2019 la juventud iraquí tomó las calles masivamente para exigir servicios esenciales, una buena gestión de la economía y acabar con la corrupción de las élites políticas, y reformas en el sistema político. A pesar de la sangrienta ofensiva de las fuerzas del gobierno y de grupos armados en la que murieron cientos de manifestantes y decenas de miles resultaron heridos, el movimiento de protesta perseveró y logró que cayera el gobierno de Adel Abdul Mahdi.
Tras un periodo de agitación política en el que los partidos políticos de la clase dirigente no consiguieron ponerse de acuerdo para nombrar un nuevo primer ministro, se nombró para este puesto al que fuera jefe del Servicio Nacional de Inteligencia, Mustafa Al-Kadhimi.
El nuevo gobierno ha prometido trabajar para llevar a cabo reformas significativas y ha tomado una serie de decisiones referentes a problemas económicos, sociales y de seguridad. Una de estas decisiones fue celebrar, como exigían los manifestantes, elecciones anticipadas en junio de 2021, aproximadamente un año antes de lo previsto.
Aunque muchas personas han celebrado la decisión, a muchos iraquíes les preocupa el hecho de que el resultado de celebrar otras elecciones sin haber llevado a cabo reformas (especialmente de las leyes que rigen el proceso electoral) no será unas elecciones libre, justas y transparentes en las que los candidatos independientes o las nuevas fuerzas políticas tengan verdaderamente una oportunidad.
Elecciones, pero no democracia
En 2003 se le dijo al pueblo iraquí que se le permitiría elegir su propio destino. En 2005 se elaboró una Constitución que se suponía iba a establecer las bases de un régimen democrático y la ciudadanía podría finalmente votar en unas elecciones libres, con lo que se acabaría con un gobierno autoritario y con la injusticia. O eso creían.
Sin embargo, lo que muchos iraquíes no sabían entonces era que el sistema etno-sectario de la muhasasa que instalaron en Irak Estados Unidos y sus aliados iba a llevar a afianzar a una élite política corrupta que iba a empezar a abusar del poder. Este sistema, que establece los cargos gubernamentales y los escaños parlamentarios en base a líneas sectarias, supuestamente se estableció para dar cabida a grupos que habían estado marginados históricamente, pero acabó permitiendo que los partidos sectarios se afianzaran y distribuyeran entre su élite los puestos del gobierno y los recursos del Estado.
Las elecciones parlamentarias que se han celebrado desde 2005 no han provocado el necesario cambio de poder, sino que solo han servido para dar una falsa legitimidad a una élite política que cada vez es más corrupta, está más lejos de la población en general y no rinde cuentas de sus actos.
La falta de cambio en la escena política, el deterioro de las condiciones socioeconómicas del país y la cantidad cada vez mayor de abusos electorales han hecho que el pueblo iraquí esté desilusionado con el proceso electoral. En las elecciones parlamentarias de 2018 hubo la participación más baja desde 2005, el 44 %. Si no se produce un cambio radical en el sistema político del país y en las leyes pertinentes, es probable que en las elecciones programadas para 2021 haya una participación aún menor.
Elecciones injustas
Cuando estallaron las protestas iraquíes en octubre de 2019 una de las principales reivindicaciones fue muy rápido la aprobación de un legislación que limitara el poder de los partidos de la clase dirigente y la despolitización de la Alta Comisión Electoral Independiente para permitir una competencia justa en las urnas. Pero los cambios realizados son inadecuados y las leyes existentes tiene demasiados resquicios o son demasiado difíciles de hacer cumplir para garantizar unas elecciones justas.
En diciembre de 2019 el parlamento aprobó enmendar la ley electoral que ahora permite a los votantes elegir candidatos individuales en vez de listas de partidos y establece la votación a nivel de distrito en vez de a nivel provincial. Aunque la finalidad de la ley enmendada era limitar el poder de los partidos de la clase dirigente, tanto manifestantes como expertos ya la han criticado por su disfuncionalidad y sus resquicios. Por ejemplo, los mismos partidos poderosos que se supone va a debilitar la ley son los que decidirán las fronteras de los distritos electorales. Pueden dibujar el mapa de los distritos de manera que se mantengan las divisiones etno-sectarias y aumenten sus votos.
Además de esta ley electoral inadecuada, hay otra legislación que sirve a los intereses de las élites políticas: La ley de partidos políticos. Se supone que esta ley regula las fuentes de financiación de los partidos y la cantidad de dinero que pueden gastar en sus campañas electorales. La mayoría de los partidos de la clase dirigente la evitan ocultando sus presupuestos reales y reciben apoyo financiero del extranjero contraviniendo lo estipulado por la ley. Aparte de ello, muchos políticos poderosos utilizan regularmente los recursos gubernamentales de los ministerios e instituciones gubernamentales que dirigen para financiar sus partidos políticos de modo que los candidatos independientes no pueden tener posibilidad alguna frente a los grupos políticos que cuentan tanto con financiación privada como con apoyo institucional.
Un problema aún mayor es que algunos partidos tienen sus propias unidades armadas bien establecidas a pesar de que la ley las considera ilegales. Estas milicias sirven a sus intereses políticos y a menudo se utilizan para amenazar a los oponentes políticos, lo que ha hecho que todo compromiso político independiente (ya sea organizando protestas o tratando de crear un partido político) sea una actividad que puede suponer una amenaza de muerte. La reciente oleada de asesinatos de activistas, abogados y analistas políticos honestos lo ilustró sin margen de duda. Se ha acusado a las secciones armadas de los partidos de la clase dirigente de cometer estos asesinatos. El hecho de que no haya habido intentos serios de perseguir judicialmente a los autores, sino solo tímidas declaraciones de quienes está en el poder sugiere que quienquiera que esté cometiendo los asesinatos tiene poderosos apoyos en el seno del gobierno.
Irak no necesita otras elecciones falsas
Si de nuevo se celebran las elecciones en Irak en las mismas condiciones sin que haya cambios significativos y sin la protección adecuada para que los candidatos independientes se presenten sin impedimentos, los resultados no serán diferentes de los de elecciones anteriores. Reafirmarán el poder de los partidos de la clase dirigente, integrados por las mismas personas que criticaron la dictadura de Sadam Huséin, pero acabaron reinstaurándola disfrazada de democracia.
La única forma que tiene Irak de avanzar es por medio de amplias reformas que establezcan la obligación de asumir responsabilidades y la transparencia. Hay que mejorar los sistemas político y electoral para permitir a los candidatos independientes presentarse en las mismas condiciones que las élites amparados por el Estado de derecho.
Sólo cuando personas que verdaderamente representan los intereses de las y los iraquíes lleguen al Parlamento y al gobierno podremos empezar a recuperar la confianza pública en las instituciones del Estado.
Como las élites poderosas que gobiernan ahora el país no renunciarán voluntariamente al poder, la única manera de derrocarlas es mantener la presión de las calles. Ya se está planeando una nueva oleada de protestas para celebrar el primer aniversarios de la Revolución de octubre.
El pueblo iraquí ha perdido la fe en su gobierno y en las élites gobernantes. Seguir por el mismo camino sin ninguna reforma no traerá nada bueno al país. De hecho, a la propia clase dirigente le interesa hacerse a un lado y permitir que se realicen reformas significativas, de lo contrario la frustración y desesperación de la población no hará más que aumentar y lo que ocurra puede ser mucho más sangriento que la Revolución de octubre.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no coinciden necesariamente con la línea editorial de Al Jazeera.
Hayder Al-Shakeri esprofesional del desarrollo y comentarista de asuntos iraquíes.
Fuente: https://www.aljazeera.com/opinions/2020/9/26/the-false-promise-of-early-elections-in-iraq/
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