Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Se necesita coraje -o desesperación- para que un refugiado iraquí decida regresar a casa, teniendo en cuenta los niveles de violencia que asolan el país. Pero al no poder mantener a sus familias en el extranjero, algunos están teniendo que asumir esa decisión.
Los riesgos son graves: Según una investigación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el 61% de los iraquíes que buscaron asilo y que han regresado a casa lo han lamentado ya al encontrarse en su país con unos niveles espantosos de inseguridad.
Umm Hasan (no es su nombre real) escapó a Ammán con sus hijos huyendo de la guerra, pero al no poder mantener a su familia, volvió a casa el año pasado. Nueve meses después estaba de nuevo en Ammán. «La situación en Bagdad era insoportable. Tremendamente peligrosa, con explosiones por todas partes y sin fuente alguna de ingresos tampoco allí. Permanecimos en casa de varios parientes porque no tenía ingreso alguno para mantener a mis hijos. Al final decidimos volver otra vez a Ammán, aunque sabíamos que las cosas aquí iban a ser muy duras», dijo a IRIN en una entrevista realizada por teléfono.
El ACNUR estima que hay 1,78 millones de refugiados iraquíes -el segundo mayor grupo de refugiados en el mundo- pero tan sólo tiene registrados a 207.639. La abrumadora mayoría ha buscado refugio en las vecinas Siria y Jordania, con un porcentaje importante en Líbano y Egipto.
El problema es que «los iraquíes no tienen derecho a trabajar en los países de acogida, y los que trabajan lo hacen en la economía sumergida», dijo Asma Al-Haidari, una activista de los derechos humanos que vive en Jordania. De los cuatro países de asilo, sólo Egipto ha firmado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados que les garantiza el derecho a trabajar al estar legalmente reconocidos como tales. En Siria y Jordania consideran a los iraquíes como «huéspedes».
Sólo los refugiados documentados tienen derecho a una pequeña ayuda financiera del ACNUR, pero la mayoría está sin registrar. Con las restricciones existentes al derecho al trabajo y los ahorros agotados, se les condena a la pobreza extrema y a tratar de sobrevivir en la economía sumergida. «Si algunos iraquíes deciden regresar voluntariamente a Iraq, se debe puramente a la desesperación», dijo Al-Haidari.
«En Siria y Jordania se ha conseguido algún progreso al garantizárseles servicios básicos como el acceso a la educación primaria y a la atención sanitaria», dijo desde El Cairo Hana Al-Bayaty, coordinadora de Iniciativa Internacional para los Refugiados.
Educación
Sin embargo, en los países de acogida no se les garantiza el acceso a la educación secundaria gratuita ni a la superior, porque sus propios sistemas educativos están ya bajo presión. Eso puede actuar también para inducir a los refugiados a volver, especialmente a las familias de clase media que tradicionalmente han valorado mucho siempre la educación.
«Mi hija mayor es abogada y mi hijo acaba de graduarse en una academia profesional cuyas tarifas nos han llenado de deudas. Ninguno de los dos puede trabajar y no puedo ver luz alguna al final del túnel», dijo Umm Hasan, que es viuda. «Tenemos grandes dificultades para satisfacer nuestras necesidades más básicas. Pero no tenemos donde ir.»
El ACNUR ha averiguado que 19.530 personas y 4.200 familias tuvieron que elegir regresar a Iraq entre enero y septiembre del presente año. Actualmente, la Agencia está desanimando los regresos a Iraq, sobre todo a Bagdad, debido a la gran inseguridad allí existente, pero la mayoría de los refugiados se está dirigiendo a esa ciudad.
Las oportunidades económicas para los refugiados son también muy limitadas. En la investigación del ACNUR, el 87% manifestó que no pueden actualmente satisfacer las necesidades de sus familias, mientras que el 11% se refirió a la situación de pobreza extrema y al desempleo que también campa en Iraq como razones para no volver a sus antiguos hogares y barrios.
La mayor parte de los que han vuelto a los distritos de Karj y Resafa no han podido ocupar sus casas originarias, sino que han tenido que quedarse con algún familiar o alquilar algún alojamiento, debido al temor a ser perseguidos de nuevo.
Según Al-Bayati, un considerable número de refugiados están viviendo como ocupas en antiguos edificios públicos. «Muchos hogares de refugiados están ahora ocupados, bien por las milicias organizadas o por familias individuales. Por tanto, los refugiados que vuelven se ven abocados a convertirse en personas internamente desplazadas».
Iraq tiene ya un millón y medio de personas desplazadas, entre las que figuran alrededor de 500.000 malviviendo en campos de refugiados.
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