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La fuga de cerebros en Iraq

Fuentes: Middle East Eye

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós

A finales del siglo XX los académicos e intelectuales iraquíes gozaban de reconocimiento en todo el mundo. Incluso tras los calamitosos sucesos de la Guerra del Golfo de 1990-1991 y del posterior castigo de las sanciones impuestas a la población iraquí, las instituciones internacionales siguieron solicitando y aceptando sin trabas académicos iraquíes. Esta tradición de excelencia intelectual en el territorio del Iraq actual se remonta a tiempos históricos. Desde tiempos inmemoriales brillaron en Iraq, la Tierra de los Dos Ríos, como cariñosamente llaman los iraquíes a su país, filósofos, científicos, matemáticos y juristas de vanguardia. ¿Cómo olvidar a esos gigantes intelectuales como el gran pensador del siglo IX al-Kindi , o al genio matemático al-Khwarizmi , a cuyas innovaciones en los algoritmos debemos la tecnología moderna? Demos las gracias a los investigadores de la Casa de la Sabiduría de Bagdad antes que a Steve Jobs por nuestro iPhone.

A pesar de su responsabilidad en la persecución política, la tortura y la desastrosa desventura militar de la Guerra del Golfo de 1990, Sadam Husein mejoró considerablemente la educación en Iraq. La convirtió en obligatoria para todos los niños y niñas iraquíes; no solo erradicó el analfabetismo y decretó la educación universitaria gratuita (para todos los árabes no sólo para los iraquíes) sino que [el Estado] sufragó generosas becas a los universitarios y universitarias dotados de talento para que se formaran en las principales instituciones académicas del mundo. Estos académicos regresaban posteriormente a su país de origen y enriquecían sus propias instituciones educativas incrementando su capacitación y su labor investigadora para educar a la siguiente generación de jóvenes iraquíes. Los planes de Sadam para convertir Iraq en una gran potencia se sustentaron en que la capacidad militar sólo podría desplegar y desarrollarse completamente si eran mentes cualificadas las que la impulsaran. Esto explica de alguna manera por qué un número importante de estudiantes universitarios iraquíes fueron reclutados en la Guardia Republicana iraquí durante la guerra irano-iraquí.

Reconocer esta rica herencia intelectual es sin duda crucial para la revitalización de Iraq tras la cruzada de George Bush y Tony Blair para destruir el país en 2003. Sin embargo, la actual generación de académicos e investigadores iraquíes se enfrenta a una ardua batalla. La invasión pulverizó lo que quedaba de la infraestructura, la seguridad y la economía necesarias para sostener un sistema educativo. De hecho, que los académicos hayan asumido que son objetivos de secuestros y asesinato por bandas armadas se ha convertido en una desalentadora pero admitida característica del entorno educativo iraquí. No es sorprendente, por tanto, que los aspirantes a académicos traten de estudiar en universidades extranjeras donde sus profesores puedan confiar en que aparecerán por clase y no en el obituario del periódico local. Tampoco deben llamar a engaño las historias de crecimiento económico. Ese «crecimiento» se lo ha embolsado la elite política corrupta de Iraq sin que las clases medias trabajadoras hayan visto sus beneficios. Las protestas contra la corrupción que siguen en curso en Iraq son un testimonio de lo mucho que se está marginando al ciudadano iraquí de a pie.

Dicho esto, [en época de Sadam] a quienes tenían la suerte de conseguir becas para estudios de posgrado en el extranjero se les asignaban 20.300 dólares al año (como punto de comparación, los estudiantes de doctorado británicos normalmente recibían aproximadamente unas 14.000 libras anuales, o sea unos 21.600 dólares). Esta cantidad se complementaba con un ingreso anual adicional si el estudiante estaba casado y tenía hijos; un cónyuge sumaba aproximadamente 14.000 dólares y dos hijos hasta 6.600 dólares (la manutención de hijos adicionales iba a cuenta del propio becario). Para una pequeña familia de cuatro miembros, eso significaría un ingreso anual efectivo de unos 40.000 dólares, una suma considerable con la que estoy seguro cualquier estudiante estaría de acuerdo.

Sin embargo, desde el comienzo de la guerra del gobierno iraquí contra el llamado Estado Islámico (EI), el progreso académico e intelectual han pasado a ser, de nuevo, prescindibles. La guerra no va bien para el gobierno iraquí y para sus Unidades de Movilización Popular chiíes (UMP), y es obvio que les está costando mucho dinero. Para ahorrar, el gobierno iraquí, en una demostración de sectarismo absoluto, ha dejado de pagar en varias ocasiones durante meses a los combatientes suníes alineados con el gobierno. Desde la elección de Haidar al-Abadi a la más poderosa posición del país y desde que éste designase a Hussein al-Shahristani como Ministro de Educación Superior se han aplicado más recortes que han afectado especialmente a los estudiantes becarios.

En contraste con las cifras previas detalladas anteriormente, desde finales de 2014 se han anulado todos los subsidios otorgados por hijos y se ha recortado una tercera parte del subsidio concedido a los cónyuges. Por otra parte, la normativa del gobierno iraquí relativa a los estudiantes de postgrado se ha modificado incluso para los estudiantes actuales. Antes, los estudiantes tenían derecho a estudiar durante cuatro años en el entendido de que las becas debían ser «devueltas» al Estado sirviendo como profesor en una universidad iraquí por un período equivalente al doble del que pasó en el extranjero. De manera que cuatro años becado, por tanto, significaban ocho años de servicio y así sucesivamente. Sin embargo, el gobierno iraquí actual ha limitado el periodo de estancia becada en el extranjero a sólo tres años sin posibilidad de años adicionales siquiera por cuenta del estudiante. Como se ha dicho anteriormente, esta norma se ha aplicado a todos los estudiantes, incluso los actuales.

Estas medidas del gobierno iraquí han dado lugar a manifestaciones estudiantiles frente a la embajada iraquí en Londres (mal cubiertas por los medios de comunicación internacionales). Los estudiantes han protestado en dos ocasiones este año, por primera vez en marzo y más recientemente el mes pasado, cuando 200 iraquíes se manifestaron durante dos horas hasta que el Agregado de Educación iraquí acordó entregar al gobierno un pliego de reivindicaciones para que se restauren los estipendios de los estudiantes. Varios estudiantes iraquíes en Gran Bretaña me han transmitido en conversaciones privadas su malestar. Ayad (un seudónimo), estudiante de Doctorado en Ingeniería, se quejaba de que tenía que correr para avanzar en su Tesis. «El gobierno iraquí nos dijo que teníamos que terminar nuestro trabajo en tres años, con independencia de cuando hubiéramos empezado. ¿Cómo se supone que voy a terminar un trabajo de más de un año en unos meses?»

Otro estudiante, Aziz (también un seudónimo) me comentaba que la escasez de fondos había hecho su vida extremadamente difícil. «Tengo una esposa y tres hijos. Yo ya estaba pagando la manutención de uno de mis hijos completamente por mi cuenta; ahora mis gastos se han multiplicado por tres». Aziz fue obligado de repente a aceptar una reducción salarial de 7.500 libras sin que se le ofreciera un período de gracia.

Huelga decir que lo único que se obtiene con todo esto es desalentar a los iraquíes más brillantes y capacitados para que se molesten siquiera en seguir sus estudios académicos que enriquecerían y fortalecerían al país, y que contribuirían quizá a superar las divisiones que han surgido desde el año 2003. En lugar de centrarse en limpiar la corrupción que es moneda corriente dentro de las instituciones del Estado iraquí y un fenómeno generalizado en todos los ministerios del gobierno (¿cómo olvidar los «soldados fantasmas» de Iraq?), al-Abadi trata de arañar dinero en efectivo para llenar sus arcas de guerra apuntando contra quienes no tienen capacidad para desafiarlo seriamente.

El sectarismo a ultranza, la corrupción y la inseguridad asesina que imperan en Iraq están creando una atmósfera extremadamente hostil que excluye la producción de un futuro al-Kindi o un al-Khwarizmi porque están induciendo una pavorosa fuga de cerebros. La realidad es que si continúan las mismas tendencias Iraq morirá de muerte cerebral.

Tallha Abdulrazaq es investigador en el Instituto de Estrategia y Seguridad de la Universidad de Exeter, y ganador del Premio Al Jazeera al Joven Investigador. Su blog: thewarjournal.co.uk y su cuenta de tuiter: @thewarjournal.

 

 

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/brain-dead-iraq-1677093516