«Los marines pueden muy bien haber matado a 50 mil personas en Faluya», sostiene Javier Couso, hermano de José Couso, un camarógrafo de Tele 5 de España muerto en Bagdad en abril de 2003.
Nacido en El Ferrol, el mismo pueblo gallego donde nació Francisco Franco, Javier Couso (27) pertenece a una familia de tradiciones militares. Sin embargo, jamás hubiese pensado que su vida cambiaría a raíz de una guerra lejana como la de Irak. BRECHA lo entrevistó en el encuentro mundial sobre el terrorismo desarrollado en La Habana, adonde viajó para narrar su experiencia de familiar de víctima y brindar testimonio sobre lo que vio en Faluya. Son muy pocos los que han podido ingresar a esa ciudad iraquí: además de Javier y su grupo, sólo se sabe de dos periodistas: uno canadiense, que llegó a Faluya de manera autónoma, y una sueca, que lo hizo junto a las tropas de ocupación. Otros periodistas, entre los cuales la francesa Florence Aubenas, del diario parisino Libération, desaparecida hace varios meses junto a su guía, han sido secuestrados o asesinados intentando esclarecer lo que pasó en la ciudad, donde es sumamente probable que hayan sido utilizadas armas químicas. Algunas fuentes, que Javier Couso considera creíbles, calculan que el ejército de Estados Unidos habría asesinado a unos 50 mil de los 350 mil habitantes de Faluya.
«Mi hermano fue asesinado deliberadamente. Aquel día -estábamos en la víspera de la caída de Bagdad, cuando ya los invasores probaban las defensas entrando y retirándose de la ciudad- la misma división atacó tres centros de prensa donde se encontraban medios de información considerados molestos por las tropas estadounidenses.» José Couso tenía 37 años y dos hijos, y estaba cubriendo la caída de Bagdad desde el piso 12 del hotel Palestina, donde estaba alojada la mayoría de los periodistas occidentales. Junto a él murió Taras Protyuk, otro camarógrafo, ucraniano, que trabajaba para la agencia Reuters. «A las 7.50 de la mañana la tercera división de infantería atacó con misiles y respaldo aéreo la televisora Al Jazeera, donde murió el periodista jordano Tarek Ayub. Inmediatamente después atacaron a la tevé de Abu Dhabi, hiriendo a siete personas. Las dos televisoras habían comunicado al Estado Mayor estadounidense la localización satelital de sus instalaciones y estaban trasmitiendo en directo. Parece que darle los códigos de identificación al ejército estadounidense fue contraproducente.»
Luego de estos ataques, la división estadounidense se instaló en el puente Jumhuriya, ubicado a unos 1.800 metros del hotel Palestina. «Es importante notar que la mayoría de los periodistas se había mudado al Palestina tres días antes, luego de que lo hiciera la CNN. Estar en el mismo hotel que la CNN parecía una garantía. Sin embargo, un día antes del ataque los corresponsales de la CNN ya habían cambiado de hotel.»
Javier habla con una precisión militar. «A las 10.46 de la mañana ya llevaban 35 minutos sin que se hubiera disparado una sola bala contra los invasores. Un tanque Abrahams M 1 -como lo prueban decenas de imágenes- giró la torreta y apuntó al Palestina, permaneciendo inmóvil durante diez largos minutos. En el momento en que gira la torreta, el tanque está armado con proyectiles antitanque que hubiesen barrido dos pisos del hotel. Se los sustituyó por proyectiles antipersonales. Todo esto está plenamente documentado. No había ningún fragor de combate y los estadounidenses sabían perfectamente quién estaba en el hotel. Hemos probado que en esos minutos toda la cadena de mando aparece involucrada, una cadena que termina en el sargento Gibon -autor material del disparo- y comienza en el general Blount, comandante de la tercera división. El propio Blount es el que da la orden de disparar.» La documentación sobre los hechos está disponible en Internet en la dirección http://www.josecouso.info
Para Javier, que se considera miembro de la «familia de las víctimas del terrorismo de Estado», el caso de su hermano es uno de los muchos que prueban una vez más cómo hubo, y hay, en Irak una deliberada intención de acallar a la prensa no «incrustada» en las tropas invasoras. Citando datos recopilados por el profesor Chris Paterson, de la Universidad de San Francisco, Couso calcula que ya han sido asesinados en Irak al menos 76 periodistas. «Hubo al menos 126 ataques a periodistas en dos años. De ellos, un mínimo de 38 -la tercera parte- fueron realizados por las tropas estadounidenses. Al menos ocho periodistas han sido secuestrados y torturados y 17 han seguramente muerto a manos de las tropas invasoras. De estos 17, al menos 13 habían tomado fotos o narrado hechos incómodos para el gobierno de Estados Unidos. En cambio, los periodistas filoestadounidenses parecen correr peligros infinitamente menores», concluye Couso.
FALUYA DESANGRADA. Desde aquel día Javier Couso testimonia su solidaridad hacia el pueblo iraquí. En abril -junto a otros seis compañeros- logró ingresar a Faluya, donde permaneció un día. «Estábamos decididos y lo logramos. Llevamos material sanitario. Aún hoy se combate en Faluya. El mismo día que nosotros estuvimos cayó un marine. Todas las casas, todas las mezquitas están destruidas», cuenta. Durante las guerras mundiales las iglesias se respetaban y las pocas que fueron destruidas quedaron como ejemplo de barbarie. A las mezquitas, por el contrario, se las considera blancos legítimos. Esa es una manera, dice Javier, de provocar una guerra civil en el país. «Pero los iraquíes, a pesar de todo, saben distinguir entre los occidentales. A nosotros nos recibieron con abrazos y besos. Nos agradecieron por el retiro de las tropas españolas.» En el barrio de Adamilla, considerado «100 por ciento resistente», en un primer momento a Javier y a los otros españoles los recibieron con gestos amenazantes, «pero cuando se enteraron de que yo era hermano de José nos abrazaron».
-No es ese tipo de gestos de que hablan otros que también se consideraban amigos de los iraquíes, como la periodista italiana del diario Il Manifesto Giuliana Sgrena, secuestrada y luego liberada en Irak.
-Lo que pasa es que ni siquiera se sabe quién secuestró a Sgrena y a qué intereses respondían.
Los hechos narrados por Javier son tan duros que, en caso de ser ciertos, podrían ser comparables a lo sucedido en Europa oriental durante la ocupación nazi. «Tenemos constancia de familias enteras asesinadas, de que las mujeres fueron sistemáticamente violadas por las tropas estadounidenses, de niños acribillados en sus camas, de gente asesinada cuando exhibía trapos blancos, de perros comiendo cadáveres que los invasores impidieron sepultar», asegura.
En el barrio de Jolan fueron utilizados explosivos de enorme potencia. «El 95 por ciento del barrio quedó destruido. La piedra se transformó en arena, todo el mundo habla de armas químicas y de enfermedades extrañas.»
Los sobrevivientes son sometidos, aún hoy, a constantes humillaciones. «Una escuela primaria que quedó intacta fue vaciada de niños y ocupada. Los niños deben tomar clases justo enfrente, bajo telones de plástico, achicharrados por el sol.» En cuanto a los servicios sanitarios, son inexistentes. «Lo más horrible de todo para nosotros fue ver morir delante de nuestros ojos a un chico de 22 años por una crisis respiratoria liviana. Compartimos la desesperación de los médicos. Hubiese sido suficiente un poco de oxígeno para salvarle la vida.»
Según Javier, cuyo testimonio concuerda con otros que van llegando desde Faluya, la invasión empezó por el hospital. «Entraron pegando y robando, los gringos robaron todo lo que pudieron. Reunieron a enfermos y médicos, los esposaron y los dejaron arrodillados boca abajo toda la noche. En los siguientes ocho días de furiosos combates, a ningún centro de salud de la ciudad llegó ni un solo herido. Esto quiere decir que todos los heridos fueron rematados o que se los dejó morir desangrados.» Algunas imágenes, que dieron la vuelta al mundo pero fueron rápidamente silenciadas, prueban sus dichos. «Ellos -los estadounidenses- no lo niegan. Simplemente reivindican que hicieron un uso adecuado de la fuerza, según sus reglas de combate. Supongo que sus reglas son las mismas que las de los nazis.»