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La guerra de Irak y la estrategia de la resistencia

Fuentes: Rebelión

Muchos habíamos subestimado la capacidad de Sadam Husein y sus jefes militares para enfrentar a las enormes fuerzas militares del Imperio. Casi todos podíamos apreciar que las fuerzas militares de Irak no podían sostener la embestida de esas fuerzas que eran tremendamente superiores en el aire y en la cohetería desde larga distancia y, en […]

Muchos habíamos subestimado la capacidad de Sadam Husein y sus jefes militares para enfrentar a las enormes fuerzas militares del Imperio. Casi todos podíamos apreciar que las fuerzas militares de Irak no podían sostener la embestida de esas fuerzas que eran tremendamente superiores en el aire y en la cohetería desde larga distancia y, en general, en la técnica. Pero lo que muchos no advirtieron es que los iraquíes habían aprendido de los errores de los talibanes en Afganistán. La guerra de Afganistán demostró que las grandes agrupaciones de tropas, así contasen con una relativa defensa antiaérea, no podían resistir la embestida yanqui. El ejército talibán fue derrotado en un enfrentamiento muy desigual con las fuerzas aéreas del Imperio, las que le produjeron enormes bajas y que, prácticamente, borraron del mapa su fuerza, aunque todavía existen pequeñas unidades guerrilleras que resisten a la invasión y a los afganos aliados de los yanquis. La estrategia asumida por los talibanes fue una estrategia directa, cuando allí se imponía una estrategia indirecta. Expusieron sus mejores tropas al bombardeo indiscriminado de los yanquis. Probablemente, las pequeñas fuerzas de los talibanes que siguen luchando, lo harán durante muchos años más sin ser exterminadas del todo, pero ya no constituyen una fuerza de importancia capaz de poner en jaque a los norteamericanos y a sus aliados. Aunque es muy posible que cuando se retiren los yanquis, los talibanes derroten a sus adversarios que se apoyan en el arsenal y la presencia yanqui. Tal vez, para muchos que aunque no simpatizábamos para nada con los talibanes, de todas maneras esperábamos una resistencia más dura y que le causara más bajas a los arrogantes invasores yanquis e ingleses. De manera que la caída de esa enorme maquinaria militar sin mucha resistencia fue un golpe duro y amargo a nuestros sentimientos antiyanquis. Otro tanto ocurrió en Irak, aunque no estaba claro lo que había ocurrido con las unidades bien armadas y entrenadas del ejército iraquí. Creo que Sadam y su Estado Mayor pesaron muy bien lo que podrían hacer para resistir la invasión yanqui. Y de esa experiencia trágica y desgraciada (de los talibanes) fue que nació la estrategia iraquí contra los invasores del Imperio. Una estrategia bastante inteligente, desde luego. Y es lo que pretendo explicar en forma sencilla.

¿En qué consistía esa estrategia? Había que considerar las posibilidades del enemigo y los posibles cursos de acción que se enfrentasen a esas posibilidades. Sobretodo, conociendo de antemano que los yanquis y sus aliados harían un empleo masivo de la fuerza aérea y de la cohetería de larga distancia, contra lo que Irak podía oponerle sólo una defensa clásica de armas antiaéreas muy efectivas contra los ataques diurnos, pero no así contra los nocturnos. La defensa antiaérea de cohetería era insuficiente y como era teledirigida, podía ser anulada por los aviones especiales de USA que bloqueaban el radar iraquí. Ni que hablar de la fuerza aérea iraquí que había sido prácticamente anulada, durante la Guerra del Golfo, en donde se vio obligada a escapar hacia Irán, país que, por ser enemigo de Irak no había devuelto ni un sólo avión. Después del golpe demoledor de su aviación y de su cohetería desde los barcos de la flota yanqui en el Mar Pérsico, vendría la ofensiva terrestre de unidades blindadas y apoyadas por una fuerte artillería y helicópteros de ataque especialmente diseñados para liquidar los tanques de los iraquíes. La ofensiva era previsible que partiese desde Kuwait y, en parte, desde Arabia Saudita, aunque este último país hubiese manifestado que su territorio no se prestaría para la acción de las fuerzas inglesas y norteamericanas.

Contra esta posibilidad de las fuerzas norteamericanas no existía un curso de acción satisfactorio, sobretodo, porque los satélites norteamericanos podían descubrir cualquier desplazamiento de tropas o concentración de ellas, ya que son capaces de detectar hasta un objeto del tamaño de una pelota de tenis. Y el desierto iraquí no era el lugar más a propósito para ocultar una concentración de tanques, cañones y cohetería. De esa forma, un gran ejército aguerrido, pero sin una cobertura aérea, corría el riesgo de ser destruido antes de entrar en combate con las fuerzas norteamericanas, por tanto, este curso de acción iraquí fue descartado.

El segundo curso de acción consistía en ubicar las fuerzas dentro del perímetro de las grandes ciudades y ofrecer desde allí una resistencia desesperada casa por casa. Ese curso de acción le entregaba la iniciativa a los norteamericanos y tarde o temprano, tal vez, a un gran costo de vidas humanas por ambos lados, conducía inevitablemente a la derrota iraquí. Por cierto, que unidades cercadas en ciudades, al perder la iniciativa, pierden también su libertad de acción y se rompe la línea de comunicaciones por las que transitan los abastecimientos. Hoy en día hay algunos que ven esta estrategia favorablemente, si se toma en cuenta lo difícil que es una lucha en localidades. Los edificios ofrecen una buena protección, e incluso las ruinas de ellos. También los túneles que corren debajo de las ciudades. Como lo hizo la resistencia chechenia contra los rusos en la primera guerra chechenia. Pero al final el resultado no puede ser otro que la derrota de las fuerzas cercadas como le ocurrió a los chiítas en Faluya.

El tercer curso de acción consistía en emplear las mejores fuerzas, las más aguerridas y mejor entrenadas en acciones de carácter guerrilleras o, más bien, en acciones de comando, contando con los contingentes de la «Guardia Republicana» y los de las fuerzas de seguridad. Con esas fuerzas golpear y producir el mayor daño posible y luego desaparecer. Eso implicaba sumergirse en la masa del pueblo iraquí y para eso era necesario crear bases en las ciudades, en el campo y en el desierto. Había que aparentar una rendición total, licenciar la mayoría de las fuerzas y esconder el máximo de armas, municiones y explosivos en centenares de lugares conocidos sólo por ciertos jefes y líderes de la resistencia suni. No debía tratarse de grandes depósitos, sino más bien, medianos y pequeños. En la dispersión y en el secreto de su ubicación residía las posibilidades del éxito. En verdad que este último curso de acción cumplía con el primer principio de la guerra: conservar las propias fuerzas y destruir las del enemigo. Además, con el principio de la flexibilidad, es decir, atacar en aquellos lugares más inesperados y a las fuerzas menos protegidas, y en cualquier instante. Claro está que eso es tarea de la táctica, de las unidades de comando. En un principio, los objetivos principales fueron las columnas yanquis de aprovisionamiento, es decir, las unidades de los servicios logísticos y las patrullas dentro de las ciudades. Luego el objetivo principal pasó a ser las tropas del nuevo ejército iraquí aliado con los invasores y también, sus fuerzas policiales. La jefatura del nuevo gobierno y de sus fuerzas militares y policiales pasaron a ser objetivos principales. ¿Por qué razón? Para producir el terror en la jefatura y con ello un sentimiento de inseguridad, en especial si se sabe que los norteamericanos tendrán que retirarse de Irak en algún momento. Y tienen que hacerlo porque además de que la guerra está siendo impopular en el Imperio, su costo es enorme y ello conlleva sacrificar la ayuda social y el apoyo a la educación y a la salud dentro del territorio norteamericano. Hasta este instante la guerra le ha costado al Imperio más de 200.000 millones de dólares y en este mismo instante el Congreso norteamericano ha aprobado un monto de 82.000 millones de dólares extra. Una gran parte de ese dinero está destinado a los gastos de material bélico y una parte a costear la indemnización a los familiares de los soldados muertos en la guerra ( que es ahora del orden de los 100.000 dólares por soldado de baja). Pero volvamos a las razones de golpear al gobierno y a las fuerzas armadas en formación. Hay una razón política. Es el problema del Poder. En el pasado estuvo en manos de los sunis a través de su partido el Baath del cual Sadam es su líder. Este partido logró concentrar en sus manos todo el Poder del estado y de esa manera impedir la secesión en tres estados diferentes: Suni, chiíta y curdo. El actual gobierno es una coalición de esas tres etnias/sectas y su unidad es muy precaria. De manera que golpear a ese gobierno e infligirle enormes daños es una forma de mantener la incertidumbre y la imposibilidad de regir el país sin la colaboración de los sunis de Sadam. La estrategia busca provocar el desequilibrio y la inseguridad. Una forma de aproximación indirecta a la mente de esos líderes.

Desde luego que con esta estrategia no se persigue la derrota física de los yanquis, pero sí un desgaste tanto en la esfera física como en la psicológica. Una derrota psicológica es del todo posible. Como lo dijo el Capitán General Liddell Hart: » En un plano más elevado de la guerra, la impresión desarrollada en la mente del comandante enemigo puede anular todo el poder combativo que posean sus tropas. Y en un plano más elevado aún, la presión psicológica sobre el gobierno de un país puede ser suficiente para invalidar todos los recursos a su disposición, haciendo caer la espada de su mano paralizada (Estrategia de Aproximación Indirecta, página 233)». El objetivo que se persigue es evitar una batalla decisiva en donde tiene mayor posibilidad el que cuenta con más potencial de fuego. Sin embargo, hay que considerar que la superioridad técnica y cuantitativa de fuerzas no son suficientes para una victoria total, especialmente cuando el soldado pierde el espíritu de combate y si este logro se masifica, la victoria se hace imposible. La guerra de Vietnam lo demostró con creces. Se trata de dislocar la mente del adversario. Tanto de los comandantes como de la tropa. En parte, eso se está logrando. Hay muchos soldados yanquis que concurren a sus tareas de patrullaje atemorizados y a eso se debe que reaccionen equivocadamente contra sus mismos aliados. Algo así ocurrió también en Vietnam. Las patrullas yanquis que incursionaban hacia territorio enemigo se detenían y se refugiaban en el terreno a sólo un par de kilómetros de su base y después de algunas horas regresaban entregando informes falsos. Se conoce el nerviosismo de los marines y eso se puede captar con los equívocos y errores de esa tropa, por ejemplo: muchos de los policías del gobierno títere han sido muertos por los marines yanquis que creían estar enfrentándose a enemigos y la muerte de un mercenario italiano que protegía a una periodista de ese país liberada después de la intervención del Vaticano.

Por estas razones surgió esta estrategia. Había que pensar más con la cabeza que con el corazón. Al mismo tiempo, los iraquíes sabían que tarde o temprano habrían de concurrir a Irak miles de luchadores antinorteamericanos, los que fortificarían la lucha, aun cuando muchos iraquíes la abandonasen desmoralizados por la división interna, por las enormes dificultades que presentaba ese tipo de lucha, por la perpetuación de lo que se veía como una resistencia sin futuro y por la pobreza general a que se sometía a un pueblo que había perdido sus medios de subsistencia. Y sabemos que la primera necesidad que tiene todo pueblo es sobrevivir. Además, que no todos los sunis apoyaban a Sadam y a su régimen oprobioso. Pero la invasión yanqui y su comportamiento repugnante con los prisioneros les ha creado la malquerencia de muchos que antes los recibieron como «libertadores». La población iraquí ha aprendido en poco tiempo lo que es el Imperio norteamericano y sus lacayos.

Otros factores fueron a influir en esa contienda y uno de ellos y de gran importancia a considerar era la división de Irak en tres grandes agrupaciones separadas por razones étnicas y/o religiosas, lo que venía a dificultar una resistencia coordinada. Los shiítas al sur de Irak, estaban más cerca de Irán que del gobierno iraquí de Sadam, pero tarde o temprano sus contradicciones con los norteamericanos los alejará de éstos y los transformará en potenciales enemigos, sobretodo, que el Imperio trata por todos los medios de evitar que Irán cree su propio arsenal atómico, cuestión que preocupa especialmente a Isrrael que ya ha intervenido militarmente en el pasado, para mantener el predominio del arma nuclear en el Oriente Medio. Los curdos llevan muchos años luchando por un estado propio, ya que su pueblo se encuentra esparcido entre Turquía, Siria, Irak e Irán. Turquía se opone tenazmente a un estado curdo, amenazando con una invasión a la zona curda; por esa razón la división de Irak crearía un problema mayor que la existencia de Irak bajo Sadam. Aun cuando Bush les ha prometido cierta autonomía dentro de Irak, no apoya en ninguna forma a un estado curdo. Los yanquis temen que un estado curdo provoque una balcanización de la guerra en esa zona, lo que sería fatal para los planes hegemónicos de los norteamericanos, cuestión que puede ocurrir de todas maneras cuando ya no existan las fuerzas invasoras que protegen al actual gobierno colaboracionista. La falta de apoyo de Bush a un posible estado curdo, tarde o temprano, ubicará a los curdos como enemigos potenciales del Imperio. Y no parece que ninguna agrupación política curda esté dispuesta a olvidar y enterrar sus objetivos nacionales de un estado propio.

Seguramente, existe una especie de estado mayor de la resistencia suni, es decir, de aquellos que son de una de las sectas de la religión musulmana. Un estado mayor es algo evidente por el logro en las acciones guerrilleras que son muy bien coordinadas y que hasta aquí han sido muy eficaces contra las fuerzas yanquis y contra el ejército títere que está levantado el gobierno iraquí pro norteamericano que existe hoy en día. La gente que apoya a Al Caeda (La Base) de Usama Bin Laden es también de la secta suni. Ellos están representados por un líder de orígen jordano: Abu Musab al-Zarkahui. Muy probable que ese nombre no sea el verdadero, sino su nombre de guerra. Aunque es muy probable que la gente de al-Zarkahui no estuviese en contacto con la gente de Sadam, no es descartable que después de tanto tiempo de lucha no exista cierto nivel de entendimiento, al menos en lo táctico. O que en un futuro mediato se llegue a ello para combatir a los norteamericanos con más eficacia, los que son considerados por todos los combatientes islámicos como una prolongación de los cruzados cristianos de la edad media que llegaron de Europa y que tantos crímenes abominables cometieron en el Oriente Medio. Un Estado Mayor o más bien varios es algo imprescindible para coordinar las acciones tácticas. Ese tipo de organismo trabaja concentrando la información, o sea el trabajo de inteligencia, luego viene la planificación, lo que se llama operaciones y personas encargadas de reunir gente y medios económicos y militares. Las características de las acciones tan bien coordinadas estos últimos meses indican la existencia de este tipo de organismo.

La estrategia iraquí buscó desde un comienzo mantener la iniciativa en la generalidad del territorio, o sea, la iniciativa estratégica. No era necesario una enorme fuerza, porque sería más fácil de detectar y de destruir. Se trataba de elite militar muy bien entrenada, bien equipada y decidida. Las bajas siempre se pueden sustituir con nueva gente de los que fueron licenciados y, de esa forma, mantener siempre activa una fuerza operacional que no pierde su potencia de combate. La dispersión por todo el territorio fue preferible a una concentración en zonas de dominio. A la dispersión de la resistencia, sigue la dispersión de los marines y allí se presentan oportunidades tácticas para las unidades de comando de la resistencia. De esa forma, el ejército imperial y sus lacayos no pueden llegar a una batalla decisiva, sino sólo a pequeños combates en que siempre hay bajas por ambos lados. Aun cuando las cifras de los norteamericanos hablan de 1.600 soldados yanquis muertos en acción y cerca de 10.000 heridos, sabemos que esas cifras no son reales, se ocultan las bajas de los mercenarios que no aparecen en las estadísticas. Hoy hay más de 20.000 mercenarios en Irak, la mayoría de ellos son americanos, ingleses, australianos, latinoamericanos y europeos en general. Es gente acostumbrada a cargar armas y matar. Es una forma de vida que existe desde tiempos inmemoriales. Así era las legiones de Roma ya en el siglo V, los condotieros al final de la edad media y la legión extranjera de Francia. Lo mismo muchos que peleaban por los Contras en Nicaragua. Son gente que tiene otros valores morales, totalmente ajenos a los que nos mueven a nosotros. Por cierto que son gente arriesgada que ponen su pellejo en juego por ganar mucho dinero, porque les pagan muy bien. Son inmorales desde nuestro punto de vista, aunque ellos no lo reconocen así. Pero ningún gobierno en el mundo puede subsistir sobre la base de una fuerza militar de esa naturaleza y cuando las fuerzas militares yanquis y las demás se vean obligadas a dejar el país, esas fuerzas desaparecerán como la espuma de las playas cuando baja la marea.

Irak se ha convertido en un pantano. Muy fácil de meterse en él cuando se cuenta con una formidable fuerza militar, pero muy difícil de salir, sobretodo, de salir airoso y con un nivel de prestigio internacional. Las fuerzas yanquis circulan de un lado a otro en convoyes que son atacados cuando menos se espera; explosivos en las carreteras y dentro de las ciudades los esperan por doquier. Esa es, para los soldados yanquis, una guerra de pesadilla. Hay que defenderse de un enemigo invisible dispuesto a entregar sus vidas con el único objetivo de producir el mayor daño posible y lo hacen a gusto, porque creen que sus almas se van a un cielo como mártires y, por ello, serán premiados con una vida regalada. Contra esa creencia es difícil de luchar. Ni los enormes salarios, ni los sentimientos nacionalistas se pueden comparar a un hombre que se considera un santo por explosionar junto a sus enemigos. Esta forma de lucha, por cierto, impensable para nuestra cultura, crea un temor enorme. Los que no mueren destrozados quedan inválidos de por vida. Eso ha tenido un efecto muy negativo en el ejército norteamericano. Hoy no es posible completar las unidades de los marines. Hay un déficit bastante grande y Bush y su gente están pensando volver al sistema de reclutamiento obligatorio que existía durante la guerra de Vietnam. Además que muchos soldados que han ido con permiso a USA no han regresado a sus unidades, lo que demuestra que la estrategia está dando buenos resultados. La población norteamericana que una vez se declaró a favor de esta guerra, hoy ha tenido un vuelco. La mayoría considera que no valió la pena meterse en esa guerra. Creo que a pesar de que Bush hace lo posible por dar la impresión de que allí están ganando la guerra, no ha de pasar mucho tiempo sin que el pueblo norteamericano le exija la retirada y Bush no podría hacer otra cosa que reconocer su error, sobretodo, si la economía va por mal camino y el Congreso no le apruebe mayores gastos. Aunque eso puede demorar todavía un par de años. Si Bush o su ministro de defensa creen que pueden llegar a controlar la situación están partiendo de una premisa falsa y mientras más tiempo allí se queden peor será las consecuencias negativas para la economía del Imperio.