Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Estados Unidos sigue pintando un panorama de color de rosa sobre el progreso en Iraq, pero la realidad es la de la pobreza, la violencia, la tortura y la corrupción política en un país que todavía sufre las sanciones, la invasión y el continuo saqueo imperial de sus recursos.
La guerra y las sanciones siguen utilizándose para manipular y controlar Iraq. El reciente libro de Joy Gordon sobre las sanciones y la política estadounidense, muestra que éstas han sido utilizadas por Estados Unidos y Gran Bretaña, no como una alternativa a la guerra, como han podido creer muchos en el seno de la comunidad internacional, sino como medio de debilitamiento en preparación de la guerra.
Por ello, no se ha hecho una vez, sino dos, en 1991 y 2003. Esta guerra invisible, en los propios términos de Joy Gordon, forma parte de una guerra de Estados Unidos contra Iraq que dura ya veinte años y que los sucesivos gobiernos británicos han apoyado con entusiasmo y deshonrosamente.
Cada día que pasa vemos y conocemos más pruebas terribles de su coste humano a pesar de que los gobiernos occidentales tratan de renunciar a su responsabilidad en los daños acumulados por una guerra mantenida durante toda una generación y que aún se sigue librando.
Incluso en la actualidad, a siete años de la invasión y la ocupación, la guerra invisible no ha concluido. En virtud de las resoluciones del Consejo de Seguridad, Iraq sigue siendo considerado por las grandes potencias que dominan y abusan de Naciones Unidas, como una amenaza a la paz internacional, siendo por ello objeto de sanciones y medidas aplicables en virtud del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas.
La guerra en Iraq continua no sólo a través de la presencia y las actividades de las fuerzas de ocupación estadounidenses y de mercenarios extranjeros, sino también a través de una serie de herramientas punitivas utilizadas contra Iraq con el fin de garantizar su cumplimiento tal y como Estados Unidos desea.
Como residuo de las sanciones impuestas en 1990, los ingresos de petróleo de Iraq se depositan en un fondo en Estados Unidos supervisado externamente y que está sujeto a restricciones que otorgan a Estados Unidos una gran influencia. Todas las reservas extranjeras de Iraq están asimismo retenidas en Estados Unidos y han sido expresamente amenazadas con acciones legales en tribunales estadounidenses. Estados Unidos utilizó su influencia para obtener concesiones en las negociaciones con el gobierno iraquí sobre el Estatuto de Fuerzas y el Acuerdo Marco Estratégico en 2008. En septiembre de este año, el gobierno de Al-Maliki acordó desembolsar 400 millones de dólares en pago de varias extrañas demandas interpuestas contra Iraq por ciudadanos estadounidenses ante tribunales de Estados Unidos; reclamaciones que el gobierno estadounidense y el sistema judicial pueden imponer sencillamente incautando los activos financieros iraquíes. Esta burla al Derecho y a las relaciones internacionales civilizadas recuerda el saqueo de los activos iraquíes en el primer año de la ocupación y demuestra que las afirmaciones de que Iraq ha recuperado su soberanía son vacuas.
Por lo tanto, las sanciones se siguen utilizando para coaccionar y perjudicar a Iraq.
Iraq es hoy la parte perjudicada, como lo ha venido siendo en los últimos 19 años. Sin embargo, es Iraq quien está pagando a Kuwait y a otros indemnizaciones impuestas bajo un régimen de compensación establecido por Naciones Unidas en 1991. Las reclamaciones en virtud de dicho régimen fueron muy elevadas, a menudo, ridículamente exageradas, en sentencias que se impusieron de manera injusta. Sin importar el grado y las pruebas de los abusos de Estados Unidos y de Gran Bretaña en Iraq ni el sufrimiento espantoso del pueblo iraquí, los ricos y poderosos siguen exigiendo su «compensación» a una nación que ha quedado traumatizada por los abusos de las grandes potencias. Iraq deberá seguir pagando indemnizaciones durante las próximas décadas a menos que se haga con un gobierno que tenga el coraje de poner término a tal iniquidad.
Mientras que Naciones Unidas impone este castigo, el FMI, con su habitual imprudencia criminal, ha estado tratando de abolir el sistema iraquí de la cartilla de alimentos que es esencial para el sustento diario de una inmensa proporción de la población iraquí. En la provincia de Diyala, donde el sistema no ha funcionando eficazmente debido al conflicto, una reciente encuesta oficial ha demostrado que el 51% de la población padece «carencia de alimentos», es decir, su consumo de energía alimentaria es inferior a las necesidades energéticas mínimas. En términos simples, la mitad de la población de lo que solía ser la huerta frutícola de Iraq no dispone de manera continuada de suficientes alimentos. En Basora, de donde las fuerzas británicas se retiraron el año pasado, dejaron tras de sí un 20% de población privada de alimentos, aun funcionando el sistema de racionamiento.
Casi el 30% de la población del conjunto del país no puede encontrar casi ningún o ningún empleo, a pesar de que se han ampliado masivamente los puestos de trabajo estatales y de seguridad. Esto sin contar los millones de personas que se han refugiado en países vecinos, ni las mujeres que han desistido de buscar un empleo debido a las condiciones extremas. La inflación está aumentando vertiginosamente otra vez, los servicios públicos, la electricidad, las provisiones de agua potable y la vivienda siguen en grave crisis. La economía sigue en punto muerto y, sin embargo, Iraq se ve obligado a pagar indemnizaciones injustas [impuestas] por los que dicen haberlo liberado.
Las sanciones obligaron al gobierno iraquí a aceptar cambios fronterizos que fueron diseñados para someter el principal canal marítimo iraquí a la soberanía de Kuwait, dejando a Iraq casi sin salida al mar. En los cambios de fronteras impuestos por Naciones Unidas, Iraq ha perdido áreas que ni siquiera habían sido jamás reivindicadas por Kuwait. Es esta política defendida por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña la que crea realmente una amenaza contra la seguridad.
A pesar de la retirada terrestre británica del año pasado, hay unidades de la Armada británica dentro y en los alrededores de Iraq aparentemente para proteger las principales terminales de exportación de petróleo de Iraq y sus rutas de acceso marítimo. Protección con un cuchillo en la yugular.
Por supuesto que existen peligros de seguridad contra instalaciones vitales de Iraq, pero uno de los principales emana de la agresiva actitud británica y estadounidense hacia Irán y de su continua desestabilización de la región. Lo que se necesita es un acuerdo de seguridad regional que contemple la salida total de las fuerzas extranjeras.
Los antecedentes británicos en Iraq son abominables. Sabemos de las torturas y asesinatos cometidos por las tropas que el Ministerio de Defensa ha tratado de encubrir, y sabemos de su incapacidad para proporcionar seguridad en Basora y en el sur. Sin embargo, el Ministerio de Defensa británico afirma que «las Fuerzas Armadas británicas han estado ayudando a los iraquíes para asegurar y reconstruir su país después de años de negligencia y conflicto».
El falso reclamo de quienes habían impuesto previamente el bloqueo contra Iraq se desmiente igualmente en la realidad sobre el terreno. La semana pasada, el Ayuntamiento de la ciudad de Basora advirtió de que los diques próximos a la frontera con Irán cerca de la ciudad están a punto de desplomarse. Su derrumbe podría provocar que una superficie de suelo plagada de minas terrestres se deslizara en la propia ciudad. Este es un ejemplo de la seguridad y de la reconstrucción que las fuerzas británicas han dejado tras de sí. ¿Qué seguridad y qué reconstrucción, me pregunto, si el ejército no hace frente a los peligros de minas terrestres moviéndose sigilosamente en una ciudad bajo su control?
El Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID, en sus siglas en inglés), por su parte, asegura que en 2009 concedió 14 millones de libras en ayuda a Iraq y casi 19 millones el año anterior. Esto por supuesto es una miseria en comparación con las decenas de miles de millones gastados por Gran Bretaña en la guerra. Sin embargo, una ojeada rápida sobre la denominada ayuda de Gran Bretaña a Iraq demuestra que de los 32.8 millones de libras desembolsadas entre 2008 y 2009, solo el 5% (casi un millón y medio de libras) se gastó en saneamiento de aguas y otras cuestiones sociales, mientras que un tercio se invirtió en «gobernanza» y cerca de la mitad en una categoría que se describe como «otros», que parece incluir las contribuciones a los esfuerzos de emergencia humanitaria. No se ha gastado casi nada en proyectos de desarrollo económico ni en la reconstrucción real de la infraestructura física.
Según el ministro iraquí de Recursos Hídricos, el año pasado (2009), solo en el sur de Iraq trescientos mil iraquíes se convirtieron en refugiados ecológicos porque se vieron forzados a trasladarse debido a que la calidad del agua disponible en sus pueblos se había deteriorado a causa de la sequía. Hoy en día, en Basora, y más aún en Faluya, se está produciendo un serio, incluso un catastrófico incremento de cánceres y enfermedades congénitas.
El principal propósito del programa de ayuda del DFID no es aceptar la responsabilidad de Gran Bretaña en los daños causados por la guerra ilegal sino construir influencia política y promover la inversión extranjera. Quizá por ello el gobierno de coalición [británico] sostiene que no lo va a recortar.
Seguimos oyendo que Iraq es rico en petróleo pero ese petróleo ha sido subastado oscuramente por una cleptocracia y un gobierno totalmente incompetente asesorado por un ejército de consultores internacionales. Las empresas multinacionales han recibido veinte años de contratos que les ofrecen recompensas y ningún riesgo mientras controlan la mayor parte del petróleo iraquí, campo a campo.
Muchas personas en Iraq ya están hablando de la lucha que viene por la nacionalización del petróleo. No es extraño que no todos los contratos hayan ido a parar exclusivamente a las grandes compañías petroleras estadounidenses y británicas. De haber sido así, las líneas de batalla se hubieran definido más claramente y la derogación de los contratos sería más fácil, pero esa es una lucha que vendrá de todos modos.
Los activos industriales de Iraq están asimismo siendo subastados y los inversores ansían parcelas primordiales del Estado. Los recursos de agua del país están siendo desviados por Estados vecinos aguas arriba, y el país comienza una vez más a hundirse en la deuda que amenaza con salirse de control bajo el pretexto del federalismo y la descentralización. Así que los prometidos nuevos ingresos de petróleo se están malversando de antemano.
Los ocupantes han llegado, han destruido, han maltratado y han creado el caos. Han fomentado la corrupción y ahora dan consejos en voz alta sobre política económica, distribución equitativa de recursos, y buen gobierno. Los ocupantes estadounidenses mantienen aún cincuenta mil soldados y decenas de miles de mercenarios en el país y retienen la línea de salvamento y las cuentas bancarias de Iraq. Las atrocidades terroristas suceden a diario y el pueblo de Iraq es la víctima de una derrota que Estados Unidos se niega a reconocer. Un fracasado proceso político tiene al futuro de Iraq como rehén de los esquemas de corruptos y protegidos políticos de Estados Unidos, de oscuras fuerzas y regímenes reaccionarios que fomentan el sectarismo y los prejuicios en Iraq y en toda la región.
Estados Unidos sigue pintando un panorama de progreso color de rosa que se mide en gran medida por la deriva de su proyecto hacia una toma de control empresarial del país. La corrupción generalizada y las condiciones caóticas suponen que tal proyecto no se pueda confiar aún a los aliados políticos locales de Estados Unidos, así que no creo que la retirada militar completa que Estados Unidos prometió para diciembre de 2011 vaya a cumplirse.
Para concluir, una referencia a las recientes revelaciones de Wikileaks sobre los abusos de las fuerzas estadounidenses y las fuerzas de seguridad iraquíes. Se ha revelado mucha información sobre matanzas, torturas, y sobre la incapacidad de proteger a los civiles. Las filtraciones deben ser utilizadas para exponer la política de ocupación y los crímenes contra el pueblo iraquí y para identificar a las víctimas y a los perpetradores.
Sin embargo, sea lo que sea lo que se pueda decir y hacer, no se debe olvidar que el punto clave debe seguir siendo conseguir la salida de todas las fuerzas de Estados Unidos y de todos los mercenarios de Iraq. No serán las fuerzas estadounidenses cometedoras de abusos quienes reformen a las fuerzas de seguridad iraquíes cometedoras de abusos, ni tampoco los mercenarios.
Este artículo está basado en la intervención del autor en la conferencia de Stop the War Coalition.
Fuente: http://counterfire.org/a través de Uruknet.