Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Aparte del pueblo iraquí, nadie sabe menor que los propios soldados estadounidenses lo que su ejército está haciendo en Iraq. Un libro recién publicado ofrece a los lectores en palabras de los propios soldados unos relatos gráficos y detallados de la devastación que la ocupación estadounidense ha llevado a Iraq.
Winter Soldier Iraq and Afghanistan: Eyewitness Accounts of the Occupation, publicado este martes por Haymarket Books, es una crónica visceral e histórica de lo que tanto el ejército estadounidense como sus propios soldados han hecho a Iraq.
Sus autores son Veteranos de Iraq contra la Guerra (Iraq Veterans Against the War, IVAW) y el periodista Aaron Glantz. El libro es una selección de textos del encuentro que tuvo lugar en Silver Spring, Maryland, de 13 al 16 de marzo de 2008 en el National Labour College.
«Recuerdo a una mujer que iba andando», relató Jason Washburn, un cabo de marines estadounidenses que sirvió tres periodos de servicio en Iraq. «Llevaba una bolsa enorme y parecía que se dirigía hacia nosotros, así que la freímos con el Mark 19, que es un lanzagranadas automático, y cuando el polvo se asentó, nos dimos cuenta de que la bolsa estaba llena de provisiones. Ella había tratado de traernos comida y nosotros la volamos en pedazos».
Washburn testificó en una sesión en la que discutía sobre las reglas de reclutamiento en Iraq y lo laxas que eran hasta el punto de ser prácticamente inexistentes.
«Durante mis tres periodos de servicio las reglas de reclutamiento cambiaron muchísmo», continúa el testimonio de Washburn. «Cuanto mayor era la amenaza, más brutalmente se nos permitía actuar y se esperaba que lo hiciéramos».
Su muy emotivo testimonio, como todos los del libro que cubren sesiones referentes a la deshumanización, el testimonio de civiles, el machismo de los militares, la salud de los veteranos y el desmoronamiento de los militares, sacaron a relucir cuestiones que otros veteranos repitieron una y otra vez.
«Otra cosa que se nos animaba a hacer, casi con una complicidad pícara, era a llevar «armas que poder dejar abandonadas» o en mi tercer periodo de servicio «palas que dejar abandonadas». Se trataba de llevar estas armas o palas con nosotros de manera que si por accidente matábamos a un civil pudiéramos simplemente dejar el arma al lado del cuerpo y hacer que pareciera un miembro de la resistencia», afirmó Washburn.
Cuatro días de demoledores testimonios, de los que fue testigo este escritor, se consolidaron en este libro duro de leer. Página tras página está repleto de devastadores relatos de los soldados acerca de lo que se está haciendo en Iraq.
En él se incluye todo, desde la toma de fotos «trofeo» de los muertos a torturas y matanzas de civiles.
«Lo que tratamos de hacer es de crear una recopilación histórica de lo que sigue ocurriendo en esta guerra y de lo que es realmente esta guerra», declaró Glantz a IPS.
Hart Viges, miembro de la 82 División Aerotransportada que sirvió un año en Iraq, habla de las órdenes transmitidas por radio: «Una vez nos dijeron que disparáramos contra todos los taxis porque el enemigo los utilizaba como transporte … Uno de los francotiradores contestó: ‘Perdone, ¿he oído bien? ¿disparar a los taxis?’ El teniente coronel respondió: ‘Me ha oído, soldado, disparen a los taxis’. Después la población se iluminó con los tiros de todas las unidades disparando contra los coches. Ésa fue mi primera experiencia de guerra y marcó la pauta del resto del despliegue».
Vincent Emanuele, un fusilero marine que pasó un año en la zona iraquí de al-Qaim cerca de la frontera siria, habló de vaciar los cargadores de balas en la ciudad sin objetivos identificados, de pasar por encima de los cadáveres con los Humvees [vehículos militares blindados] y de detenerse para hacer fotos «trofeo» de los muertos. «Un hecho que ocurría con mucha frecuencia en Iraq era disparar al azar contra los coches que pasaban», afirmó. «Esto no era un incidente aislado y ocurrió durante la mayor parte de los dieciocho meses que estuvimos desplegados».
Kelly Dougherty, directora general de IVAW, culpa a las políticas del gobierno estadounidense del comportamiento de los soldados en Iraq. «Los abusos cometidos en las ocupaciones, lejos de ser el resultado del mal comportamiento de «unas pocas manzanas podridas» son el resultado de la política de nuestro gobierno en Oriente Próximo diseñada en las más altas esferas de poder de Estados Unidos», declaró.
Saber esto, sin embargo, mitiga muy poco la devastación emocional y moral de los relatos.
«Si ven a un individuo con una bandera blanca que lo único que hace es acercarse lentamente y obedecer ordenes, hay que asumir que es un truco y disparar contra él». Michael Leduc, un cabo de marines que participó en el ataque estadounidense a Faluya en noviembre de 2004, afirmó que ésas eran las órdenes que recibió del oficial de su batallón antes de entrar en la ciudad.
Este es un libro muy importante, particularmente para el público estadounidense porque sus testimonios no fueron recogidos por ninguno de los medios de comunicación dominantes, aparte del Washington Post, que publicó un único artículo enterrado en la edición «metropolitana».
The New York Times, CNN, y los canales televisivos de noticias ABC, NBC y CBS lo ignoraron completamente.
Esto tiene una importancia particular dado que, como afirmó el ex-marine Jon Turner, «cada vez que venían con nosotros periodistas «empotrados», nuestras acciones cambiaban drásticamente. Nunca actuábamos de la misma manera. Actuábamos correctamente, ciñéndonos las normas».
«Para mí, lo que este libro hace es ofrecer un retrato de lo que es la guerra», añadió Glantz, «porque aquí, en Estados Unidos, tenemos esta muy aséptica versión de lo que es una guerra. Pero una guerra es cuando tenemos a mucha gente armada matando a muchas otras personas. Y esta es la imagen que la gente sacará de leer los testimonios de los veteranos … la verdadera cara de la guerra».
El libro trata también de la deshumanización de los propios soldados ya que incluye testimonios de machismo, de racismo y de la difícil situación de los veteranos al volver a casa y luchar para trata de obtener asistencia de la Administración de Veteranos.
También hay muchos testimonios de la deshumanización sufrida por el pueblo iraquí. Brian Casler, un cabo de marines, habló de lo que él había sido testigo durante la invasión de Iraq: «En aquellos convoys vi a soldados defecar en las bolsas de comida preparada u orinar en botellas y arrojárselas a los niños que había a la orilla de la carretera», declaró.
Muchos relatos de los soldados incluyen el abundante uso de términos degradantes para referirse a los iraquíes, como «hajis», «cabezas de toalla» y «negratos del desierto».
Scott Ewing, que sirvió en Iraq desde 2005-2006, admitió que las unidades daban caramelos a los niños por razones diferentes a «ganarse sus corazones y sus mentes»: «había además otro motivo. Si los niños andaban cerca de nuestros coches, los malos no atacarían. Usábamos a los niños como escudos humanos», afirmó Ewing.
Glantz admite que para la mayoría de los estadounidenses puede resultar difícil leer el libro y cree que es importante que al leerlo se tenga presente lo que supuso para los veteranos ofrecer este testimonio histórico.
«Podían haber sido héroes, pero lo que están haciendo aquí es aún más heroico, decir la verdad», Glantz dijo a IPS. «No estaban obligados a hacerlo, eligieron hacerlo».
Enlace con el original: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=10236