Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El 7 de junio de 2006, un teniente del ejército de EE.UU. de 28 años llamado Ehren Watada publicó una declaración de prensa en vídeo anunciando que se negaba a movilizarse a Iraq porque la Guerra de Iraq era ilegal y su «participación me convertiría en partícipe en crímenes de guerra.» Después de tres años tratando de declararlo culpable, el ejército de EE.UU. ha terminado por ceder y permitió que el teniente Watada renunciara. A pesar de su negativa directa de una orden de movilizarse, Watada no pasó un solo día en la prisión.
La historia de Watada
Ex Eagle Scout, con un grado en finanzas, Watada se presentó como voluntario para el servicio militar después del 11-S. Sus motivos no podían haber sido más patrióticos. En su propio nombre y el de los otros soldados dijo: «el motivo por el cual entramos todos a las fuerzas armadas» y «el compromiso que hicimos con este país» es «sacrificarlo todo – sacrificar nuestras vidas, nuestra libertad, para asegurar que todos los estadounidenses vivan en un país en el que tengamos verdadera democracia.»
Cuando supo que sería enviado a Iraq, el teniente Watada comenzó a leer todo lo que podía encontrar sobre la guerra, de todas partes, para poder motivar mejor a los soldados bajo su comando. Uno de los libros que leyó fue «A Pretext for War» de James Bamford. En una película sobre su historia: «In the Name of Democracy,» Watada describió el choque que sintió al saber que: «Nuestro país, y nosotros como militares, habíamos sido engañados. No hay otra manera de describirlo. Sea que tergiversaron la verdad, que dijeron verdades a medias o que desinformaron – fue una mentira.» La Guerra de Iraq «no era una guerra de autodefensa sino por elección.»
Watada no es pacifista y basó su posición no sólo en la falsedad de las justificaciones de la guerra sino en la usurpación de la autoridad constitucional legítima por los funcionarios del gobierno de George W. Bush.
«Llegó un momento en el que vi a gente con poder, y ese poder era absoluto y no escuchaban la voluntad de la gente,» dice en «In the Name of Democracy.» «Esa era la dirigencia de nuestro país. Eran los que estaban a cargo de nuestras vidas, y sin embargo hacían lo que querían impunemente, y nadie estaba dispuesto a levantarse y desafiarlos.»
Watada ofreció su renuncia o que lo movilizaran a Afganistán; el ejército se negó. Se sintió obligado por su juramento a hacer lo que repugnaba a su conciencia. Entonces tuvo una epifanía: su juramento militar realmente requería que rehusara órdenes que consideraba ilegales, y su lealtad era con la Constitución, no con los funcionarios que la pervertían.
«Creo que el único auténtico derecho otorgado por Dios que tenemos es la libertad de elegir,» dice Watada. «Y cuando nos despojamos de ese derecho, nos colocamos en una prisión invisible que nadie más nos impone excepto nosotros mismos. Cuando uno vuelve a decirse que tiene una disyuntiva – podría ir a la prisión por ella, podría ser torturado, podría morir por ella, pero tengo esa disyuntiva y puedo usarla – entonces es como si esa prisión invisible se esfumara, y uno se siente libre. Me sentí tan libre cuando me dije que tengo una disyuntiva».
El 7 de junio de 2006, Watada publicó una declaración anunciando su negativa a movilizarse: «Es mi conclusión como oficial de las fuerzas armadas que la guerra en Iraq no es sólo incorrecta moralmente sino una violación horrible del derecho estadounidense. Aunque he tratado de renunciar en señal de protesta, me veo obligado a participar en una guerra que es manifiestamente ilegal. Como la orden de participar en un acto ilegal es también ilegítima en última instancia, debo rehusar esa orden como oficial de honor e integridad.»
Crucial en su argumento era la inconstitucionalidad de la decisión de ir a la guerra.»Teníamos gente dentro de nuestro país con cantidades tremendas de poder que hacía lo que le daba la gana,» explicó Watada. «No habían limitaciones y balances como lo propugna nuestra Constitución.»
Su desobediencia era también su deber según el derecho internacional: La Carta de la ONU y los principios de Nuremberg «prohíben las guerras de agresión. En su calidad de tratados, también forman parte del derecho de EE.UU.»
Watada era consciente de que el encarcelamiento era la consecuencia más probable de su acción. Pero se proponía enjuiciar a la guerra al hacerlo: «Trataré de argumentar los méritos legales de la guerra: que es ilegal, que es inmoral y que oficiales y soldados de conciencia no deberían ser obligados a hacer algo que es ilegal e inmoral.»
El ejército acusó al teniente Watada de no haberse movilizado a Iraq con su unidad e inició su procesamiento por una corte marcial. Entonces comenzó el tortuoso proceso que terminó con la reciente victoria de Watada – un proceso que se hace eco del antiguo dicho: «la justicia militar es para la justicia lo que la música militar es para la música.»
Watada y sus partidarios se preparaban para enjuiciar a la guerra. Pero el juez militar, el teniente coronel John Head se negó incluso a permitir que fuera considerada la motivación de Watada para rehusar la orden – la ilegalidad de la guerra. El juez Head sostuvo que cuando Watada estipuló que había desobedecido una orden, estaba realmente confesando su culpa, haciendo que toda defensa fuera irrelevante.
La corte se enredó, tratando de mantener la paradoja de que un soldado tenga el deber de desobedecer órdenes ilegales, mientras Watada no podía argumentar que la orden que desobedeció no era una orden legítima.
Cuando el juez solicitó a los abogados de la acusación y de la defensa que pidieran la anulación del juicio sobre la base de que Watada debe haber comprendido mal su propia declaración, ambas partes dijeron al juez Head que estaban en desacuerdo. En ese momento el juez virtualmente instruyó al abogado de la acusación para que solicitara la anulación del juicio, la que otorgó de inmediato.
El juez Head propuso volver a juzgar a Watada por las mismas acusaciones. Pero, como el abogado de Watada, Eric Seitz, dijo en una conferencia de prensa después de la corte marcial, eso constituiría una violación flagrante de la salvaguarda constitucional contra un procesamiento por segunda vez por el mismo delito ya que tanto la acusación como la defensa habían presentado sus casos completos. El ejército, dijo Seitz, debería comprender que «este caso es un lío irremediable.»
Tres tribunales militares rechazaron la reclamación por procesamiento por segunda vez de Watada; pero en cuanto el caso fue apelado ante un tribunal civil, el juez del tribunal de distrito Benjamin Settle emitió un aplazamiento bloqueando el nuevo juicio, afirmando que «el juez militar probablemente abusó de su arbitrio.» El ejército anunció que apelaría pero no hizo nada durante dieciocho meses, dejando a Watada en un limbo judicial. Finalmente, después de una campaña de partidarios de Watada, el Departamento de Justicia del gobierno de Obama rechazó la apelación del ejército. El ejército amenazó con someter a Watada a una corte marcial por otras acusaciones pero finalmente decidió a aceptar su derrota.
Siguen existiendo preguntas más profundas
Ehren Watada está libre ahora para continuar con su vida civil. Pero como el gobierno de Obama se atrasa con sus promesas de retirarse de Iraq, se hunde en más cenagales en Afganistán y Pakistán, y amenaza con escalar el conflicto con Irán, las preguntas planteadas por la acción de Watada nos siguen persiguiendo. Algunas son:
¿Existe un derecho y una obligación de resistir?
Watada presentó la pregunta fundamental de si la autoridad – en las fuerzas armadas o en la sociedad en general – es algo que debe ser aceptado a ciegas, o algo que ha de ser sometido a un examen moral y legal. Afirmó que «el soldado estadounidense debe elevarse por sobre la socialización que le dice que hay que obedecer siempre a la autoridad sin cuestionarla. Hay que respetar el rango pero no seguirlo jamás a ciegas.»
Al general Peter Pace, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, le preguntaron en 2006: «¿Debería la gente en las fuerzas armadas de EE.UU. desobedecer órdenes que considera ilegales?» Respondió: «Es la responsabilidad absoluta de todo el que está en uniforme desobedecer una orden que sea ilegal o inmoral.» Si es así, ¿cuáles son las implicaciones para los soldados, para las fuerzas armadas y para al resto de nosotros?
¿Deberíann considerar las fuerzas armadas afirmaciones de que hay órdenes que son ilegales?
Watada declaró: «Tengo entendido que bajo el derecho militar, se permite que los que están en las fuerzas armadas rehúsen y en los hechos que tienen el derecho a rehusar órdenes ilegítimas – un derecho a rehusar. En un tribunal deberíann tener la oportunidad de presentar evidencia y testigos en su defensa, sobre por qué la orden era ilegítima. En este caso no tendré esa oportunidad, y es una parodia de justicia.»
¿Debería reconocer la ley a objetores selectivos?
La Ley de Servicio Selectivo otorga estatus de objetor de conciencia a los que se oponen a todas las guerras por motivos de conciencia moral. Pero adopta la posición de que los objetores no pueden escoger y elegir sus guerras. Sin embargo, actualmente existen fuertes motivos morales para oponerse a muchas, si no a la mayoría, de las guerras que tienen lugar, incluso para aquellos que puedan admitir que en principio algunas guerras puedan ser justificadas. Amnistía Internacional adopta la posición de que existe un derecho a una tal «objeción selectiva» y que aquellos que son castigados por negarse a participar en una guerra que consideran inmoral son «prisioneros de conciencia.»
Watada reconoció que «en oposición a mi postura, se presentará el argumento de que los soldados no tienen derecho a escoger y elegir sus guerras.» Pero sostuvo que: «Yo respondería que no es sólo nuestro derecho sino nuestro deber constitucional y moral.» ¿Es hora de reconocer a objetores de conciencia a ciertas guerras?
¿Cómo se pueden impedir guerras ilegales de agresión?
Existe actualmente un amplio debate sobre la tortura en círculos políticos, el público y en cierto grado en los tribunales. Pero la tortura es sólo un crimen de guerra, y no es el más grave. Sin embargo, no existe virtualmente ningún esfuerzo por cuestionar o establecer una responsabilización por el crimen de guerra más importante de EE.UU. en Iraq: la guerra preventiva ilegal.
Como dijo Watada; «Pienso que el mayor crimen que los dirigentes pueden cometer – la dirigencia de un país – sería conducir a su pueblo, a su país, a la guerra, sobre la base de afirmaciones fraudulentas.»
En una declaración que le valió una acusación adicional del Ejército, Watada dijo a una convención de Veteranos por la Paz: «Para detener una guerra ilegal e injusta, los soldados pueden decidir dejar de participar en ella.» ¿Es deslealtad una acción semejante, o un suplemento muy necesario a nuestro sistema de limitaciones y balances?
El ejército sacó al aire su propia frustración por no haber podido condenar a Watada insistiendo en que su renuncia «tenía lugar bajo condiciones otras que honorables.»
El teniente Ehren Watada sacrificó honorablemente mucho y arriesgó más «para garantizar que todos los estadounidenses vivan en un país en el que tengamos una auténtica democracia.» El ejército debería honorarlo con héroe militar.
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Jeremy Brecher es historiador. Sus libros incluyen «Strike!, Globalization from Below, y, co-editado con Brendan Smith yJill Cutler: «In the Name of Democracy: American War Crimes in Iraq and Beyond» (Metropolitan/Holt). Ha recibido cinco Premios Emmy regionales por su trabajo en películas documentales y fue consultor en el documental sobre el teniente Ehren Watada: «In the Name of Democracy: America’s Conscience, A Soldier’s Sacrifice.» Es co-fundador de Global Labor Strategies.
Brendan Smith es periodista y activista sindical. Es co-fundador de Global Labor Strategies, socio consultor del Progressive Technology Project, y se sumó recientemente al personal de Labor Network for Sustainability. Como miembro del emergente movimiento de «trabajo verde», también dirige una granja orgánica de ostras de 20 hectáreas en las Islas
Thimble de Long Island Sound.