Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Cuando vi esta película me hice algunas preguntas:
1- ¿Por qué una fotógrafa inglesa, Eugenie Dolberg, imparte un curso para enseñar a mujeres iraquíes? ¿Acaso los iraquíes no tenemos universidades, institutos, sociedades para enseñar artes en general y fotografía en particular?
2- ¿Por qué el curso se imparte en Damasco y no en Bagdad? Si la razón es la falta de seguridad, ¿acaso estas mujeres no se van a enfrentar con el peligro cuando vuelvan a Iraq para practicar lo que les ha enseñado Eugenie? ¿Significa esto que la vida de Eugenie es más importante que los iraquíes? Y, de hecho, una de ellos, Sarwa, fue asesinada después del curso y otra fue acusada de apoyar a una organización terrorista debido a su cámara.
3- ¿Por qué decide Eugenie hacer un documental sobre un curso de fotografía? ¿Es un curso real o una excusa para otra cosa?
4- ¿Qué hace en la película la silenciosa joven estadounidense? Se limita a observar y a escribir en el ordenador, y lo único que dice al final del documental es que ninguna de las mujeres iraquíes le había echado la culpa de la destrucción de Iraq por parte de Estados Unidos a través de la invasión y ocupación.
5- Y, por último, ¿cuál es el mensaje de la película?
Según su directora Maysoon Pachachi: «En esencia la película habla de cómo el trauma […] se puede convertir en una actividad creativa para hacer frente a la destrucción», lo cual es un mensaje con un fuerte contenido humanista. Por desgracia, muchas guerras se han emprendido y se continúan emprendiendo en nombre de la humanidad. Iraq es un ejemplo perfecto de ello porque una de las principales razones de la ocupación de Iraq fue salvar al pueblo iraquí de la dictadura y convertirlo en un ejemplo de democracia en Oriente Próximo.
Para contestar a las preguntas que me habían planteado a mí misma, voy a presentar mi marco teórico acerca de la relación entre colonialismo y neocolonialismo, y los derechos humanos de la mujer y el papel de lo que mi amiga Haifa Zangana denomina «feminismo colonial», que forma parte de lo que el asesor del ministro de Defensa estadounidense Joseph Nye denomina el «poder suave».
En los últimos años un nuevo discurso «feminista» ha acompañado a la denominada guerra contra el terrorismo en el discurso oficial de Occidente, en los medios de comunicación, en las narrativas feministas, en la cultura popular y en la literatura. Occidente, especialmente Estados Unidos de América, afirmaba que sus guerras en Oriente Próximo tenían una motivación feminista: garantizar los derechos de la mujer en países donde esos derechos se violaban y abolían, donde las mujeres se han convertido en indefensas víctimas oprimidas. En otras palabras, estas guerras tenían una misión civilizadora, de modernización y de rescate en nombre de los derechos humanos.
De hecho, este nuevo discurso «feminista» se adaptó y comercializó para ocultar los verdaderos motivos de las intervenciones, invasiones y ocupaciones militares en el contexto de la reconstrucción de los sistemas político, económico y cultural de la zona, y, por lo tanto, es un discurso que implicaba demasiadas contradicciones. Para empezar, vuelve a representar el mismo viejo discurso colonial racista de la responsabilidad que tiene el hombre blanco de civilizar y liberar de las cadenas de su propio retraso al Otro, el estereotipado hombre de color primitivo. Exactamente de la misma manera que las consignas del hombre blanco en los cinco últimos siglos tenían humanistas misiones de civilización en sus narrativas declaradas, el nuevo discurso «feminista» tiene ahora la misión de salvar a la Otra, la mujer árabe musulmana de Oriente Próximo, de la miseria en la que vive, impuesta por regímenes patriarcales y tiranos, y, sobre todo, por tradiciones religiosas (islámicas) medievales.
Se crea y representa un nuevo estereotipo: una víctima indefensa privada de sus derechos humanos individuales. Y a los avanzados y autosuficientes hombres y mujeres que la han precedido en el logro de sus derechos les corresponde ayudarla a luchar contra la opresión patriarcal masculina y sus despóticas instituciones. Este estereotipo, que se construye básicamente sobre la imagen esbozada por el discurso orientalista, sigue siendo incorrecto porque se basa en impresiones exteriores a la estructura cultural de una sociedad dada y en los antecedentes políticos que sirven a los intereses imperialistas estadounidenses de volver a colonizar Oriente Próximo.
Este nuevo estereotipo está sacado de contexto, es occidente-céntrico y homogéneo, y por ello a menudo es incapaz de entender la verdadera naturaleza de las relaciones del hombre y la mujer con las instituciones, que están controladas necesariamente por sistemas de valores profundamente arraigados (historia, geografía, economía, cultura). Las mujeres constituyen una clase no homogénea en todo el mundo, unidas por (y luchando en contra de) la opresión de otra clase homogénea, los hombres. Esta división binaria universal es básicamente ingenua y se basa en el estereotipo. Lo que es lo mejor para una mujer en una sociedad específica y en un periodo histórico específico no es necesariamente bueno para otra.
Además de esto, las mujeres en las sociedades coloniales occidentales (los salvadores, en este caso) construyen sus culturas avanzadas económica y tecnológicamente en parte sobre la explotación de otras naciones, incluido Oriente Próximo (en este caso, las víctimas a las que hay que salvar). Este punto en particular es una repetición de la eterna pregunta: ¿por qué los países en desarrollo no aprenden de las experiencias de los países desarrollados y las copian? La respuesta es, simplemente, porque la víctima no puede (y, además, no debería) imitar a sus perseguidores.
Las mujeres de Oriente Próximo, que carecen de oportunidades educativas, sanitarias y económicas, siguen necesitando mantener la lucha para salir de la posición subalterna del Otro dentro de sus propias culturas. Sin embargo, al luchar fuera de esta situación asumen una clara conciencia de las dimensiones del problema, sienten profundamente estas injusticias y la voluntad de luchar. Además, en Oriente Próximo esta lucha está directamente relacionada con los problemas políticos y económicas globales que padece.
Las guerras, las ocupaciones e invasiones extranjeras complican la situación de la mujer (de hecho, de todas las personas) y la hace aún más difícil, y, como es el caso de Iraq y Afganistán, en realidad les privan de cualquiera de los derechos que hubieran logrado conseguir por medio de su propia lucha y los destruyen, aparte del hecho de que las guerras violan derechos humanos muy esenciales y culturales. Las consecuencias son contrarias a las intenciones declaradas. Estas mujeres culpan a Estados Unidos de la devastación del medio ambiente y del deterioro de su calidad de vida… Han padecido desplazamientos, han vivido en el reducido espacio de los campos de refugiados en países extranjeras, la violación y el abuso de sus hermanas, madres e hijas, la masacre cotidiana de sus seres queridos por parte de los ocupantes estadounidenses e incluso han tenido que observar impotentes cómo sus hijos padecía crisis nerviosas.
La solidaridad (feminista) extranjera bien intencionada no debería ser más ni puede ser más que solidaridad. Las mujeres de Oriente Próximo crean sus oportunidades de ser a través de su lucha, no fuera de ella ni sin ella. Les guste o no a las feministas, el apoyo y la responsabilidad fraternales feministas hacia el Otro oprimido podría ser «secuestrado» estratégicamente y utilizado para servir al nuevo discurso hegemónico imperialista del siglo XXI. Las consignas humanistas universales (defender los derechos de las minorías étnicas, de la mujer, de los niños, de los homosexuales, la democracia, etc.) se han convertido en el pretexto para muchas intervenciones selectivas y agresiones militares, para reconstruir las culturas locales a un nivel de base de manera que sirvan a los intereses de los agresores, independientemente de hasta qué punto estas consignas sirven al Otro implicado. Por supuesto, no estamos haciendo un llamamiento a detener la solidaridad internacional; por el contrario, hacemos un llamamiento a estos grupos solidarios a que reconsideren la estrategia de sus enfoques y hagan una nueva lectura de sus experiencias históricas en Oriente Próximo, al menos para decidir hasta qué punto eran eficaces.
En resumen, el apoyo fraternal podría ser útil al contribuir a garantizar las oportunidades de educación, independencia económica, salud y, por encima de todo, la paz; al garantizar su oportunidad de crear su posibilidad histórica de crear su paradigma cultual al margen de perjudiciales tradiciones heredadas.
Volvamos ahora a la película: el título juega con el término técnico «objetivos abiertos» para evocar la idea de espacios abiertos que se cierran a las mujeres iraquíes. ¿Qué oportunidades se abren a las mujeres en esta película?
En la primera parte de la película se saca a las mujeres de Iraq, fuera del contexto de guerra y destrucción, y se las sitúa en un hermoso patio tradicional de una casa de Damasco para aprender a sacar fotos. Una casa cerrada en la que no hay ningún hombre, solo mujeres, incluso una niña. Estas mujeres hablan, gritan, se ríen, comparten experiencias traumáticas, cocinan, comen, fuman, van de compras y, por encima de todo, emplean mucho tiempo visitando mezquitas en una especie de utopía femenina. El ambiente evoca la imagen orientalista colonial del harén islámico u otomano en el que las mujeres estaban segregadas y encerradas tras unos altos muros y hombres déspotas las utilizaban como esclavas sexuales. Estas mujeres incluso tienen sirvientas, las dos mujeres siria.
Observemos que ninguna de estas mujeres lee un libro, ni siquiera de fotografía. No hay libros en la casa. No van a ninguna biblioteca ni a museo alguno. Se limitan a escuchar a la profesora británica. Ahora la relación profesora-alumna implica poder y trato condescendiente. Pero la profesora Eugenie no muestra ningún tipo de práctica de poder, sino que, por el contrario, se comporta dulcemente y con fraternal feminismo: se compadece de las experiencias de las mujeres, llora con ellas y comparte sus actividades. Sobre todo, les enseña cómo redefinir sus identidades eligiendo las fotos, lo que en una situación normal sería magnífico. Pero en una zona de guerra como Iraq la pregunta que ni se le ocurre a Eugenie es cómo puede ninguna de ellas elegir y, por lo tanto, redefinir su identidad. ¿A quién está engañando, a sí misma o a las mujeres iraquíes?
Conocemos muy bien la identidad de Eugenie: su nombre, su infancia, su familia, estudios, aficiones, su amor e incluso su misión en la vida, que es luchar por la justicia en cualquier parte del mundo, como ella dice (¡no olvidemos la misión humanitaria!). El curso de fotografía que está organizando forma parte de esta misión: ayudar a las mujeres iraquíes a descubrir su identidad a través de la fotografía y de sus enseñanzas de historia visual.
Las identidades de las mujeres iraquíes, por otra parte, son muy vagas. La imagen más clara que tenemos de ellas es que son víctimas traumatizadas. De hecho, el curso de fotografía parece unas sesiones de psicoterapia en las que las mujeres se abren y aligeran su pecho de todos los miedos y ansiedades acumulados. Con todo, tenemos unas «pinceladas» de la historia de su vidas, que si se recopilaran ofrecerían a los espectadores una identidad colectiva de víctimas de la injusticia social, cultural y política. Gracias a estas pinceladas sabemos:
1- No estudian lo que quieren por razones sociales o políticas (por ejemplo, 3 de ellas).
2- No se comportan libremente porque su cultura no se lo permite (por ejemplo, la historia de las galletas y la facultad de Bellas Artes).
3- Están tristes debido a los hombres desaparecidos: un padre, un hermano, un marido y, por encima de todo, un hijo, desaparecidos en las guerras, las cárceles, el exilio o la ingratitud. (por ejemplo, la canción y muchas otras historias).
4- Pasan por experiencias traumáticas y violentas (sobre todo las guerras) sobre las que no pueden opinar, pero están victimizadas y son perseguidas (por ejemplo, la secuestrada, la exiliada, la asesinada).
5- Lloran mucho, especialmente en las mezquitas, donde solo está Dios para ayudarlas; son muy religiosas y creen que Dios castigará a los tiranos.
6- Son víctimas de la poligamia y de hombres tiranos (la sirviente siria, una mujer joven divorciada).
Podría continuar, pero creo que es suficiente. Lo importante es que no tenemos cada historia individual completa, sino solo una imagen homogénea de un grupo de mujeres victimizadas. Lo importante es qué partes de la historia se han escogido y cuáles se han quedado fuera del montaje. Oímos relatos de hombres asesinados, de ciudades bombardeadas, de fosas comunes, pero no tenemos detalles de lo que ocurrió ni cuándo, por qué, cómo, etc. Todas las historia están fuera de contexto para dar una imagen colectiva de una masa de víctimas.
Por supuesto, estoy de acuerdo con Maysoon Pachachi en que todas las guerras son malas, que no existe la guerra buena o la guerra justa. Pero en este caso ella tiene que hablar de todas las guerras. Por ejemplo, cuando una de las mujeres habla de las fosas comunes, tenemos un primer plano de 15 segundos de la cara de Eugenie llorando, impactada y cubriéndose la cara con las manos. Pero lo que no se menciona acerca de esta misma guerra de 1991 es que los soldados estadounidenses enterraron vivos a los soldados iraquíes en el desierto, ejecutaron prisioneros de guerra y asesinaron a miles de soldados iraquíes que se estaba retirando dos días después del alto el fuego en lo que se llamó la Carretera de la Muerte y fue documentado por el escritor estadounidense Seymour Hersh. Maysoon Pachachi no se menciona el hecho de que Bush padre prometió apoyar la rebelión iraquí contra Saddam y después los abandonó, y dejó que los soldados iraquíes y los rebeldes iraquíes se mataran entre sí. No menciona los trece años de sanciones económicas que mataron a dos millones de iraquíes. No menciona el bombardeo del refugio de Al-Amiria por parte de los estadounidenses el 17 de febrero, refugio en el que se quemó vivas a 400 familias iraquíes. De hecho, en una de las historias se presenta al soldado estadounidense, que es el agresor, como víctima de un sistema social injusto en Estados Unidos. Se le representa de una manera muy humana, con una familia y hijos que deja tras de sí. La experiencia que tienen millones de iraquíes con los soldados estadounidenses es la contraria. Si tenemos tiempo les contaré mi propia experiencia.
Cuando las mujeres hablan de la violencia sectaria no hay referencia alguna al papel que desempeñó Estados Unidos en su creación introduciendo una constitución y un sistema político basados en la división sectaria y étnica. ¿Es casual que las mujeres de la película inmediatamente después de la ejecución de Saddam Husein lo celebren, bailen y hagan una fiesta? Lo dudo.
También quiero comentar la atmósfera orientalista de esta primera parte: ¿se han dado ustedes cuenta de que hay planos largos de mezquitas, minaretes, casas decadentes y paredes, callejones estrechos, calles sucias, mujeres cubiertas y canciones tristes? Damasco no es así. He estado ahí muchas veces y es una de las ciudades más bonitas, modernas y limpias de Oriente Próximo, incluidas las partes antiguas de la ciudad. Las propias mujeres iraquíes van muy maquilladas y se tiñen el pelo, lloran mucho y ríen como niñas mientras hablan de sus terribles situaciones; cualquier persona familiarizada con el discurso orientalista se dará cuenta de estos detalles.
En la segunda parte observé los cambios que hace la directora una vez que las mujeres han asimilado la sabiduría británica:
1- El espacio es un moderno centro cultural, no una vieja casa tradicional con patio; no hay ninguna mezquita ni viejos callejones sucios o barrios que se caen a pedazos, todo es limpio y pulcro.
2- Es primavera; todos los primeros planos son de árboles en flor, ríos, cielos luminosos, jardines verdes, etc.
3- Las mujeres están menos maquilladas, no gritan en absoluto, no hay lágrimas ni tristezas, no cocinan, pasan el tiempo estudiando las fotos, escribiendo, pensado y, sobre todo, se sienten más fuertes, entienden mejor la vida y de una manera nueva. Son más valientes aunque se han enfrentado a la policía y a la guardia nacional, y han sido amenazadas, pero no les preocupa la muerte. Ya no hay mujeres exclusivamente, ahora les acompaña un chico.
4- Los niños están obviamente traumatizados.
5- En realidad, las mujeres iraquíes dan las gracias a las mujeres británicas y estadounidenses por el curso. Esto es típico del discurso colonial, que el colonizado debería estar agradecido al colonizador por salvarle de su miseria. Pero hay una mujer que dice una frase muy importante: «nada ha cambiado, solo es una foto». Es cierto, pero creo que la situación no es la misma: después de la ocupación la situación es mucho peor para cada iraquí y no solo para las mujeres.
* Intervención de Eman Khamas en la 5ª Edición Cine Fórum 2013, Mujeres, Oriente Medio y resistencia civil, organizado por la Asociación Biladi en Bilbao del 27 al 30 de mayo. Intervención el día 29 de mayo tras la proyección de la película Open shutters Iraq [Objetivos abiertos en Iraq], año de producción: 2008. Dirección, producción, fotografía y montaje: Maysoon Pachachi. Duración: 102 min.
Eman Khamas, periodista iraquí y exdirectora del Observatorio de Derechos Humanos de Bagdad.