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22º Festival de Jazz de Madrid - Gilad Atzmon dedicó una balada a los asesinados por el Ejército israelí en los territorios ocupados

La lió

Fuentes: El País

Así se fue una mujer del público: indignadísima y dando un portazo, después de que Gilad Atzmon le dedicara una balada a los asesinados por el Ejército israelí en los territorios ocupados. Pocas veces se ha visto semejante espectáculo en el jazz; claro que tampoco es muy frecuente que nadie inicie una actuación hablando sobre […]

Así se fue una mujer del público: indignadísima y dando un portazo, después de que Gilad Atzmon le dedicara una balada a los asesinados por el Ejército israelí en los territorios ocupados. Pocas veces se ha visto semejante espectáculo en el jazz; claro que tampoco es muy frecuente que nadie inicie una actuación hablando sobre «los tres mayores asesinos de la humanidad», en referencia a Bush, Blair y Sharon. Principiaba el concierto y ya podía palparse la tensión en el ambiente. Faltaba poco para que las pasiones se desbocaran y el diálogo pacífico entre los instrumentistas ligados por lazos de sangre a los dos bandos en conflicto, palestino e israelí, diera paso a otro muy distinto, entre los espectadores disconformes con el artista y el susodicho.

Bien mirado, la situación resultaba bastante cómica, con la palabra yendo por un lado y la música, por el otro. Acaso, la virulenta disputa verbal llevara al más parkeriano de los filósofos germanistas en ejercicio y a sus músicos a soplar, friccionar o golpear sus instrumentos con ímpetu renovado, lo que explicaría la maravillosa hora y media de puro fuego con que nos obsequiaron. Ni siquiera la incorporación tardía del siempre temible «instrumental étnico», dícese por el acordeón y el violín, pudo apagarlo. Sí se produjo un cambio en el color de la música. Del jazz estricto sensu se pasó al cabaret de vanguardia o puede que siempre estuviéramos escuchando la misma cosa sin saberlo por venir todo de semejante rey Midas de la modernidad, capaz de convertir en propio cuanto toca. Una personalidad arrolladora, Gilad Atzmon, tanto que no había comenzado en lo suyo y ya nos habíamos olvidado del pobre Raynald Colom, a quien se había adjudicado la ingrata tarea de telonero. Un olvido imperdonable: el catalán, más Freddie Hubbard que nunca, ofreció un impecable muestrario de sus cualidades como jazzista y como músico, que no es lo mismo, aunque lo parezca. Y tuvo junto a sí a un inspiradísimo Marc Ayza a la batería haciendo maravillas. Sólo que no era su día.


Gilad Atzmon & The Orient House Ensemble: Gilad Atzmon, saxos, clarinete; Frank Harrison, piano; Yaron Stavi, contrabajo; Asaf Sirkis, batería; Romano Viazzani, acordeón; Dumitru Ovidio Fratila, violín; Guillermo Rozenthuler, voz. The Raynald Colom Quintet: Raynald Colom, trompeta; Martí Serra, saxos; José Reinoso, teclados; Tom Warburton, contrabajo; Marc Ayza, batería.

Centro Cultural de la Villa.
Madrid, 29 de noviembre 2005.

Traducción al inglés de Manuel Talens (http://peacepalestine.blogspot.com/)