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La mejor película del mundo sobre terrorismo

Fuentes: Rebelión

La expresión cultural auténticadel hambre es la violenciaGlauber Rocha El terrorista torturado En un artículo publicado en El País (domingo 28 de noviembre), Michael Ignatieff afirma: «La mejor película que se ha hecho sobre terrorismo -La batalla de Argel (1965), de Gillo Pontecorvo- se rodó a instancias de un terrorista». El «terrorista» en cuestión es […]

La expresión cultural auténtica
del hambre es la violencia
Glauber Rocha


El terrorista torturado

En un artículo publicado en El País (domingo 28 de noviembre), Michael Ignatieff afirma: «La mejor película que se ha hecho sobre terrorismo -La batalla de Argel (1965), de Gillo Pontecorvo- se rodó a instancias de un terrorista».

El «terrorista» en cuestión es Saadi Yacef, quien aparece en el film interpretándose a si mismo. Líder militar del Frente de Liberación Nacional (FLN), Yacef es autor del libro La bataille d’Alger, que filmó Pontecorvo. Estuvo arrestado entre 1957 y 1962 por los franceses, siendo tres veces sentenciado a muerte. Los relatos de las torturas a miembros del FLN son autobiográficos.

Actualmente, Yacef tiene 76 años y goza de gran vitalidad. En una entrevista realizada a raíz de su reciente visita a Brasil, comentaba: «Hubo mucho coraje, pero también mucho horror. A veces, al poner una bomba, yo lloraba, porque sabía que iba a destruir vidas. Hoy, no soy capaz de matar ni a una gallina. Y perdonaría a quien me torturó. Para mí, ese capítulo está cerrado. Ahora lucho por la paz».

Esta «lucha por la paz» se concreta en su cargo de senador en Argelia. Ha condenado reiteradamente los ataques terroristas realizados en nombre del Islam: «Existe un verdadero Islam, que es el de Muhámmad. Y un falso Islam, que esas personas se inventan. Muhámmad nunca dijo que las mujeres debían usar velo, ni que las personas debían matar por Al-lâh».

De Argel a Bagdad

Esta no es la primera vez que se trae a colación la película de Gillo Pontecorvo para hablar de la guerra de Irak. Hace unos meses, Pascual Serrano publicó un artículo (Rebelión, 10-04-04), donde se señalan los paralelismos:

«La batalla de Argel» a «La batalla de Bagdad»
Pascual Serrano

Los acontecimientos en Bagdad, e incluso los de Madrid, hacen recomendable recordar la película «La batalla de Argel». Una película que relata la lucha del pueblo argelino por su independencia (…).

En el relato se suceden los atentados contra policías franceses por parte de los activistas del FLN para continuar la escalada de violencia mediante la colocación de bombas en centros de reunión civiles, tanto por las autoridades francesas como por los militantes independentistas. Bombas en viviendas del barrio árabe de la casbah mientras sus ocupantes, incluidos mujeres y niños, duermen, bombas en restaurantes y discotecas que frecuentan los occidentales. Explosivos colocados por policías franceses que se hacen pasar por periodistas, pero también por mujeres árabes que las abandonan en cestas de la compra. (…)

La ONU, como ahora, se desentiende y no prospera ninguna resolución que ayude a encontrar una salida. La megafonía de los ocupantes franceses hace un llamamiento a la población: «Colabora con nosotros para lograr una Argelia libre y democrática, no colabores con los terroristas». Vuelve a nuestra mente la imagen de Bagdad.

Cuando los periodistas le preguntan al coronel francés Matieu por las acusaciones de tortura responde: «¿Francia debe quedarse en Argel?. Si su respuesta es que sí deben aceptar tales consecuencias necesarias». Vuelve la tozuda actualidad.

La violencia de los ocupantes genera más violencia: atentados indiscriminados contra viandantes, vehículos kamikazes contra las viviendas, hombres-bomba cuando se entregan. Familiar, ¿verdad?

Bush se interesa por Argelia

En enero del 2004, La batalla de Argel fue reestrenada en algunas salas de Estados Unidos, con un éxito inusitado. La ocasión no podía ser mejor, en pleno estallido de los escándalos por las torturas en Irak.

También en el Pentágono se han dado cuenta de lo conveniente de ver este film para comprender la situación actual. Según Bruce Hoffman, experto en terrorismo de la Rand Corporation, la oficina de Conflictos de Baja Intensidad del Pentágono vio La batalla de Argel en un pase privado en agosto del 2004.

La invitación a los altos cargos y funcionarios del Pentágono decía lo siguiente: «Cómo ganar una batalla contra el terrorismo y perder la guerra de las ideas. Niños disparan contra soldados, mujeres ponen bombas en cafeterías… Los franceses tienen un plan. Tiene éxito desde el punto de vista táctico, pero fracasa desde el punto de vista estratégico. Para entender por qué, venga a la proyección de esta película».

Según otras fuentes, la película ha sido proyectada en la Casa Blanca, en pase privado para el presidente Bush.

Lo que preocupa al Pentágono es lo siguiente: el film de Pontecorvo muestra como una victoria militar aparente es inseparable de la derrota política que acabará llevando al país a su independencia. Para Hoffman, «la película muestra que a través de la historia, sin importar el país, hay una tendencia a hacer caso omiso del silencio de los habitantes en una insurgencia» hasta que es demasiado tarde y es entonces la población civil sufre una metamorfosis convirtiéndose en «algo poderoso».

La clave es la siguiente: los rebeldes viven mezclados entre la población civil. Cuando los franceses atacan a los insurgentes, atacan a todos los argelinos, no son capaces de distinguir unos de otros. No importa que seas o no miembro de la resistencia, en cualquier momento puedes morir ametrallado por un soldado invasor, mientras estas rezando en la mezquita, o tratando de ganar unas monedas para mantener a tu familia. Bombardeos indiscriminados contra la población civil, como en Argelia, como en Indochina, como en Vietnam, como en Iraq… al final, Pontecorvo muestra las pancartas con el lema: «Argelia = FLN».

En el referéndum para la autodeterminación, celebrado en marzo de 1962, la mayoría de los argelinos votó de forma abrumadora por la independencia: 6.000.000 de votos a favor frente a 16.000 en contra.

Cine y terrorismo

¿Es La batalla de Argel «la mejor película que se ha hecho sobre terrorismo»? Si de gustos cinematográficos se trata, todos tenemos derecho a dar nuestra opinión. Alguien puede preferir L’Armée des ombres (El ejército de las sombras, 1969), el bello homenaje de Jean Pierre Melville a la resistencia francesa durante la ocupación nazi. Otros recordarán las películas políticas de Solanas, Littín o Sanginés… Podríamos incluso remontarnos a La madre (1922) de Pudovkin, una muestra de la toma de compromiso de «una madre» con la lucha armada en la Rusia pre-revolucionaria.

La mayoría de estos filmes toman partido por lo que ahora se llama «terrorismo», en un sentido romántico, incluso panfletario. Lo extraordinario del film de Pontecorvo es el perfecto equilibrio que mantiene entre la mirada documentalista y la implicación en los sucesos. No hay inocentes ni culpables, por lo menos en un sentido superficial. No se trata de un retrato de una «resistencia justa» que emplea «métodos nobles» para defenderse de un «invasor innoble». En el fondo, la batalla de Argel no es militar. Es la batalla por lograr el apoyo de la población al FLN, y esto se logra provocando una escalada represiva por parte de los ocupantes.

Pontecorvo no es en absoluto maniqueo. El mismo conocía los laberintos de la lucha de guerrillas: afiliado con 19 años al Partido Comunista italiano en 1940, ingresó dos años después en la resistencia armada y terminó mandando la Tercera Brigada de partisanos que liberó Milán de los nazis. Es decir: el mismo fue calificado como terrorista por las fuerzas de ocupación contra las que se rebeló.

Tierra en trance

Durante la elaboración de las líneas anteriores he recordado Terra em transe (1967), del cineasta brasileño Glauber Rocha. Este film no habla directamente del terrorismo, sino de la desesperación, del fracaso de la izquierda política en la América Latina, del avance inexorable del fascismo. Un filme que estalla en la imagen final del protagonista enarbolando una metralleta en un contrapicado inolvidable.

Frente a Pontecorvo (mirada de documentalista), la estética de Rocha nace en las entrañas. No es un film objetivo, sino un vómito de amor, de horror y de impotencia. La suya no es ni pretende ser la resistencia de los «buenos-demócratas-civilizados» frente a la barbarie de los «malos-tiránicos-nazis», sino la rebelión de los feos y andrajosos tercermundistas contra la pulcritud de una maquinaria político-económica que no deja un resquicio para la esperanza.

Sobre Terra em transe dijo Rocha: «La filmé con repulsión. El montajista me dijo que no había ni un solo plano bonito. Todos los planos son feos, porque trata sobre personas perjudiciales y sobre un paisaje podrido en falso barroco».

La estética de Rocha nos recuerda al análisis que hace Ignatieff sobre los filmes de las decapitaciones en Irak. Se trata de provocar repulsión, de mostrar la convulsión que se apodera de los seres vivos en la espiral de la podredumbre institucionalizada.

El paisaje de fondo es el de la realidad política internacional. La hipocresía en toda su crudeza, los asesinatos en masa presentados como obras de civilización frente a la barbarie de los pueblos, la tortura aceptada como instrumento de liberación. El mito de la superioridad de la cultura occidental en toda su crudeza.

Rocha lo dijo claramente: «No profeso respeto alguno por la cultura europea y, al mismo tiempo, considero que nuestra cultura comienza desde cero. Comienza de la historia generada por el hambre».

Rocha se sitúa donde nadie se atreve a situarse: en lo anterior al terrorismo como desencadenante de la violencia. El terrorismo no nace de la nada, sino en la tierra devastada por la apisonadora del mercado. La violencia política es mesiánica, tiene mucho que ver con la mística, nace del trance provocado por el hambre. El éxtasis siempre se ha comparado con la muerte.

La palabra portuguesa transe alude, para Rocha, a «un estado de convulsión desvelada que asaltaba a la conciencia creadora, le daba su verdadero impulso y no permitía que la obra realizada se independizase de los espasmos que la habían originado». No una tesis política brillante, sino un espasmo. Esto es lo que nos ayuda a interiorizar las imágenes de nuestra violencia cotidiana, para devolverlas como acto creativo.

Rocha definió esta estética de forma contundente:

«Nuestra originalidad es nuestra hambre, de la que proceden todas nuestras miserias. La expresión cultural auténtica del hambre es la violencia. La estética de la violencia es revolucionaria, no primitiva. En esta fase, incluso el colonizador deberá prestar atención al colonizado. Sin embargo, esa violencia no es concitada por el odio, sino por el amor, por una amor de la acción, del cambio.»

Por Abdennur Prado
Secretario de Junta Islámica
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