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La memoria robada de Iraq

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

Los detallados registros de deliberaciones privadas del ex presidente iraquí Sadam Husein con su círculo íntimo publicadas por el Pentágono la semana pasada plantean serias dudas sobre el derecho de Estados Unidos a incautar y mantener bajo su control documentos pertenecientes al Estado iraquí, incluso después de que ponga término a sus ocho años de ocupación el próximo mes. Para los iraquíes, los documentos y expedientes que formaban parte de un voluminoso archivo del Estado que las fuerzas estadounidenses se apropiaron tras invadir Iraq en el año 2003, se consideran un tesoro y una parte del patrimonio nacional iraquí que debería ser devuelto a Iraq.

Una sección muy pequeña de los documentos, que incluyen notas y reuniones grabadas, fue puesta a disposición de algunos medios de comunicación e investigadores estadounidenses y británicos la semana pasada, lo que ha dado que hablar a muchos iraquíes sobre la moralidad, la responsabilidad legal y la honestidad académica de apropiarse y re-examinar documentos incautados durante la ocupación. Lo peor es que los iraquíes no han tenido acceso a los mencionados documentos y ni un solo experto iraquí ha participado en los debates co-patrocinados por la Universidad de Defensa Nacional y el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos, de Washington, aunque se suponía que debían proporcionar nuevos puntos de vista sobre el Iraq bajo [el gobierno de] Sadam.

Entre los documentos que se han hecho públicos hay algunos que ofrecen un aspecto sumamente infrecuente acerca de las reflexiones más íntimas de Sadam y sobre sus cálculos y percepciones de los asuntos exteriores tales como la política de Estados Unidos, Irán, Turquía y las relaciones con sus vecinos árabes. Los registros de las conversaciones de Sadam Husein y su gobierno, que pueden proporcionar a los historiadores una ventana al antiguo régimen iraquí, superan con creces en su significado político e histórico los documentos de WikiLeaks que son meros cables diplomáticos.

Un documento publicado revela que Sadam y sus asesores debatieron la decisión de Iraq de ir a la guerra contra Irán el 16 de septiembre de 1980, sólo una semana antes del comienzo de la contienda que duró ocho años. Un segundo documento desvela una reunión de Sadam con sus asesores de más alto rango en una importante sesión de estratégica el 15 de noviembre de 1986, para abordar los suministros secretos de armas de Estados Unidos a Irán en un momento crítico de la guerra. Otro que transcribe una reunión entre Sadam Husein y sus principales asesores muestra cómo el ex dirigente iraquí sugiere una ejecución rápida de un periodista británico nacido en Irán, Farzad Bazoft que fue detenido por trabajar como espía para Israel y Gran Bretaña.

La divulgación de estos documentos y los comentarios que han suscitado en los medios de comunicación son muy sentidos en Iraq, donde muchos iraquíes creen que el material disponible y las memorias de ex responsables del gobierno podrían haber sido utilizados en la agenda del Centro Woodrow Wilson para ofrecer una amplia variedad de perspectivas documentadas.

Además de los registros en posesión del Pentágono y de la CIA, el archivo completo del partido Baaz de Sadam fue enviado a Estados Unidos en 2006 para ponerlo a disposición de la Irak Memory Foundation, un grupo privado establecido por Kanan Makiya, inmigrante nacido en Iraq que imparte clases en la Universidad de Brandeis. En la dirección de la página web del grupo aparece una oficina de una zona de Washington DC con personal en Bagdad. Un mensaje dice que la Fundación tiene la intención de salvaguardar esas colecciones en calidad de patrimonio nacional.

Pero hay informes de prensa que sugieren que alrededor de siete millones de páginas de documentos de personal y miembros del partido de los que Makiya se apoderó y que acreditan atrocidades del régimen de Sadam se han concentrado en la Universidad de Stanford. La Fundación viene restringiendo desde hace tiempo el pleno y libre acceso a los documentos a las víctimas del régimen baasista, lo que ha generado la frustración de algunos académicos hasta el punto de elevar una queja porque se les estaba impidiendo acceder a registros históricos esenciales.

Las tropas estadounidenses también se apoderaron del Archivo judío del país integrado por libros, manuscritos, documentos y otros materiales que fueron trasladados a Estados Unidos y sobre los que los iraquíes expresan el temor de que algunos hayan podido acabar ya en Israel.

Algunos grupos judíos estadounidenses han advertido de que si los iraquíes reclamasen el archivo como propio ello supondría incitar a que la comunidad judía exija que se mantengan bajo control de Estados Unidos. Los archivos, que incluyen rollos de la Torá y antiguos manuscritos judeo-árabes, permanecen bajo custodia de la Administración Nacional de Registros y Archivos de Estados Unidos y del Centro para la Historia de los Judíos, y no está claro que vayan a retornar a Iraq en el futuro.

El gobierno iraquí ha solicitado en repetidas ocasiones la devolución de los documentos históricos retenidos en Estados Unidos argumentando que sería un motivo de gran preocupación que los estadounidenses siguieran en posesión de tales documentos. Ni el ejército estadounidense ni el gobierno han revelado los planes acerca de cómo tratar el asunto de los docuemntos de Iraq ni se han pronunciado acerca de que vayan a ser transferidos a Iraq tras la retirada de tropas de Estados Unidos a finales de año. La Sociedad de Archivistas Estadounidenses había declarado que la incautación y la evasión de los documentos de Iraq constituye un «acto de pillaje» prohibido por las leyes de la guerra.

Tras la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos retuvo documentos de la época nazi en el Centro de Documentación de Berlín, bajo autoridad del Ejército de Estados Unidos para su uso en [procedimientos de] crímenes de guerra. En octubre de 1953, el Centro fue puesto bajo la jurisdicción del Departamento de Estado hasta 1994, cuando fue transferido al control alemán en virtud de un acuerdo que permitió a Estados Unidos microfilmar todos los registros, que tuvo que costear Alemania, y transferir los microfilmes a la Administración Nacional de Registros y Archivos de Estados Unidos.

Es de suponer que los documentos iraquíes plasman la narrativa política del poder, de la historia social y del comportamiento humano, y podrían proporcionar una gran cantidad de información a historiadores y estudiosos de las ciencias sociales para la revisión de más de tres décadas de la Historia de Iraq.

En el 1978, Hanna Batatu, académico de origen palestino en la Universidad Americana de Beirut y en la Universidad de Georgetown, publicó The Old Social Classes and New Revolutionary Movements of Iraq  [Las antiguas clases sociales y los nuevos movimientos revolucionarios en Iraq] basado en su exhaustiva investigación de los archivos de los servicios de seguridad iraquíes de varios periodos de la Historia de Iraq hasta la década de 1970.

El libro, escrito con una metodología que combina documentos con testimonios de figuras de diferentes movimientos políticos, está considerado como una de las obras fundamentales en la Historia moderna de Iraq y uno de los muy escasos libros completos de Historia basados en fuentes primarias que se han escrito en cualquier país árabe. Para muchos iraquíes, el trabajo de Batatu y el acceso que le proporcionaron las autoridades iraquíes a los registros secretos de la policía de seguridad constituye un excelente ejemplo de cooperación para facilitar la investigación académica.

Sin embargo, los académicos iraquíes subrayan que la incautación de los documentos amenaza no sólo al pueblo iraquí con la pérdida de su memoria histórica sino también la credibilidad e imparcialidad académicas si tales archivos se tratan como expolio de guerra o botín colonial. En el caso de los archivos de Sadam Husein y del Baaz, consideran que el análisis del contenido de tales documentos es esencial para cualquier evaluación final del periodo de Sadam y que son fundamentales para que los iraquíes asuman su pasado.

Las autoridades iraquíes han exigido que los registros sean enviados a la Biblioteca y Archivo Nacional de Iraq, un depósito de documentos gubernamentales e históricos de distintas épocas y centro neurálgico para la investigación de la Historia de Iraq. Mientras que el gobierno de Estados Unidos sigue manteniéndose esquivo, una pregunta clave sigue en el aire: ¿Con qué derecho obtendrán e investigarán los académicos estadounidenses los registros de Iraq sin el consentimiento de los iraquíes o sin su participación?

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2011/1071/re10.htm