Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Foto: Un niño iraquí en una escuela de música que no ha sido reconstruida desde que fue destruida durante la guerra contra Iraq encabezada por Estados Unidos (Julie Adnan/Reuters).
«Ha pasado casi un millón de meses desde que los iraquíes acudieron a las urnas para rellenar los agujeros de sus almas con papeletas manchadas de sangre. Cientos de candidatos disfrazados de gusanos con ropajes progresistas en cielos ocupados perpetuaron la mentira de que hay democracia. Hipocresía en grado sumo, políticos que echan la culpa de su fracaso a una fronteras porosas mientras que siguen ciegamente las órdenes estadounidenses acerca de todo, desde defensa hasta educación. La muerte de una nación, el asesinato sistemático y la implacable deshumanización de millones de personas. La quema de mezquitas, escuelas, hospitales y torres por unas migas de pan podrido. Iraq está muerto, ha recibido un disparo en el corazón y una puñalada en la cabeza». Fragmento de una obra reciente titulada «Unfinished Letters from Iraq».
Antes de las elecciones parlamentarias en Iraq del 7 de marzo de este año todas las principales facciones políticas que participaban en las elecciones que se iban a celebrar por todo el país declararon que todo lo relacionado con las elecciones era corrupto y no representaba la voluntad del pueblo. Estaban elaborando una excusa en prevención de cualquier resultado no deseado que pudiera aparecer fuera de la farsa. Informes independientes corroboraron sus sugerencias con testimonios de censo falsos y urnas no precintadas. Las elecciones siguieron adelante a pesar de todo y otras falsas democracias de todo el mundo aplaudieron los resultados. Desde entonces un muy forzado proceso de creación de coaliciones ha dejado a Iraq sin gobierno durante más de ocho meses.
A pesar de la satírica tristeza de todo esto, los medios de comunicación liberales y la desesperada población de Iraq siguen aferrándose a los procedimientos electorales con un fervor religioso. Fuera de Iraq aquellas personas que organizaron políticamente la ocupación consideran que las elecciones son una justificación de su complicidad en el asesinato masivo. Mientras, quienes están dentro del país tratan de hacer frente a la inmensa pérdida de vidas cifrando sus equivocadas esperanzas en promesas vacías de uno u otro político.
La inexactitud de los resultados y el drama subsiguiente solo reflejan parte de la historia. Un proceso electoral desvía inteligentemente toda atención de la descomunal incompetencia del gobierno y en vez de ello cuenta el hermoso cuento de un joven y novato país que ha vuelto a nacer. La realidad es que la democracia en Iraq no existe más allá del mundo del espectáculo de parodia de elecciones.
En ausencia de comida, electricidad, agua, educación, salud, seguridad y dignidad el voto existe meramente como una herramienta para aumentar la esperanza de vida de la ocupación e irónicamente trabaja para acabar con todo movimiento de base que podría construir unas instituciones genuinamente democráticas en el país. Estudiantes, trabajadores, organizaciones comunitarias, mujeres, madres solteras, enfermos, huérfanos, pobres y otros sectores marginales de la sociedad siguen observando la democracia desde una dolorosa distancia aunque son los más castigados por sus colosales fracasos.
Históricamente, la emergencia en la región de un país soberano, autosuficiente, laico, progresista y económicamente poderoso fue una posibilidad que preocupaba al hambriento de petróleo Estados Unidos, obsesionado con el creciente expansionismo soviético en la era era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y así, los últimos cuarenta años han sido testigo de un programa de saqueo y explotación que se ha ido abriendo camino a través de algunas de las tierras más fértiles del mundo.
Bajo el Partido Baath de Sadam Husein se destruyó la sociedad civil de Iraq, se exterminaron las libertades individuales y la mayoría de los recursos del país se dilapidaron en una dictadura paranoica y en una guerra en nombre de Estados Unidos contra Irán. Bajo las sanciones se aniquiló la infraestructura de Iraq, murieron millones de personas y el robo y la corrupción se hicieron fuertes en la mala gestión de los asuntos del país. Desde la ocupación, se han destruido las vidas de millones de personas más, se ha ejecutado con éxito el mayor robo sistemático de los recursos del país y el lenguaje del sectarismo ha ahogado las aspiraciones de muchas generaciones venideras. En todo este tiempo, Estados Unidos también emprendió la guerra más violenta de toda la historia de la humanidad.
Las elecciones no son sino otra parte de esta sentencia de muerte dictada contra Iraq.
El golpe respaldado por la CIA que en 1963 derrocó al gobierno populista y de izquierdas del general de brigada Abdul Karim Qassim y que acabó llevando al poder a Partido Baath de Sadam Husein parece que acabara de ocurrir ayer. Durante el sangriento secuestro Estados Unidos proporcionó a los secuaces baathistas listas de activistas progresistas para que fueran asesinados en los campus y otros espacios públicos. Uno de los hombres que llevaba un arma con la que aterrorizó en la Universidad de Bagdad no era otro que el mismísimo estimado Dr. Ayad Allawi, uno de los pricipales candidatos en las recientes elecciones iraquíes. Es el dirigente del Movimiento Nacional Iraquí (al-Iraqiya), el artido político que obtuvo la mayor cantidad de escaños en las elecciones de 2010.
Su rival, Nouri al-Maliki, es secretario general del Partido Islámico Dawa (Predicar) establecido por varios clérigos en la década de 1960 para crear un Estado islámico en Iraq. Aunque como su homólogo baathista no era laico, también consideraba que el socialismo era su peor enemigo. Desde sus inicios, el partido de al-Maliki gozó de una incestuosa relación con la Revolución islámica de Irán y vivió bajo su protección durante todo el régimen de Sadam. Tanto la historia del partido como su actitud sectaria lo convirtieron en el complemento perfecto de la destrucción total de Iraq y así ha gozado de gran éxito en el Iraq ocupado. Actualmente el Partido Dawa opera bajo el disfraz de la Coalición Estado de Derecho que fue el segundo en número de escaños en las elecciones de 2010.
Ambos partidos son amigos reconocidos de Estados Unidos y emplean una estrategia de destruir completamente Iraq para poder reconstruirlo de acuerdo con su propia visión pervertida de la democracia, que apoya Estados Unidos. Mientras que Allawi prefiere una inclinación nacionalista, la muerte neoliberal para el país, al-Maliki pretende sepultar Bagdad y otras ciudades bajo los escombros de la lucha sectaria. En ambos casos, la tiranía, lo corrupción y el asesinato masivo son los elementos que se necesitan para completar la tarea. Estados Unidos está encantado con este objetivo y se contenta con desempeñar a distancia el papel de dictador divisivo.
A partir al-Maliki y Allawi también se puede tener una idea de todo el espectro político iraquí que está matando en su camino al poder. Diferentes variaciones de fundamentalismo religioso, ultranacionalismo, capitalismo hiperactivo e incompetencia definen la democracia en este país. Y a pesar de sus diferencias el resultado sigue siendo el mismo: un mayor sufrimiento para el pueblo de Iraq. Al-Sadr, al-Chalabi, Talibani, al-Dulaimi, al-Hakim, al-Alousi y al-Jaafari son solo algunos de los sinvergüenzas que han aterrorizado Iraq la mayor parte de la última década.
La solución para los males de Iraq está más allá de sus fronteras, desde las empobrecidas calles de El Cairo, por encima del Muro de Apartheid en Palestina y a lo largo de los campos de la muerte de la coalición cerca de Kabul. Sin un despertar radical e internacionalista en los campos y fábricas de Iraq, el pueblo seguirá siendo víctima del voto. Sin un esfuerzo central coordinado para reconstruir la infraestrcutura del país, los iraquíes segurán viviendo en condiciones casi apocalípticas, aguardando sin esperanzas su muerte inminente. Sin el control de los recursos del país, Iraq funcionará indefinidamente como centro único de compras para los buitres ávidos de beneficios fáciles.
Se podría argumentar que elegir un gobierno es un paso previo necesario para tengan lugar todas estas cosas, pero los mecanismos que gobierna Iraq están muy lejos de las manos del gobierno. Los altos cargos electos no son sino proxenetas glorificados que sujetan la cabeza de Iraq mientras está siendo violado por decenas de demonios movidos por los dólares. En ausencia de un programa político progresista, radical y de base, la muerte de Iraq continuará evolucionando de una urna a la siguiente.
Ahmed Habib es un escritor iraquí que vive en Toronto, demasiado lejos de Bagdad. Su correo electrónico es shakomako A T gmail D O T com.
Fuente: http://electronicintifada.net/v2/article11635.shtml