Radhi Hamza Radhi recuerda que el antiguo ministro de Defensa Hazem Shaalan prometió una flamante flota de helicópteros al país. 64 aparatos rusos importados directamente de Polonia por un coste cercano a los 226 millones de dólares. «El problema es que sólo nos enviaron dos y cuando fuimos a probar uno de ellos, estaba en […]
Radhi Hamza Radhi recuerda que el antiguo ministro de Defensa Hazem Shaalan prometió una flamante flota de helicópteros al país. 64 aparatos rusos importados directamente de Polonia por un coste cercano a los 226 millones de dólares. «El problema es que sólo nos enviaron dos y cuando fuimos a probar uno de ellos, estaba en tan malas condiciones ¡que se estrelló! ¡eran pura chatarra», asegura.
Sin inmutarse ante el lamentable desempeño de las aeronaves, los asesores del ex ministro decidieron equiparlos con armamento por valor de 150 millones de dólares. Por los uniformes de los pilotos obligados a permanecer en tierra se pagaron 650 millones de dólares. Y también se reabasteció al Ejército adquiriendo ametralladoras norteamericanas a 3.500 dólares por pieza. Los soldados recibieron copias egipcias valoradas en 200. «Fue un desastre absoluto. Esa gente eran profesionales de la corrupción. La mayor parte de las compras se esfumaron. El fraude podría superar los 1.300 millones de dólares», explica el togado de 60 años.
Las incontables carpetas que se acumulan en el despacho de Radhi Radhi, el llamado juez manos limpias de Irak, son un reflejo de su actividad. El máximo responsable de la Comisión de Integridad Pública (CIP) afirma que hasta el momento han presentado 1.400 casos de corrupción ante la justicia, en los cuales al menos hay implicados ocho ex ministros y varios diputados.
«Estamos hablando de 42 altos funcionarios y de fraudes por valor de 4.000 millones de dólares», aclara en el protegido habitáculo que ocupa en la llamada Zona Verde de Bagdad. El magistrado vive en el mismo complejo rodeado de guardaespaldas. 21 de sus asistentes han sido asesinados. Otros asumen con una resignación pasmosa que su turno podría llegar en breve. «El otro día me enviaron a casa un sobre con una bala», indica Mohamed Jabbar, su jefe de prensa.
«Cultura de la corrupción»
Las investigaciones del CIP, un organismo establecido en mayo de 2004, tan sólo confirman la brutal expansión que han registrado las prácticas ilegales en el nuevo Irak, que Transparencia Internacional sitúa ya entre los 20 países más corruptos del mundo. El 28 de junio el CIP organizó en Bagdad el «primer encuentro nacional contra la corrupción» en un nuevo intento por concienciar a la sociedad local sobre la amplitud de lo que Radhi dice «es ya algo más que un fenómeno, es una cultura».
«Durante décadas la dictadura de Sadam Husein vivió de la corrupción. En la era del embargo todo funcionaba de manera ilegal, a través de una mafia. Eso caló entre los iraquíes de a pie. La corrupción se convirtió en algo lógico», apunta el juez.
Radhi ilustra la amplitud del problema con anécdotas como los 1.100 empleados fantasma que figuran en la nómina del Ministerio del Interior y cuyo salario supone 1,3 millones de dólares al mes, el complot general de los bancos iraquíes para sustituir una parte de sus fondos por dinero falso, la falsificación de títulos universitarios o el robo de medicinas de los almacenes estatales.
Minucias comparado con lo que ocurre en el sector del petróleo, que parece haberse convertido en el epicentro de una operación inaudita de saqueo organizado. El alcance de la trama fue desvelado en abril por Ali Alaq, inspector general del ministerio de Petróleo y subalterno de Radhi. «La mafia se ha centrado en el petróleo por la cantidad ingente de dinero que se mueve. Estamos hablando de entre 1.500 y 2.000 millones de dólares que se evaporan cada año a causa del tráfico ilegal de combustible», manifestó Alaq.
Según sus averiguaciones, cerca del 20% de la gasolina que importó Irak en 2005 pasó al circuito ilegal y fue «exportada de nuevo a países vecinos». «Sí, es asombroso. Se subvenciona la gasolina que se importa, los mafiosos la adquieren a ese precio y la vuelven a exportar a los países vecinos donde es mucho más cara. Y mientras aquí la gente hace colas de horas en las gasolineras», comenta Radhi. Sólo en Basora, la mafia local escamotea 1,5 millones de litros de combustible diarios, precisó en junio Mohamed Ebadi, asesor del primer ministro Nuri Maliki.
Bajo control de las mafias
El entramado ilegal de la segunda ciudad del país es tan sofisticado que las milicias y las mafias de la zona controlan directamente ocho terminales petroleras ilegales. «Los traficantes pagan 2.500 dólares a los responsables de las fuerzas de seguridad por cada envío que se canaliza hacia los Emiratos Arabes Unidos», escribía el diario Azzaman en mayo haciéndose eco de la indagación de Alaq.
Además existe toda una flota de 1.600 barcos de pesca cuyo único objetivo es vender el combustible subsidiado que perciben. «No se pesca mucho en Basora», afirma Alaq con una amplia sonrisa. Según el inspector general, «la mafia de Basora, por ejemplo, tiene mejor armamento y más poder que el Ejército o la policía. Hay regiones enteras como esa que escapan al control del gobierno y que están administradas por las milicias o esos mafiosos».
Los desatinos se han extendido a toda la geografía del país. A raíz de los señalamientos de la CIP, las fuerzas de seguridad desmantelaron en abril otra espectacular organización de transporte ilegal de carburante en la ciudad de Rabiyah, en la frontera con Siria. La policía confiscó 1.200 camiones cisterna y casi 50.000 toneladas métricas de petróleo (cerca de 400.000 barriles), que iban a ser trasladados al país vecino de manera irregular. «Empezamos a comprobar los papeles de esos camiones y de cada 20, sólo uno era legal», dice Radhi. En otro caso, los empleados de Radhi alertaron sobre los turbios manejos del conocido diputado Meshaan Juburi, al que se le había otorgado la facultad de reclutar una milicia de 20.000 supuestamente para proteger los oleoductos de petróleo que conectan la capital con el norte del país.
«Los ataques aumentaban conforme reclutaba a más y más guardias. Se destinaban millones no sólo en sueldos sino en comida. No les pagaban y muchos de esos vigilantes sólo existían sobre el papel», señala Radhi. Pero se queja del escaso reflejo que sus pesquisas tienen a nivel judicial. «Hay unos 25 casos de personas que han sido condenadas, algunos a cinco años de cárcel. Pero los grandes siguen libres. Es como si fueran intocables. Hazem Shaalan anda en Inglaterra, por ejemplo», observa.
La impunidad generalizada entre los altos funcionarios iraquíes se convierte en absoluta en el caso de los norteamericanos, blindados por la legislación que dictó el regente de EEUU, Paul Bremmer, en 2004. «Hace poco enviamos a la justicia de EEUU otros 30 casos de corrupción de norteamericanos. Pero no podemos hacer nada», revela Radhi.