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La Neutralidad de la Red y la Libertad de Expresión

Fuentes: Rebelión

«Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político» Hannah Arent El reclamo por una comunicación exenta de restricciones, ya sea en cuanto al transporte de datos, […]

«Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político»

Hannah Arent

El reclamo por una comunicación exenta de restricciones, ya sea en cuanto al transporte de datos, acceso a sitios, plataformas y/o contenidos en la Internet ha llegado erróneamente a denominarse «Neutralidad de la Red» ¿Y por qué erróneamente? Porque bajo esta visión la Red, como hecho tecnológico, se concibe como un simple instrumento que debe mantenerse alejado de la intervención de intereses, juicios y valores del ser humano. Lo paradójico es que aquellos que defienden esta postura, al reclamar la no intervención de ciertos actores en la «Red de Redes» están admitiendo que no es un medio sólo instrumental sino producto de la intervención humana, en la cual ellos mismo hacen vida y por ende hasta su reclamo está cargado de valores; llegando a desmantelar tal «neutralidad» en su discurso.

Una cosa es querer poner en evidencia la manipulación e intervención existente en Internet por parte de ciertos actores y otra es hacer un llamado a la «neutralidad». La «neutralidad» en este llamado es entendida como la no intervención, particularmente del Estado. Así, el Estado no deberá tomar parte con acción alguna y dejar que tanto la información como la desinformación1 fluyan gracias a la «libertad» inherente a un instrumento: la Red. De tal manera que, si la tesis de la «neutralidad» científica nos presenta el objetivismo como razón de ser de la generación de conocimientos, alejándonos de las diferentes interpretaciones provenientes de distintos contextos culturales; la «neutralidad» de la Red plantea que dicha tecnología es un objeto separado dualísticamente del sujeto y de su contexto social, donde no debe permitirse intervención alguna dado que dicha intervención- se considera- contamina negativamente nuestro objeto: la Red.

Sin embargo, podemos argumentar cómo esta separación dualística nunca ha existido recordando, por ejemplo, la relación estrecha entre la Internet y el proceso de Globalización, sobre todo desde los años noventa. Años en que lo global fue abarcando mayor preponderancia en el conjunto de transformaciones culturales, políticas y económicas que fueron dándose en las distintas sociedades convocadas a ser parte de la sociedad «global». Esta convocatoria tuvo lugar a través de la confluencia de muchos mecanismos pero sin lugar a dudas la Internet, considerada como el gran medio para la transmisión de datos a nivel mundial, se convirtió en el espacio ideal para impulsar una «nueva economía», basada en el conocimiento como eje central de intercambio y consumo2.

Si bien desde los años sesenta y setenta ya se hacía mención a la «Sociedad de la Información, «Economía de la Información» y «Revolución de las Tecnologías de Información y Comunicación», fue en los años noventa con el desarrollo de la Internet cuando se fue consolidando la nueva estructura de mercado con la información como «materia prima». En ese sentido, la discusión sobre la gestión de Internet en un principio se centró en el acceso a dicha tecnología, ya que en sus inicios fue un proyecto de comunicación del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y luego de Centros de Investigación, pero a posteriori el debate se centró, visualizando las relaciones comerciales que se podían dar, en la participación de proveedores de servicios y en cómo debería llevarse a cabo el comercio electrónico.

Comienza el comercio en la Red y así todo un sistema de producción de contenidos, liderado por grandes corporaciones de comunicación3 junto con empresas de telecomunicaciones y fábricas de hardware y software4 de Estado Unidos:

Edward A. Comor observa con acierto que estas empresas son algo más que canales de intercambio de ideas, vías de acceso a mercados o medios de difusión de productos digitales. En muchos casos, son también generadores y reproductores de ideología liberal, de formas de vida consumista y de cultura popular norteamericana (pop culture). De ahí el apabullante dominio estadounidense en los procesos de la globalización cultural contemporánea, que Neal E. Rosendorf atribuye sobre todo a las grandes empresas que producen y distribuyen productos de cultura popular, pues cuentan con un acceso sin igual a los medios de producción y de difusión de ideas y formas de vida por todo el mundo (Ibáñez, 2006, p. 14).

Aquí es cuando evidenciamos que desde sus orígenes la Red no ha sido neutra sino muy por el contrario, ha constituido un espacio de poder para la difusión del paradigma de la globalización. De allí, que se comenzara a transmitir la misma información, productos culturales como películas, publicidad, etc.; en distintas partes del mundo. Esto fue posible a través del proyecto, llamado por el ex Vicepresidente de los Estados Unidos Albert Gore, «Súper-autopistas de la información», el cual consistía en la constitución de una red de sistemas de comunicación digitales y telecomunicaciones para el flujo global de información. Ampliar el ancho de banda a través de la tecnología de fibra óptica significaría no sólo tener mayor información de forma más rápida sino mucho más allá, implicaría el inicio de nuevas relaciones socioculturales, que harían vida en lo virtual pero que definirían la política y la economía mundial.

El Gobierno de Clinton crearía la Infraestructura Nacional de Información (NII) conjunto de bienes y servicios que posibilitaría la interconexión en la «Era de la Información» y donde el Estado tendría que tener una función de arbitro, como diría Gore: «Actuar como catalizador para promover la innovación tecnológica en sus nuevas aplicaciones (…) comprometer importantes programas y fondos gubernamentales de investigación a fin de ayudar al sector privado a desarrollar y poner en práctica la tecnologías necesarias para la NII y para desarrollar las aplicaciones y servicios que maximicen su valor para los usuarios» (1994, s.p.).

De esta manera, un nuevo modelo de relación entre la tecnología y la sociedad se instauraba y la globalización adquiriría varias perspectivas: Por un lado, se vería como el espacio en que la nación sería la unidad de análisis para el estudio de la tecnología, ya que son las que innovan y difunden la innovación teniendo presupuesto para la investigación y el desarrollo (Tecnonacionalismo). Y por otro lado, se concebiría como el espacio que permitiría al mercado de la información desplegarse en todo el globo con la tecnología como el motor para la «aldea global», donde la nación sólo sería un medio para que se desarrolle la nueva economía y cultura global (Tecnoglobalismo) (Adaptado y traducido de Edgerton, 2007, p. 1). En la primera categoría, el Tecnonacionalismo, es fundamental la innovación que se genera en los Sistemas Nacionales de Innovación, es decir, el conocimiento innovador producido a nivel nacional sin tomar en cuenta cómo fue incrementándose la obtención de tecnología del exterior. Sin embargo, la producción, distribución y transferencia tecnológica comenzó a ser crucial en los nuevos modos de desarrollo económico y el Tecnoglobalismo, con el surgimiento de las firmas multinacionales, fue adquiriendo mayor protagonismo en la economía internacional.

Bajo ambas categorías se fue promoviendo la «Economía del Conocimiento», ya fuera con políticas implementadas por los Estados-nación con respecto a la gestión de la ciencia y la tecnología o bien sea con las directrices emitidas desde el capital internacional; y la Internet fue el espacio que permitió el fortalecimiento de dicha economía donde se fue disminuyendo el carácter público del conocimiento, al considerarlo una mercancía. La privatización, el individualismo y con ello la fragmentación social, disgregación social en diferentes grupos según intereses particulares mediante la no adhesión a la concepción de comunidad con valores comunes prevaleciendo el individuo separado del colectivo, fueron caracterizando a la llamada «sociedad globalizada».

Ahora bien, esto evidencia que la neutralidad no ha estado presente en la Red como hecho socio-tecnológico y permite pensar que movimientos sociales podrían apropiarse de la misma para revertir tal realidad. La invitación es a generar nuevas relaciones donde el conocimiento ya no se conciba como mercancía sino como herramienta de poder para el encuentro de distintas visiones, que trabajen en conjunto no para un mundo mercantilizado sino para el cuidado y cultivo del bien común. Esto implicaría una relación armónica entre tecnología y sociedad para el beneficio de esta última y no para su destrucción, una Red que permita salir de la experiencia del aturdimiento y reflexionar sobre la lógica de la manipulación y persuasión por quienes ejercen el control de la tecnología y de esta manera, generar conocimiento realmente liberador.

Por otra parte, podemos connotar cómo la postura que refuta la supuesta neutralidad de la tecnología la concibe como el modo en que se trata de desmantelar a una construcción social de lo que es inherente a ésta, como lo son los valores e intereses propios del contexto sociocultural del cual emerge. Es así como, rechaza una tesis que alimenta una visión unidimensional de la sociedad y en este caso, a la comprensión de Internet como un espacio «neutro». Nos preguntamos entonces ¿será un sinsentido hacer un llamado al valor «universal» de no intervenir en el acceso y uso de la Red y a la vez reconocer las relaciones de poder insertas en ésta?

Relaciones de poder como las que hacen vida en cuanto al tema de la «libertad» de expresión. Así, el llamado a una Internet «libre» va de la mano con la apología de una concepción engañosa en cuanto a la «libertad» de expresión se refiere. La concepción de «libertad» dentro de la defensa de la «neutralidad» de la Red, se fundamenta en el libre acceso para ciertos fines y la disminución del control. De este modo, se considera un derecho el poder acceder a un espacio, como la Red, con cualquier finalidad pasando, supuestamente, por alto la violación de otros derechos en nombre de una «libertad» mal entendida.

Para comprender porqué hablamos de una «libertad» mal entendida, podemos revisar algunos planteamientos sobre el «pluralismo en la comunicación». Según Barbero: «La cuestión del pluralismo se convierte en un enclave de paradojas y desafíos a la comunicación: lo que allí está en juego son sólo problemas de «expresión» – un poco más de espacio en la prensa, o de tiempo en la radio y la televisión para las minorías o los radicales-, ¿o son de otro calibre y espesor tanto desde una perspectiva filosófica como política?» (1995, p. 300). Es decir, la paradoja a la que hace referencia el autor se trata de lo que plantea el modelo de comunicación promovido con la globalización, el reclamo de una libertad basada en la garantía del acceso a los medios, sin importar si la variedad de medios existentes otorgan capacidad de comprender y cuestionar lo que éstos transmiten.

El pluralismo que se promueve, el hombre universal globalizado, en realidad lleva consigo un discurso que va produciendo la fragmentación social. Se instaura así un desconcierto en las sociedades posmodernas parcializadas en distintos «subsistemas», imposibilitando la construcción de una identidad que ayude a resolver las consecuencias que trae consigo dicha fragmentación. De tal manera que, nos encontramos ante un:

Escenario, expresivo como ningún otro eso sí, de las contradicciones de esta época, los medios nos exponen cotidianamente a la diversidad de los gustos y las razones, a la diferencia, pero también a la indiferencia, a la creciente integración de lo heterogéneo de las razas, de las etnias, de los pueblos y los sexos en el «sistema de diferencias» con el que, según Baudrillard, Occidente conjura y neutraliza, funcionaliza a los otros: «mientras la diferencia prolifera al infinito en la moda, en las costumbres, en la cultura, la alteridad dura, la de la raza, la locura, la miseria ha terminado o se ha convertido en un producto escaso». Como si sólo sometidas al «esquema estructural de diferencias» que Occidente propone nos fuera posible relacionarnos con las otras culturas (…) Pero que nadie busque las razones de ese esquema, que desde los medios neutraliza las diferencias (…) Su racionalidad no es otra que la del contradictorio movimiento de globalización y fragmentación que configura el espacio-mundo de la economía y cultura hoy (Barbero, 1995, pp. 301-302).

Por ello, es urgente aceptar nuestra naturaleza heterogénea y diversa no sólo en el discurso sino también en la práctica comunicacional; mediante la construcción de espacios que en vez de fragmentar permitan la construcción comunitaria de identidad y así, el rescate de una verdadera concepción de libertad pro bien común. El desafío consiste en posibilitar el encuentro de visiones presentadas como divergentes, no para buscar una sola visión que tienda al fortalecimiento del interés individual y «neutralice diferencias» sino para profundizar la construcción colectiva de la identidad nacional en el fortalecimiento del bien público.

La Libertad como la posibilidad de generar un conocimiento público verdaderamente liberador y soberano de seres conscientes de nuestra realidad socio-política, es escasamente reclamada sin pensarse que es una necesidad imperiosa en la Red, más allá del acceso a datos. La concepción de «libertad» que se reclama con la «neutralidad» tiene en sí misma un interés particular en la disminución de barreras para quienes pretenden imponer sus intereses y en muchos casos, para aquellos que atentan contra el bien común.

Indistintamente de nuestras realidades, la «libertad» y la «neutralidad» a las que invita el modelo imperante de comunicación son utilizadas para establecer un lenguaje «universal», donde tengamos que reclamarlas sin ni siquiera llegar a reflexionar sobre lo que hay detrás de ello, es decir, aceptando un lenguaje anticrítico catalogando como ignorante y propagandístico todo argumento que intente vislumbrar las contradicciones existentes. La propaganda es en definitiva la manipulación de la información que consiste en transformar, para bien o para mal, lo que una persona pretende comunicar a otra recurriendo, en reiteradas ocasiones, a métodos de engaños para hacer que el receptor asimile la información con el objetivo de que opine y reaccione de una forma en particular. Por esto, nos preguntamos: ¿Tratar de visualizar las contradicciones inherentes a la «Neutralidad» de la Red puede calificarse como manipulación de información bajo métodos de engaño? Una respuesta afirmativa evidenciaría una clausura y negativa a la autocrítica, al pensamiento transformador, a ir más allá de lo que nos presentan instancias internacionales como guía a seguir, específicamente en cuanto a la gestión de la Internet.

Por consiguiente, respaldamos la postura que afirma que la generación de un conocimiento verdaderamente LIBRE pasa por concebir el hecho científico-tecnológico como un agente socio-político que sí se encuentra vinculado directamente con la defensa de un proyecto nacional y así, es fundamental para la Soberanía Nacional. La Red llega a entenderse como un espacio donde se puede visibilizar el papel que tiene el conocimiento y la información en la agenda política de Venezuela y del mundo. Una comunicación transformadora debe ser capaz de brindarnos espacios, como la Red, donde no se contribuya a la fragmentación de la posmodernidad sino a la «construcción de un nuevo tejido de lo colectivo» (Barbero, 1995, p. 310).

La descontextualización llega a ser entonces el hilo conductor de la «Neutralidad» de la Red y así, de una estafa de «Libertad» de Expresión donde: La Red, como objeto «neutral», y el individuo, como sujeto deseoso de «expresarse», se consideran objeto y sujeto ahistóricos, universales, los cuales deberían interactuar sólo en un medio de transacción de datos sin que tenga importancia el bien común. De esta manera, se evidencia el modelo preponderante de comunicación el cual posee una trampa conceptual, planteándonos una neutralidad y libertad ficticia que nos llevan a la ceguera en cuanto a nuestra realidad social. Por otro lado, emerge un modelo de comunicación que tiene elementos liberadores en sí al posibilitar en primer lugar, el enmascarar las concepciones que pretenden ocultar otras visiones del mundo y luego, al permitir la inclusión del bien común como condición fundamental para comprender nuestro contexto y a partir de allí, reconstituirnos como pueblo. Consideremos entonces la posibilidad de tener una comunicación en la Red basada en nuestro contexto sociocultural, que contribuya a la construcción de nuestra Soberanía en vez de su deconstrucción; haciéndose necesario el poner en evidencia las contradicciones del discurso cuando se reclama neutralidad y libertad…

Referencias:

Barbero, J. (1995). La Comunicación plural. Paradojas y desafíos. Nueva Sociedad, 140.Disponible en: http://www.nuso.org/upload/articulos/3081_1.pdf

Bauman, Z. (2009). En busca de agencia. En Z. Bauman. En busca de la política (pp. 67-118). Bueno Aires: Fondo de Cultura Económica.

Beltz, C. (1997). Global Telecommunications Rules: The Race with Technology. En C. Beltz. Issues in science and technology (pp.63-70). Texas: University of Texas at Dallas.

Edgerton, D. (2007). The Contradictions of Techno-Nationalism and Techno-Globalism: A Historical Perspective . New Global Studies, 1. Disponible en: https://workspace.imperial.ac.uk/humanities/Public/files/Edgerton %20Files/edgerton_contradictions_of_technoglobalism.pdf

Gore, A. (1994). Autopistas de la Información, reto del Siglo XXI. La Infraestructura Nacional de Datos (NII) de Estados Unidos de América: Agenda para la Acción (Informe Gore). Novática,110 . Disponible en: http://www.ati.es/novatica/1994/jul-ago/gore110.html

Ibáñez, J. (2006). Globalización e Internet: poder y gobernanza en la sociedad de la información. Revista Académica de Relaciones Internacionales, 5. Disponible en: http://www.relacionesinternacionales.info/ojs/article/view/38.html

1 La desinformación resume una actividad difusa y poco clara sobre lo que verdaderamente es la realidad y busca distorsionar los hechos fácticos que ocurren en la sociedad, todo esto con el objeto de alcanzar un nivel de aceptación por grupos que se ubican en oposición de las ideas o planteamientos que se manifiestan en un tipo de régimen político.

2 En los años noventa investigadores anunciaban: «En este entorno caótico de los mercados convergentes y compleja competencia, el fenómeno Internet refleja las tendencias en tecnología y en la demanda de los usuarios que están rompiendo las barreras entre industrias y naciones a un ritmo mucho más rápido de lo que las normativas oficiales de las instituciones puedan reaccionar. Como resultado, la competencia en las telecomunicaciones internacionales se intensificarán en los próximos años (…)» (Traducción propia de Beltz, 1997, p. 63).

3 NBC, Sony, Time-Warner, News Corporation, Universal.

4 Microsoft, Bell South, Oracle, American Online, IBM.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.