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Guerra sucia y prensa cómplice

La nueva estrategia de Estados Unidos en Irak

Fuentes: En Defensa de la Humanidad

Los medios ocultan la verdad. Atribuyen toda acción violenta a enfrentamientos entre chiítas y sunnitas, sin pruebas ni fundamentos. Son cómplices del genocidio perpetrado por Washington. Organismos humanitarios de Europa han puesto en duda en los últimos días las informaciones de los ocupantes de Irak sobre los supuestos atentados de la resistencia iraquí, que han […]

Los medios ocultan la verdad. Atribuyen toda acción violenta a enfrentamientos entre chiítas y sunnitas, sin pruebas ni fundamentos. Son cómplices del genocidio perpetrado por Washington.

Organismos humanitarios de Europa han puesto en duda en los últimos días las informaciones de los ocupantes de Irak sobre los supuestos atentados de la resistencia iraquí, que han disparado las matanzas en ese país. Pero mientras tanto los medios masivos de comunicación, incluyendo a algunos considerados como progresistas, siguen manejándose con la información de los jefes militares de la invasión y ocupación ilegal de Irak, que perdura desde principios de 2003.

Los titulares no dejan lugar a duda. En los últimos tiempos todos los atentados se atribuyen-sin ninguna investigación previa- a los seguidores del ex presidente de Irak, Saddam Hussein, ejecutado por mandato de esas mismas tropas de ocupación, con despiadada exposición pública del ahorcamiento.

«Seguidores del ex líder iraquí mataron a 120 personas con una bomba». ¿Quien lo dice? «Otra venganza de los hijos de Hussein», subtitula un periódico local. Y esto se acepta sin dudar.

La pregunta es inevitable ¿existe una guerra sectaria en Irak, como pretenden dar a entender estas informaciones, donde escasamente vemos denunciar otros hechos que suceden simultáneamente como son las matanzas de cientos de personas, secuestradas, torturadas y arrojadas en calles y caminos de ese país?

La complicidad inmoral de los medios con el genocidio iraquí, cuando las cifras de muertos ascienden a más de 700 mil es hoy por hoy también una afrenta para la humanidad.

Difícilmente un redactor en cualquier periódico puede asegurar, cuando existen innumerables denuncias sobre «sospechosas matanzas» que han sido las milicias sunnitas o chiítas, según de qué se trate el atentado, las responsables de esos actos.

Y menos aún cuando el presidente George W. Bush, en su momento de mayor debilidad política y jaqueado por críticas sobre la guerra en Irak, la corrupción y los gastos para mantenerse en el país ocupado, lo que promete es una estrategia de expansión de la guerra infinita y la «limpieza general». Sus asesores más fundamentalistas y socios interesados como el gobierno derechista de Israel, le soplan a los oídos y le advierten que no debe abandonar el escenario. No importa el precio humano que se pague.

Es la estrategia de control de Medio Oriente y sus recursos lo que se juega y también es el esquema de corrupción y enriquecimiento de los militaristas. «Otras 50 personas murieron en actos de violencia en el resto del país. Mientras tanto, Bush advirtió al presidente iraquí que su paciencia se acaba» se lee en otra noticia.

Es indudablemente una burla cínica a los pueblos del mundo. Y mientras Bush «se impacienta» nada se publica sobre la resistencia iraquí que advierte diariamente y en forma desesperada que ellos «no matan a su gente como hacen creer los asesinos» y denuncia con testimonios conmovedores el horror vivido por toda la sociedad de Irak en manos de los ejércitos de ocupación y los mercenarios.

Entre cien y 200 personas mueren ahora por día desde que Bush lanzó su «nueva estrategia». Bombas que explotan al paso de autobuses, en escuelas; atentados cerca de mercados y entonces comienza a estar claro por qué ejecutaron a Hussein y televisaron su muerte y las burlas – se supone de chiítas – todo esto destinado a una reacción de los sunnitas, para provocar enfrentamientos y justificar su presencia y las matanzas.

Es lógico que -con apoyo de los medios manejados por el imperio en su casi absoluta mayoría- se estimara que iba a llegar «la venganza» sunnita. Pero ni estos ni los chiítas atentarían cada día contra los civiles, su único refugio para seguir resistiendo.

«Las autoridades iraquíes -¿existen autoridades iraquíes en un gobierno colonial?- no dudaron en responsabilizar a los grupos sunnitas extremistas, muchos de ellos seguidores del fallecido Saddam Hussein», escriben los medios.

Por supuesto hay añadidos asombrosos como «la ola de violencia coincidió con el tirón de orejas del presidente George Bush al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, y al resto de la dirigencia local». Y la noticia continúa con los dichos de Bush: «Tiene que haber éxito no sólo en el frente militar», reclamó el mandatario, que además advirtió que el apoyo estadounidense no durará por siempre.

Pobre presidente Bush, que manda miles de nuevas tropas de «refresco», con estos iraquíes que puso en el poder y no le responden. El cinismo llega a grados extremos pero en Irak es mortal. «En medio de los cuerpos destrozados, los charcos de sangre y una enorme nube de humo blanco, algunos de los sobrevivientes entraron en pánico y comenzaron a tirar piedras contra los policías que no los dejaban irse.

Cuando la situación se tranquilizaba en Sadriya, al sur de allí más de una decena de obuses cayeron sobre varios barrios. Los ataques, que dejaron tres muertos, más de doce heridos y casas destruidas, son habituales. Lo que también son habituales son las decenas de cuerpos mutilados y con señales de tortura que se encuentran en los suburbios».

Aquí ya estamos diciendo algunas verdades entre tantas ambigüedades. Pero sin contexto ninguno sobre las curiosas víctimas que apedrean a la «buena policía» colonial que supuestamente los cuida, ni sobre los verdaderos responsables de estas masacres.

Y están los toques de queda a casi cuatro años de que los ejércitos imperiales entraran a ese país, mintiendo en los argumentos ofensivos y en sus objetivos reales. Cuatro años de muerte y muerte para «instalar la democracia».

Y cada tanto aparece Al Qaida que llegó a Irak con los invasores, porque antes nunca estuvo, ya que para «el amigo americano» Ben Laden, Irak era un país enemigo. Eso cuando ¿era? socio de Estados Unidos.

La resistencia iraquí advierte al mundo que sus acciones en defensa de su tierra y su derecho a la soberanía real están dirigidas contra el ocupante y sus cómplices. «Derribar helicópteros enemigos es un acto heroico y se festeja», como sucedió en las últimas semanas. «Porque defender un país ocupado no es terrorismo. El terrorismo lo aplica el invasor y ocupante. No hay dos o tres verdades. Hay una sola» dice un comunicado de la resistencia.

A cuatro años, el gobierno títere de Irak propone «apurar el lanzamiento de un plan de seguridad para recuperar de una vez por todas Bagdad». Quiere decir que semejante fuerza de ataque con las armas más poderosas del mundo después de cuatro años ni siquiera pueden controlar la capital. Pero eso sólo alienta a Bush no a irse del cementerio iraquí sino a pedir más dinero. Ahora son 245 mil millones de dólares más que solicita para financiar la nueva cantidad de tropas y renovar armamento. Esta industria sí tiene sus asociados esperando para producir más y más, no importa el precio en vidas ni lo que sucede al interior de Estados Unidos.

Conmovedora, la demócrata Nancy Pelosi que preside el Congreso, le exige a Bush que «tiene que dejarle claro al pueblo iraquí que su gobierno tiene que actuar'».

Habría que advertir a la señora Pelosi que el pueblo iraquí no tiene «su» gobierno, sino el que impuso las fuerzas atacantes, que además están cometiendo genocidio. Pero sigamos con la nota periodística en cuestión. «En lo que fue interpretado como un guiño hacia Washington, el gobierno iraquí difundió un informe que aseguraba que el 50 por ciento de los terroristas que realizan atentados en el país provienen de Siria. Para la Casa Blanca las dos principales amenazas regionales para sus planes en Irak son el gobierno de Damasco y el iraní».

Es muy importante este informe. Es lo que necesita, entre cosas Bush y compañía, para demandar que la guerra debe seguir y extenderse. Medio Oriente después de todo tiene quien pueda asumir el control en representación de Estados Unidos o propio. En Tel Aviv los ultraderechistas, especialistas en guerra sucia y en infiltrar los movimientos árabes más fundamentalistas, se frotan las manos.

En tanto además de las masivas manifestaciones contra la guerra al interior de Estados Unidos, los ex generales Robert Gard, Joseph Hoar y Jack Shanahan del ejército de ese país advirtieron mediante una carta pública (Sunday Times, de Gran Bretaña) que un ataque a Irán «tendría «consecuencias desastrosas para la seguridad en la región y para las fuerzas de la coalición en Irak, además de exacerbar las tensiones regionales y globales» y recomendaron a Bush el diálogo. No son los únicos. También algunos viejos estrategas del imperio están preocupados y advierten que una guerra contra Irán será funesta y sin salida.

En tanto se habla ya de que si el Congreso estadounidense aprueba el presupuesto solicitado por Bush «los gastos destinados a las guerras de Irak y Afganistán rondarán los 750.000 millones de dólares, una cifra mayor a lo que Washington gastó en Vietnam». Pero hay analistas que aseguran que esa cifra es falsa y que el gasto ya suma unos dos billones de dólares. Una buena parte embolsada en la corrupción.