Los gobiernos de Iraq y Estados Unidos y el Consejo de Seguridad de la ONU evitaron acceder a un pedido de la mayoría de los legisladores iraquíes: un «calendario» para la retirada de las tropas extranjeras del territorio de ese país del Golfo. «Los parlamentarios iraquíes abajo firmantes demandamos un calendario para la retirada de […]
Pero los gobiernos del presidente George W. Bush y del primer ministro Nouri al-Maliki, instalado por Washington, lograron el 18 de diciembre que el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) extendiera otro año la misión militar extranjera en Iraq.
Tal resolución violó tanto la Constitución iraquí como una resolución aprobada a comienzos de este año por el parlamento iraquí.
Los legisladores firmantes de la declaración advirtieron que cualquier renovación del mandato de la misión de la ONU no ratificado por el parlamento iraquí es ilegal. La medida, consideraron, garantiza un aumento de la violencia, y una profundización de la tensión entre comunidades religiosas.
«Pasarle por arriba al parlamento iraquí y debilitar el proceso político empujará a más gente a la resistencia armada en vez de alentar métodos no violentos», dijo a IPS Raed Jarrar, experto de la Oficina de Políticas Públicas del Comité de Servicio de los Amigos Americanos, organización pacifista con sede en Washington.
«El apoyo de Estados Unidos al gabinete iraquí, impopular y no elegido, aumentará la violencia y debilitará los planes de los iraquíes de lograr la reconciliación nacional. La mejor manera de apoyar la reconciliación es dejar sin respaldo a una minoría de separatistas iraquíes enfrentada contra una mayoría de nacionalistas iraquíes», dijo Jarrar.
La estrategia estadounidense de fortalecer a milicias armadas sunitas ya conduce a enfrentamientos con grupos chiitas, pero también con el gobierno iraquí, dominado por esa comunidad islámica.
«Sólo cabe preguntar: ahora que Estados Unidos ‘liberó’ a Iraq de Saddam Hussein, ¿quién liberará a Iraq de Estados Unidos?», escribió Jarrar en una columna de prensa.
Uno de los aspectos más problemáticos de lo que 2008 puede traerle a Iraq es la crítica situación de sus refugiados. En las últimas semanas, decenas de miles regresaron de Siria a Bagdad luego de una disminución de la violencia en la capital, pero ese contingente es aún pequeño en comparación con la cantidad total de refugiados.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), desde diciembre 2,4 millones de iraquíes fueron desplazados dentro del territorio de su país, y al menos otros 2,25 millones habían huido de allí.
Un funcionario de la ONU en Damasco, que habló con IPS a condición de que no se revelara su identidad, dijo que las cifras de Acnur estaban «consistentemente muy por debajo de las reales» y no reflejaban con precisión la «catastrófica crisis de refugiados real, causada por la ocupación».
El gobierno iraquí anunció que en octubre regresaron 46.000 refugiados. Pero Acnur informó en noviembre que «apenas 14 por ciento de los consultados retornaban a Iraq por creer que la seguridad había mejorado, en oposición a 70 por ciento que citaron razones financieras y de visa».
A la mayoría de los 1,5 millones de refugiados iraquíes en Siria, así como los radicados en Jordania, nunca se les permitió trabajar legalmente. Con el precio de los productos básicos y de los alquileres en continuo ascenso, muchos de aquellos que agotaron sus ahorros se ven incapaces de permanecer más tiempo.
Muchos de los que regresaron hallaron sus hogares destruidos, saqueados u ocupados por extraños.
El gobierno iraquí ofrece a cada familia que regresa un millón de dinares (alrededor de 900 dólares). «Esta suma no alcanza para amueblar dos habitaciones», dijo Ibtissam, que ha vuelto a vivir en la casa de su hermano.
El gobierno iraquí ofrece, a través de la televisión estatal, viajes gratuitos en autobús de Damasco a Bagdad, a pesar de que las propias autoridades reconocen oficialmente que el país no es seguro y que no puede absorber a aquellos refugiados que desean volver a casa.
Otra crisis que seguramente recrudecerá en 2008 es la relativa a los ataques de las fuerzas armadas de Turquía en el Kurdistán iraquí.
Bombardeos y ataques aéreos que apuntan a bases en Iraq del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), insurgente en Turquía, obligaron a más de 4.000 personas a escapar de sus hogares en las últimas semanas de 2007.
Todo esto ocurre con el telón de fondo de entre 50 y 70 por ciento de desempleo, 70 por ciento de inflación y, en promedio, menos de siete horas de electricidad por día.
Empresas occidentales que trabajan en la reconstrucción de Iraq recibieron, hasta ahora, más de 50.000 millones de dólares, pero la infraestructura sigue siendo caótica, mucho peor que en el régimen de Saddam Hussein (1979-2003), incluso tras más de 12 años de sanciones económicas.
Pero la construcción continúa en la embajada de Estados Unidos en Bagdad, la más grande del mundo, y en las bases militares estadounidenses.
En mayo de 2007, Tony Snow, entonces portavoz de George W. Bush, anunció que al presidente le gustaría ver una mayor presencia militar de su país en Iraq, igual que en Corea del Sur, donde miles de soldados estadounidenses se apostan desde hace 50 años.