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La oposición iraquí y las intifadas árabes

Fuentes: Al-Akhbar

Traducido del árabe para Rebelión por EVM

Desde 2008, la posición de la oposición iraquí ha empezado a cambiar con el regreso de la «oposición armada», que surgió a partir del 2003. La resistencia fue el catalizador de la presencia de una oposición política, que en ese momento adquirió el modelo, y la denominación, de las «fuerzas contra la ocupación». Independientemente de que las fuerzas mencionadas fueran efectivas o no, las circunstancias de la resistencia requerían de unas fuerzas iraquíes que le dieran su apoyo desde el exterior, desde la política y los medios, con la esperanza de que su existencia llenara el hueco que indispensablemente acompaña el establecimiento de una resistencia.

Entre sus características estaba la objetividad. Desde su surgimiento careció de liderazgo político. Y no fue esta su única carencia, ya que desde el principio fue «parcial». No consiguió llegar a ser nacional y comprensiva, algo que dejó un vació peligroso y nefasto en su composición, de lo que se aprovechó la ocupación, así como las fuerzas del terrorismo intelectual y Al-Qaida. Esto facilitó que el país cayera en una serie de luchas sectarias durante el negro periodo que se extiende entre 2006 y 2007, y que en lo sucesivo llevó a que la sociedad haya aborrecido hasta la médula el uso de las armas o de cualquier forma de violencia, algo que parece haber empezado a finales del 2007.

Finalmente, estas carencias llevaron a que el papel de la oposición se fuera reduciendo hasta que contraerse totalmente. Era lógico que los elementos de la oposición volvieran a evaluar su posición y a buscar las fórmulas que le permitieran continuar activa. En su momento hubo intentos y se publicaron escritos que señalaban hacia «la crisis» y la necesidad de hacerle frente. Lo que se esperaba es que no hiciera caso a dichas opiniones y llamamientos; simplemente se produciría un estado de «negación» entre las fuerzas participantes, que siguen siendo unas déspotas, independientemente de si hablamos de las filas del Baaz -que siguen imaginándose a ellos mismos «volviendo» al poder-, o de algunos frentes que se niegan a ver la realidad e insisten en priorizar el voluntarismo y celebrar los mandatos de fuerzas que ya no existen.

En ese momento, una de las visiones era que la orientación adecuada desde ahora en adelante debería adoptar la fórmula de la vuelta al trabajo dentro de Iraq, basándose en y priorizando los valores de la acción pacífica, contrarios de manera explícita al terrorismo y a la operación política estadounidense, sin posicionarse ante la acción de resistencia que apuntaba exclusivamente a la ocupación. De acuerdo con este panorama, se realizó un esfuerzo en su momento para buscar fórmulas que abrieran la puerta y aseguraran, por a todos los medios disponibles, que la oposición no conservara su posición y seguiera representando su papel.

Desde septiembre de 2008 empezaron las conversaciones entre los representantes del proceso político y Nuri al Maliki de forma indirecta, en un principio, y que duraron unos seis meses. Durante ese tiempo y en cuatro ocasiones, al Maliki envió un representante suyo a Europa, el último de los cuales fue un importante ministro muy cercano a él. Los debates giraron entorno a un único eje: «la vuelta de la oposición a la acción dentro de Iraq», además de su compromiso con la acción pacífica, algo con lo que estuvo completamente de acuerdo al Maliki desde ese momento. En marzo de 2009, llegó una delegación extranjera a Iraq para reunirse con el Maliki, el cual volvió a asegurar lo mismo. Tengo que mencionar aquí, para ser completamente sincero, que el hombre nombró a la delegación como «la corriente nacional democrática» y les despidió diciendo: «cuánto os habéis tardado». Al día siguiente, dimos una rueda de prensa en el hotel Sheraton de al Ruzafa, en la que también tomo parte el Secretario General de la Corriente Árabe en Iraq, sobre los temas de la reunión y de la que partió el llamamiento a la oposición en el extranjero a volver a la acción dentro de Iraq.

En ese momento no se esperaba que esta iniciativa lograra los objetivos a los que aspiraba. Los círculos de la oposición no tenían la más mínima flexibilidad o racionalidad, carecían de una visión global unificada y, para ellos, los parámetros de las nuevas circunstancias imperantes no habían cristalizado. Por otro lado, algunas de las fuerzas dentro de la propia «acción política» se habían posicionado en contra de la iniciativa, y se opusieron a ella con todas sus fuerzas. En cuanto a las partes interesadas, es decir, la propia oposición, se posicionaron divulgando sus opiniones, de rechazo y acusación. Por supuesto, esta necesaria costumbre, el «individualismo» y la inadvertencia, respondía al «argumento imposibilitador» de todo movimiento, lo que permite asfixiarlo con la esperanza de poner a cualquier posición o comportamiento bajo el ángulo de visión y opinión de algunos órganos específicos.

Aquí tengo que mencionar un suceso posterior que ocurrió unos meses después. El Sheij Harez al Dari, de Qatar, hizo unas declaraciones en las que dejaba entrever su deseo de adoptar posiciones que llevaran al debate. En ese momento, tomé la iniciativa y, sobre estas declaraciones, le mandé una carta en la que le propuse viajar yo mismo a su lugar de residencia en Amán y organizar conjuntamente una rueda de prensa, en la que renovaríamos el llamamiento a la acción dentro de Iraq. Lo que me encontré de su parte fue una extraña respuesta que me recordó a lo que dijo nuestro poeta al- Rusafi sobre el parlamento durante la monarquía en los años treinta: «Una bandera, una constitución y un parlamento hacen nación / premisas verdaderas que resultan en falacia». El Sheij se olvidaba de que al Rasafi, en el momento en el que escribió este verso, era miembro de ese parlamento falseado.

En el programa de televisión que le dedicó la cadena Al Jazeera a este asunto, vino a sentárseme en frente un representante de la «Asociación de Ulemas Musulmanes», Muzana Hariz al-Dari, el hijo del Sheij, y un grupo de las «juventudes del Partido Baaz». El representante de este organismo se hizo eco de estos mismos argumentos del «individualismo», manifestando una preocupación y un nerviosismo que no se correspondían con la situación, mientras que yo tenía cuidado de no quedaran cristales rotos entre esta asociación y yo. Por su parte, los jóvenes del Baaz fueron extremadamente considerados, hicieron preguntas relevantes y aceptaron las repuestas de buen agrado. El trabajo no se detuvo en el interior, sino que siguió con la publicación de unos comunicados en los que participaban la Corriente Árabe y el Partido Comunista -su dirección central y el Congreso por la Libertad de Iraq. A estas fuerzas se les unió en Partido por la Independencia. Así mismo, se publicaron escritos y panfletos, el último de los cuales llevaba por título: «El proceso político estadounidenses: qué es y cómo terminará».

No hay duda de que los primeros meses del 2011 han cambiado la situación de forma drástica. Después de que el estallido de las intifadas árabes le transmitiera su impulso a Iraq, está claro que estamos ante una nueva oportunidad para devolverle a la oposición iraquí su impulso. Ante todo, sabiendo que ésta había perdido su papel y que no tenía presencia alguna, así como que desde 2009 y hasta ahora ha sido incapaz de organizar una sola convención que la reuniera. Y el que intentó a hacerlo, volvía con el rabo entre las piernas confirmando la imposibilidad de tal empresa.

Lo que sorprende es que ningún elemento de la oposición se haya comportado de manera que pruebe que está implicada en la intifada, ni que tenga deseos de apoyarla, ni de dirigirla, ni siquiera de verse relacionado con ella. Excepto algunos escritos dispersos que piden a los revolucionarios que levanten consignas de «expulsar a la ocupación», no parece que estas fuerzas tengan deseos de ningún tipo de armonía con el gran cambio que se está produciendo en la región.

La intifada y esta situación han agravado sus problemas, y hasta ahora no ha vuelto a ejercer ningún peso, ni siquiera como instrumento eficaz de presión. Puede que a uno se le ocurra que el factor que ha impedido que haya comunicación entre la oposición y la intifada es la discrepancia entre las premisas y las percepciones de la oposición y sus fuerzas base, por una parte, y el modelo de movimiento y de lucha que ha surgido y ha pasado a dominar la realidad árabe. El enfoque pacífico y multitudinario ha pasado a ser la regla inmutable de todo movimiento popular serio. Por otro lado, las luchas de hoy en día han pasado a ser contrarias a los principios del totalitarismo y la unilateralidad a los que se agarran fuerzas como el partido Baaz, por ejemplo, o las corrientes islamistas radicales, como si los levantamientos árabes hubieran llegado para oponerse a la oposición iraquí y las bases que la componen.

Puede que encontremos un indicio de lo anterior, por ejemplo, en el caso de Ezzet al Dauri, el cual se decidió a enviarle una carta al coronel Moamar el Gadafi al principio del levantamiento libio en la que decía que estaba dispuesto a enviar voluntarios a Libia para luchar de lado del coronel. Esta excepción es parte de la gran confusión que caracteriza la realidad iraquí, representada en su estatus de país ocupado cuyo régimen cambió a través de una invasión militar. Estas razones nos muestran hasta dónde llega la complejidad de la nueva realidad iraquí actual, sobre todo hoy en día, después de las intifadas vecinas.

Puede que una de sus peculiaridades sea el que la oposición necesite ahora mismo una revolución interna. Al Partido Baaz, con todas sus órganos, no le queda otra que cambiar o abandonar su mentalidad y las bases de su concepción de la autoridad y la acción política; aceptar en la oposición lo que tenía que haber aceptado en el poder, cuando las fuerzas nacionales opositoras se decidieron en 1990 a ir a Iraq y pedirle al régimen que implantara un plan de cambio nacional progresivo hacia la democracia. Estas fuerzas siguieron insistiendo en este enfoque y, dos meses antes de la invasión de 2003, plantearon su proyecto «Cambio sin guerra» y lo expusieron en París en una rueda de prensa. Después de más de 12 años de eternas negativas del Gobierno iraquí, el asuntó acabó como acabó, con la caída del régimen a manos de la fuerza militar de EE.UU., y la exposición del país a la destrucción y la ocupación. A día de hoy, este enfoque se está derrumbando. El mismo partido Baaz en Siria ha decidido participar en la Conferencia qatarí, que se celebrará próximamente, en la que abandona el principio de la unilateralidad en la dirección del país y la sociedad.

Es natural que esperemos una especie de golpe de Estado, o más, en las filas del partido Baaz iraquí, el que llevó al país a una derrota inconmensurable. Pero el asunto no termina aquí, ya que Iraq necesita que se produzca esta especie de golpe de estado en las filas de muchas de sus fuerzas, sobre todo las que todavía insisten en la «oposición armada», incluso después de haber desaparecido o de haber dejado de actuar. Este tema necesita que las ideas, enfoques y métodos sean sustituidos para que la base de la acción pacífica se vuelva firme, usando las herramientas electorales actuales en Iraq, sin condiciones para entrar en la «acción política». Es natural que, hoy en día, la creación de la «lista de la acción política nacional» dependa de la inclusión del conjunto de las fuerzas opositoras, hasta si fuera un llamamiento simbólico, sin aplicación práctica, cargado con la esperanza de que llegue a convertirse en una realidad tangible, y que vaya acompañado de la petición para «constituir el parlamento y la vuelta de las elecciones».

Esta posición refuerza los esfuerzos de los que luchan por la intifada dentro de Iraq, le concede al modelo iraquí experimental la posición en la vanguardia que merece, que puede describirse como la intifada después de las «intifadas árabes». Puede que este sea el camino que ponga en la palestra el abandono de la práctica electoral centrada en la desmantelación de la sociedad y el apoyo de las fuerzas del pre-estado moderno, sectario y racial. Esto es lo que ha llevado definitivamente a la parálisis, a través del sistema de cuotas, la corrupción, el robo que envenena la acción política hasta ahora, mientras que lo que se pide es llegar a la democracia nacional que establezca un sistema de Estado sobre la base de la ciudadanía y la rotación del poder. Si la oposición iraquí se reuniera hoy de nuevo, su lugar sería excepcional en la escena árabe, porque es una oposición para expulsar a la ocupación, no para mantenerla, una oposición de unión del país, no de políticas encaminadas a desmembrarlo, una oposición no avalada por la «comunidad internacional», la guardiana de la democracia en el mundo árabe de nuestros días, por ser desintegradora y divisora, no una democracia de unidad nacional. Una oposición así, si surgiera, cubriría una necesidad árabe e iraquí. Su presencia es crucial para mejorar algunos equilibrios y poner frenos a algunos arranques, para llegar a soluciones por un cambio total. Una oposición en el núcleo de las oposiciones, no necesariamente una oposición en contra de las oposiciones.

Abdel Amir el Rikabi es escritor iraquí

Fuente: http://www.al-akhbar.com/node/24765