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La oscuridad de la psique

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


 

Cuadro del artista iraquí Amir Jatib

Siento que mi alma vive un gran desorden… Así es como me siento en estos momentos, inmersa en una especie de desorden y confusión, aunque me guste el orden.

Sin saber cómo una masa de desorden, un vacío enorme se ha apoderado de mí ante mi despreocupado desinterés por ponerle remedio.

Vengo notando esa tendencia en mí misma hace tiempo… Llega como en oleadas, como si un minuto sintiera que tengo que «controlar» mi vida y al siguiente minuto esa imperiosidad se alejara de mí y yo me convirtiera tan sólo una espectadora, que todo lo observa sobre una pantalla.

La pantalla aparece en ocasiones en colores y otras en blanco y negro…

Cojo, por ejemplo, mi colección personal de fotos; apenas tengo fotos mías aquí, excepto unas cuantas de familiares muy allegados. Pero si abren el icono de fotos de mi escritorio, encontrarán cientos de fotos: todas ellas de Iraq.

Justo el otro día, me sentí dominada por esa urgencia de reestablecer el orden. Pensaba para mí que realmente era necesario clasificar esas fotos por materias y colocarlas en carpetas ordenadas en vez de todo este Caos.

Abrí mi carpeta de fotos y las dispuse formando una pantalla completa… Eché una mirada, una mirada total, como cuando te encuentras con alguien por vez primera y le echas esa «visión de conjunto». Eso es lo que hice, eché una «mirada de conjunto» y lo que vi era horrendo y hermoso al mismo tiempo.

Horrendo, porque había amasado una inmensa colección de fotos desde 2003.

Tengo la colección sobre los Prisioneros: Abu Ghraib, con sus cuerpos torturados y mutilados, con la sangre esparciendo sus huellas por los corredores de aquellos calabozos como si fuera un visitante que llega cada día a hacer averiguaciones. Desnudos, hambrientos, encadenados, enfermos, olvidados… y ese mismo visitante aparece siempre.

Después vienen las fotos que yo llamo del Crematorio/Horno: Una colección de cuerpos quemados, carbonizados, como los de Faluya y Mosul, en los que la piel estofada se ha convertido en una especie de uniforme azul oscuro, en una manta… quizá en la única manta.

Están también las fotos del Carnicero: Parecen como esos trozos de carne despellejada que cuelga frente a la ventana de un carnicero. Y tú pasas y los miras. Rosáceos, blanquecinos, rojizos y amarronados. Raouf [*] era una de esas piezas de carne colgando en la ventana del carnicero. Había unos cuantas, colgando allí del techo, de ganchos, palos y clavos, agujereados, cortados y hechos rodajas por el cuchillo del carnicero. Trozos por aquí y por allá… Unos cuantos como cabezas de ovejas sin ojos, y otros estaban amontonados como ganado, y algunos eran diminutos como corderos a punto de ser colocados en la parrilla…

También tengo el compartimiento del Congelador: El compartimiento del Congelador puede subdividirse en tres partes. La morgue con sus cuerpos apilados, agonizando por conseguir un poco de frescura antes de su descomposición final; la vecindad de la morgue, donde yacen al sol, como carcasas, envueltos en plásticos o ropajes blancos a punto de gustar la refrescante sombra de las tumbas… También incluí las fosas comunes en la colección del Frigorífico, porque ya han gustado de la frialdad de la tierra.

Hay otra categoría a la que denomino el Banco de Miembros y Sangre: Fotos en rojo, todas ensangrentadas. Sangre corriendo por los rostros, por las calles, por las ropas, por los ríos, por los muros, por las aceras. Y miembros… miembros por todas partes. Brazos, manos, pies, piernas, muslos, torsos y cabezas… Un collage de sangre y miembros, dispersos sin orden ni concierto, pegados al suelo, a los campos, con superglue, con superMuerte

Después está la colección de los Escombros: Cemento, ladrillos, paredes, edificios, colegios, casas, chabolas, tiendas, coches, autobuses, bicicletas, carros… todo hecho añicos y convertido en escombros, en chatarra, basura, deshechos y piedras…

Dispongo asimismo del Departamento de Accesorios: Cadenas, barras, mangueras, palos, cuerdas, taladradoras, alambre de espino, cajas de madera, jaulas, esposas, sacos de arena, bolsas de poliéster, cinta adhesiva, brazaletes de plástico, ataúdes, horcas y los vestigios de un nombre, un número de identidad o un tatuaje.

Tengo también la Sala de Urgencia: Hospitales, hospitales vacíos, sabanas sucias, medicación caducada, suelos manchados, enfermos de cólera, enfermos de cáncer, todo tipo de enfermos, mirando las estanterías vacías, esperando ante las puertas de los despachos vacíos de los doctores, ante los cuartos vacíos de las enfermeras, vacío, todo vacío… para que la Enfermedad reine a su antojo.

Hay otra sección, dedicada al Conocimiento y la Cultura: Universidades destruidas, colegios vacíos, nombres que han desaparecido, pupitres rotos, pizarras destrozadas, libros quemados, bibliotecas arrasadas, iglesias y minaretes dinamitados, museos saqueados, monumentos arrasados, estatuas partidas, artefactos saqueados, ruinas y grietas por doquier.

Y después viene la sección de las Mujeres: Violadas, decapitadas, exiliadas, gimientes, llorosas, implorantes, arrancándose los cabellos, desconsoladas, perdidas, suicidas, todas vestidas de negro… Ese negro que las persigue, y que me persigue, por todas partes.

También tengo el rincón de los Niños: Confundidos, desconcertados, pidiendo limosna, escarbando en la basura, abandonados, muriendo de hambre, muriendo de sed, enfermos, abusados, acosados, encarcelados, sometidos a tráfico, vendidos, comprados, acabados… Una infancia liquidada antes siquiera de haber nacido.

Tengo también lo que denomino el Pabellón Ecológico: Montones, colinas y montañas de basura, monumentos de basura, y de aguas residuales, piscinas para nadar de aguas pútridas… La planificación medioambiental urbana conformada por muros, hecha de muros, un muro hacia el este, un muro hacia el oeste, y entre cada muro, otro muro… Un suelo estéril impregnado de partículas de muerte tóxica. Ríos que han perdido sus colores, convertidos en feo gris con pescadores extrayendo la Muerte, peces muertos, cuerpos muertos. Cosechas abandonadas y campos y palmeras prendidos fuego, suplicando la ayuda de un asfixiado cielo amarronado…

Y en medio de tanto horror, en medio, la oscuridad de la Psique, la Psique que ha desencadenado todos sus poderes mortíferos sobre mi Bienamada, no dejando de ella ni siquiera el esqueleto…

Ahora miro mi colección Nostalgia: Fotos de viejas postales, donde los colores estaban permitidos, rostros sonrientes jugando al balón, una familia disfrutando de un picnic, dos amantes a la orilla de un río, un patio de una casa escondido tras una exuberante arboleda, una noche estrellada iluminando la ciudad de mis seres queridos, un río que fluye brillando como plata al sol, las siempre verdes palmeras extendiendo su sombra para mantener la fresca humedad de la tierra…

Y junto a mi Nostalgia, aparece la Sala Creativa: Fotos de arte, del arte iraquí. Pinceladas de expresión que nos cuentan historias, que nos hablan, que nos dan, que nos agarran, que nos tocan, que nos abrazan. Golpes de pasión, de genialidad, de resplandor, hechos de sudor, sangre y lágrimas, brotando desde las profundidades del alma iraquí para derramarse sobre un lienzo y mantener así la antorcha encendida…

Finalmente, decidí no clasificar nada ni introducir orden alguno. Las dejaré como están. Una mezcla, una combinación, un popurrí en blanco y negro, en color, de una atrocidad deliberada y de una creativa belleza.

La dejaré como son… piezas, feas, grotescas, el trabajo de una Psique diabólica y oscura, atravesada de flechas, de rayos de pura Luz.

N. de la T.:

[*] Véase la historia de Raouf en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=57350

Enlace con texto original:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2008/09/darkness-of-psyche.html