Hay historias que llegan al corazón, estremecen, descolocan, marcan. La sargento estadounidense Gwen Beberg combatía el pasado mes de mayo en Irak cuando en un vertedero de Bagdad descubrió, sola y asustada, a Ratchet. Sintió algo muy especial, inexplicable. La tomó en sus brazos y supo, al instante, que acababa de cambiar su vida, sus […]
Hay historias que llegan al corazón, estremecen, descolocan, marcan. La sargento estadounidense Gwen Beberg combatía el pasado mes de mayo en Irak cuando en un vertedero de Bagdad descubrió, sola y asustada, a Ratchet. Sintió algo muy especial, inexplicable. La tomó en sus brazos y supo, al instante, que acababa de cambiar su vida, sus vidas. Nadie, nada, ni siquiera la guerra, podría separarlas.
Los militares tienen prohibido, por seguridad, mezclarse con los lugareños así que Beberg tuvo que dejar a su amiga iraquí con una oenegé hasta que ambas pudieran abandonar el país. Hace un mes, de vuelta en casa, la sargento contó desconsolada que habían rechazado su solicitud para que regresaran juntas. La noticia conmocionó en Estados Unidos. Más de 30.000 personas firmaron un escrito en internet para que el Ejército permitiera el reencuentro. Por unos días, la macabra ocupación de Irak, ahora silenciada y olvidada, recuperó protagonismo en los grandes medios. La insólita aventura de Gwen y Ratchet, todos sus detalles, inundó titulares y portadas. La presión mediática fructificó y este lunes, después de tres vuelos y dos días de viaje, y con la guerra en otra parte, ambas por fin volvieron a achucharse.
Hay historias descorazonadoras. Ratchet, una perra vagabunda iraquí, aterriza en Estados Unidos con rango de heroína y estrella. Su ángel de la guarda, criminal de guerra, cualquier día de éstos será condecorada. Mientras, Irak, el país con más peticiones de asilo del mundo, se desangra y hunde abandonada a su negra y mala suerte. ¡Sálvese quien pueda! El mejor amigo del hombre, los perros y las perras, las mascotas, primero.