Las imágenes se ven granulosas, las voces se oyen poco claras por momentos. Pero cuando Kim Sun-il grita una y otra vez: «No me maten», su miedo es palpable. Mientras cercenan la cabeza de las víctimas de secuestros en Irak, se escuchan en la banda sonora recitaciones del Corán, por lo regular pronunciadas por algún […]
Las imágenes se ven granulosas, las voces se oyen poco claras por momentos. Pero cuando Kim Sun-il grita una y otra vez: «No me maten», su miedo es palpable. Mientras cercenan la cabeza de las víctimas de secuestros en Irak, se escuchan en la banda sonora recitaciones del Corán, por lo regular pronunciadas por algún imán saudita conocido. En la decapitación de un estadunidense, el asesino limpia de manera ritual dos veces su arma en la camisa de la víctima, como hacen los oficiales sauditas después de las ejecuciones públicas en el reino.
El terror en video ha sentado carta de naturaleza en la guerra de Irak. El más reciente muestra a un diplomático egipcio, Mohamed Mamdouh Qutb, capturado por secuestradores cuando salía de las oraciones vespertinas en una mezquita de Bagdad, el viernes pasado. En el video se le ve sentado ante hombres armados y encapuchados, quienes dicen que Egipto no debe enviar soldados a Irak. Egipto ya ha declarado que no tiene intenciones de hacerlo, pues se trata, según el ministro del Exterior de ese país, de un «asunto delicado».
El secuestro de Qutb fue probablemente resultado de su aparición en un video difundido en un noticiero en los canales de satélite árabes, el cual lo mostraba en su embajada, dando la bienvenida a un camionero egipcio recién liberado.
La «resistencia», los «terroristas» o «los combatientes iraquíes armados» -como ahora empiezan las fuerzas estadunidenses a referirse a sus enemigos- comenzaron con una serie de videos de mala calidad en los que mostraban ataques a las fuerzas estadunidenses en Irak. Desde un auto en movimiento filmaban las bombas plantadas al lado del camino en el momento de estallar al paso de un convoy militar. También se podía ver a guerrilleros disparando morteros a las bases estadunidenses en los alrededores de Fallujah.
Pero una vez que comenzaron los secuestros, los videos entraron a un mundo nuevo y macabro. Más de 60 extranjeros han sido plagiados este año en Irak; a la mayoría los soltaron, pero a muchos los videograbaron en cautiverio, mientras los secuestradores leían sus demandas. El rostro desencajado de Angelo de la Cruz fue suficiente para provocar manifestaciones callejeras en Manila y la retirada prematura del pequeño contingente filipino en Irak.
Ahora el escenario se ha vuelto lóbregamente familiar. La víctima potencial se arrodilla frente a tres encapuchados, armados con rifles Kalashnikov. A veces implora por su vida, en otras permanece en silencio, al parecer sin saber si será asesinado o se le perdonará la vida. El espectador, en cambio, nota algo terrible: cuando el rehén va a ser decapitado, los hombres armados que están detrás llevan guantes, para no mancharse las manos con la sangre de un infiel. Se lee la sentencia de muerte y entonces, de manera inevitable, lo jalan a la derecha y un hombre se inclina a cercenarle el cuello.
La víctima más reciente era un búlgaro. Otro rehén de la misma nacionalidad está amenazado con sufrir el mismo destino esta semana.
Todas las partes en pugna en Irak se han unido a la guerra de videos. El primer día del juicio a Saddam Hussein fue videograbado y entregado a periodistas por censores militares estadunidenses que al principio intentaron borrar el sonido, lo cual sí lograron hacer con los 11 baazistas cuya audiencia de acusaciones vino poco después.
Incluso hubo una extraña cinta en la que hombres armados que se hacían llamar «la resistencia iraquí» amenazan la vida de Abu Musab al-Zarqawi, miembro de Al Qaeda, si no se va de Irak. Los estadunidenses y el nuevo primer ministro iraquí designado por Washington, Iyad Allawi, culpan a Zarqawi de los ataques suicidas en el país. Pero muchos iraquíes sospechan que ese video fue hecho por las autoridades iraquíes, de lo cual se convencieron al ver que los hombres de la «resistencia» se referían con respeto, no a las «fuerzas de ocupación», sino a las «fuerzas de la coalición», nombre oficial adoptado por los ejércitos occidentales en Irak. A este video le llaman ahora «la cinta de Allawi».
Los videos, que por lo general se entregan a uno de los dos canales de televisión en lengua árabe -Al Jazeera o Al Arabiya-, rara vez se exhiben completos. Pero un efecto lateral escandaloso es que sitios de Internet -sobre todo uno al parecer radicado en California- han subido a la red todo su macabro contenido.
Por ejemplo, un sitio estadunidense presenta la decapitación del estadunidense Frank Berg y la del rehén sudcoreano en todos sus sanguinarios detalles. «Video de la decapitación de Kim Sun-il, versión corta, versión larga», ofrece el sitio. En la «versión corta» aparece un hombre cortando el cuello del rehén. En la larga se incluyen sus gritos implorando piedad, los cuales duran por lo menos dos minutos, y luego viene el asesinato. En la misma pantalla y al mismo tiempo aparecen anuncios de «Porno» y «Chicas con caballos».
La policía iraquí ha observado todos los videos de ejecuciones y cree que siguen una rutina esencialmente saudita de decapitación. En muchos casos los secuestradores hablan con acento saudita o yemenita. Pero en un video presentado la semana pasada de ocho camioneros extranjeros -kenianos, indios y un egipcio-, hombres armados que hablan con acento iraquí exigen a las compañías que emplean a los choferes poner fin a sus contratos en Irak, así como una empresa saudita abandonó el trabajo cuando otro empleado egipcio fue secuestrado. Resulta claro que la «resistencia» intenta ahora privar a los estadunidenses de trabajadores extranjeros y obligar a que más soldados estadunidenses regresen a las carreteras a manejar los convoyes de suministros que recorren Irak día con día.
¿De dónde sale la inspiración para todos estos atroces videos? Hace más de seis meses, en la capital insurgente de Fallujah, se puso a la venta un video en el que supuestamente se veía cómo le cortaban el cuello a un soldado estadunidense. En realidad la cinta mostraba a un soldado ruso a quien hombres armados conducían a un cuarto, en Chechenia. Allí lo obligan a arrodillarse -al parecer ignorante de su destino- y al principio trata de resistir el dolor cuando un hombre le pone un cuchillo en la garganta. Luego le cortan la cabeza. Puede darse por un hecho que esta cinta tenía el propósito de ser un manual de adiestramiento para los nuevos verdugos iraquíes.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya