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La puerta cerrada

Fuentes: Uruknet

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

   

   

Nos encontramos en el 18 aniversario de la concentración de tropas iraquíes y de su entrada en Kuwait. El mundo sólo oyó hablar de una «agresión manifiesta» por parte de los iraquíes dirigida por un «nuevo Hitler». Estas afirmaciones simplistas no reflejan la verdad o el trasfondo de las acciones de Iraq.

Estados Unidos rechazó la negociación como herramienta para resolver la crisis desencadenada cuando el 2 de agosto de 1990 Iraq cruzó la frontera con Kuwait. Desde el día 3 de agosto de ese año la puerta diplomática fue cerrada de un portazo y nadie pudo abrirla a pesar de los esfuerzos de muchas personas para negociar un acuerdo. Puede que ustedes recuerden que había un término que se difundió entre el 3 de agosto de 1009 y el inicio de la [operación] Tormenta del Desierto: «El escenario de la pesadilla». Este término se utilizó para describir la peor de las visiones de George Bush: las tropas iraquíes retirándose de Kuwait.

La mayoría de los estadounidenses consideran el 2 de agosto de 1990 como la fecha en que empezó la crisis Iraq-Kuwait, pero desde mucho antes Iraq sabía que Kuwait estaba implicado en minar su estructura política y económica. El 23 de febrero de 1990 Sadam Husein preguntó en Amman, Jordania: «¿No están patrullando los barcos estadounidenses por el Golfo a pesar de que ha terminado la guerra entre Irán e Iraq». Se refería a la presencia de la armada estadounidense que hubo en el Golfo Pérsico durante la guerra irano-iraquí, supuestamente para proteger a los barcos mercantes. Cuando acabó la guerra ya no tenía sentido que continuara la ocupación por parte de la armada estadounidense del Golfo, pero la flota permaneció.

La presencia militar estadounidense en el Golfo unido a la información que Iraq había obtenido concerniente a las técnicas de Kuwait para tratar de minar la economía iraquí llevaron a Iraq a creer que iba a ser atacado, pero este país pensó que se podría llegar a una solución diplomática. El 3 de marzo de 1990 Sadam Husein se reunió con el rey Hussein de Jordania en Bagdad. Cuando la conversación giró hacia los problemas entre Kuwait e Iraq, Sadam Husein dijo a su homólogo jordano: «Con el tiempo puede que acaben por prevalecer la razón y la buena voluntad en este asunto». Poco tiempo después Sadam Husein se reunió con el senador Robert Dole y explicó al legislador estadounidense la difícil situación de su país. Cuando Dole volvió a Estados Unidos y se reunió con George Bush I le dijo al presidente que Sadam Husein es «el tipo de dirigente con el que Estados Unidos puede fácilmente estar en posición de influenciar».

Antes de la intervención iraquí en Kuwait la mayoría de los países árabes estaban preocupados por los problemas que podían surgir de la invasión. El público estadounidense, sin embargo, desconocía los meses de negociaciones que Iraq había llevado a cabo en un intento de distender la situación. En aquella época la prensa estadounidense raramente cubría los acontecimientos de Oriente Próximo a no ser que atañieran a Israel. Cuando Iraq cruzó la frontera de Kuwait la mayoría de los estadounidenses lo consideraron un acto de agresión sin que mediara provocación. La ignorancia del público estadounidense respecto a Oriente Próximo permitió a Bush volver a la opinión pública estadounidense en contra de Iraq.

Otra información errónea que se dio al público estadounidense se refería a la relación entre la causa palestina y la retirada por parte de Iraq de Kuwait. En agosto de 1990 Sadam Husein declaró que retiraría las tropas de Kuwait si se empezaba a discutir la cuestión palestina. Estaba mirando hacia el futuro y quería abordar los principales problemas del mundo árabe que la mayor parte del mundo occidental ignoraba. Inmediatamente empezamos a oír el término «falta de relación». La administración Bush dijo al público estadounidense que Sadam Husein lo estaba utilizando como una artimaña y que nunca antes había defendido la causa palestina. Nada podía estar más lejos de la verdad.

Durante toda los primeros meses de 1990 Yasser Arafat visitó frecuentemente Bagdad y Sadam Husein y él trabajaron en los principales asuntos que se discutían en Oriente Próximo, el problema palestino y el dilema Iraq-Kuwait.

El 24 de mayo de 1990 el rey Hussein de Jordania dijo a Sadam Husein: «En la próxima cumbre (árabe) en Bagdad trataré de pedir ayuda financiera no sólo para Jordania sino también para la OLP». Sadam respondió: «Déjemelo a mí. Les obligaré a pagar».

En la agenda de la cumbre del 28 de mayo de 1990 en Bagdad estaba la disparidad entre árabes pobres y ricos. Sadam Husein sugirió vehementemente que los países ricos del Golfo no estaban poniendo de su parte para ayudar a los menos afortunados, como Jordania, Iraq y los palestinos. Cuando se planteó el tema del dinero, dijo: «Hermanos, permítanme que les cuente una vieja leyenda que quizá conozcan algunos de ustedes. Un pequeño pueblo se vio atacado por un desastre y se pidió a todos sus habitantes que contribuyeran con algo para reparar el daño. En el pueblo vivía un hombre muy pobre que no tenía posesiones y los demás habitantes decidieron no pedirle nada a él. Pero el pobre hombre se les acercó y les dijo que sentiría vergüenza si no contribuía con algo. Dio a los demás habitantes lo único que poseía, un jarro de cobre. Pues bien, en esta cumbre el hombre pobre es Iraq, pero no dejaremos de cumplir con nuestro deber. Daremos 50 millones de dólares a Jordania y 25 millones a la OLP. Esto debería ayudar a ejercer presión moral sobre aquellos que puedan tener la tentación de no contribuir. Todos ustedes saben los sacrificios que hemos aceptado durante años mientras que otros no cumplen sus acuerdos».

Sadam Husein siempre había trabajado estrechamente con Yasser Arafat. De hecho, contribuyó a convencer al dirigente palestino de que adoptara una postura más moderada al tratar con Estados Unidos. Cuando se le dijo a la opinión pública estadounidense que Sadam Husein estaba usando la cuestión palestina como una artimaña se le estaba diciendo otra mentira. La historia demuestra que el gobierno del Ba’ath trabajó para ayudar a los palestinos hasta el mismo momento de la invasión de Iraq en marzo de 2003. Hasta la ayuda más reciente recibió la presión negativa por parte de Estados Unidos. Su administración mencionó que el gobierno iraquí pagaba una ayuda a las familias de quienes cometían atentados suicidas y, por consiguiente, Iraq apoyaba el terrorismo. En realidad, el gobierno iraquí pagó subsidios a las familias de todos aquellos palestinos que habían muerto a manos de los israelíes durante la Intifada palestina. Arabia Saudí también pagaba a estas familias, sin embargo los saudíes nunca fueron descritos como terroristas porque Estados Unidos todavía tenía tropas estacionadas en ese país.

Después de ser capturado en diciembre de 2003, durante meses no se permitió a Sadam Husein hablar con ningún abogado. Cuando pudo ser visitado por Khalil al-Dulaymi, el abogado iraquí que representó a Sadam en el tribunal, a pesar de todo la conversación rápidamente se desvió a los palestinos. Sadam Husein dijo al-Dulaymi: «La cuestión palestina es una cuestión que concierne a todos los árabes. Quien la dilapida es como quien dilapida su honor y dignidad. Conmigo lo intentaron muchas veces. Me enviaron cartas dirigentes árabes e internacionales, y personalidades públicas. Decían: «Todo lo que queremos de usted es una palabra; no necesitamos un acuerdo ahora». Querían que yo mostrara deseos de reconocer su denominado Estado de «Israel». Pero yo me negué con todas mis fuerzas a pesar de que me habían dicho que el hecho de reconocer a la Entidad Sionista significaría en final del embargo y la vuelta a las relaciones normales con Estados Unidos. Pero entendí que cualquiera que dilapida el suelo y el territorio dilapidará todo, su honor y su dignidad. Tras eso ya no habrá más líneas rojas para esa persona. Es una cadena mortal de reacciones. No tiene más que empezar para que empiece el camino de las concesiones sin fin».

A pesar de los esfuerzos de Iraq por llegar a un acuerdo con Kuwait, el Emirato seguía pidiendo dinero a Iraq. A los dirigentes de otros países árabes les empezó a preocupar que la situación se volviera más inestable y a la mayoría de ellos les sorprendía la insistencia de Kuwait en el pago inmediato.

El 28 de julio de 1990 el rey Hussein de Jordania habló con Sheikh Sabah, el ministro de Asuntos Exteriores kuwaití. El rey estaba perplejo ante la actitud de Kuwait y le dijo al ministro de Asuntos Exteriores que le preocupaba que Iraq pudiera emprender una acción militar. La respuesta del kuwaití fue curiosa porque Iraq todavía no había invadido el Emirato y en teoría Estados Unidos no tenía un acuerdo de defensa con Kuwait. Sheikh Sabah dijo al rey Hussein: «No podemos negociar ni una pulgada de territorio. Está en contra de nuestra Constitución. Si Sadam cruza la frontera, déjenle. Los estadounidenses lo echarán».

Iraq mantenía que Estados Unidos estaba colaborando con Kuwait para minar la economía iraquí y de las palabras de Sheikh Sabah se deducía que él sabía que iba a haber una intervención militar estadounidense. Cuando Iraq cruzó la frontera de Kuwait el 2 de agosto de 1990 todo el mundo centró su atención en Oriente Próximo. Desgraciadamente, la intervención militar iraquí era la primera información que la mayoría de los estadounidenses recibían acerca de la disputa ente Iraq y Kuwait, lo que hizo posible que la administración estadounidense creara su propia versión del incidente. Prácticamente nadie conocía las infructuosas discusiones que habían llevado a la invasión.

La estrategia de Sadam Husein era atraer la atención mundial sobre su problema y entonces retirarse de Kuwait y empezar unas negociaciones serias. No tenía idea de la magnitud del plan estadounidense de volver al mundo en contra de Iraq.

Poco después de que las tropas iraquíes cruzaran la frontera kuwaití el rey Hussein habló con Sadam Husein y el presidente iraquí mencionó que la mayoría de los problemas se podrían resolver en la mini-cumbre que se iba a celebrar en El Cairo, Egipto, el 4 de agosto. Entonces dijo que no quería que ningún país árabe expresara su condena antes del encuentro. El rey Hussein asumió el papel de mediador y dijo que hablaría con las demás naciones. No preveía que hubiera muchos problemas.

Una de las primeras llamadas del rey Hussein fue al dirigente egipcio, Hosni Mubarak. Después de que el rey le explicara la situación Mubarak contestó que le apoyaría.

Ese mismo 2 de agosto el rey Hussein llamó al presidente Bush para explicarle los últimos pasos dados en las negociaciones. Quería obtener el compromiso de Bush de que en las próximas 48 horas no iba a presionar a los países árabes para que emitieran comunicados criticando las acciones de Iraq. Cuando se produjo la llamada Bush volaba en un aeroplano de Washington D.C. a Colorado. El dirigente jordano le dijo a Bush: «Nosotros (los árabes) podemos solucionar este crisis, George … podemos ocuparnos de ello. Sólo necesitamos tiempo». La respuesta de Bush fue: «Es vuestro. Os lo dejo a vosotros».

El rey Hussein pensó que estaba tratando con una persona honorable y cuando acabó la conversación creyó en la palabra dada por Bush de que no iba a hacer nada en 48 horas. Bush no esperó ni 48 segundos para empezar a hacer que fracasaran los esfuerzos de llegar a un acuerdo negociado.

Mientras que el mundo árabe estaba esperando la mini-cumbre de El Cairo que se iba a celebrar el 4 de agosto, George Bush ya había empezado a poner en fila a sus aliados para que condenaran a Iraq, a pesar de la promesa que había hecho al rey Hussein de no hacer nada en 48 horas. El 3 de agostó Sadam Husein emitió un comunicado anunciando que iba a iniciar la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait el 5 de agosto. Confiaba en que la mini-cumbre del 4 de agosto sería beneficiosa para todos. Sadam, al igual que todo el mundo árabe, desconocía la argucia estadounidense que esta ya en marcha.

El 3 de agosto de 1990 Bush se reunió con el presidente de la junta de jefes del Estado mayor, Colin Powell. Se discutió la posibilidad de usar la fuerza militar contra Iraq. Powell le dijo a Bush: «Si finalmente decide emplear la fuerza militar, Sr. presidente, se debe hacer de la forma más masiva y decisiva posible».

Mientras tanto, el 3 de agosto en Amman, Jordania, las cosas empeoraban. El rey Hussein se reunió con su ministro de Asuntos Exteriores, Marwan Al Qasim, y le dijo: «Tengo muy buenas noticias. Sadam Husein me ha dicho que se va a retirar de Kuwait». El ministro estaba un poco más al día de la situación y no perdió tiempo en decirle al rey: «Usted no lo sabe, pero el ministro del Asuntos Exteriores egipcio acaba de emitir un comunicado condenando a los iraquíes por invadir Kuwait».

El rey Hussein se dio cuenta de que Bush lo había engañado. Egipto era un país árabe que tenía mucha influencia y su condena podía destruir toda posible negociación. En aquel momento el rey no sabía que Bush ya había llamado a Mubarak y cancelado 7.000 millones de la deuda egipcia a cambio de la condena de Mubarak, una deuda que, según la legislación estadounidense, Bush no tenía derecho a condonar.

Un furioso rey Hussein llamó a Mubarak y le preguntó que: «¿Por qué había emitido el comunicado? Habíamos acordado no hacer nada hasta que se celebrar la mini-cumbre». Mubarak respondió: «Me encontraba sometido a una enorme presión de los medios de comunicación y de mi propio pueblo. Mi mente no funcionaban». El rey Hussein contestó enfadado a Mubarak: «Bien, cuando empiece a funcionar otra vez, dígamelo».

La condena de Egipto prácticamente cerró la puerta a la diplomacia. La mini-cumbre del 4 de agosto se canceló y el rey Hussein le dijo a su hermano, el príncipe Hassan: «Los árabes deberían haber demostrado que ellos podían resolver el conflicto ellos mismo. No deberíamos haber fracasado. Ahora puede ocurrir cualquier cosa. Debemos esperar lo peor».

Mientras tanto en la Unión Soviética estaban ocurriendo unos acontecimientos que podían ayudar a aislar a Iraq en la arena internacional. El 3 de agosto el secretario de Estado estadounidense, James Baker, se reunió con el ministro soviético de Asuntos Exteriores, Edward Shevaerdnaze. Resulta curioso que Bush había prometido al rey Hussein 48 horas de silencio el 2 de agosto y menos de 24 horas después el secretario de Estado estadounidense estaba en la Unión Soviética para discutir la cuestión de Iraq-Kuwait. Baker urgió a su homólogo a emitir un comunicado conjunto soviético-estadounidense condenando las acciones de Iraq. Shevaerdnaze respondió: «Insistimos en que la Unión Soviética no aceptará ninguna diplomacia de cañón de su parte». Baker le garantizó: «No habrá ninguna acción unilateral por parte de Estados Unidos a menos que ciudadanos estadounidenses estén en peligro». Shevaerdnaze dejó clara la postura de su gobierno al afirmar: «Por encima de todo, que no haya ninguna operación militar».

La diplomática, aunque débil, respuesta de Shevaerdnaze garantizó a Baker que los soviéticos no iba a interferir en los planes de guerra estadounidenses. A pesar de la afirmación de Shevaerdnaze de que «no haya ninguna operación militar», Estados Unidos ya estaba organizando su maquinaria militar para viajar a la zona.

Las iniciativas diplomáticas y la declaración iraquí del 3 de agosto llamando al inicio de la retirada de tropas iraquíes el 5 de agosto de 1990 se han convertido en los aspectos de este periodo de los que menos se ha informado. Sin el engaño estadounidense, la situación se hubiera podido solucionar Pocas personas leyeron algo acerca de esos hechos.

Yasser Arafat viajó a Bagdad el 5 de agosto y se reunió con Sadam Husein. A pesar de los contratiempos, ambos eran optimistas acerca del acuerdo negociado. Sadam le dijo a Arafat: «Es absolutamente esencial una solución política». El dirigente de la OLP le contestó: «Estoy completamente de acuerdo».

Arabia Saudí todavía no estaba convencida de que las tropas estadounidenses se iban a estacionar en Oriente Próximo. Tan tarde como el 9 de agosto de 1990 el rey Fahd echaba la culpa de los problemas a Kuwait. Afirmó: «Tengo muchas críticas que hacerles (a la familia Al Sabah que gobierna Kuwait). No pagan sus deudas. En gran parte son responsables de la crisis». Con todo, poco después Fahd permitió la incursión ilimitada de las tropas estadounidenses en el territorio saudí.

El mismo día de la condena a Kuwait por parte del rey Fahd Bush hizo una declaración que recibió mucha más cobertura mediática que la del rey y que estableció el tono para el futuro. En seis días había hecho los suficientes acuerdos entre bastidores para declarar: «Se ha trazado una línea en la arena».

Yasser Arafat estaba entonces viajando por todo Oriente Próximo para tratar de lograr una reunión que pudiera aflojar las tensiones. Trató de convocar una reunión en Bagdad pero Estados Unidos convenció a algunas partes de que no les interesaba asistir a ella. El 10 de agosto Arafat declaró: «Es un error. Si la delegación hubiera ido a Bagdad se habría llegado a una solución que hubiera resuelto la crisis del Golfo».

Para entonces el rey Hussein sabía que él y los demás que trataban de negociar la paz habían sido traicionados por Estados Unidos. El 13 de agosto, en Bagdad, se lamentó: «Cada día que pasa nos acerca más a la guerra y aquellos que afirman que una solución árabe es letra muerta olvidan que fue factible durante la primera semana de la crisis hasta que los estadounidenses acabaron con ella».

Para el 15 de agosto la administración estadounidense sabía que había acorralado a Iraq y que sólo era cuestión de tiempo hasta que se designara un plan final para la matanza. Aquel día un asesor de Bush resumió la actitud de su administración. Le dijo al presidente: «Es cierto que prometimos consultar al Congreso si había guerra. En otras palabras, los llamaremos en cuanto hayamos lanzado las primeras bombas».

Para aumentar el engaño, Bush hizo una declaración al día siguiente (16 de agosto) en la que anunciaba el inicio de una presencia militar estadounidense en el Golfo. Declaró a la prensa: «Estamos aquí nada más que para proteger a Arabia Saudí de una agresión. Y nos retiraremos cuando ellos lo pidan».

Durante este aspecto de los preparativos militares estadounidenses, la administración estadounidense afirmó que Iraq se estaba preparando para invadir Arabia Saudí. Iraq negó todas las acusaciones y afirmó que no tenía aspiraciones territoriales en aquel reino. La mayoría de los analistas militares afirmaron que Iraq podría haber ocupado Arabia Saudí en dos o tres días si hubiera querido. Hasta el general Schwarzkopf admitió que si Iraq atacaba Arabia Saudi antes de diciembre de 1990 las tropas estadounidenses serían masacradas y que había un «éxodo como el de Dunquerque*» del personal estadounidense del Golfo. A diferencia de Estados Unidos, Iraq era honesto acerca de sus intenciones. Lo único que le interesaba era resolver sus diferencias con Kuwait.

Durante los pocos meses siguientes surgieron muchos intentos de negociar un acuerdo. Todos y cada uno de ellos fueron obstaculizados por Estados Unidos.

El 30 de noviembre de 1990 resurgió la esperanza. En lo que perecía un completo cambio de actitud, George Bush presentó un plan de negociaciones. Propuso que el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Tariq Aziz, fuera a Washington para mantener conversaciones y que el secretario de Estado estadounidense, James Baker, viajara a Bagdad para discutir con el gobierno iraquí. Su invitación era para unas conversaciones «en cualquier momento antes del 15 de enero de 1991» (la fecha que Naciones Unidas había fijado para permitir para el uso de la fuerza militar para echar a las tropas iraquíes de Kuwait).

El optimismo duró poco. Bush no tenía intención de permitir que esas conversaciones tuvieran lugar. Cuando los iraquíes propusieron las fechas del 3 de enero y del 12 de enero, Bush dijo que estaban demasiado cerca del plazo del 15 de enero, a pesar de que su oferta original era reunirse «en cualquier momento antes del 15 de enero de 1991».

En un esfuerzo de compromiso Tariq Aziz y James Baker se reunieron el 9 de enero de 1991 en Ginebra, Suiza. Aziz quería negociar, pero Baker se limitó a entregar una carta a Aziz advirtiendo de que Estados Unidos estaba preparado para aniquilar Iraq. A pesar de los esfuerzos de paz de última hora por parte del rey Hussein, Yasser Arafat y otros, no hubo manera de llegar a un acuerdo no militar. Hacía meses que George Bush había cerrado la puerta a la negociación y había echado la llave.

[El entonces Secretario General de Naciones Unidas] Pérez de Cuéllar se reunió con Sadam Husein justo antes de que empezaran las hostilidades y el presidente iraquí consideró a Estados Unidos el agresor cuando le dijo al Secretario General de Naciones Unidas: «Los iraquíes nunca se retirarán ante el rostro de la muerte. Por lo tanto, día a día Bush será empujado hacia una esquina y será obligado a recurrir a las armas porque él que está atareado preparando lo necesario para usar las armas no puede encontrar alternativas para evitar el uso de armas».

*N. de la t.: Durante la batalla de Dunquerque (25 de mayo-4 de junio de 1940) un enorme fuerza británica y francesa quedó acorralada por una división panzer alemana al nordeste de Francia. 300.000 soldados aliados tuvieron que ser evacuados por vía marítima.

Enlace con el original: www.uruknet.info?p=46009