Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Incluso la [reciente] reapertura del Museo de Iraq ha supuesto una conmoción que hizo que muchos recordaran que Iraq es un país secuestrado.
Sí, se mostraron miles de obras, pero allí no había ciudadanos iraquíes pudiendo disfrutar de ellas, y en su contemplación sólo pudieron deleitarse el Primer Ministro iraquí Nuri al-Maliki y los escasos dignatarios invitados para las muy restringidas conmemoraciones organizadas con motivo del evento.
Pero a los iraquíes de a pie, que son los auténticos dueños del museo y de su país, guardias armados les mantenían a varios kilómetros de distancia. Hasta los cielos se acordonaron los cielos con helicópteros de combate.
Todo lo estimado como precioso e importante sigue estando aún allí, en reductos protegidos con sacos terreros, al igual que ocurre en la Zona Verde, donde el gobierno y la administración estadounidense y los cuarteles militares se esconden temerosos.
El museo, uno de los más maravillosos del mundo, fue asaltado en abril del 2003 -gracias a las tropas invasoras estadounidenses- y aún continúan desaparecidas miles de sus más magníficas obras.
No importa que Maliki y sus protectores estadounidenses se esfuercen en mostrar que las cosas son ya normales en el país, la reapertura del museo puso de manifiesto que los sueños de un Iraq «democrático» no tienen cabida en este planeta.
Lo que sí es real en Iraq son las caóticas condiciones creadas por los enfrentamientos étnicos y sectarios así como por las gruesas botas de las tropas ocupantes. Eso sí que está determinando las realidades del país y la reapertura del museo no ha supuesto más que una aberración.
Tampoco los funcionarios encargados de las antigüedades se sentían muy felices con la exhibición y la mayoría boicoteó la reapertura.
Al contemplar la transmisión que de los actos se hizo por televisión, sólo alcancé a sentir lástima por quienes administran el país.
Hasta nuestro museo está utilizándose como «arma política», un museo que una vez la UNESCO clasificó como uno de los más ricos del mundo en tesoros arqueológicos.
Aquellos que proclaman tener el ejército más poderoso del mundo no se preocuparon de proteger el museo cuando sus tropas invasores aterrizaron en Bagdad en 2003.
El gobierno actual lo vuelve a abrir pero no tiene ningún plan para protegerlo e impedir que se repita el saqueo.
Los helicópteros que guardaban los cielos y las tropas que mantenían al pueblo alejado a varios kilómetros no estarán allí mucho tiempo.
En lugar de tanta exhibición, lo que tendría que haber hecho ante todo el gobierno es trabajar duro para proteger los lugares y los tesoros antiguos iraquíes que todavía siguen siendo saqueados.
¿Tiene el gobierno acaso agallas para revelar los nombres de los ladrones y los saqueadores que tienen vínculos con los funcionarios que siguen sirviendo en sus filas?
El Museo de Iraq se ha convertido en símbolo de un país en cuya destrucción y ruina han convergido diversas fuerzas.
La reapertura únicamente sirve para recordar el que solía ser uno de los lugares paradigmáticos de las visitas diarias de los colegiales iraquíes y de multitud de visitantes e investigadores y que ahora se está utilizando con propósitos propagandísticos.
Lo que nos tememos es que toda esa exhibición de sus piezas arqueológicas ofrezca otra oportunidad de ataque a saqueadores y ladrones.
Por otra parte, uno no puede entender tanto empeño en reabrir el museo en un momento en que los expertos, los funcionarios encargados de las antigüedades y los políticos que en el Ministerio de Cultura se encargan de la supervisión se decantaron todos en contra de la medida.
Enlace con texto original:
http://www.azzaman.com/english/index.asp?fname=news2009-02-24kurd.htm