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La vida pende de un hilo tras cuatro años de invasión en Iraq

Fuentes: Reuter

Cuando las tropas estadounidenses invadieron Irak hace cuatro años, nunca esperé encontrarme tres semanas después haciendo guardia ante mi casa con un fusil de asalto AK-47 para evitar los saqueos. Fue el 9 de abril de 2003, el mismo día que el derribo de una estatua de Sadam Husein fue retransmitido en todas las televisiones […]

Cuando las tropas estadounidenses invadieron Irak hace cuatro años, nunca esperé encontrarme tres semanas después haciendo guardia ante mi casa con un fusil de asalto AK-47 para evitar los saqueos.

Fue el 9 de abril de 2003, el mismo día que el derribo de una estatua de Sadam Husein fue retransmitido en todas las televisiones del mundo. Las tropas norteamericanas lograron ocupar el país casi sin oposición y Sadam huyó. A pesar de los saqueos que comenzaron inmediatamente, me atreví a pensar en un futuro mejor. Saqué una antena parabólica que había escondido durante cinco años, ya que poseer una suponía ir a prisión durante el régimen de Sadam, y, con un destornillador, escribí «Antena Libertad» en la pared.

Esos días de esperanza duraron poco. En mayo de 2003, soldados estadounidenses arrestaron a mi cuñado de 70 años, Saeed Hasan, en la ciudad de Samarra, donde vive la familia de mi mujer.

Al final averiguamos que lo habían llevado a la famosa prisión de Abu Ghraib, cerca de Bagdad. Como era abogado, empecé a ir allí, a intentar averiguar por qué le habían detenido.

Hasan pasó un año en la cárcel. En abril de 2004 murió cuando los insurgentes la bombardearon con cohetes de mortero. Un soldado americano me dijo una vez que Hasan había sido detenido porque suponía un riesgo para la seguridad. Nunca supe cuál.

MÁS PESAR

Mientras Irak se iba hundiendo en el caos, no logré volver a mi puesto de abogado en la Oficina de Aduanas hasta noviembre de 2003, pero no permanecí ni dos años, ya que en septiembre de 2005, al ganar un caso importante, la parte que perdió me amenazó, así que decidí dejarlo, y un mes después, empecé a trabajar para Reuters.

El país sigue con apagones diarios. Las colas en las gasolineras son de cientos de metros, a pesar de tener las terceras mayores reservas de petróleo del mundo. Pero cuando creíamos que la violencia no podía empeorar, lo hizo.

La destrucción de la importante mezquita chií de Samarra, de donde proviene mi mujer, el 22 de febrero de 2006 comenzó una terrible oleada de violencia sectaria. Ese mismo día llamé a mi mujer para que tuviera cuidado.

Pocos minutos después me llamó, histérica. Unos milicianos chiíes habían arrastrado a mi cuñada, Um Ziad, una viuda de 62 años, fuera de su casa en Bagdad y le pegaron un tiro simplemente por ser suní.

Cuatro meses después, mi mujer resultó herida en un atentado en el exterior de mi casa, y tuvimos que ir a Jordania para recibir un tratamiento médico mínimamente decente.

En febrero, otra bomba explotó justo fuera de mi casa, dirigida al parecer contra una patrulla del Ejército iraquí, pero alcanzó a una camioneta, decapitando al conductor y lanzando cristales y restos humanos contra nuestra pared.

No conozco a ningún iraquí que no se haya visto alcanzado por la violencia de alguna manera. Cada día me despierto pensando si voy a vivir o morir.

Cuando pienso en todo esto, a veces me acuerdo de la primera vez que vi a un soldado estadounidense, tres días después de que entraran en Bagdad.

Abrí la puerta de casa y le vi, agachado en la calle con un fusil. Le pregunté si pasaba algo, y me respondió: «Señor, estamos aquí para protegerle. Estamos aquí para liberarle del régimen de Sadam y traerle elecciones para que pueda escoger a su presidente con libertad».

http://es.news.yahoo.com/08032007/44-89/vida-pende-hilo-cuatro-anos-invasion-irak.html