Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Las operaciones militares continúan con la misma violencia en la provincia Al-Anbar. Con nombres como «Operación Puño de Hierro» y «Operación Puerta de Hierro», fueron lanzadas sólo días después de «Puño de Hierro»: miles de soldados de EE.UU. apoyados por aviones, tanques y helicópteros, comenzaron a atacar pequeñas ciudades y aldeas sobre todo en el área noroeste de Al-Anbar.
Según los militares estadounidenses y los medios corporativos, el propósito de estas operaciones es ‘desarraigar’ a los combatientes de Al-Qaeda en Irak junto con así llamados insurgentes.
Una periodista iraquí que escribe bajo el nombre de Sabah Ali (por preocupación ante posible retribución de las autoridades de EE.UU. y del gobierno iraquí) volvió recientemente del área de Al-Qa’im de Irak. Su informe contiene una historia bastante diferente.
Aventurándose en la zona de combates a fines de septiembre/comienzos de octubre, Sabah visitó la aldea de Aanah, a 360 kilómetros al oeste de Bagdad, una proeza que ningún periodista occidental no-empotrado se ha atrevido a emprender. Lo que sigue es el informe de Sabah, que muestra el efecto de esas operaciones sobre los civiles en el área:
Hay 1.500 familias de refugiados ahora en esta ciudad muy nueva y moderna de Aanah (la antigua Aanah fue sumergida bajo el Éufrates cuando se construyó una represa en los años ochenta). El Comité de Ayuda Humanitaria de Aanah [AHRC, por sus siglas en inglés] dijo que hay 7.450 familias de Al-Qa’im y sus alrededores esparcidas por diferentes ciudades occidentales, aldeas y en el desierto. El informe de AHRC dijo que algunos cientos de familias siguen asediadas en Al-Qa’im; no pudieron partir por diferentes motivos. Algunas tienen familiares discapacitados (hay muchos ahora en Al-Qa’im), o no tienen dinero para mudarse, o prefieren quedarse bajo los bombardeos que vivir en un campo de refugiados.
Muchas familias no pudieron partir. Abu Alaa’, por ejemplo, cuya casa fue dañada anteriormente durante este año, y su mujer perdió la vista en ese ataque, no pudo partir porque su mujer y su suegro fueron alcanzados por tiros nuevamente la semana pasada y su mujer sufrió heridas en el abdomen; continúa en el hospital y él no pudo irse. Llamamos a la sociedad civil a que exija que estas familias obtengan la oportunidad de irse antes de que la ciudad sea devastada. Los que se quedan no son necesariamente combatientes. Simplemente no pudieron partir.
Las familias que permanecen en el área se encuentran en las siguientes ciudades/aldeas: el área de los Proyectos (2.500 familias), Okashat, (950 familias), Fheida (500), Fábrica de fosfatos (400), fábrica de cemento (350), Tiwan (400), Aanah (1,500), Raihana (100), Hasa (200), Jbab (125), Nhaiya (100), y Ma’adhid (75).
La gente ocupa escuelas, edificios públicos, oficinas y centros juveniles. Muchos están en campamentos de carpas, viviendo en carpas donadas por varios comités locales de auxilio.
Los que han tenido más suerte son aquellos que tienen amigos o parientes con los que pueden vivir en casas propiamente tales. Muchos necesitan ayuda médica, los niños y los jóvenes no van a las escuelas, ya perdieron un año el verano pasado, y las mujeres tienen dificultades increíbles tratando de mantener a sus familias en condiciones imposibles. El centro juvenil de Aanah ha sido convertido en campo de refugiados. Hay aquí unas 45 familias que viven en carpas, 17 familias dentro del edificio.
Raja Yasin, una viuda que proviene originalmente de Basora pero que se casó y tuvo sus 10 hijos en Alqa’im dice; «Si no hubiésemos escapado, nos habrían matado en el bombardeo. Ahora no nos queda nada. Necesitamos frazadas y comida». La familia de Raja es desesperadamente pobre. Tiene solamente a su hijo adolescente como ayuda para alimentar a la familia. Pero Raja está feliz por haber escapado con su familia (porque): «el ataque comenzará mañana», dijo.
La señora. Khamis, madre de ocho y esposa de un profesor de secundaria, no se encuentra en una situación mejor: «Tuvimos que huir descalzos, dejé el almuerzo preparado cuando comenzó el ataque. Había fuertes bombardeos y ataques con morteros, tuvimos que correr por las calles laterales llevando banderas blancas». Pero tampoco le va bien en el campo: «No hay agua caliente, tengo que bañar a los niños con agua fría y está cambiando el tiempo. Hay un solo baño para todas estas familias, todos juntos: hombres, mujeres y niños. Mi hermano trató tres veces de volver a Al-Qa’im para buscar un poco de ropa y cosas de nuestra casa, pero no pudo pasar los puntos de control. Necesitamos mantas, alimento, combustible y medicinas… el ataque comenzará mañana».
La familia Khamis no recibió la ración alimenticia mensual o salario durante los dos meses previos al último ataque.
Muchos casos de salud en el campo exigían atención médica inmediata, especialmente niños, pero las familias están bloqueadas en el campo. Y después de que el ataque finalmente comenzó el sábado 1 de octubre, y del segundo ataque contra Haditha con el nombre de «Operación Puerta del Río», todas las carreteras fueron totalmente clausuradas.
El doctor Hamdi Al-Aloossy, director general del hospital de Al-Qa’im estaba en Aanah, reunido con el doctor Walid Jawad, director general del hospital de Aanah
discutían obviamente qué hacer respecto a los refugiados y la inminente invasión de Al-Qa’im.
El doctor Hamdi confirmó que la mayoría de la población de 150.000 de Al-Qa’im abandonó la ciudad, y que sólo permanecieron los discapacitados y los que prefirieron quedarse. También confirmó que muchas de las víctimas que atendió eran mujeres y niños. (Ya lo había confirmado en el canal Al-Arabia tres días antes.) Explicó que las familias no temen los bombardeos, los combates o las bombas, tanto como la invasión estadounidense-iraquí de la ciudad, lo que también fue mencionado por numerosas familias.
Según el doctor Hamdi:
«Cuando las familias vieron en la televisión lo que sucedió en Tal-Afar, y después de la amenaza del Ministro de Defensa de atacar Al-Qa’im, estaban aterradas. La migración fue demencial. Fue una declaración irresponsable del Ministro de Defensa. No existían órdenes de evacuación militar. Esos miles de niños y familias viven en el desierto en pésimas condiciones. Un niño de dos meses fue picado siete veces por escorpiones. Otras dos familias, cada una de 14 miembros, se envenenaron con comida enlatada. La seguridad sanitaria en los campos es nula. Y la seguridad sanitaria en las áreas bombardeadas y atacadas, está en un riesgo total. Me hace llorar cuando pienso en esas familias. La mortalidad infantil se triplicó por enfermedades ordinarias, porque no tienen vacunas, ni electricidad para conservarlas. La salud de las mujeres no puede ser estudiada, muchas salieron de la ciudad. Solíamos recibir a 200 por día, ahora son entre 15 y 20. No tenemos estadísticas normales. Pero podemos decir aproximadamente que el porcentaje de muertes debido a casos femeninos se duplicó.»
«Reparamos el hospital cada dos meses: los cristales, el agua; la electricidad… y de nuevo lo bombardean, el gobierno tiene que hacer algo al respecto. La violencia lleva provoca más violencia.»
El doctor Walid, de Aanah, dijo que el hospital no puede atender a la inmensa cantidad de refugiados.
«Recibimos entre 500 y 600 pacientes por día; no tenemos esa capacidad. No tenemos un cirujano, ni un esteticista, medicinas y suministros de urgencia, jarabes para niños, materiales de laboratorio… «, dijo el doctor Walid, «Y en Aanah hay ahora entre 3 y 5 familias en cada casa:»
Durante nuestra visita de una hora a la oficina del doctor Walid, los pacientes no dejaron de entrar y salir. La mayoría de ellos son de Al-Qa’im o Rawa, otra ciudad occidental iraquí que sufrió una terrible invasión hace tres meses. Una joven de 18, Sabreen, que cojea, necesita una operación y terapia natural. Es una de cinco trabajadoras de la fábrica textil de Rawa que hace tres meses fueron alcanzadas por tiros de los soldados estadounidenses. El doctor Walid la envió a un cirujano en Ramadi, amigo suyo.
En la escuela secundaria de Aanah, encontramos a 14 familias: la mayoría era de Rawa. Convirtieron las salas de clase en salas de estar, dormitorios y cocinas. Los pupitres fueron utilizados como mesas de cocina, y lavan platos y ropa en el patio. Sobra decir que todas las escuelas en las áreas atacadas están cerradas. Pero en Aanah, donde la situación es relativamente calma, las escuelas están abiertas, pero utilizan 2 o 3 salas y prestan el resto a las familias de refugiados para que permanezcan allí.
Lo más triste respecto a estas familias es que no saben por qué sufren esta suerte. Aala’ Ahmad, de 15 años, no comprende cómo los soldados estadounidenses pudieron apoderarse de su casa, ocuparla y expulsarlos, sólo porque domina toda la ciudad de Rawa. «No permitieron que volviéramos a nuestra casa, dijeron que ellos tenían que volver regularmente», dijo. Aala’ perdió su año escolar. Um Ismael, madre de seis, no comprende por qué los soldados estadounidenses volaron la puerta de su casa, si estaba abierta. «Allanaron, y lo destruyeron todo, y no encontraron nada», dijo. «Ni siquiera tengo hombres jóvenes que puedan arrestar, ¿qué vamos a hacer ahora?»
Las familias con las que pasamos nuestra primera noche en Aanah ocupaban una obra desierta sin terminar. Es una casa bastante grande, de dos pisos. Su propietario es un abogado de una familia bien conocida. Quería que fuera una pensión. Las mujeres la limpiaron de animales muertos, suciedad de la construcción, desperdicios… la prepararon para tener agua, luz eléctrica, y revestimientos plásticos en el piso, pusieron algunos trapos en las aperturas de las ventanas, pero a pesar de todo no es cómoda, los murciélagos vuelan por la noche, las aperturas dejan entrar el aire helado, las escaleras no tienen pasamanos… etc.
Afaf, maestra y madre de cuatro niños, describe lo que pasó: «Nos fuimos hace 3 semanas cuando comenzó el bombardeo de Al-Qa’im. Algunas familias se fueron antes, después de que el Ministro de Defensa, Sadoon Al-Duleimi, amenazara el área de Al-Garbiya con un ataque generalizado. Fueron listos, porque tuvieron tiempo para llevarse algunos muebles, ropa, alimentos y otras cosas. Cuando comenzó el bombardeo, tuvimos que irnos lo más rápido posible. Fue un día muy triste. La gente salía corriendo de la ciudad, agitando banderas blancas, aterrorizada, algunos en coches, otros a pie; algunos consiguieron camiones y ayudaron a los ancianos y a las familias».
Todas estas familias tuvieron razones más o menos similares para escapar. Pero todas estuvieron de acuerdo en una cosa: temían la invasión inminente estadounidense-iraquí. «Tenemos que preocuparnos de nuestras hijas. Podemos arreglarlo todo, menos el honor», nos dijo Afaf. Temían que los invasores violaran a sus hijas. «Vimos lo que sucedió en Tal-Afar. Arrestan a todos los hombres, dejan solas a las mujeres, y clausuran las rutas. No queremos encontrarnos en esa situación», dijo Afaf.
Otras mujeres viven en horribles condiciones en diversos campos de refugiados esparcidos por toda la provincia noroccidental de Al-Anbar.
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Hay que recordar que esta visita tuvo lugar justo antes de que comenzaran las actuales operaciones militares de envergadura. Informes de la zona confirman ahora que la situación ha ido de mal en peor.
Otra amiga volvió recientemente del área de Al-Qa’im después de llevar suministros de ayuda a las familias de refugiados. Durante una llamada telefónica informó: «No puedes imaginar la situación en la que vive esta gente en Dahr. Hay tantas de sus casas que han sido bombardeadas por aviones, viven en campos, y las familias en el desierto que necesitan mantas y alimentos. Es horrible».
Y ahora, según un reciente informe de IRIN [IRIN (Integrated Regional Information Networks) es un medio basado en Internet y dirigido por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA)]: «Cerca de 1.000 familias han huido de sus casas en Haditha el oeste de Irak, después del lanzamiento de una operación militar dirigida por EE.UU. para perseguir a insurgentes en la ciudad en el valle del río
Éufrates, según residentes en el área».
©2004, 2005 Dahr Jamail.
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