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Las aguas enemigas

Fuentes: La Jornada

El agua es nuestra amiga, fue el consejo que le dieron a un buen amigo mío aquí en Medio Oriente. Quien hablaba era miembro de la brigada Mil Litros Diarios Evitan la Deshidratación, si bien debo decir que los árabes tienen una opinión diferente. Después de que generaciones enteras han subsistido en el calor ardiente […]

El agua es nuestra amiga, fue el consejo que le dieron a un buen amigo mío aquí en Medio Oriente. Quien hablaba era miembro de la brigada Mil Litros Diarios Evitan la Deshidratación, si bien debo decir que los árabes tienen una opinión diferente. Después de que generaciones enteras han subsistido en el calor ardiente del desierto, toman té en la mañana, para soportar el día en un horno sin más líquido, y toman otro té muy caliente al anochecer. Entre menos se bebe, menos se suda y menos agua se necesita. En una tierra con pocos oasis, éste es un arte que vale la pena aprender.

El problema es que ahora el agua no es nuestra «amiga». Llega y destroza Nueva Orleáns, ahoga a los ancianos de un asilo, asalta Galveston y Houston, mata a millones en Bangladesh, a decenas en Andhya Pradesh, inunda el sur con los hielos derretidos del Artico, arrasa casas del siglo XIX del centro de Praga y se mete a los pubs ingleses desde la antigua y desbordada ribera del río Kent. El agua se ha convertido en nuestra enemiga.

Hay una paradoja bella, delicada e inevitablemente cruel en la forma en que la naturaleza y el hombre conspiran para descubrir las mentiras de los ricos y poderosos. Al tiempo que las desastrosas políticas ambientales del presidente Bush destruyen la costa sur de Estados Unidos -sí, el calentamiento global causa esta masacre de inocentes-, Estados Unidos se prepara para recibir, de regreso de Irak, a su soldado muerto número 2 mil. No muestren cadáveres, por favor, no deshonremos a los muertos de Nueva Orleáns tomándoles fotos. Tampoco lo hagamos con los estadunidenses muertos en Irak retratando sus ataúdes camino a casa. La muerte, como siempre, sólo le ocurre a otras personas.

Las fotos de soldados británicos envueltos en fuego y arrojándose desde lo alto de sus vehículos Warrior en Basora, fueron las imágenes icónicas de nuestra insensatez británica en Irak. Los lugartenientes de lord Blair de Kut al Amara han fabricado otra mentira monstruosa sobre esto. Los policías iraquíes que protestaron porque los británicos destruyeron su prisión, al igual que las multitudes que prendieron fuego a los Warrior y a sus ocupantes, fueron sólo unos cuantos cientos de personas.

¿Quiénes somos nosotros para sugerir que éstos representan a millones de votantes chiítas musulmanes que fueron solemnemente a las urnas en enero pasado? Jo, jo, jo, sí. ¿Y quiénes somos para sugerir que «algunos cientos» de los «remanentes» de Saddam, identificados como revoltosos a mediados de 2003, representan a la insurgencia sunita? ¿Y quiénes éramos nosotros, en 1971, para sugerir que algunos cientos de de tirapiedras en Falls Road y Short Strand, en Belfast, representaban a «la vasta mayoría de católicos amantes de la paz en Irlanda del Norte?

Hace unas semanas especulé sobre cuándo reventará la burbuja. ¿Cuando la insurgencia capture y masacre una base estadunidense en Irak? ¿Cuando sea tomada la Zona Verde de Bagdad? Cada día nos trae una evidencia, estilo Vietnam, de nuestro colapso. Los estadunidenses irrumpen en Al Afar y matan, o eso nos dicen, a «142 insurgentes». ¿Entienden? Las fuerzas estadunidenses consiguen matar a 142 enemigos, ¡y ni a un sólo hombre, mujer o niño inocente! Pero volvamos a los ingleses. ¿Recuerdan cuando nos dijeron que nuestra inmensa experiencia en «mantenimiento de paz» en Irlanda del Norte nos permitiría llevarnos mejor con los iraquíes del sur que nuestros primos estadunidenses? En realidad, yo no recuerdo que «mantuviéramos la paz» en Belfast después de 1969; lo único que hicimos fue golpear al ERI. En todo caso, el mito se hizo cenizas en los uniformes de nuestros hombres en Basora.

De hecho, gran parte de la guerra en Irlanda del Norte parecía girar en torno a usar asesinatos y operativos secretos que mataron a hombres del ERI en emboscadas. Esto nos lleva a la pregunta lógica de qué estaban haciendo esos dos muchachos de los servicios secretos paseándose por Basora disfrazados de árabes, con sus bigotitos postizos y sus armas. ¿Por qué nadie preguntó? ¿Cuántos agentes secretos británicos hay en el sur de Irak? ¿Por qué están ahí? ¿Cuáles son sus órdenes? ¿Qué armas llevan? ¡Ups! Nadie preguntó.

Lo que realmente hacemos para «mantener la paz» en Basora es hacernos de la vista gorda, como Nelson, ante los abusos, asesinatos y anarquía que han reinado en Basora desde 2003, muchos de ellos perpetrados por nuestros propios escuadrones.

Cuando fueron asesinados vendedores de bebidas alcohólicas, guardamos silencio. Cuando ex miembros de Baaz, incluidos mujeres y niños en una suerte de guerra civil fueron muertos en las calles, nuestros funcionarios británicos olvidaron decírselo a la prensa. Lo que sea con tal de evitarle riesgos a nuestros muchachos.

Pero esto es lo que ha estado sucediendo en Basora. Cuando la policía, a sueldo de las autoridades de ocupación, incluyó en sus filas a lo peor de todas las milicias locales, como ocurrió en las áreas sunitas del norte, decidimos ignorarlo. Incluso cuando fue asesinado -seguramente a manos de esta policía- un reportero estadunidense que investigaba este hecho extraordinario, los británicos nos quedamos callados. Estábamos patrullando las calles.

En Amara, lugar cuyo nombre, estoy seguro, honrará por horrible coincidencia a mi primer ministro favorito, los soldados británicos realizan sólo un patrullaje fuertemente armado al día. Esta es la medida de nuestro «control» allí. Ahora hay menos patrullas nuestras en Basora. Claro que sí.

Un gemido familiar ya se hizo escuchar desde el corral de los borregos. «Potencias del exterior» están interfiriendo en el sur de Irak. Hace 35 años era la República de Irlanda la que ayudaba a los enemigos británicos del ERI. Ahora es Irán el que supuestamente está empujando a los chiítas de Basora a la revuelta. En otras palabras, de nuevo la culpa no es nuestra sino de esos malditos extranjeros.

Pero ¡ay!, no es así. Los iraquíes no necesitan armas o conocimientos militares. Su país está lleno de armas y aprendieron a hacer bombas -por millones- durante la guerra con Irán, de 1980 a 1988. La mitad del gabinete iraquí tiene nexos con Irán. ¿O ya olvidaron los británicos que el honorable partido Dawa de Bagdad trabajaba para el mismo partido Dawa que hizo volar las embajadas estadunidense y francesa en Kuwait, y luego trató de matar al emir a finales de los años 80? ¿No recuerdan que estos caballeros pertenecen al mismo partido que controlaba a los rehenes occidentales en Beirut durante el mismo periodo?

No; todo esto se ha olvidado. Echenle la culpa a Irán. Sin duda, más tarde, culparemos a esos ingratos iraquíes cuando declaremos la victoria y hagamos lo que el ministro de Defensa, John Reid, ha dicho que nunca haremos: cortar y huir. Ante la inminente destrucción de su nave, un capitán corta la soga del ancla o de las velas para que el barco no se estrelle contra las rocas o sea tragado por las olas. Cortar y huir era considerada una medida razonable, pero para John Reid ésta no es una opción. Nos vamos a estrellar contra las rocas.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca