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Un plan de dominación del petróleo iraquí elaborado durante décadas

Las corporaciones de EEUU se apoderan de la economía iraquí

Fuentes: IraqSolidaridad

Las raíces del expolio económico de Iraq se remontan a mucho tiempo atrás y son muy profundas. Se fueron haciendo más agresivas cuando el mejor aliado de EEUU en la región, el Sha de Irán, fue depuesto en 1979. Y los orígenes de la búsqueda del predominio en la rica región petrolífera se apoyan en […]

Las raíces del expolio económico de Iraq se remontan a mucho tiempo atrás y son muy profundas. Se fueron haciendo más agresivas cuando el mejor aliado de EEUU en la región, el Sha de Irán, fue depuesto en 1979. Y los orígenes de la búsqueda del predominio en la rica región petrolífera se apoyan en los dos partidos, Demócrata y Republicano, si bien el acoso más belicoso lo ha llevado a cabo George W. Bush.

El ex presidente Jimmy Carter dejó escrito en sus memorias que muchos estadounidenses «[…] se sentían profundamente resentidos porque la nación más grande del mundo estuviese siendo sacudida por unos pocos Estados desérticos». Durante su presidencia, impulsó la Doctrina Carter en un discurso sobre el estado de la Unión en 1980 en el que reconoció «[…] la abrumadora dependencia que tienen las democracias occidentales del suministro de petróleo de Oriente Próximo», y prometió que haría uso de la fuerza militar para asegurar el acceso a su petróleo:

«Cualquier intento de una fuerza exterior para hacerse con el control del Golfo Pérsico será considerada como un ataque a los vitales intereses de EEUU y… será repelida por todos lo medios necesarios, incluido el uso de la fuerza.»

Sin embargo, según el libro de Antonia Juhasz, The Bush Agenda [1], fueron los gobiernos de Reagan y de Bush padre e hijo quienes hostigaron de forma más belicosa la economía petrolera de Iraq. Su excelente libro cuenta la historia en la que se explican las razones de la invasión y ocupación de Iraq. Cuenta cómo los gobiernos de Reagan y Bush padre comenzaron a establecer una relación comercial amistosa que proporcionó dinero, armas, información y protección política a Sadam Husein, a pesar de su sanguinario historial de dictador despótico. Y cómo los años de Clinton condujeron a la política de «cambio de régimen» en Iraq [2], convertida en la política oficial de EEUU, que en un desarrollo lógico desembocó en la invasión militar del país llevada a cabo por Bush hijo.

La autora subraya la maraña de intereses corporativos tejida por los sectores petroleros y militares de la economía estadounidense que, de forma conjunta con el gobierno, promovieron la invasión de Iraq. Muchos de los actores corporativos (Chevron, Bechtel, Lockheed Martin y Halliburton) tienen directivos que han estado entrando y saliendo del gobierno durante años, que han tenido influencia en la dirección de la política estadounidense para asegurarse que sus empresas se beneficiaran más tarde extraordinariamente de las políticas que ellos pusieron en marcha. Juhasz cita a Dick Cheney, Donald Rumsfeld, L. Paul Bremer, Scooter Libby, Robert Zoellick, Paul Wolfowitz, Zalamy Khalizad y George Schultz como principales responsables en la planificación a largo plazo de la toma de la economía de Iraq.

La globalización corporativa del comercio

La historia de la invasión de Iraq y el expolio de la economía iraquí forman parte de una historia más amplia de las multinacionales y de la globalización corporativa que afecta a la mayor parte del mundo. Con el pretexto de las políticas económicas de «libre mercado», las corporaciones multinacionales han llegado a tener más poder que los gobiernos. Se han aprobado leyes que favorecen a las corporaciones: menos regulación, menos compromisos con lugares específicos y restricciones para que el gobierno no impida que los beneficios económicos se alejen de las pequeñas empresas locales, trabajadores, consumidores y el medio ambiente. La globalización comercial se proclama beneficiosa porque hace que los beneficios se distribuyan hacia abajo pero en realidad sigue canalizando la riqueza hacia los de arriba, convirtiendo a los ricos en más ricos, a los pobres en más pobres y reduciendo las clases medias.

En 1970, la producción de petróleo en EEUU alcanzó su nivel máximo. EEUU empezó a depender de los recursos petrolíferos extranjeros, y siguió intensificando su adicción al petróleo que continúa hasta hoy. Fue también la década en la que los productores de petróleo de Oriente Próximo empezaron a mostrar su fuerza. La OPEC se sirvió del petróleo como un arma para responder a la guerra árabe-israelí de 1973, imponiendo el embargo a EEUU. El embargo terminó en 1974, pero el aviso fue tenido en cuenta.

En 1978, llegó el segundo golpe del petróleo con el embargo del crudo iraní que redujo el abastecimiento en un 5 por ciento, aumentó los precios del petróleo en un 150 por ciento, disparó la inflación y los índices de interés en EEUU y llevó a un rápido crecimiento de la deuda en los países en desarrollo. Carter amenazó con la fuerza militar para proteger el acceso al petróleo y pidió al Banco Mundial que encontrara más petróleo: en 1981 el Banco Mundial tenía 28 proyectos petrolíferos en marcha.

El presidente Reagan se sirvió del Banco Mundial con otros fines: obligando a otros países a cambiar sus leyes para que las corporaciones estadounidenses pudieran tener acceso directo y controlar el petróleo.

Desde 1982 a 1984, Reagan aumentó los proyectos petrolíferos del Banco Mundial a más de 55. Además, llevó adelante ferozmente la teoría del chorreo hacia abajo -en el interior y en el exterior- que se basaba en que al enriquecer a los ricos, en teoría, los beneficios repercutirían en todos. Pero la realidad fue la contraria. Juhasz señala que en los trece años anteriores a la época Reagan (1967-1980) la diferencia de ingresos se había ido reduciendo y la gente más pobre en EEUU había aumentado su participación en la renta nacional en un 6,5 por ciento. La violenta redistribución de la riqueza que benefició a los más ricos, llevada a cabo por Reagan, cambió esa tendencia y desde 1980 a 1990 las estadísticas indican que los estadounidenses más pobres perdieron más del 10 por ciento de la tarta de la renta mientras los más ricos ganaban casi el 20 por ciento.

Reagan y Bush padre aumentaron espectacularmente el comercio con Iraq. Ambos conocían las atrocidades contra los derechos humanos de Sadam Huseín, y que Iraq se encontraba en la lista estadounidense del terrorismo pero suministraron dinero, armas y productos comerciales a Iraq. Incluso permitieron a las corporaciones estadounidenses que proporcionaran materias primas para la fabricación de armas de destrucción masiva [3]. En marzo de 1982, Reagan borró a Iraq de la lista de países terroristas para impulsar más el comercio. En 1981, prácticamente no existía comercio con Iraq pero en 1989 el comercio anual llegó a los 3.600 millones de dólares y se esperaba que esta cifra se duplicara en 1990, antes de que Iraq invadiera Kuwait. Cuando Sadam Husein rechazó los intentos estadounidenses de construir un oleoducto, se cambió la estrategia por la de prescindir de Sadam Husein. Lo primero provocó la Guerra del Golfo [de 1991], pero tras ella se fracasó en alcanzar el segundo objetivo.

El proyecto para el expolio económico de Oriente Próximo

El proyecto inicial para apoderarse de Iraq se gestó en 1992, año final del Gobierno de Bush padre. El Plan Director de la Defensa (DGP, en sus siglas inglesas) describe la estrategia global militar de EEUU y recoge las opiniones del Presidente y del Secretario de Defensa. Fue elaborado por Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Salami Jalizad, Sccoter Libby, Eric Edelman y Colin Powell, seis hombres que prestaron servicios en los gobiernos de los Bush, padre e hijo, y que en su mayoría trabajaron también para el de Reagan.

El DGP fue redactado tras el éxito de la Guerra del Golfo de 1991 y el fracaso en echar a Sadam Husein del poder, dos años después de la caída del Muro de Berlín y de la emergencia de EEUU como única superpotencia. El documento, basado en la mencionada Doctrina Carter, y en vigencia durante la era Clinton, establece claramente el plan: el objetivo de EEUU en Oriente Próximo es «[…] continuar siendo la potencia dominante extranjera en la región y garantizar el acceso al petróleo de la zona para EEUU y occidente». El documento describe un programa militar agresivo, unilateral y preventivo, que incluye coaliciones de países circunstanciales en lugar de trabajar por medio de organizaciones como Naciones Unidas.

Muchos de los que formaban aquel grupo se reunieron en 1997 para elaborar el Project for the New Amecican Century (PNAC, en sus siglas inglesas), el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano). Este proyecto reafirmó el apoyo al DGP y a la consecución del predominio militar estadounidense en el mundo. Sus autores reconocían la importancia del dominio económico absoluto como complemento del militar. Proponían un aumento anual del gasto militar entre 15.000 y 20.000 millones de dólares. Prestaban especial atención a conseguir las condiciones de actuar de forma preventiva en Oriente Próximo, afirmando que «[…] EEUU ha buscado durante décadas jugar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo». Describían a Sadam Husein como «justificación inmediata» para que hubiera una «fuerza estadounidense importante»en Oriente Próximo. En enero de 1998 los autores del PNAC escribieron al presidente Clinton presionándole para que derrocara a Sadam Husein y advirtiendo de que Husein era una amenaza para «[…] una parte significativa del suministro de petróleo mundial.»

Otro grupo principal fue el Comité para la Liberación de Iraq. El grupo fue creado en 2002 por Robert Jackson, ejecutivo de la Lockheed Martin, y redactor del programa de relaciones exteriores del Partido Republicano en el año 2000. Constituyó el Comité mientras trabajaba en la Lockheed y defendió apasionadamente el derrocamiento de Sadam Husein. El presidente del Comité era el ex Secretario de Estado y ejecutivo de Bechtel, George Schultz, quien publicó una columna en el Washington Post en 2002 exigiendo que EEUU «Actuara ya [en Iraq]. El peligro es inminente y Sadam Husein debe ser derrocado». En el artículo argumentaba vigorosamente a favor de un ataque inmediato basado en las armas de destrucción masiva y en las mentiras de Sadam Husein sobre el terrorismo. Decía lo siguiente: «Si en su patio hay una serpiente de cascabel no tiene que esperar a que le ataque para auto defenderse». Schultz echó leña al fuego del miedo al afirmar que «[…] el peligro es que se pueden producir decenas o centenares de miles de muertos en un atentado con armas químicas, biológicas o nucleares». Tras la ocupación, Lockheed Martin consiguió un aumento de ventas de más de 11.000 millones de dólares, y de contratos, entre ellos uno de 5,6 millones para trabajar con las fuerzas aéreas en Iraq. Bechtel obtuvo cerca de 3.000 millones en contratos para la reconstrucción de Iraq.

Los defensores del dominio militar también se movieron en otras esferas. Paul Wolfowitz abandonó la Administración de Clinton y se marchó a la Johns Hopkins School of Advanced International Studies, desde donde empezó a patrocinar la segunda Guerra del Golfo, que en esta ocasión incluía la caída de Sadam Husein. Zalmay Jalilzad, actual embajador estadounidense en Iraq, fue a la Rand Corporation, creó el Center for Middle Eastern Studies y trabajó como consejero a sueldo de la Unocal Oil Corporation (comprada por Chevron en 2005), desde donde públicamente defendió unas relaciones más estrechas con los talibán para la construcción de un gasoducto de 890 millas para el traslado del gas natural ya que «[…] los talibán no siguen la línea fundamentalista anti-estadounidense que practica Irán».

Bush hijo combinó la globalización militar y la corporativa en lo que Juhasz denomina «un arma poderosa del Imperio». Ella subraya que el unilateralismo de Bush se hizo evidente antes del 11-S con la retirada del Tratado para la Prohibición de Misiles Anti-balísticos (Anti-Balistic Missile Treaty), con la oposición al Tratado para la Prohibición Absoluta de Pruebas Nucleares (Comprehensive Test Ban Treaty), con el rechazo al Tribunal Penal Internacional y a los protocolos sobre armas biológicas y tóxicas. En lugar de un nuevo DGP, Bush hizo pública una Estrategia de Seguridad Nacional (National Security Strategy) en la que se aprovechaba la posición de EEUU como única superpotencia como excusa para el incremento del gasto militar estadounidense con el objetivo de disuadir a otros de desafiar su dominio. Asimismo, Bush llevó adelante el principio de que EEUU «[…] no dudará en actuar solo, si es necesario, para ejercer nuestro derecho a la auto defensa mediante actuaciones preventivas».

Las corporaciones estadounidenses en Iraq

Una vez que George W. Bush se convirtió en presidente, llegaron al poder quienes habían planeado y defendido el ataque contra Iraq para derrocar a Sadam Husein. Dick Cheney mantuvo reuniones amparadas en su Energy Task Force con corporaciones como Halliburton, Bechtel y Chevron. En abril de 2001 se publicó en los medios un borrador de las recomendaciones de la Task Force. La primera recomendación sobre el reforzamiento de las alianzas mundiales incluía un gráfico con las exportaciones de petróleo iraquí a EEUU en el año 2000 y establecía que uno de los objetivos era «[…] convertir en prioridad de nuestros comercio y política exterior la seguridad energética». El segundo objetivo era «[…] apoyar las iniciativas de los proveedores [de Oriente Próximo] para abrir sus sectores energéticos a la inversión extranjera». En 1998, el presidente de Chevron decía: «Iraq tiene enormes reservas de petróleo y gas y me gustaría que Chevron tuviera acceso a ellas». Su sueño estaba a punto de realizarse.

Comenzaron entonces a sonar los bien conocidos tambores de guerra contra Iraq y tras el éxito de la invasión, comenzó el expolio económico. El primer zar de Iraq, Jay Garner, dirigió la Oficina de Reconstrucción y Ayuda Humanitaria. Era partidario de pasar la responsabilidad a los iraquíes lo antes posible y de celebrar elecciones rápidamente. Garner fue cesado por Rumsfeld la misma noche de su llegada a Iraq, a su juicio, la causa de su cese fueron esas opiniones. Fue remplazado por el neocon Paul Bremer y por la Autoridad Provisional de la Coalición.

Bremer estuvo en el poder desde el 6 de mayo de 2003 al 28 de junio de 2004 [fecha en la que se disuelve la Autoridad Provisional de la Coalición]. Ejerció una autoridad total legislativa, ejecutiva y judicial sobre Iraq. Tenía cuatro décadas de experiencia empresarial y gubernamental ya que había trabajado con Kissinger como director ejecutivo de Kissinger and Associates, y en el gobierno con George Schultz y Donald Rumsfeld.

Antes de la invasión, Bearing Point recibió un contrato de 250 millones de dólares de la Agencia de Cooperación estadounidense para elaborar un proyecto para la transformación de la economía iraquí en una «economía de mercado», favorable a los interese empresariales estadounidenses. El trabajo de Bremer fue el de llevar a cabo el plan de Bearing Point. Juhasz subraya que, mientras pudo no haber habido un plan militar adecuado, sí hubo un plan para la toma y transformación de la economía de Iraq.

Bremer tenía autoridad para promulgar leyes mediante la publicación de «instrucciones obligatorias y directivas.» Promulgó 100 decretos, de los que Juhasz, en una entrevista de 2005, describe algunos de los más importantes:

«Decreto número 39 que permite: 1. la privatización de 200 empresas estatales; 2. la propiedad al 100% de empresas iraquíes; 3. «trato nacional»- lo que significa no dar preferencia a las empresas locales frente a las extranjeras; 4. la transferencia, libre de impuestos y sin restricciones de todos los beneficios y otros fondos; 5. licencias de propiedad por 40 años.

«De esta forma impedía que los iraquíes tuvieran preferencia en las reconstrucción mientras permitía a las corporaciones extranjeras –Halliburton y Bechtel, por ejemplo, comprar empresas iraquíes, realizar todo el trabajo y transferir todo el dinero a casa. No se les exigía contratar a iraquíes o reinvertir su dinero en la economía iraquí. Podían sacar sus inversiones en cualquier momento y por cualquier cantidad.

«Los decretos 57 y 77 aseguraban la ejecución de las órdenes al colocar auditores nombrados por EEUU e inspectores generales en todos los ministerios, por periodos de cinco años y con amplia autoridad sobre los contratos, programas, empleados y regulaciones.

«El decreto número 40 permitía a los bancos extranjeros comprar hasta el 50% de los bancos iraquíes.

«El decreto número 49 rebajó la tarifa fiscal a las corporaciones desde un máximo del 40% a un mínimo del 15%. Los impuestos sobre los ingresos fueron también congelados en un 15%.

«El decreto número 12 (prorrogado el 24 de febrero) deroga ‘[…] todas los aranceles, tasas aduaneras, impuestos sobre las importaciones, y libera de tasas y otras cargas a los bienes que entren o salgan de Iraq’. Lo que dio lugar a una inmediata y dramática afluencia de bienes de consumo extranjeros baratos, que arruinaron a los productores y vendedores locales no preparados para enfrentarse al desafío de sus mastodónticos competidores mundiales.» [4]

Las consecuencias de estos decretos fueron la creación de un entorno económico más favorable a losa corporaciones estadounidenses que las propias leyes que rigen en EEUU. El resultado ha sido que las empresas y trabajadores iraquíes han quedado excluidos de la reconstrucción de Iraq. Y el proceso de reconstrucción ha sido incapaz de suministrar electricidad, alimentos, tratamiento de las aguas residuales, y ni tan siquiera gasolina, pero las corporaciones estadounidenses se han aprovechado extraordinariamente del fracaso de la reconstrucción.

Juhasz describe el impacto de las políticas estadounidense en la economía iraquí:

«La nueva legislación económica ha transformado básicamente la economía de Iraq al aplicar alguna de las más radicales, y deseadas, políticas de la globalización corporativa en el mundo y al derogar las leyes existentes sobre comercio, servicios públicos, banca, impuestos, agricultura, inversiones, propiedad extranjera, medios de comunicación y petróleo, entre otras. La nueva legislación concede amplias ventajas a las empresas estadounidenses, incluido un mayor acceso y control del petróleo iraquí por parte de las corporaciones. Y los beneficios han comenzado ya a afluir: sólo entre 2003 y 2004, el valor de las importaciones de petróleo iraquí aumentaron en un 86 por ciento para seguir creciendo en los primeros tres trimestres de 2005.»

Para incrustar más aún la economía empresarial estadounidense en Iraq, la Constitución del país ha incorporado previsiones que ratifican los decretos de Bremen [5]. La nueva Constitución de Iraq deroga específicamente la Ley Administrativa Transitoria [de marzo de 2004], pero no así los decretos de Bremer, que siguen por ello en vigor como legislación del país. De manera que las corporaciones estadounidenses continúan su predominio en la reconstrucción del país y los contratistas estadounidenses siguen disfrutando de inmunidad absoluta frente a un procesamiento en Iraq. Además, varios artículos de la Constitución refuerzan los decretos de Bremer, por ejemplo, al artículo 25, que propugna «[…] principios económicos modernos que aseguren la inversión total de sus recursos, la diversificación de sus fuentes y la promoción y desarrollo del sector privado»; el artículo 26 «[…] garantiza la promoción de la inversión en diversos sectores,» el artículo 27 permite la privatización de las empresas estatales. Juhasz subraya que por principios económicos modernos se entiende la globalización de las corporaciones y los principios de mercado de los decretos de Bremer, y que por inversión privada se quiere decir inversión extranjera.

Más aún, la Constitución iraquí no dice nada de poner fin a la ocupación militar. En los borradores iniciales se incluían provisiones que impedían «[…] usar Iraq como base o corredor para tropas extranjeras» y «[…] que existieran bases militares en el país», pero estas previsiones desaparecieron en el documento final [6].

El futuro El siguiente paso en Iraq es una ley nacional que permitirá a las compañías petroleras firmar contratos con Iraq que les den acceso y control sobre el petróleo iraquí. Juhasz señala que, seis meses antes de la invasión, las compañías estadounidenses de petróleo aconsejaron al gobierno de Bush sobre la política petrolera en Iraq. Además, el denominado Grupo sobre Proyectos Futuros del Petróleo y la Energía de Iraq, del que formaba parte Ibrahim Bahr al-Ulou -formado en la industria petrolífera estadounidense y ministro iraquí del petróleo desde septiembre de 2003 y de nuevo a principios de mayo de 2005 [7]– estaba de acuerdo en que Iraq «[…] tras la guerra, debería abrirse lo antes posible a las compañías internacionales de petróleo».

La vía utilizada por EEUU para controlar el petróleo de Iraq son los Acuerdos de Producción Conjunta (PSA, en sus siglas inglesas) [8], que favorecen a las compañías privadas en detrimento de las exportaciones gubernamentales, mientras que las prospecciones en su totalidad, las perforaciones y la construcción de infraestructuras se encargan a compañías privadas mediante contratos de entre veinticinco y cuarenta años de duración. Estos contratos se rigen por las leyes en vigor en el momento de la firma, de manera que los firmados ahora se ajustan a las normas de Bremer sin tener en cuenta lo que pudiera hacer un futuro gobierno iraquí.

El primer ministro interino Alaui presentó las líneas maestras de la nueva ley del petróleo iraquí en septiembre de 2004. Sus directrices ponían «[…] fin a la economía centralizada y de planificación estatal en Iraq» y urgían a que «[…] el gobierno iraquí se desligara de la dirección del sector petrolero». Iba más allá, al recomendar la privatización de la industria «[…] que debería estar exclusivamente en manos privadas; que el control de la comercialización de la venta al por mayor y al público de los productos derivados del petróleo debería de ser transferida paulatinamente al sector privado y que el desarrollo de las principales refinerías o refinerías básicas debería encomendarse a los sectores privados locales y extranjeros». Finalmente, Alaui proponía que todos los yacimientos de petróleo y gas poco desarrollados pasaran a las compañías privadas internacionales de petróleo. Todo ello, en un momento en que sólo diecisiete de los ochenta yacimientos descubiertos estaban en marcha. El artículo 109 de la Constitución de Iraq refuerza este objetivo al establecer que el gobierno federal sólo administre los yacimientos de petróleo y gas ya en explotación. Las bases de la nueva ley del petróleo las hizo públicas en una conferencia de prensa en Washington Abdel Abdul Mehdi, ex ministro de Finanzas y en la actualidad nuevo vicepresidente de Iraq [9].

De esta manera, el objetivo está a punto de alcanzarse: el control del petróleo iraquí y de la economía de Iraq estarán dominados por las corporaciones estadounidenses apoyadas por el ejército de EEUU. Acabar con la ocupación económica de Iraq puede resultar más difícil que terminar con la ocupación militar. La implantación de leyes que benefician la inversión extranjera, a través de los decretos de Bremer y de la Constitución iraquí, harán difícil devolver Iraq a los iraquíes.

EEUU ya está maniobrando para conseguir el control de sectores más amplios de la economía de Oriente Próximo. Su vigoroso impulso a la Zona de Libre Comercio de Oriente Próximo (MEFTA, de sus siglas en inglés), tiene como modelo el NAFTA y busca encadenar económicamente la región (donde se encuentra el 54 por ciento de la reservas de petróleo del mundo) con EEUU. El MEFTA intenta incluir a 20 países de Oriente Próximo y del norte de África y se está desarrollando por medio de negociaciones bilaterales con cada uno de los países que desemboquen en un amplio acuerdo regional. EEUU se vale de la estrategia «nosotros contra ellos», es decir, que aquellos que se nos oponen están en nuestra contra. Entre los términos de la negociación se encuentra el Generalized System of Preferences que asegura la importación libre de impuestos en EEUU. La naturaleza trilateral de estos acuerdos es única en Oriente Próximo: es decir, EEUU, otro país e Israel. Para conseguir la entrada libres de impuestos de ciertos productos en los mercados estadounidenses, deben pasar a través de Israel para que los israelíes se beneficien de parte del negocio.

La economía iraquí es la primera en caer, pero la enorme embajada estadounidense en Bagdad es prueba de lo que serán las operaciones estadounidenses en la región. El subtítulo del libro de Juhazs –Invading the World, One Economy at a Time- es coherente con las perspectivas del PNAC, con el DPG de 1992 y con el discurso de «La llegada del Mal». Según dijo en 2003 John Gibson, fundador del Comité para la Liberación de Iraq, «Esperamos que Iraq sea la primera ficha del dominó, y que Libia e Irán sean las siguientes. No nos gustaría quedar al margen de esos mercados porque ello daría a nuestros competidores un ventaja desleal». El PNAC consideraba en 2000 que los países que preocupaban en mayor medida eran Iraq, Irán y Corea del Norte, es decir los que habrían de constituir el «Eje del Mal» de George W. Bush. Situaban a Irán como segundo objetivo al afirmar que «[…] a largo plazo, Irán puede convertirse en una amenaza tan grande para los intereses estadounidenses en el Golfo como lo ha sido Iraq».

El presidente Bush ha declarado que ya estamos en la III Guerra Mundial. Si bien a esta guerra mundial se la ha denominado la lucha entre el bien y el mal, es decir del terrorismo contra EEUU, de lo que puede tratarse en realidad es del dominio corporativo y militar del mundo. Tal como asegura Juhasz, del expolio estadounidense de una economía en su totalidad.

Notas del autor y de IraqSolidaridad:

1. Para obtener más información sobre el libro de Antonia Juhasz, publicado en Harper Collins, 2006, véase www.TheBushAgenda.net. Juhasz es una de las principales especialistas en la globalización corporativa, fue directora del Project of International Forum on Globalization y en la actualidad profesora invitada en el Institute of Policy Studies. Su libro es de lectura obligatoria para quienes quieren entender por qué hemos llegado a donde estamos en Iraq y cuándo pasará EEUU a la fase siguiente de la «III Guerra Mundial». [N. del autor]. 2. Sobre la estrategia puesta en marcha por la Administración Clinton de cambio de régimen en Iraq en el otoño de 1998, léase de Carlos Varea «Iraq, asedio y asalto final» (Hiru, 2002), junto a Phillys Bennis y Hans Koechler. 3. Véase: The Arming of Iraq. [N. del autor.] 4. La entrevista completa se encuentra en: http://democracyrising.us. [N. del autor.] 5. Aprobada en el verano de 2005, véase en IraqSolidaridad: Bajo ocupación, sin soberanía ni libertades ciudadanas: No al referéndum sobre la nueva Constitución iraquí Carlos Varea: El borrador de Constitución: fin del Estado iraquí y de los derechos ciudadanos de su población El borrador para una nueva Constitución iraquí: Comunicados de la Asociación de Ulemas Musulmanes y de la de la Alianza Patriótica Nacional Las formaciones contrarias a la ocupación llaman al pueblo iraquí a rechazar la Constitución 6. Véase en IraqSolidaridad: Las bases militares de EEUU en Iraq. EEUU ha gastado 1.100 millones de dólares en instalaciones militares en Iraq 7. Ya sustituido en su cargo en el nuevo gobierno de al-Maliki, véase en IraqSolidaridad: Carlos Varea: Nuevo gobierno en Iraq: inestable reparto sectario – La lista del nuevo gobierno 8. Véase en IraqSolidaridad: Miriam Amie: Crudos propósitos. EEUU considera que la producción de petróleo iraquí permanecerá estrangulada durante años – La compañía noruega ‘DNO’ perfora en tres nuevos campos petrolíferos del Kurdistán y enlaces relacionados. 9. Véase en IraqSolidaridad: ¿Cuánto petróleo ha exportado Iraq? (BTC News) – El vicepresidente de Iraq marca el compromiso de las nuevas autoridades con la liberalización de la economía.

Traducido del inglés para IraqSolidaridad por Felisa Sastre.

www.iraqsolidaridad.org.