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Las filtraciones confirman lo sabido

Fuentes: La Jornada

El contenido de la filtración por el sitio electrónico o portal de Internet Wikileaks de los 391 mil 832 reportes militares de campo o documentos clasificados sobre la guerra y ocupación neocolonial británica-estadunidense de Irak no constituyó sorpresa alguna, aunque debe admirarse el valor de sus editores y ser celebrada la pertinencia de este encomiable […]

El contenido de la filtración por el sitio electrónico o portal de Internet Wikileaks de los 391 mil 832 reportes militares de campo o documentos clasificados sobre la guerra y ocupación neocolonial británica-estadunidense de Irak no constituyó sorpresa alguna, aunque debe admirarse el valor de sus editores y ser celebrada la pertinencia de este encomiable trabajo de periodismo investigativo que provoca la ira de los políticos y militares de Estados Unidos y sus aliados.

Se confirman la violencia permanente y sicópata contra la población civil por parte de las fuerzas ocupantes, el «ejército iraquí» a su servicio y los mercenarios de las compañías de seguridad privadas que actúan con igual impunidad; el asesinato de miles de personas indefensas, cuyo registro había sido negado por las autoridades de ocupación; las detenciones ilegales, las desapariciones forzadas, las torturas y tratos degradantes sistemáticos contra los prisioneros, así como sus frecuentes ejecuciones extrajudiciales y a discreción de los múltiples captores; y, finalmente, la responsabilidad legal e histórica de todos los gobiernos de los países involucrados -particularmente de los jefes de Estado- en la comisión de diversos delitos, crímenes de guerra y/o de lesa humanidad, así como la complicidad de los medios masivos de comunicación occidentales en ocultar, subestimar o justificar esta ilegalidad y este genocidio.

Estos reportes, hechos públicos el 22 de octubre pasado, constituyen la filtración masiva más importante de documentos del Pentágono realizada a través de esta organización no gubernamental de origen australiano situada en Suecia; cubren un periodo que va del primero de enero de 2004 al 31 de diciembre de 2009 y dan cuenta de innumerables episodios en los que con todo detalle de tiempo, lugar, circunstancias y actores se contabilizan 109 mil 32 muertos, de los cuales 66 mil 81 son clasificados «civiles», 23 mil 984 «insurgentes», 15 mil 196 de la «nación huésped» (ejército iraquí de ocupación) y 3 mil 371 de las fuerzas extranjeras ocupantes.

También, las «fugas» de documentos «clasificados», desde el interior del Pentágono: a) informan a quienes lo deseen y no tengan el pretexto para afirmar que «no sabían lo que pasaba en Irak»; b) identifican la regla generalizada por parte de las autoridades civiles y militares de no iniciar investigaciones sobre los miles de crímenes cometidos por los ocupantes y dejar hacer, tolerar e incluso utilizar como coerción para interrogatorios de detenidos las actividades delictivas y de violencia sin límites de los militares y policías iraquíes colaboracionistas, y c) no detener e inclusive alentar atentados suicidas y realizar sabotajes propios para crear y profundizar consciente y deliberadamente las divisiones confesionales y étnicas entre el pueblo de Irak.

Los documentos revelan lo que valen las vidas humanas de iraquíes para las tropas de ocupación, pues en numerosos eventos, argumentaciones inocuas y situaciones fortuitas justifican la reacción letal de los soldados y ocasionan buena parte de los civiles asesinados, sin contar los casos de sicópatas entre marines y soldados de las fuerzas especiales que parecen deleitarse al apretar el gatillo, y las no pocas ocasiones de «fuego amigo» que causó muertos y heridos de la coalición y sus aliados iraquíes.

Wikileaks publica documentos que una o varias personas situadas en el interior del aparato militar proporcionan a los editores; esto es, estadunidenses que de esta forma exhiben la política de su gobierno basada en la violación sistemática de los propios marcos jurídicos y constitucionales y de todas las convenciones internacionales que norman la conducción de la guerra, las obligaciones de las potencias ocupantes y las concernientes al derecho internacional humanitario, además del ocultamiento sistemático de la información oficial sobre la guerra en Irak.

En suma, las motivaciones para la fuga de documentos secretos tienen una razón política, evidencian un resquebrajamiento del consenso en torno al «patriotismo estadunidense», que en esencia es la defensa de los intereses imperialistas de una minoría de privilegiados, en detrimento de la paz mundial y con un elevado costo en vidas humanas y sufrimientos entre los pueblos intervenidos y entre los propios jóvenes de Estados Unidos.

Reconocimiento y admiración merecen estos héroes anónimos -verdaderos patriotas y demócratas estadunidenses- que tienen el valor de difundir documentos que exhiben la doble moral de sus gobernantes y las verdaderas razones de guerras y ocupaciones neocoloniales.

La reacción de medios masivos de comunicación como CNN frente a las filtraciones tampoco sorprenden a nadie, cuando minimizan su significado, no profundizan en la naturaleza de los alegatos inculpatorios, obvian el drama humano que este material contiene y tratan de enfocar sus baterías paradójicamente en las supuestas acusaciones fabricadas en contra del editor en jefe de Wikileaks, quien se vio forzado a abandonar una entrevista con esta cadena desinformativa ante el acoso manifiesto de la periodista que actuaba bajo consigna.

Esperamos que algún día estos documentos constituyan parte del expediente acusatorio en contra de George W. Bush, Tony Blair y quienes resulten responsables de los crímenes de guerra y de lesa humanidad en Irak y Afganistán. Mientras, Wikileaks debe proseguir su excelente trabajo y sobreponerse a los ataques, las agresiones y presiones que prueban en sí mismas una vez más la validez y autenticidad de las imputaciones contra el gobierno de Estados Unidos.

http://www.jornada.unam.mx/2010/10/29/index.php?section=opinion&article=019a1pol