Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La escalada entre EE. UU. e Irán ha dejado a los iraquíes atrapados en un sinfín de pesadillas que amenazan sus protestas, la economía y la unidad de su país.
Manifestantes iraquíes durante las protestas en curso contra su gobierno. Bagdad, 10 de enero de 2020. (Foto: Thaier al-Sudani/Reuters)
Las primeras noches de 2020 resultaron muy duras para los iraquíes que se quedaron despiertos hasta tarde tras los acelerados desarrollos y sentimientos resultantes por la amenaza de una posible guerra iraní-estadounidense en el territorio del país, después de que un dron estadounidense matara, el 3 de enero, al general iraní Qasem Soleimani, junto con otros dirigentes de milicias iraquíes, cerca del aeropuerto de Bagdad.
El asesinato dejó a los iraquíes divididos y llevó a muchos trabajadores estadounidenses del sector petrolero a huir de Iraq ese mismo día en medio de los temores por una esperada represalia iraní. También arrojó una sombra lúgubre sobre las protestas civiles generalizadas por todo el país que habían estallado en Bagdad y en las principales ciudades del sur el 1 de octubre.
«[El presidente de Estados Unidos, Donald] Trump cometió un error catastrófico al matar a Soleimani y Abu Mahdi al-Muhandis entregando gran parte de los chiíes iraquíes nuevamente a Irán después de que muchos de ellos se volvieran contra las injerencias de Irán en Iraq a partir de las manifestaciones de octubre», dijo Ali Bashar, politólogo de la Universidad de Bayan en Erbil, a Al-Monitor. «Esta acción ha aumentado también la hostilidad de los enemigos de Estados Unidos en Iraq, es decir, la Alianza Binaa«, agregó.
Soleimani, que era el comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, fue un actor importante en la influencia dominante de Irán sobre Iraq. El primer ministro interino, Adel Abdul Mahdi, condenó el ataque y lo calificó de «violación escandalosa de la soberanía iraquí y de los términos de la presencia de las fuerzas estadounidenses».
En una sesión de emergencia del 5 de enero, el Parlamento iraquí aprobó un proyecto de ley que requiere que el gobierno solicite de Washington la retirada de sus tropas del país, rescindiendo la invitación iraquí a las fuerzas estadounidenses cuando el Dáesh invadió grandes extensiones del noroeste de Iraq en 2014. Sin embargo, la medida es en gran parte simbólica, ya que no establece un calendario de retirada y está sujeta a la aprobación de Abdul Mahdi.
El secretario de Estado Mike Pompeo hizo caso omiso de la votación promovida por un primer ministro saliente «bajo las enormes amenazas iraníes». Pompeo dijo a Fox News el domingo: «Estamos seguros de que el pueblo iraquí quiere que Estados Unidos permanezca allí para seguir combatiendo la campaña antiterrorista».
Expresando su temor a una guerra por poderes, los manifestantes antigubernamentales de la plaza Tahrir, en el centro de Bagdad, salieron a la calle con una pancarta dirigida a Irán y a Estados Unidos que decía: «Mantened vuestros conflictos lejos de Iraq», y también lanzaron el hashtag #IraqIsNotWarGround [Iraq no es vuestro territorio de guerra].
«Todos los manifestantes, por todo Iraq, rechazan cualquier interferencia en los asuntos internos del país, ya sea estadounidense o iraní», decía Montadhar al-Nazzal, periodista y activista de Basora. «El reciente ataque es una violación de la soberanía nacional. Los manifestantes quieren que desaparezcan todas las fuerzas extranjeras. Sin embargo, tememos una posible reacción violenta porque Iraq no tiene suficientes recursos para sobrevivir a posibles sanciones».
Estados Unidos tiene aún casi 5.000 soldados en Iraq en un puñado de bases. A pesar de la votación del Parlamento iraquí del 5 de enero, pocos esperan que el gobierno expulse a los estadounidenses. Para muchos iraquíes, la presencia de Estados Unidos parece vital para la seguridad del país y un contrapeso a la influencia iraní.
Después de que se filtrara online lo que los funcionarios estadounidenses llamaron un borrador de carta «mal redactada» en la que se hablaba sobre el reposicionamiento militar de EE. UU. en Iraq, el secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper, dijo que dicha carta no tenía valor alguno. «No ha habido ninguna decisión relativa a abandonar Iraq», dijo, confirmando el compromiso de Estados Unidos con la lucha contra el Dáesh en Iraq y en otros lugares.
Amir Rad, un ingeniero mecánico de Babilonia, dijo: «No tenemos verdaderos hombres de Estado que velen por nuestros intereses. Las decisiones son emocionales, basadas en reacciones». Y añadió: «Estados Unidos nunca abandonará Iraq tan fácilmente como resultado de la solicitud de una sesión de un parlamento ilegítimo».
En respuesta a la petición del Parlamento, Trump amenazó con sanciones severas contra Iraq, dejando a muchas personas preocupadas por las consecuencias.
«Tenemos allí una base aérea extraordinariamente cara», dijo Trump, «nos costó construirla miles de millones de dólares. No nos iremos a menos que nos paguen por ella».
Muchos legisladores kurdos y suníes boicotearon en gran medida la votación y todavía se cuestiona si se alcanzó el quórum de 165.
El presidente del Parlamento iraquí, Mohammed al-Halbusi, suní, se negó a presidir la sesión del Parlamento y rogó a los legisladores chiíes que reconsideraran su decisión, advirtiendo sobre las posibles graves consecuencias económicas para el país.
«La decisión del Parlamento no nos representa», dijo Karrar Ahmed, un manifestante de 25 años de Nayaf a Al-Monitor, «no nos sentimos representados por las decisiones tomadas por Irán ni por quienes lloran a Soleimani, que llevaba tres meses matándonos».
Nazzal cuestionó también la legitimidad de la sesión. «No asistieron todos los representantes de los iraquíes», dijo, «sin embargo, la votación fue más emocional que estratégica, ya que los políticos iraquíes no presentaron alternativas ni estudiaron las esperadas consecuencias de tal retirada».
Las pesadillas de las atrocidades del Dáesh persiguen aún a gran número de iraquíes. Muchos expertos expresan el temor de que una salida de EE. UU. pueda producir un resurgimiento del Dáesh, ya que miles de combatientes del grupo terrorista continúan lanzando ataques en Iraq y Siria a pesar de su derrota en Iraq en 2017 y en Siria en 2019.
«Congelar la cooperación de la coalición internacional con Iraq podría ser una oportunidad de oro para que el Dáesh reanude sus ataques en zonas de Kirkuk, Mosul, Anbar y Tikrit», dijo Bashar. «El resurgimiento del Dáesh empoderará fuertemente a las milicias respaldadas por Irán con el pretexto de combatir el terrorismo», agregó.
Bashar también teme una consecuencia mucho peor de una retirada de Estados Unidos: la división de Iraq en tres partes.
«Insistir en la retirada podría llevar a los EE. UU. a irse al Kurdistán e imponer oleadas de sanciones económicas y políticas a Iraq en relación con las exportaciones de petróleo, los activos financieros y la financiación del terrorismo. También se teme un embargo impuesto por la comunidad internacional», dijo Bashar, «Iraq podría hundirse en una grave crisis financiera, aumentando las diferencias entre los kurdos y Bagdad, obligándolos a abandonar el barco y dividiendo finalmente todo el país».
Los temores a una escalada entre Irán y Estados Unidos se intensificaron cuando Irán lanzó más de una docena de misiles sobre las bases iraquíes que albergan a las tropas estadounidenses y de la coalición el 8 de enero, declarando que los ataques eran en represalia por el asesinato de Soleimani.
Tratando de suavizar las consecuencias diplomáticas de este ataque, Irán notificó a Iraq poco después de la medianoche que el ataque había comenzado y aclaró que cualquier ofensiva se limitaría a los lugares donde el ejército estadounidense estaba presente, según manifestó la oficina del primer ministro iraquí.
Ningún personal de las fuerzas iraquíes o de la coalición murió o resultó herido y todas las partes parecían indicar que no deseaban que la situación se agravara aún más.
Bashar y otros temen que las manifestaciones se conviertan en el chivo expiatorio del conflicto.
Rabab Ibrahim, una dentista de Babilonia de 24 años, dijo: «Me preocupa el destino de las protestas. El número de manifestantes ha empezado a disminuir. Matar a Soleimani ha revelado las verdaderas afiliaciones religiosas de ciertas voces que creíamos patrióticas».
«Las protestas han tenido mucho éxito y ahora nos encontramos con este mal momento», agregó, «siento como si hubiera revivido el espíritu sectario del que estábamos a punto de deshacernos». Damos la bienvenida a EE. UU. como aliado con quien compartir beneficios, no como enemigo que nos mate. No somos agentes de ningún otro país. Somos iraquíes que buscan los intereses de Iraq. Creo que deberíamos conseguir que Estados Unidos sea un aliado, uno que tome y dé algo a cambio. Irán se ha limitado a chuparnos la sangre».
La única opción que tenemos es seguir protestando y exigiendo los derechos legítimos del pueblo.
«Poner fin a esta revolución significa el fin para Iraq y para nuestras propias vidas, ya que acabaremos siendo buscados por las milicias», agregó Ahmed.
«Debemos aumentar el impulso de las protestas hasta que el espíritu patriótico se extienda nuevamente», dijo Raad, a la espera de una nueva ola de protestas el 10 de enero. «Esta es la única oportunidad real para Iraq».
Gilgamesh Nabeel es un escritor y periodista iraquí que vive en Turquía. Escribe sobre política, educación, arqueología y los derechos de las mujeres en Oriente Medio para Al Fanar Media, USA Today, Washington Times y otras publicaciones. Nabeel tiene una licenciatura en medicina de la Facultad de Medicina Kasr Al Ainy de Egipto.
Fuente: https://www.al-monitor.com/pulse/originals/2020/01/iraq-iran-us-protests.html
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